Archive for the 'dean martin' Category

20
Ago
07

Crónicas Romanas (y 2)

(…) Sin duda uno de los barrios con más encanto de la ciudad es el Trastevere. Pasa por ser el barrio bohemio de Roma, algo así como el barrio latino de París. El ambiente que se respira dista un poco de ser bohemio, por lo menos en verano, si se tiene en cuenta que varias de sus calles se convierten en auténticos zocos con improvisados puestos de venta de imitaciones (de relojes, de bolsos, cinturones, gafas de sol, …), de bisutería y otras chorradas, regentadas en su mayoría por africanos o pakistaníes. No deja de resultarme extraño ver estas paradas improvisadas por todos lados (aunque en Trastevere están tan juntas que parecen ciertamente eso, un zoco, se encuentran en otras zonas) sin que nadie haga nada, acostumbrado como estoy a las correrías en las calles de Barcelona cuando aparece la urbana. El núcleo está en la Piazza Santa Maria in Trastevere, donde tuve la osadía de sentarme en una terraza a tomar algo. La osadía la pagué cara, en el sentido literal de la palabra, que bohemia, la piazza lo es un rato largo, pero sin duda saben sacarle la pasta a los clientes. Y sin embargo en encanto de la plaza, de la terraza de ese bar con regusto clásico especializado en zumos de naranja y otras frutas, hace que uno se deje engañar y pague a gusto su consumición mientras ve pasar a la gente. Cenar en Trastevere no es tampoco barato, pero acostumbrado como estaba a la pizza y a la pasta rápida en establecimientos baratos destinados a turistas, pagar un poco más por una cena en un restaurante que tiene una terraza a una calleja, con mantel a cuadros incluido, vale la pena. Casi espero encontrarme a Dean Martin canturreando Arrivederci Roma al oído de una dama.
Está claro que Roma es también la ciudad de las iglesias. Las hay por todas partes. También hay por todas partes grupos de curas con alzacuello y de monjas. El caso de estas últimas es ciertamente curioso, las hay a montones, en grupitos, y con pinta de ser oriundas de Latinoamérica o de Filipinas. Se dice que muchas de ellas ingresan en las órdenes huyendo de la miseria. Durante un tiempo, están, la orden les paga unos estudios incluso universitarios, y una vez concluidos estos, su vocación desaparece súbitamente. De modo que cada vez que veía un grupito de estas mujeres (algunas muy jóvenes) me imaginaba que una de ellas se debía escapar por la noche de su celda del colegio Gesú e Maria en busca de una noche de pasión, y no me refiero a la de Cristo. Malpensado que es uno.El súmmum de las iglesias es sin duda alguna Ciudad del Vaticano. Uno llega a esa ingente Plaza de San Pedro y le dan ganas de hacerse católico y todo. A mí es casi el lugar que más me impresiona, porque el Coliseo, al fin y al cabo, es ruina, pero el Vaticano sigue allí, en pie y activo. De verdad, acojona. Pero antes es obligatorio visitar los museos vaticanos. Y venga aquí una recomendación muy importante. Si queréis visitar esos museos, no vayáis a las 8’30 como yo fui, pensando que cuanto más temprano mejor: os encontrareis con una cola desesperante, la mía fueron tres horas. Como Port Aventura pero sin agua. Es más inteligente ir a la una y media. A esa hora, la cola es de sólo media horita, y entrando a las dos se tienen 3 horas para visitar el museo. Lo que yo hice fue un grave error, ya que cuando logré entrar, estaba tan destrozado que no pude disfrutar del museo. Qué duda cabe, la Capilla Sixtina es algo espectacular. No olvidarse también la sala con los frescos de Rafael.


La escuela de Atenas… alguien reconoce los monigotes de la parte central derecha?

