Archive for the 'Iggy Pop' Category

03
Abr
17

Canciones y años

Ah, el tempus fugit y todas esas mandangas que han inspirado al ser humano desde tiempos inmemoriales. El vértigo que provoca darte cuenta de que no eres el amo de tu vida. Es sólo eso. Esos versos de Gil de Biedma, tan repetidos, tanto que casi desdibujan su verdadero significado, quizás también porque expresan algo tan difícil de advertir e imposible de corregir: “que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde”. Cuando eres más joven, no te importa una mierda nada, la mayor parte del tiempo, y son los años quienes acaban dándole la vuelta a eso: es el tiempo a quien no le importas una mierda.

Los años son una impostura, un invento del papa Gregorio XIII, una cifra que nos ayuda a recordar, pues los recuerdos son lo que somos. Los recuerdos que yo tengo de mi romance con aquella joven Kate Moss, allá por 1999, son tan vagos  y borrosos que ya me entra la duda de si me lo habré inventado yo. ¿O sería 1989? Esas cuatro cifras fatales que quieren decir algo. Lo que sea. Algo querrán decir. Ni que sea para inspirar a peludos que se suben a un escenario.

1916

Para Lemmy, de Mötörhead, ese 1916 estaba marcado por la I Guerra Mundial, y como tal quiso plasmarlo en esa canción que a su vez daba título al disco con el que traspasaban la década de los noventa. Un tema distinto, fuera del estándar del trío, de velocidad y fiereza. Lemmy era un gran amante de la historia bélica. Yo nunca he sido un gran amante de Mötörhead, por más que ahora, y muerto el hombre, parece que salen fans de debajo de las piedras. Me temo que a Lemmy le ha pasado un poco (a menor escala, eso sí) lo que le ocurrió a Bob Marley, o a James Dean o al Che Guevara: se han convertido en un póster, en un estampado de camiseta o (horreur!) una frase de muro de Facebook.

1939

Algo parecido le pasó a Brian May, de Queen, cuando compuso el tema “’39” inscrito en el celebérrimo “A Night At The Opera”, también conocido como el-disco-de-boemianrapsodi. En este caso, May no es un experto en historia bélica, sino en astronomía y astrofísica. La historia relata un experimento en el que unos exploradores son enviados al espacio y a su retorno han pasado cien años, según la teoría de la dilatación del tiempo en la teoría de la relatividad de Einstein. Hubo quien quiso ver algún tipo de alegato belicista, sin embargo May siempre lo negó y su trayectoria científica da más peso a la primera versión. Al final, esa “’39” es una canción que cantó el propio Brian May y suena más cercana a los dos primeros discos de La Reina que al LP en el que se incluyó.

1969

Saltamos treinta años para meternos en terreno grasiento, sucio, que huele a alcohol y a violencia gratuita. ¡Son The Stooges, hombre! Todo en esta canción está bien colocado, todo tiene sentido en el marco en el que se circunscribe, comenzando con esa intro de guitarra que raspa como papel de lija, y con Iggy declarando, “all right”, antes de comenzar con un ritmo casi tribal y de acabar como acaba, a voces.  Fijémonos en la letra:

It’s another year for me and you
Another year with nothing to do
Last year I was twenty one I didn’t have a lot of fun
And now I’m gonna be twenty two I say oh my and a boo-hoo

Seguramente Gil de Biedma lo dijo de una manera más bonita, no obstante, en el fondo, acaba siendo lo mismo.

1970

Y el reverso aún más oscuro y más depravado nos lo proporcionaban los mismos The Stooges, un año más tarde, en el siguiente LP del grupo. Un Iggy Pop más chulesco todavía declarando “I feel alright”. Si alguien me preguntara cuál es la mejor canción de The Stooges, probablemente diría que esta “1970”. Y si alguien me preguntara acerca del mejor solo de saxo en el rock n’ roll, seguramente mencionaría el que cierra el minutaje del tema, sonando tan sucio y descarnado como la guitarra más distorsionada.

1976

Más que una canción, una declaración de intenciones, esta “1976” de Redd Kross. Una visión edulcorada de una década en la que los miembros del grupo vivieron su primeriza adolescencia y niñez. ¿Cómo sonaría una canción si yo escribiera un tema llamado “1993”? La pregunta es una estupidez, yo apenas soy capaz de tocar tres acordes seguidos en una guitarra sin meter la pata. Pero seguramente, a nivel espiritual, sería parecido, porque el tiempo constituye un prisma cabrón que deforma los recuerdos, en especial los de esa época de pre-adolescencia, y una vez más, Gil de Biedma, otro cabrón que tenía razón. Como nota curiosa, en dos ocasiones, antes del estribillo, canta alguien que suena igual a Paul Stanley de Kiss, y tratándose de una banda tan fanática de Kiss como los Redd Kross, pudiera ser. Pero no lo es, en aquellos tiempos Redd Kross eran muy minoritarios y no tendrían el dinero suficiente para que el tío Stanley moviera su culo. En realidad se trata de su guitarrista de entonces, quien, hay que decir,  lo clava.

1979

“1979” de Smashing Pumpkins, podría ser el reverso a la canción de los Redd Kross, pero con ese aura más intensito que gastaba Billy Corgan. Menos sutil y menos divertido que Jeff McDonald, de Redd Kross, compone sin embargo una buena canción, aunque no puedo dejar de preguntarme si el tema hubiera sido tan apreciado por los fans de la banda de no ser por ese videoclip que lo acompañaba.

1984

Aunque podría referirme a ese corte instrumental que abría el disco de Van Halen. Pero no, en esta ocasión me refiero a la canción de David Bowie de su disco “Diamond Dogs”. Una empanada inspirada por la clásica novela de George Orwell, quien quiso ver un futuro en ese año (Orwell, no Bowie) que tardaría unas décadas más en producirse. Aunque el disco lo grabó aún sin el guitarrista Carlos Alomar, aquél LP ya rezumaba lo que iba a ser la encarnación de Bowie para el siguiente lustro, el del enamorado de la música negra, y con Alomar de mano derecha (quien se incorporó para la gira de “Diamond Dogs”). ¿La canción? Un trepidante estallido de soul funk elegante.

1999

Y si hablamos de temas futuristas, puedo mencionar la que es mi canción favorita de Prince, “1999”. Del disco que la contenía, titulado también “1999” la gente suele recordad “Little Red Corvette”. No se me ocurre un mejor inicio para un álbum, no obstante, que esta “1999” -la canción-  que contenía un rollo proto-futurista con vistas a ese temible año 2000 que acechaba y que, ya ves, pasó, y ni un triste avión cayó del cielo en aquella nochevieja de 1999. Un timo, vaya.

