Archive for the 'Guns n’ Roses' Category

02
May
17

Vicios y virtudes

Para todos aquellos agoreros que durante los años 90 se les llenaba la boca hablando de la robustez del formato CD frente a la fragilidad del disco de vinilo. “Un CD dura toda la vida oyéndose siempre bien”, decían. Pamplinas. Esta semana descubrí con lástima que mi copia del CD de Duff McKagan “Beautiful Disease” ha muerto. Fallecido. Ni una pista se reconoce, oiga. Una pérdida, porque este era un disco con historia. Duff McKagan (por si hay algún despistado, bajista de Guns n’ Roses, entre otras encarnaciones) grabó ese disco en 1999, como el primer trabajo que registraba tras su salida de Guns n’Roses y tras su fallo pancreático que le dejó saludando a la parca. Pero, y ahí reside la gracia de la historia, ese disco jamás llegó a ver la luz. Por lo menos no de un modo oficial. Por lo visto, se grabó con la discográfica Polygram poco antes de que Universal la absorbiera y decidiese que, oh, cielos, no era un disco rentable para publicar, con los gastos de publicación, distribución y promoción que conlleva, y acabó en un cajón. ¿Cómo llegó, pues, a mis manos, se preguntará el lector? O tal vez no lo haga, hoy en día, buscando por internet, se puede encontrar hasta una grabación de Bob Dylan en la ducha cantando los éxitos de Falete. No importa, el caso es que me grabó una copia un tipo que trataba por aquél entonces, que escribía para la revista Popular 1, quienes en su momento entrevistaron a Duff y fue el mismo bajista quien entregó una copia de ese disco fantasma que, total, no le iba a rentar ni un dólar. Sospecho que a partir de ahí, copias de ese CD fueron pasando de mano en mano por toda Barcelona con la redacción de Popular 1 como epicentro, y de ahí, a vaya usted a saber. Esa era mi copia, con su historia, y le tenía cariño.

Tampoco es que sea un drama del siglo XXI, si uno escribe la cadena de palabras duff+mckagan+beautiful+disease en Google, no es difícil dar con algunas descargas. También se pueden encontrar copias de promo a la venta en ese sitio infernal para cualquier adicto a la compra de discos que es Discogs. No se encuentra, sin embargo, y como podría ser lógico, en Spotify. Y hace poco sentí la necesidad de escuchar uno de esos temas. Da igual que la época de la universidad haya quedado atrás hace lustros, pero la juventud es lo que tiene; igual te sorprende con una vieja canción que te pone en la piel de los veinte años.

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Los archivos centrales de Spotify (by @carloskarmolina)

En una época admiré mucho a Duff. Hoy, sin embargo, su pose me parece algo cargante. La historia es relativamente común, un joven rockero descarriado y muy desfasado, una situación que se convierte en vórtice (en este caso, su colapso pancreático y su marcha de Guns n’ Roses) del que sale hecho un hombre nuevo, virtuoso, amante de su familia, deportista, intelectual y, desde luego, limpio de adicciones. Demasiado perfecto. Tanto como para no creérselo. El mismo Duff llegó incluso a tener una columna acerca de política y economía en un semanario. Se nos ha convertido en una amalgama de dignidades.

Qué quieren que les diga, estos rockeros tan perfectos me aburren. Todas las familias dichosas se parecen pero las infelices lo son, cada una a su manera. En este tema, me viene siempre a la mente Eddie Vedder. ¿Hay algún ser en la tierra más perfecto que Eddie Vedder? Tiene una banda maravillosa, canta estupendamente, ha sido la imagen de los 90. Por si fuera poco, es políticamente comprometido con las causas más nobles, siempre cercano a la izquierda, no ha protagonizado escándalos, mantiene a su grupo desde hace ya 25 años. ¿Más? Es un surfero, guapo y al parecer, bastante cercano. Se le puede perdonar la frivolidad de haberse casado por segunda vez con una modelo, tras un primer matrimonio con una bajista de Seattle bastante feúcha. Vedder es también padre de dos hijos. Y ahora se va paseando por los escenarios con un ukelele… con un maldito ukelele con el que se dedica a grabar discos. Y aunque esto último sí que es imperdonable, pues un ukelele sólo puede ser utilizado si eres hawaiano o Marilyn Monroe, sigue siendo Eddie Vedder.