La Basílica pasa por ser una de las iglesias más grandes, creo que la segunda, del mundo. Y aunque el Barroco no es el estilo que más me gusta, cómo no caer rendido a los pies de esa mole ingente, donde reposan, dicen, los restos de San Pedro. Obviamente no es cierto, claro, como seguramente no es cierto que existiera San Pedro alguno. Pero para el visitante, eso no debiera importarle. Una característica del visitante a estos templos, y que en San Pedro del Vaticano se aumenta exponencialmente es el poco respeto que se demuestra. Así, a pesar de que indica claramente que no se puede entrar en los templos con pantalones cortos o con tirantes, decenas de personas insisten. Pero eso no es nada, lo peor es hechos como gente que se sienta en una esquina de la basílica, dentro, en un escalón, o bien se apoya a la columna, o se dedica a hablar a gritos, o a tocar todas las ruinas que están al alcance de la mano (menudos gilipoyas, se trata de piezas que han aguantado cientos de años!). Falta respeto, ese es el problema de este puto mundo. Yo no soy católico (Dios me libre!), pero respeto que estoy entrando en un templo de culto. Estoy entrando en su casa, nadie me ha obligado, pero es su casa y tengo que seguir sus reglas, y respetar. Es lo mismo que comentaba antes, respecto a la gente que tira sus botellas vacías en una esquina del arco de Tito. Si alguien le metiera esa botella por el recto probablemente se lo pensarían una próxima vez. Ok, me estoy poniendo un poco en plan Tony Soprano, pero no me negaréis que no me falta razón. Volviendo al Vaticano, destacar que la tumba del anterior Papa Godzilla se ha convertido en un punto de peregrinación, donde la gente sigue depositando flores, cartas en incluso fotografías (¿?).

A nivel de iglesias, a mí me gusta especialmente la de San Pietro in Vincoli, una pequeña iglesia no muy lejos del Coliseo. Se trata de una iglesia medieval reformada varias veces en el renacimiento y el barroco (por lo que mantiene estructuras románicas y góticas con decoración barroca). Incluye la impresionante escultura del Moisés de Miguel Ángel, a pesar de que no suele ser de las iglesias más destacadas en las guías. Esta iglesia guarda también una reliquia de lo que suponen ser las cadenas que se usaron durante el aprisionamiento de San Pedro, previo a su martirio. A mí, que la iconografía católica siempre me ha atraído, me pareció un lugar bonito.

Las cadenas del jodido San Pedro!!

Y con ello, finalmente, quiero concluir mi crónica romana, recomendando sin duda alguna la visita a la ciudad.

Canciones:

Otis Redding: «I can’t turn you loose»
Elvis Presley: «Unchained melody»
Alizee: «Moi Lolita»

24
May
07

Rat Pack. Viviendo a su manera.

Así se titula el libro de Javier Márquez que me regalaron no hace mucho. Lo reconozco, tenía todos los reparos del mundo. Ya sabéis, cuando se publican biografías de gente famosa, especialmente si se habla de artistas, en general éstas basculan entre el chupapolleo y el ensañamiento más ruín. Afortunadamente, este no ha sido el caso. Está explicado con clase, incluyendo multitud de datos y detalles, pero sin llegar al agobio por el exceso de información, y se nota el alma del fan detrás del teclado. Y diablos, que la historia del Rat Pack es muy buena, y merece ser contada.
Todo el mundo conoce al Rat Pack. Se denomina así a el grupo de amigos que conformaban, principalmente, Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr. (a los que ocasionalmente se les unieron Peter Lawford y Joey Bishop), y que entre finales de los 50’s y principios de los 60’s tuvieron su momento álgido, aunque toda la vida duró esa relación. Lo más interesante del tema no fueron sólamente la cantidad de buena música que el trío grabó (siempre por separado, sus shows en conjunto se caracterizaban por su calidad interpretativa), ni mucho menos sus películas, que no pasan de merecer el calificativo de entrañable. La verdadera magia está en ver como unos tipos que estaban en lo más alto fueron capaces de crear su propio mundo, a su medida, y en busca de una diversión constante sin detenerse en convenciones sociales. Ahí radica la verdadera magia, en una etapa en la que el puritanismo amenazaba la sociedad, esos tipos se dedicaban a beber, a follar, a tratar con la mafia, a hacer películas y shows tan sólo por diversión, a gastar cantidades indecentes de dinero, y todo ello sin dejar de grabar cientos de grandes canciones y sin dejar de desprender cantidades ingentes de clase.

A quién no le gustaría unirse a ellos una noche??

Su estilo de vida se adelantó a lo que consiguieron las estrellas del rock una década más tarde. Quién le iba a decir a Frank Sinatra, que odiaba el pop y el rock con toda su alma, que iba a ser un precursor de un estilo de vida que los rockeros adoptarían como axioma, y que varias generaciones más tarde los ídolos rockeros que él mismo hubiera despreciado en su época, le tenían en un pedestal.