25
Ene
16

Seis grados de separación: Sasha Grey

Supongo que, quien más, quien menos, habrá oído algo acerca de la Teoría de los Seis Grados de Separación. ¿No? ¿Alguien en la sala que no? En fin, se trata de una teoría que afirma que cualquier persona en el mundo está conectada a otra persona del planeta por hasta seis grados de separación, esto es, hasta cinco conocidos, de modo que la persona A conoce a la B, la B a la C y así hasta constatar que la persona A sólo está separada de la persona F por hasta seis enlaces. Una patochada que, no se crean, parece estar formulada bajo una base científica, aunque quien la expuso por vez primera fue un escritor húngaro, Frigyes Karinthy y desarrolló un sociólogo, Duncan Watts. A partir de ahí, ilustres miembros la Internacional Papanatas se volcaron en dotar de una solidez a la hipótesis. Y aunque en román paladino podríamos decir que se trata de una teoría cogida con pinzas, a mí me sirve para una entrada. No soy el único, de hecho, yo se lo estoy copiando al escritor Miqui Otero.

O sea, que entre cualquier fulano de este planeta gris y el juntaletras que suscribe, hay sólo hasta cinco personas. Aquí interviene el concepto de vínculo. Persona A debe conocer a persona B para tenerse en consideración. Pero, ¿qué es “conocer”? ¿Qué clase de vínculo se necesita? Yo una vez le di la mano a Iggy Pop durante un concierto… ¿eso cuenta? ¿O si no he compartido la infancia con ese individuo, ya no se puede considerar? En esa gradación tan estupenda que hacía Josep Plà de “amics, coneguts i saludats”, entiendo que los dos primeros epígrafes valdrían. Y como al final la entrada es mía, y en mi cortijo soy yo el que manda, lo haremos así.

Vayamos, pues, a demostrar cómo entre yo y la famosa (ex) actriz porno Sasha Grey, lo crean o no, malandrines, hay tan sólo seis grados de separación. ¿Por qué Sasha Grey, de entre los más de 7000 millones de habitantes del dichoso planeta Tierra, es la escogida para este experimento de NDK? Amigos, esto es Internet. Escriban la palabrita mágica “porno” y sus visitas se incrementarán de un modo exponencial a base de pajilleros y otros adeptos al buen malvivir. Y como quiera que mi vanidad no tiene límites, me encanta mirar las estadísticas de visitas y advertir como la barra de la gráfica ha tocado máximos. Podría ser otro. U otra. Pero no, hoy será Sasha Grey.

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El redactor jefe de NDK reflexionando acerca de la veracidad de la Teoría de los Seis Grados de Separación

De este modo, mi primer grado lo constituye mi tío. Hermano de mi madre, hablé de él por aquí, no vayamos a repetirnos. Entre otros trabajos más o menos artísticos, hace unos años estuvo dirigiendo una versión de “Panorama Desde El Puente”, la famosa pieza teatral de Arthur Miller. Tengo una tendencia a confundir a Arthur Miller con Henry Miller, y aún hoy tengo que tirar de Wikipedia para recordar que Henry Miller es el autor de ese coñazo que resulta ser “Trópico de Cáncer” mientras que Arthur Miller es el dramaturgo, que en una de esas piruetas mortales se llegó a casar con Marilyn Monroe. Vamos, lo que en mi barrio se llamaría un jugón, que no sólo era un escritor, un mito, sino que además se llegó a casar con la belleza más deseada de la época, en un matrimonio cuanto menos extraño. Volviendo a mi tío, preparaba una versión de la obra que iba a protagonizar Sancho Gracia, y que al final tuvo que dejar, ya que fue entonces cuando se le detectó el cáncer que acabaría por causarle la muerte.

Y precisamente Sancho Gracia será el segundo grado de separación. De Sancho Gracia todo el mundo recuerda, claro, la serie “Curro Jiménez”. Sin embargo, esa serie me cogió muy pequeño, y no tengo ningún recuerdo de la misma. Relaciono antes a Gracia con sus colaboraciones con Álex de la Iglesia, comenzando por aquella maravillosa “La Comunidad” o una cinta que me parece muy reivindicable, a pesar de que recibió bastantes palos, “Muertos De Risa”. Álex de la Iglesia siempre ensalzó a Sancho Gracia, considerándolo como uno de sus, digamos, actores fetiche, hasta su fallecimiento. De modo que Álex de la Iglesia será el tercer grado de separación.

Con De La Iglesia tengo un problema: a menudo sus películas me decepcionan, porque prometen mucho más de lo que me acaban dando, o porque sus tramos finales flojean. En realidad, desde “Balada Triste De Trompeta” le he perdido la pista y ya no he visto ninguno más de sus posteriores estrenos. Ya no me apetece. En uno de los últimos, concretamente, “Los Crímenes de Oxford”, dirigió a Elijah Wood en su papel protagonista. Elijah Wood, claro, será el cuarto grado de separación. No es que tenga nada contra Elijah Wood, pero es ver su cara, y ver al maldito Frodo de ese aburrimiento infumable que era “El Señor De Los Anillos”. Sí, odio esa película. Diría que odio la trilogía, pero sería poco riguroso: no pasé de la primera entrega, que vi, eso sí, en su correspondiente sala comercial y con ganas de disfrutar de algo grande. Tal vez fueran eso, las expectativas. Pero no, no es para mí. Y no diré gran cosa más ya que me temo que hay mucho fan suelto entre los que estáis leyendo estas líneas. Sólo que cada vez que recuerdo que durante una época se habló de un biopic sobre Iggy Pop que supuestamente iba a protagonizar Elijah Wood, me coge de todo. Como diría Ford Farlaine, Iggy “se estará retorciendo en su tumba si no fuera porque el hijoputa ni siquiera está muerto”.

Uno de los últimos trabajos de Elijah Wood, a quien parece que el cine español le tiene bien considerado, fue la cinta “Open Windows”, que dirigió Nacho Vigalondo en 2014. ¿Y recordáis quién era la partenaire de Elijah Wood en esa película? Pues, ta-ta-chaaaan… ¡Sasha Grey!