Yo estoy más con el rockero decandente, el que se gasta dinerales en estupideces o el que sigue dándole al alpiste. Me cae mejor. Hace unos meses pillé, por casualidad, una película por televisión, algo que habitualmente no hago. Y la vi, casi toda, menos el final, que me dormí, así que no se preocupen por los spoilers. Se trata de la película “Nunca Es Tarde” (2015), con Al Pacino como protagonista. En la cinta, Pacino interpreta a un rockero que en su senectud, sigue viviendo gastando a espuertas, esnifando cocaína y girando sin parar interpretando aquellos temas que le dieron fama en los 60 y que le sirven para ingresar más dinero constantemente. En la película, su productor le regala una carta que le envió John Lennon en los 60, alabando alguna de sus canciones, y conminándole a seguir con esa carrera. Todo ello provoca una crisis en nuestro protagonista, quien se pregunta si cantar una y otra vez aquellos hits de los 60 que sólo quieren escuchar gente de su edad, sin volver a escribir ni una sola nota, es lo que esperaba de su carrera musical. El resto de la película se mueve en unos términos más sensibleros y sinceramente, no creo que nadie se esté perdiendo nada del otro jueves si no han visto “Nunca Es Tarde”. Se deja ver, y entretiene, sin más. Yo disfruté, pese a todo, con la composición del personaje del viejo rockero Danny Collins que dibuja Al Pacino. Y en esa imperfección, en ese derroche, en esa torpeza para moverse en un mundo real, en esa querencia a las sustancias, yo puedo ver personajes a los que tener más simpatía que a los pluscuamperfectos Eddie Vedder y Duff McKagan.

CANCIONES:

Southern Culture On The Skids: “Shotgun”

Jack Nitzsche: “The Lonely Surfer”

Nada: “Senza Un Perché”

27
Mar
17

Reggae, reggae. Epílogo.

Hace ya unos años que contaba esta historia por aquí. No, no se crean que me he vuelto gagá o que estoy tratando de calzar otro refrito como en mi última entrada, así, como quien no quiere la cosa. No. En realidad, se trata de un epílogo, una vuelta de tuerca cachonda que me ocurrió ayer. De modo que déjenme explicar el asunto desde el principio: A los once años me aficioné al reggae. Dicho así, suena como si hubiera confesado una adicción a fumar crack o a practicar sexo con animales. Así es, sin embargo. A los once años me aficioné al reggae. Ni que fuese durante unas semanas. Y eso que entonces a mí me gustaba escuchar a Guns n’ Roses, pero todavía estaba, digámoslo así, definiendo mis gustos. De modo que podía haber acabado mucho peor.

Tenía yo, pues, once años, y unas ganas de estar constantemente en la calle con mis amigos zascandileando. Es esa una edad complicada, uno ya no sale “a jugar”, aunque la mayoría de las veces acabe haciéndolo. Uno sale a reunirse con una manada que considera importante. A sociabilizarse con el grupo. A hablar con sus amigos para no sentirse solo. Qué se yo. El caso es que por aquel entonces me juntaba con otros niños diferentes a mi grupito habitual, lo cual, tratándose de mí, era toda una rareza. Una cuestión de necesidad, en realidad. Todo aquello ocurrió en uno de esos veranos en la ciudad, de asfalto pegajoso y sol insolente. En el barrio quedábamos lo que quedábamos, éramos tres o cuatro chavales de once años, todos de mi clase. Luego había un vecino de uno de nosotros, Carlos, debía tener unos catorce años. Esta diferencia de edad, esos dos años, cuando se tienen once, resulta francamente significativa. Carlos, por otra parte, parecía disfrutar un poco de ese cierto liderazgo y casi diría que condición de hermano mayor que su edad le proporcionaba.

Carlos estaba obsesionado con el reggae en general, y con, obviamente, Bob Marley en particular. A su vez, recibía esa influencia jamaicana en lo musical de un amigo suyo, algo mayor que él, tendría unos dieciséis, y que a veces se dejaba caer con nosotros. Dieciséis años eran, claro, una edad más que respetable para mí y mis cuatro camaradas. El chico en cuestión tenía un nombre muy característico, Washington, su madre era sudamericana, si bien él era de piel muy blanca, pelo rubio y ojos azules. Carlos solía llamarle Washi, y nosotros, sencillamente, no le llamábamos. Apenas interactuaba con nosotros, pululaba por ahí, con un cigarrillo en los labios, hablaba poco y menos con los críos. Recuerdo una chica del barrio que refiriéndose a él, y olvidando su nombre, o haciendo ver que no lo recordaba, le llamó Honolulu. Desde luego, ésa era la clase de broma que nunca hubiéramos hecho sobre Washington y su peculiar nombre, ni a sus espaldas, ni muchísimo menos frente a él.