Pero fueron pocos años, no era fácil llevar ese estilo de vida en una sociedad de cambios convulsos y en unos hombres que comenzaron su juerga contínua a los cuarentaytantos, pero sobre los que también pasaba el tiempo. Es igual. Pocos, pero mágicos. Quien no hubiera querido estar en ese círculo, poder ponerse un buen traje y tomar docenas de copas con esos tipos a quienes poco les importaban los problemas del mundo, de ese mundo que desde luego, no era el suyo.

El libro de Marquez aborda desde la visión externa hasta la anécdota, con rigurosidad y con sentido del humor. Tan sólo hay que destacar un pero. La visión que se da de Dean Martin es especialmente positiva, y el autor dibuja la personalidad de Martin como la más idealizada, por encima de un Sinatra poliédrico que combina carisma y amabilidad con egoísmo y megalomanía, y muy por encima de un Sammy Davis Jr. a quien pinta como un pelele con ciertos grados de patetismo. Probablemente Dean Martin también tuviera un lado oscuro que apenas sale a relucir en estas páginas.

Argumento, éste, que se convierte en una nimiedad ante este libro, totalmente recomendable para aquél que tenga curiosidad por este grupo de calaveras que fueron mitos de la música y del show-bussiness por derecho propio.

Canciones:

Dean Martin: «Volare»
Sammy Davis Jr.: «EEEO 11»
Frank Sinatra: «Cycles»

23
May
07

La tierra de las flores

A las10’30 tengo una cita en Castellón. Mi despertador suena a las 6’45, y a las 7 decido que o me espabilo o no llego. Cuando bajo al parking me doy cuenta de que me he dejado la botella de agua. Un segundo de duda… ¿subo de nuevo? La pereza me vence, y decido que como a llevo una lata de red bull, tengo líquido suficiente.
Me pongo las noticias en la radio, cosa que suelo hacer a estas horas de la mañana, excepto los viernes, cuando suelo estar más animado y ponerme música, e incluso cantar. Pero hoy no es viernes, es miércoles y esto es Valencia. Castellón me espera. El camino se hace más o menos rápido. Desayunar con Red Bull no es muy saludable, pero no vea si espabila. Con puntualidad británica llego a mi cita de las 10’30, sorprendentemente sin perderme ni sin mis habituales putadas de un GPS que deja de funcionar siempre que me hace verdadera falta.

El desayuno de los campeones

Mi contacto en la zona es la delegada comercial, una gorda que logra despertar en mí instintos asesinos que dejan a Pat Bateman en un buen chaval. A ver, no es que sea mala tía. Simplemente, consigue ponerme nervioso. Debe tener trentaytantos, y en serio, no me importa que su conversación sea completamente plana. Estoy acostumbrado a esas cosas. Tampoco que profesionalmente no me demuestra muchas aptitudes. Lo que me revienta de ella es que no te escucha. Es verdaderamente flipante. No para de hablar, y cuando le doy una réplica en su conversación, su respuesta demuestra que no le ha interesado lo más mínimo lo que he dicho, y continúa con su soliloquio particular, haciendo de las conversaciones un verdadero diálogo de besugos. Sus comentarios con los clientes tampoco demuestran mucho más, llevando las conversaciones a estupideces sobre el tiempo, sobre que ya es miércoles y queda menos para el fin de semana, y otras que provocan en mí la necesidad de buscar una pala, hacer un agujero en la tierra y meterme dentro.
Por la tarde tengo que dar una pequeña sesión de formación. En estas sesiones siempre, por sistema, hay una serie de personajes: el gracioso, el que se duerme, el que no se entera de nada, el listillo que busca reventar la formación… afortunadamente, esta vez tan solo han habido un par de durmientes, que en el fondo, no me molestan.
Por la tarde, tengo que ir tirando hacia Valencia, donde otra solitaria habitación de hotel me espera. Una retención considerable me hace llegar hacia las ocho. Estoy cansado y decido ponerme cómodo y pedir algo del servicio de habitaciones para cenar. No hay gran variedad, pero tampoco soy muy exigente. Y aunque la hamburguesa parecía estar hecha de goma, estoy muerto de hambre y me la como sin rechistar, mientras veo cómo el Milan se adelanta con un gol de lo más estúpido, que demuestra que justicia y fútbol son términos incompatibles. Aunque me alegro por un pedazode jugador como es Maldini.
Decido entonces cambiar de canal y ponerme a ver Factor X. El programa es una mierda, pero me gusta Miqui Puig. Es un tío que sabe mucho de música, soretodo de pop y de sonoridades negras (en sus acepciones, ambas dos, más interesantes, véase cosas como Love o Delfonics), y me gusta su papel de juez con mala leche, pero con un fondo mucho más consistente e interesante que el penoso referente de Risto Mejide. Y es autor de varias canciones muy buenas.
Acabado el programa, decido que es hora de retomar tantos días alejado del negro sobre blanco, y acabar una noche más en el hotel. Se encuentra en un barrio poco interesante, y la única opción sin tomar transporte parece ser el club Lorena que hay justo en la calle de al lado. En tanto que no me apetece compartir copas, charla y mucho menos líbido con la plantilla del Lorena, me temo que las chicas tendrán que prescindir de mi interesantísima conversación sobre Dean Martin, y de mi cartera.
Canciones:
Wolfmother: «Pleased to meet you»
Chris Cornell: «Preaching the end of the world»
Los Sencillos: «No hay nada nuevo»
25
Dic
06