Sí, Sasha Grey, ex estrella de porno que se dedicó a hacer marranadas variadas frente a una cámara desde 2006 (oficialmente, con 18 años) hasta 2011, cuando se retiró para dedicarse a ser toda un hombre del renacimiento. Sí, amigos, Sasha ya no fornica frente al objetivo (al menos no comercialmente), pero sí escribe libros, canta en una banda, hace de DJ, actúa en películas donde la gente sale vestida, hace de modelo, y vaya usted a saber cuántas cosas más. Incluso protagonizó una portada de la revista Popular 1. Siempre me ha resultado llamativa esa obsesión de ciertos adeptos al porno por ir más allá en conocer más de lo que sus actrices favoritas muestran en pantalla. Quiero decir, el porno es porno, y vale para lo que vale, lo que no es poco, no me entendáis mal, pero sinceramente, si la muchacha que en aparece en pantalla embadurnada de esperma resulta ser una seguidora de la escuela sofista o si es fan de los Beach Boys, es algo que, personalmente, no me suscita el menor interés.

Lo de hacer porno muy jovencita y dejarlo cuando todavía se es lo suficientemente joven para las exigencias de la industria no es nada que no hubiera hecho antes Traci Lords. Y en cuanto a Sasha Grey, reconozco que es una belleza, y que no tiene esa apariencia recauchutada de algunas de sus excolegas de profesión. Por lo demás, sinceramente, no hay para tanto, y no deja de ser una perpetuación del cliché actriz porno = idiota, por lo que ella sería una rareza. O poniéndolo peor, chica guapa que explota su belleza = debe ser medio subnormal.

Sea como fuere, ahí tenemos mis seis grados de separación: Yo – mi tío – Sancho Gracia – Álex De la Iglesia – Elijah Wood – Sasha Grey. ¿Nos creemos o no nos creemos la teoría?

Canciones:

David Bowie: “I can’t give everything away”

Iggy Pop: “Gardenia”

Incognito: “Still a friend of mine”

20
Oct
15

La Posibilidad de una Isla

Escribo estas líneas en un avión que me lleva a Bogotá con una estúpida, inesperada y ciertamente irritante parada en Cali. He visto la película “J. Edgar” de Clint Eastwood, con ese Leonardo DiCaprio y ese maquillaje que me recuerda a los “Celebrities” de Muchachada Nui. Y sin embargo, no está mal, la cinta. Eastwood rueda con oficio y su duración infame de dos horas y cuarto pasa agradablemente. Pero es que a mí me gusta mucho el tema, cosas de consumir demasiada literatura de James Ellroy y demasiados “No Me Judas, Satanás” de César Martín en Popular 1. Dos fuentes con una particular conexión, lo reconozco.

Los viajes transoceánicos en avión me suelen dar pie a reflexiones que probablemente vienen filtradas por el cansancio, el agobio, el aburrimiento, esa extraña sensación de no saber qué hora es, la de verdad, la de tu cuerpo. Tengo 35 años y seguramente he cubierto al menos un tercio de mi vida. ¿Alguna vez os habéis pensado a parar en ello? Aunque soy joven, por lo menos así me considero, ya no soy lo que se calificaría de “un jovencito”. De hecho, ahora la prensa habla de una nueva generación, los “millenials”, sin saber muy bien a qué se refieren y si, al menos, cronológicamente hablando, pertenezco a ella. Claro que también hace unos años se hablaba de la Generación X y tampoco supe nunca si me podía incluir o no. Entonces era demasiado joven para ser Generación X y ahora soy demasiado viejo para ser un millenial, hay que joderse. Aunque sospecho que esto de los millenials no deja de ser una creación surgida de un despacho de marketing para enfocar correctamente las ventas a un determinado sector, aunque, diablos, se supone que existe ese sector.

En fin, tú, tal vez, no habrás pensado en asuntos como lo que te queda de vida, pero Michel Houellebecq sí lo ha hecho, y te lo plasma en una novela, para joderte un poco la existencia. El gabacho suele ser de esos que te ponen el dedo en la llaga y si lo tienen a mano, te echan vinagre en ella. “La Posibilidad de una Isla” es la quinta novela de Houellebecq que leo y como todas, me ha gustado mucho. La vida y su final, o no, las relaciones humanas y lo que nos condicionan para la vida, lo jodidamente solos que estamos. Sobre esto gravita una historia que no sabría considerar si es lo de menos. Siempre sombrío, no es la clase de lectura que te lleva al optimismo y la diversión. Pero eso depende de cada uno, claro. Lo que más me gusta de los libros que escribe Houellebecq es el poso que deja cuando uno ha cerrado sus tapas.

ojo ahí... (by @carloskarmolina)

ojo ahí… (by @carloskarmolina)

No soy el único, Iggy Pop, que en los últimos años lleva un afrancesamiento ciertamente curioso, también se sintió tan influenciado por la lectura de “La Posibilidad de una Isla”, que grabó una suerte de disco semiconceptual en donde retomaba caminos que había trazado tiempo atrás con su LP “Avenue B” y que había abandonado para emprender de nuevo su andadura con The Stooges. Interesante conexión, la de monsieur Pop con Michel Houellebecq. Y leyendo sus páginas, no me deja de parecer razonable que en algún aspecto Iggy Pop se pueda identificar con el protagonista de “La Posibilidad de una Isla”.

Canciones:

Iggy Pop: “King Of The Dogs”

Gary Moore: “Nuclear Attack”

Zaz: “Les Passants”

22
Jul
13

Hemeroteca: Concierto de Iggy Pop en Madrid. Ruta 66. 1991

Retomamos esta sección de hemeroteca tirando de otra de las revistas clásicas de música, en este caso, Ruta 66. El artículo que hay a continuación estaba en el número 61, perteneciente a abril de 1991, y amigos, no me dirán que esta fecha no les produce vértigo. Desde luego, en abril del 91, el que estas líneas escribe, pensaba más en salir a zascandilear a la plaza o en jugar un partido callejero de fútbol que en el rock n’ roll. Una cosa sí se ha mantenido, los R.E.M. de 1991 me gustaron mucho, con el celebérrimo “Out Of Time”, que fue uno de los primeros discos que tuve, en cinta de cassette, y que quemé, hasta el punto de no poder volver a escucharlo en muchos años. Y precisamente son estos R.E.M. quienes reinan en la portada de ese ejemplar de Ruta 66. Probablemente esa fue la razón por la que compraría esta revista, muchos años después, en un mercadillo o en una tienda de libros viejos.

El artículo que cuelgo resulta una curiosidad, y una muestra clara de cómo han cambiado los tiempos y las percepciones. Se trata, como pueden ver a continuación, de una crítica del concierto que Iggy Pop hizo en la sala Universal Sur de Madrid, hace la friolera de 22 años. Lean, lean…

Los derechos del texto pertenecen a Ruta66

Los derechos del texto pertenecen a Ruta66

Los derechos del texto pertenecen a Ruta66

Los derechos del texto pertenecen a Ruta66

Los derechos del texto pertenecen a Ruta66

Los derechos del texto pertenecen a Ruta66

Más allá de poner a caldo a Iggy por, entre otras cosas, lo de siempre: que si es autoparódico, que si siempre hace lo mismo, que si ya no te lo crees, que si ya no exhuma violencia ni provoca tensión, etcétera, me resulta curioso por ese estilo tan informal, tan fanzinero, si me lo permitís, del autor. Que, por otra parte, un tipo firmando sus colaboraciones bajo el pseudónimo de KOLEGA, resulta significativo.

KOLEGA… ojo al uso de la “K”, recurso que odio con todas mis fuerzas. Y al propio nombre. Eh, que soy vuestro colega, que soy de los vuestros, madafacas del barrio. Más que vuestro colega, soy vuestro Kolega, y me enrollo muy bien, tíos… Pues sí, este pájaro se atreve a criticar a Iggy Pop usando ese pseudónimo.

Tampoco quiero prejuzgar. Esto de los nombres, a veces te pilla a contrapié. Has de firmar algo, aunque sea un triste nick para un foro o para un chat. Y usas la primera tontería que se te pasa por la cabeza, sin darle mayor importancia. Sin considerar si volverás a usar esa web. Pero luego resulta que sí, que la sigues usando, y que ya es tarde para cambiar de nombre, y bueno, bonito o feo, te quedas con el que usaste, para mantener tu personalidad. O tu cyberpersonalidad. Os lo dice un tipo que lleva años firmando como KAR. En fin…

Volviendo a nuestro amigo KOLEGA, simplemente remarcar la contraposición de su redacción, tan distante del libro de estilo clásico de Ruta 66, y por lo que siempre se criticó a esta publicación: el uso de una escritura recargada y extenuante, donde si una frase tenía menos de siete subordinadas, era, automáticamente, descartada, y donde era obligatoria la utilización de términos lo más alejados posible del lenguaje coloquial. Pues bien, parece ser que no siempre fue así. Por lo menos, en 1991 no era así.

Y me consta que desde su última reconversión, ahora hará unos pocos años, esa tendencia marisabidilla del Ruta se ha ido limando, del mismo modo que ahora la revista es enteramente en color o que varios de los colaboradores de Popular 1 se cambiaron de acera (con perdón) e ingresaron en las filas ruteras. Y qué quieren que les diga, el Ruta, a veces, podía agobiar, pero me gustaba esa pretenciosidad que, actualmente, ya han perdido en gran manera. Cosas de los signos de personalidad, que, en ocasiones, se han de enfrentar a las ventas.

Canciones:

Vampire Weekend: «Ya Hey»

Graveyard: «20/20 (tunnel vision)»

The Sonics: «The Witch»

26
Dic
12

LIBRO DEL MES (DICIEMBRE): “La Magnitud Del Desastre”, Oriol Llopis

Alguien me podrá decir que cuando ya no es el músico, sino el crítico o el periodista musical, el que publica sus memorias, es que todo se nos ha ido de las manos. Y probablemente no le falte razón. Aunque las mías para hacerme con este libro eran dos. O tal vez tres. La primera, es que me siento más cerca del periodista musical que del músico. Egoísmo. Ya que soy consciente que ser estrella del rock me queda muy lejos, me puedo conformar con escribir sobre rock. Porque el periodista musical es, al final, un fan, ¿no?. La segunda, que Oriol Llopis es todo un personaje, bregado en mil batallas de toda índole, y un tipo con cosas que contar de cómo era estar trabajando con el rock n’ roll en nuestro país. Y la tercera, que es razón pero no lo es tanto, porque leí comentarios buenos sobre este libro.

Oriol Llopis es un crítico musical que lleva metido en el mundillo desde mediados de los 70’s, con revistas tan cruciales para la escena en el país como Vibraciones, Disco Express, Star o finalmente, Ruta 66. De un modo intermitente. Tan intermitente como su estilo de vida lo permitía. Sí, Oriol Llopis fue un vividor, tan amante del rock n’ roll como de hacer lo que le viniera en gana, incluyendo darle al alpiste mucho más de la cuenta, y tener que costearlo de muchos y muy variopintos modos, pero también dejándolo todo para escaparse al Paraguay en plena dictadura, o tener que vivir altibajos que le llevaban a deber empezar de nuevo, con trabajos como una empresa de repuestos automovilísticos o un safari park en Alicante.

No es un libro sobre rock, aunque por supuesto, se habla de rock. Quizás más de rock como actitud, aunque éste último término esté más denostado, que como música. De hecho, sí, se habla de música, pero de un modo tangencial. Tampoco podría decirse que es una biografía al uso, porque está estructurado caóticamente, sin una cronología, con saltos temporales y espaciales definitivamente necesarios.

No deja de quedarme la sensación de que el autor, Llopis, calla (definitivamente mucho) más de lo que cuenta. Y sin embargo, es suficiente. Sin llegar al estilo pedante de Sabino Méndez, ni a su meticulosidad, dentro del desorden, que muestra en sus libros “Corre, Rocker” y “Hotel Tierra” (recomendables, pardiez!), sí que guarda ciertos puntos en común. Especialmente por narrar cómo era estar relacionado con el rock n’ roll hace 30 y 40 años en España. Incluso podría emparentarse de algún modo con determinados parajes del libro “Memorias De Un Gángster De Barcelona”, de Lluc Oliveras, donde se narraba la vida de Dani El Rojo.

La promoción del libro habla de periodismo gonzo o de kamikaze. No hay para tanto, pienso yo, por lo menos, no por lo que cuenta. Y sin embargo, da buena muestra de un defecto de la crítica musical, que él ha evitado, y es esa tendencia a querer nadar y guardar la ropa, o incluso a ver los toros desde la barrera. Llopis no es que viviera como una rockstar, más que nada porque económicamente no podía. Pero siempre que pudo lo intentó, como mínimo, hacerlo de un modo libertino y libre. Mientras el dinero llegaba para los vicios, fuesen estos los que fuesen.