Morir hoy

La idea para hoy no era hablar de esto. Sin embargo, la noticia me ha golpeado esta mañana: Ha muerto James Brown. Una verdadera pérdida para la música, en especial para la música negra, para la que este hombre lo fue todo… soul, gospel, funk, R&B, … y para el rock n’ roll, como heredero directo de todo lo que James Brown significaba, e influencia brutal para todo aquél que cogía una guitarra eléctrica a principios de los 60’s, hablo de gente como Keith Richards o Roger Daltrey. Una música negra que, con la muerte de Billy Preston hace unos meses, vaya año que lleva.

James Brown no era ningún crío. Tampoco era, lo que se dice, un anciano músico venerable. A sus 73, seguía siendo un tipo excesivo. Lo curioso es que era uno de esos músicos a los que todavía esperaba ver en escena, anfetamínico (en el sentido más literal de la palabra), sudoroso, dándolo todo, invitado en el Festival Grec o tal vez en el Festival de Blues de Cerdanyola. Pues ya no va a poder ser. Descanse en paz.


Muy grande

También fallecía hoy Salvador Miró, presidente de la asociación de fabricantes de juguetes de España. No deja de ser paradójico que haya muerto precisamente en uno de los días clave para la organización que presidía. A veces la vida (o la muerte) parece tener una ironía muy fina.

Tirando de internet, veo que muchos otros han muerto en 25 de diciembre, se diga lo que se diga, una fecha cuanto menos diferente en la que morir: Joan Miró, Charles Chaplin, Dean Martin, Nicolae Ceaucescu (aunque este era otro rollo) o Francesc Macià.

A Francesc Macià, por ejemplo, le venía que ni pintado el haber muerto en un día de navidad, en este caso, de 1933. Macià fue un hombre con un halo de romanticismo, por su condición de nacionalista, de coronel rebelde, de idealista que además murió en plena república y poco después de haber proclamado la República Catalana, tirándose de la moto en un gesto alocado y propio de una personalidad tan excesiva y literaria como la suya. Evidentemente su muerte no podía ser en un día vulgar, sino en un día de los más señalados del calendario, obligando así a la plana política de Catalunya a interrumpir su cotidianeidad familiar navideña para acudir a presentar sus respetos al viejo president.

Lo de Dean Martin fue bastante triste, ya que murió muy envejecido, muy deteriorado y sumido en la tristeza que la muerte accidental de su hijo, acaecida 8 años antes, le había producido. Con Dean Martin a veces ocurre que queda eclipsado por la estela de Frank Sinatra, pero Dean Martin era una gran estrella, que cantaba muy bien y que no actuaba nada mal cuando se lo proponía, como demostró en «Rio Bravo». Pero claro, arrimarse demasiado a Sinatra es lo que tiene.

Y no quiero cerrar este repaso fúnebre navideño sin hablar de Ceaucescu. Yo tendría 10 años y comenzaba a entender que algo se estaba moviendo en la vieja Europa, sobretodo con el movimiento de la caída del muro de Berlín. Y que de repente, el pueblo rumano (o así lo vendían en TVE) no sólo se cepillara a su dictador, sino que también lo fusilaban y emitían las imágenes por televisión entre polvorones y papanoeles fue algo que me impresionó. Poco después vendrían los Scorpions y su versión en castellano del «Wind of Change» y todo fue en caída libre.

Canciones:

Scorpions: «Wind of change»
Héroes del Silencio: «Decadencia»
Soundgarden: «Powertrip»




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