Tenía un look de lo más molón, en los 70s

Tenía un look de lo más molón, en los 70s

 

Aunque el estilo es ágil y muy fluido, haciendo que el libro se lea de un tirón, me irrita especialmente esa manera de escribir de Oriol Llopis, lleno de giros supuestamente coloquiales, de onomatopeyas, de expresiones pretendidamente callejeras. Se puede pretender escribir tal y como se habla, como se habla en la calle, y sería algo muy lícito. Pero sabéis cuándo veis una peli de Fernando Colomo, de esas que rodó a mediados de los ochenta, y los personajes hablan con eso que se dio en llamar “cheli”, el argot callejero de la década de los calentadores y las hombreras… pues el libro parece algo así. Y amigos, desde que Ramoncín publicó un libro a modo de “diccionario” cheli (“El Tocho Cheli”), ya no puedo con eso. Sinceramente, no recuerdo si en el Ruta 66 también escribe así, pero al lado de esa prosa extremadamente recargada y complicada de Jaime Gonzalo e Ignacio Julià que siempre fue santo y seña del Ruta, parece que lo haya escrito un niño de trece años.

Pecata minuta, pues cuando leemos una autobiografía (y por favor, dejadme subrayar el prefijo) de una persona que realmente tiene cosas que contar, se agradece. Echo en falta, sin embargo, ser más incisivo, un poco más ordenado, y por dios, hablar un poco más de música. O de los músicos. Un tío que ha estado con Johnny Thunders, con Iggy, con Burning o con Dogo y Los Mercenarios, forzosamente, tiene que bastante más que explicar que lo narrado en esas páginas. Podría decir que tal vez para el siguiente volumen, pero me temo que no habrá siguiente volumen.

Canciones:

LCD Soundsystem: «New York I Love You»

Nancy Sinatra: «You’ve Only Live Twice»

The Monarch: «’69 Monaro»

21
Oct
12

Transformer

Siempre se ha acusado a David Bowie de ser un copión. De ser un aprovechado de ideas ajenas para apropiarse de ellas, venderlas como propias, y ya de paso, hacer unos cuartos. Algo de eso es verdad, cierto. Y sin embargo, hay que sacar a la palestra que también hubo ocasiones en las que ayudó de una manera crucial como para re-encauzar las carreras de los que consideraba sus ídolos o incluso mentores. Uno de estos casos es la ya celebérrima asociación de David Bowie con Iggy Pop. Resumiendo la historia, Bowie admiraba al Iggy de los Stooges, que ahora todo el mundo asumimos como piedra angular del rock n’ roll, pero no lo olvidemos, en su momento, no vendieron un carajo, y entre 1972 y 1976 la carrera de Iggy estaba acabada, su disco junto con James Williamson ni siquiera se llegó a publicar, y el mismo Iggy había entrado en una peligrosa espiral de drogas y problemas mentales. Seguramente, sin la ayuda de su amigo Bowie, empeñado en que publicara un disco en solitario, Iggy no habría sacado adelante su carrera. Sí, ahora el lector avispado me dirá que Bowie aprovechó ese disco de Iggy para experimentar sonoridades que luego desarrollaría en sus propios trabajos. Sea como sea, y yo no pienso que de eso se trate, pero aunque así fuera, si hoy tenemos discos de Iggy Pop, probablemente sea en gran parte gracias a David Bowie.

Celebérrima foto de las tres gracias del glam rock…

Algo similar ocurrió con Lou Reed. Recordemos que el duque blanco era un gran fan de la Velvet Underground. Recordemos también que en vida, The Velvet Underground vendió pocos discos, o por lo menos muy pocos si lo comparamos con la fama y el reconocimiento global que tienen hoy en día. A la disolución de la banda, Lou Reed publicó un primer disco, de título homónimo, compuesto en su mayoría por temas rescatados de su etapa Velvet. Lou no quedó muy satisfecho del resultado, y aunque se empezaba a reverenciar el legado de Velvet Underground en ese 1972 en que se publicó el disco, comercialmente fue un fiasco. Pero ahí estaba el tío Bowie para echar un cable a un admirado amigo. En este caso no estaba solo, le acompañaba el nunca suficientemente reivindicado guitarrista Mick Ronson, quien se entregó al máximo en el que sería segundo disco de Lou Reed, que titularía “Transformer” y publicaría a finales del mismo año 1972. Tanto Bowie como Ronson constan como co-productores, y en temas como “Vicious” esa influencia no se puede negar.

Una de mis portadas de disco favoritas!

Podría calificarse como el disco glam de Lou Reed. Salvando las distancias, claro, pues la personalidad de Reed era tan aplastante que los paralelismos resultan más difuminados. Aún así, en la bonita “Perfect Day” podemos encontrar ese dramatismo en los arreglos que vemos también en, por ejemplo, “Life On Mars?”. Y qué me dicen de “Satellite Of Love”, o acaso no piensan ustedes en ese muchacho con el rimmel corrido (con perdón) tarareando ese estribillo de vuelta a casa, tratando de no trastabillarse con esos botines de plataformas. “Transformer” es también el LP que contiene la que podría ser calificada como la canción más popular de Lou Reed, “Walk On The Wild Side”, el tema por el que Lou Reed se hubiera podido retirar y dedicarse a hacer bolos en el circuito de viejas glorias americanas. A pesar de su enorme popularidad, hacerse el exquisito es ridículo: “Walk On The Wild Side” es una canción fantástica, además de tener una letra muy interesante acerca de personajes que Lou Reed conoció en su etapa de la Factory, y que da una visión bastante clara de lo que eran aquellos años.

Todo en “Transformer” es especial, comenzando por la portada. Es una de las portadas de discos de los 70’s que más me gustan. En realidad, la foto se le desenfocó a Mick Rock, el autor, en el cuarto oscuro (no me piensen mal, marranos), pero la realidad es que quedaba mejor que una imagen pulida. Le da un aire más decadente, el maquillaje, la pose de ese Lou delgadísimo, casi andrógino, combinado con el dorado de los márgenes. La contraportada también dejaba claro que la cosa no iba de medias tintas.

La contraportada no da pie a confusión…

Y ahora os voy a confesar una cosa… durante una época, cuando era un chavalín y comenzaba a escuchar esto del rock n’ roll, tenía un feo vicio de robar discos. No en las tiendas, nunca tuve suficiente arrojo para ello. Sí a las personas. Y “Transformer” fue uno de los discos que robé en su momento. Dí con una copia en vinilo, original de la época, en casa de mis abuelos. Probablemente pertenecía a uno de mis tíos, dudo mucho que mis abuelos quisieran saber nada de ese cantante de Nueva York con pinta de yonki y aprendiz de marica a tiempo parcial. Por supuesto, y dado que mis tíos, al parecer, no lo habían reclamado, me llevé ese vinilo a casa. El hecho de tratarse de una copia en vinilo lo hacía incluso más atractivo, ya sabéis, yo sigo considerando el rock como algo orgánico, y el tener esa pieza en casa era como llevarme un pedacito de historia. Más tarde vi una vez, en casa de mi tío, una copia en CD de “Transformer”. Al verme con el CD en las manos, mi tío me dijo algo así como “yo me compré ese disco cuando salió, hace años. Pero lo perdí.”

Para cuando descubrí “Transformer”, título que, por otra parte, me transporta a mis meriendas viendo las andanzas de Optimus Prime, ya había comenzado a sumergirme en la carrera de Lou Reed a través de “Berlin”, el disco que publicaría LouLou posteriormente, y que bastante poco tenía que ver con su predecesor. Y ya no escuché ningún LP más del neoyorkino hasta mucho tiempo después, cuando grabó “The Raven” en 2003, un disco que por cierto, no estaba nada mal. Era, claro, francamente difícil competir con aquellos dos trabajos que convirtieron a Lou Reed en el mito del rock n’ roll que pasó a ser.

Canciones:

Travelling Wilburys: “Handle with care”

Radiohead: “Black Star”

Aerosmith: “The Farm”

02
Ago
12

Iggy (y 3)

Cierro mi particular trilogía sobre Iggy Pop y sus últimas historias recordando que la pasión de nuestro hombre por los standards jazzys y la música más tranquila no es algo que le venga de nuevo. De hecho, existen varias grabaciones en concierto de Iggy cantando el clasicazo «One For My Baby», que popularizara en su día Frank Sinatra. La primera vez que tuve constancia de esta versión (inusual, pensaba yo) fue cuando cayó en mis manos el disco «Nuggets», donde se recogen una serie de piezas registradas en diferentes conciertos de la iguana entre los 70’s y primeros 80’s. Ahí se encontraba una versión de este tema, con un sonido francamente infame, y que yo sepa, es la única grabación oficial u oficiosa que existe. En general, «Nuggets» tiene algunas canciones interesantes entre sus dos discos, pero ese sonido tan horroroso hace que nunca encuentre el momento para escucharlo. Ok, la música de Iggy Pop no requiere de una producción perfecta ni de una grabación minuciosa. Pero es que ese disco suena como el peor de los piratas, como si la banda estuviera tocando en el lavabo de tu casa, como si la grabación se hubiera hecho en el concierto con un teléfono móvil. Eso sí, me encanta su portada.

Me encanta esta portada!
De todas formas, en Youtube (quien necesita Spotify?) se encuentran algunas grabaciones de ese tema. Y de regalo, como sé que sois unos vagos y no os habéis parado a buscar ningún tema de «Préliminaires» o de «Après» a pesar de que os cantara sus excelencias en la entrada anterior, os dejo un par de píldoras, y ya me diréis…




29
Jul
12

Iggy Afrancesado

Hace unas semanas, justo antes de este último parón, hablábamos de Iggy Pop y su carrera de los últimos años. En aquella ocasión era con motivo de su concierto con los Stooges en el festival Cruïlla de Barcelona. Sin embargo, no es a su vertiente Stooge a la que quisiera dedicar estas líneas, sino a sus dos últimos discos en estudio.
Skull Ring”, de 2003, fue el último disco de rock que ha grabado Iggy Pop. Después vino ese tremendamente decepcionante disco con los Stooges (“The Weirdness”, 2007), para acabar grabando en 2009 la que sería su siguiente entrega en solitario, un extraño trabajo que tituló “Préliminaires”. El hecho de titularlo en francés no es casual. “Préliminaires”responde a una querencia por la cultura francesa, tanto en lo musical, tirando hacia la chansonde los 60’s y 70’s, como por la literatura, encarnada en el gran Michel Houellebecq. Para quien no sepa quién es Houellebecq, se trata de un escritor y poeta contemporáneo del país vecino, que comenzó a publicar a principios de los 90’s. Podéis leer más sobre él haciendo clic aquí. De hecho, es la novela “La posibilidad de una isla” la que inspira a Iggy para la creación de este larga duración.
Si bien la combinación de un personaje tan hosco, ácido y nihilista como Houellebecq con Iggy Pop ya resulta francamente interesante de por sí, el cambio de registro que muestra el Michigan completa un conjunto que como mínimo, invita a darle un tiento. Porque en “Préliminaires”no hay rastro del hard-rock-punk que lleva practicando Iggy Pop desde finales de los 80’s. Si bien es cierto que Iggy había jugueteado con la New Wave o que su etapa como aliado de Bowie se alejaba bastante de los parámetros, digamos, clásicos de Detroit, probablemente es su imagen de directo la que asocia a Iggy Pop con guitarras atronadoras y bajos punzantes.
La portada está muy bien escogida…

Pues no señores. En “Préliminaires”hay jazz, hay aires de canción francesa, hay temas cabareteros, algún tema acústico tímidamente rock, influencias de las bandas sonoras de películas, pop… pero nada de rock de guitarras. Y hay que reconocer que se maneja bastante bien en estos parámetros. No es la primera vez que Iggy Pop se acerca a estas sonoridades, recordemos aquella oscura maravilla llamada “Avenue B” (1999) que casi todo el mundo parece haber olvidado. Pues bien, parece como si Iggy retomara el camino que dejó incompleto en “Avenue B”.

Se atreve a cantar en francés dos temas, hace una versión del clásico “Insensatez” de Stan Getz y que me aspen si “King Of The Dogs”no es una canción por la que hubiera matado Tom Waits, y que a la postre, resulta ser uno de los cortes memorables del disco. En fin, ignoro si fue un órdago hacia su compañía discográfica, una muestra de personalidad o un pulso que no se atrevió a completar en 1999 (“Avenue B”contenía también 2 o 3 temas más rockeros que desentonaban con la línea del disco en general), y supongo que a su compañía no le hizo ni puñetera gracia. Y lo entiendo, para el gran público que espera discos de un Iggy Pop rodeado de guitarras bien altas, “Préliminaires”es una suerte de suicidio comercial. Lo cuál, para mi gusto, le suma atractivo al conjunto.
Hecho un pincel…

Algo de eso habría, cuando este mismo año publicó con una compañía independiente la que sería la continuación de “Préliminaires”, “Après” (2012). Efectivamente, este disco ya no se graba bajo la tutela de Virgin-EMI, sino que se monta un juanpalomoque le lleva incluso a una particular línea de distribución, a través de la web francesa de venta de moda outlet Vente Privée… sí, el idilio de Iggy Pop con Francia es total. Segundo trabajo con título en francés, en esta ocasión se trata de un pequeño divertimento, a base de grabar 10 versiones, una vez más, muy alejadas del rock. La columna vertebral del disco se nutre de clásicos de la música gavacha, en esa lengua, con Gainsbourg, Brassens y Edith Piaf entre otros. La producción, además, en esta ocasión sí que bebe de la chanson, las acústicas y los arreglos elegantes predominan. Incluye algunos temas en inglés, como el clasicazo de Nilsson “Everybody’s Talkin’”, y se atreve con una versión de The Beatles, cómo no, “Michelle”. Como suele ocurrir en esta clase de discos de versiones, el resultado es irregular, y aunque tiene algunos momentos muy buenos, en otros, ese registro tan grave y esa forma tan engolada de cantar de Iggy no acaba de encajar en la canción.

Así que éste es el Iggy Pop de 2012… un tipo que se sube a un escenario a cantar temas punk y hard rockeros de hace 40 años, sin camiseta y dejándose el pellejo, mientras que luego, aprovecha sus pausas entre giras para grabar discos de jazz y canción francesa. No negaré que a priori parece como si alguna de las dos posturas fuera un poco impostada. Como si lo que a Iggy le viene de gusto es grabar discos como “Après”pero sabe que la financiación la puede obtener fácilmente de desgranar material Stooge sobre las tablas. Pero como dije en el anterior post, yo no vi a un tipo luciendo una pose en el concierto del mes pasado, sino a una persona que se creía lo que hacía, que lo disfrutaba y que lo daba todo. Y qué os puedo decir, me encanta esa dicotomía, que yo mismo también tengo. Hay días que necesito escuchar “Après” y otros en los que me tiro de cabeza a por “Fun House”.
Sólo me queda, pues, una duda. ¿Hacia dónde tirará la carrera de Iggy Pop? ¿Volverá a grabar rock n’ roll? ¿Se atreverá a realizar una gira presentando su material más, digamos, tranquilo? No me digáis que no tendría su interés, un concierto de Iggy en su vertiente sosegada, desgranando “Préliminaires”, “Après” y “Avenue B”, pero también cantando, por ejemplo, “China Girl”, “Dum Dum Boys”, “Nightclubbing”, “Tell Me Stories”o “Without You”
Canciones:
Iggy Pop: “Et Si Tu N’Existais Pas”
Iggy Pop: “King Of The Dogs”
Iggy Pop: “Les Feuilles Mortes”
09
Jul
12

Iggy & The Stooges, Barcelona, 6/07/12

Quisiera comenzar estas líneas con un dato: James Newell Osterberg, más conocido como Iggy Pop, es un señor que tiene 65 años. No es una consideración baladí, y además, creo que da un cierto sentido a la reflexión que quería hacer, tras haber presenciado el concierto que Iggy & The Stooges dieron en Barcelona el pasado viernes, en el marco del Festival Cruïlla.
Iggy Pop no gira en solitario, presentando su material propio, desde 2001. En 2003 publicó aquél “Skull Ring” en el que grabó un par de temas junto con los hermanos Asheton, y se anunció la gira de reunión con The Stooges, con quienes llegó a grabar un flojísimo disco, “The Weirdness” en 2007. En definitiva, Iggy lleva toda una década girando con un repertorio que tiene más de 40 años, y mientras tanto, ha publicado dos discos en ese período, en solitario, que no pueden estar más alejados de las sonoridades Stooge, me refiero a “Préliminaires” (2009) y un divertimento en forma de versiones que tituló “Après” (2012). Y hablaré de estos dos discos más adelante, pero si me permiten un apunte, quisiera subrayar el hecho de que en sus últimas grabaciones Iggy Pop explora una faceta más cercana al jazz, al vodevil y a la canción francesa clásica.
De modo que no dejo de preguntarme el por qué de esta dicotomía. Por un lado, el Iggy más duro, más rockero, más típico también, apostando por el valor seguro que suponen unos discos, los tres con los Stooges, que han entrado como miembros de pleno derecho en el olimpo del rock n’ roll. Por otro lado, un Iggy sosegado pero arriesgando mucho, con discos que le harían perder muchísimos seguidores, de no ser por esa redención que practica en los escenarios desgranando su material pretérito.
Iggy se sentía solo…
Si me pongo en plan malpensado, podría llegar a la conclusión de que lo que de verdad le pide el cuerpo a Mr. Osterberg es grabar canciones jazzys. Pero, consciente como es del peso que su figura tiene en la iconografía rockera y en la industria en general, sabe que seguir girando repescando esas canciones de toda la vida, machacándose en un escenario, le inyecta unos dividendos y una tranquilidad económica como para poder afrontar proyectos probablemente deficitarios como sus dos últimos discos. Hablando en plata, hacer el cafre sobre las tablas mientras toca temas de 1969 es su trabajo mientras que imitar a Gainsbourg o a Brel es su hobby.
Argumentos acerca de esto último los podemos encontrar en varios puntos sorprendentes de la última década. Hacer una gira con The Stooges resultaba entrañable. Hacer varias durante 6 años es exprimir demasiado el limón. Grabar un disco “nuevo” con The Stooges después de 40 años es una jugada cutre, e innecesaria, Iggy llevaba una carrera en solitario fantástica. No es como el nuevo disco que grabaron los Who o incluso los New York Dolls, quienes habían tenido carreras en solitario discretísimas. Y como pirueta final, el repescar a James Williamson tras la muerte de Ron Asheton ya no sé cómo calificarlo, si de movimiento lógico o de acto ruin.
Y sin embargo, lo que presencié el viernes pasado en Barcelona me desmonta los argumentos. Yo vi a un Iggy Pop dándolo todo, destrozando su físico (no olvidemos sus 65 años), cumpliendo con esos trucos arriesgados para su integridad como hacer subir al público o bajar al foso. Por más ganas de grabar discos, digamos, diferentes que tenga, Iggy Pop no tiene la necesidad de cumplir con estos rituales. No está arruinado ni depende de estos circos. Así que me da que pensar que en realidad disfruta de estas experiencias en sus conciertos. Que probablemente ahora mismo no le apetece grabar otro disco de rock, pero que sigue amando el rock n’ roll y entregarse en sus conciertos.
Iggy Pop +  Instagram
El viernes pasado hicieron un concierto en un marco muy extraño, como es un festival extremadamente ecléctico, con una alarmante tendencia al perroflautismo, que se reflejaba en un sector del público. No importó. Se cascó casi todo el “Raw Power”, repescó un par de números del “Kill City”, recuperó también algún tema de la primera etapa Stooge (sin Williamson) y todavía le dió tiempo a hacer su clásica versión del “Louie, Louie”.
La actuación fue de más a menos, algo que se perdona tras el desgaste y por la edad. Pero amigos, los primeros 40 minutos de show fueron algo inenarrable. Energía, saber estar, un repertorio mágico y un público entregado, en el que se vivieron algunos pogos y momentos de de crowd surfing que hacía mucho que no veía. En un momento del concierto Iggy bajó y saltó la valla del foso para mezclarse con el público. Fruto de un lance, recibió un golpe que le hizo sangrar un poco el labio. Bueno, esa imagen de Iggy Pop, torso desnudo, bailando, cantando como él sabe y con el labio ensangrentado podría ser muy definitoria del show.
¿Y la banda? Bien. Muy solvente. Pero permítanme sinceridad: aburridos, anodinos y carentes de todo carisma. Salvaría a Mike Watt, en lo que a carisma se refiere. Pero James Williamson es un buen guitarrista, sin la menor presencia. Lo mismo se puede decir de Scott Asheton. Seamos claros, podría haber venido Iggy Pop con una banda formada por buenos mercenarios, por buenos músicos profesionales, y el resultado hubiera sido exactamente el mismo. Lo cuál me lleva a una última reflexión: ya va siendo hora de que Iggy Pop recupere su propia carrera en las giras. Quiero ver un concierto de Iggy Pop, no de The Stooges o de Iggy & The Stooges. Quiero a un Iggy que puede tocar con pleno derecho el material de hace 40 años, pero que también toque temas de “Lust For Life”, “The Idiot”, “New Values”, “American Caesar” o “Brick By Brick”. Sinceramente, creo que ya toca.
Canciones:
Iggy & The Stooges: “Penetration”
Iggy & The Stooges: “Open Up And Bleed”
Iggy & The Stooges: “I need somebody””

04
Ene
12

Cronología musical

Así es como veían el año 1969 Iggy & The Stooges, para su debut homónimo, poquito en común con otros compañeros generacionales que lo pintaban todo de paz y amor. Lo suyo era más destrucción y mala leche. Lo de las drogas sí, lo tenían en común. Me encanta esa guitarra, tan básica y tan sucia, y esa manera de cantar de Iggy. Ok, no es poesía pura, pero escuchar a Mr. Ostenberg cantando eso de Last year I was 21 / I didn’t have a lot of fun / And now I’m gonna be 22 / I say oh my and a boo hoo dice mucho con muy poco.

Y un año siguiente, para su segundo disco, The Stooges grababan otro tema, en este caso, 1970, otro bombazo, donde cada vez que Iggy escupe “I feel allright” te llega el olor a alcohol, humo y sudor. De acuerdo, dicho así, suena desagradable, pero a veces, eso es el rock n’ roll. Ahora, mi parte favorita es el movimiento final, con ese saxo que suena más duro que cualquier guitarra amplificada al 11.
1976 sería descrito de un modo muy diferente por unos pipiolos Redd Kross, que metían este corte en su 4º disco, Third Eye (1990), trabajo a partir del cuál, para mi gusto, comienza lo realmente interesante de su discografía. Una rareza en esa época, demasiado alternativo para las radios, demasiado chicle para el rock alternativo, demasiado naïve, demasiado todo para el hard rock ochentero, demasiado… demasiado bueno, hostias! Por cierto, para la parte en la que cantan “This is the era, this is the time / You know you’ve got to boogie ‘cuz your platforms are fine” contaron con un imitador de Paul Stanley. En su siguiente disco, el imprescindible Phaseshifter (1993) incluyeron en el libreto una foto muy cachonda de los hermanos McDonald (almas de Redd Kross) junto con Gene Simmons (y Kim Gordon de Sonic Youth).
1984era el año apocalíptico en el que George Orwell situaba una sociedad paranoica y constantemente vigilada por un ente al que llamaban Gran Hermano… se equivocó por 20 años… en cualquiera de los casos, esa novela, que, dicho sea de paso, no me entusiasmó tanto como esperaba, inspiró el primer disco del Bowie post-Ziggy Stardust, un movimiento que hay que reconocerle a David Bowie como valiente: en lugar de seguir exprimiendo el personaje y el estilo que tanto éxito le había dado, hace un giro bastante radical hacia el soul, el funk y otras negritudes variadas. Y sale airoso, qué duda cabe: su “Diamond Dogs” (1974) es un disco que mantiene el alto nivel de sus predecesores e incluye esta visión Orwelliana del año en cuestión.
Sin embargo, no sería la única visión de 1984 que daría la música. Cuando Van Halen publicaron su sexto disco, estaban en lo más alto del hard rock y de su popularidad, prueba de ello es, entre otras muchas, lo que Marty McFly le hace escuchar a su padre en Regreso Al Futuro, por ejemplo. Ellos no sólo titularían una canción 1984, sino un disco entero, que abrían con una intro instrumental de título, también, 1984, mostrando la inusitada pasión que Eddie Van Halen mostraba, de repente, a los sintetizadores, para dar paso luego a la celebérrima Jump, luego Panama… un no parar.
Y cerramos con otro año, 1999, al que Prince dedicó un álbum doble, ni más ni menos, en 1982, os podéis imaginar, una empanada referente al cambio de siglo que en el año de Naranjito se veía cercano, pero todavía como algo más propio de la ciencia ficción, que pintaba ese siglo XXI como algo maravilloso donde la tecnología resolvía los problemas de la humanidad, y los que vivimos ese cambio de siglo, nos dimos cuenta de que en realidad, no había para tanto, y que el 1 de enero de 2000 eramos la misma raza de simios atontados. Sea como fuere, el disco lo abría el tema homónimo, 1999, y a la postre, mi canción favorita de Prince.

Y tengo que dejar esta particular cronología aquí, porque no se me ocurren más canciones tituladas como años, pero si conocéis algún tema con este tipo de títulos, no dejéis de decírmelo!



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