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Con esta clase de portadas inconfundible sólo podía tratarse de un recopilatorio de Arcade (by @carloskarmolina)

Washington era, o pretendía ser, una suerte de skinhead, de los skinheads antes que ese término se hiciera propiedad de gorilas de barrio pseudofascistas y racistas aficionados. Él era de los que flipaban con la música jamaicana y el ska. Lo recuerdo como si fuera hoy, con sus gafas de pasta marrón, el pelo muy corto con el rictus muy serio y fumando, siempre fumando. Tenía un cierto parecido físico con Ali Campbell, el cantante del grupo británico de reggae pop UB40. Fue Washington el que introducía, poco a poco, a Carlos en las sonoridades reggae, y éste, de paso, nos iba instruyendo a nosotros, su pequeña cuadrilla cadete.

Así fue como acabó en mis manos un casette recopilatorio, titulada en un alarde de originalidad como “Reggae, Reggae”. Esa cinta pasó por todos nosotros, y por supuesto, me la grabé. Bueno, visto hoy en día, parece que hable del paleolítico, y sin embargo, qué manera más buena de escuchar música. La recopilación en cuestión resultaba ser un batiburrillo de temas que pasaban desde el reggae más asquerosamente típico hasta ese reggae-pop de radiofórmula. Escuché esa cinta cientos de veces, probablemente superé la dosis recomendada. Al final, y sin ninguna razón en particular, después de varias semanas, tal vez meses, de ser uña y carne, de ser manada, de ser una banda, Carlos y su Brat Pack nos separamos, Washington desapareció, y el reggae salió de mi vida, aunque aquella cinta, con su nombre escrito en rotulador de colores y sus títulos manuscritos en la etiqueta, estuvo durante muchos años por mi habitación.

Y ahora es cuando viene la coda. Ayer sábado acudí a una Fira Del Disc (y como homenaje al malogrado Jordi Tardà, sólo puedo utilizar el término en catalán que él usaba), a rebuscar entre cubetas llenas de polvo a la caza de discos de vinilo, actividad de la que disfruto como un cochino en una charca de barro. Algún día debería detenerme y hablar de esos acontecimientos, y del curioso personal que los puebla, y sin embargo, les comentaré que fue nada más entrar. Esa feria se compone de dos tipos de paradas, las que ofrecen material extraño, interesante o ediciones buenas y paradas dignas de cualquier trapero, en la que discos a precios ridículos (entre uno y cinco euros) se amontonan. Ahí es donde, con una buena dosis de paciencia, agilidad para remover cientos de discos, la alergia al polvo bajo control y un poquito de suerte, puede encontrar uno pequeñas joyas, las más satisfactorias. Pagar 25€ por un LP re-editado de Pearl Jam es como ser el jeque dueño del PSG y llegar a la temporada de fichajes de verano con la chequera bien cargada. Lo que mola es toparse con el disco de debut de The Cruzados en perfecto estado a 4€ (oui, c’est moi).

En una de esas paradas estaba, frente a mis narices, una copia en doble LP de “Reggae, Reggae”, con esa portada infame, que ni recordaba, claro (yo tiraba de mi TDK de 60), editado por esa discográfica que durante los 90s publicaba constantemente recopilatorios de género, la mítica Arcade. Dudé de si era el disco que yo tuve, pues la lista de temas no la recordaba con nombres concretos. Dudé también por el precio, un poco alto para ser un disco cutre. Afortunadamente, acabé por comprarlo. Y en cuanto lo pinché en casa, y sonó el primer tema (“Treat The Youths Right”, de Jimmy Cliff) supe automáticamente que efectivamente, ese “Reggae, Reggae” era el “Reggae, Reggae” que yo tuve veinticinco años atrás. Va por ti, Washington.

Canciones:

Jimmy Cliff: “Treat The Youths Right”

The Cure: “The 13th

The Cruzados: “Motorcycle Girl”

22
Nov
12

Madagascar

Madagascar… Hasta hace poco sólo sabía que se trataba de una gran isla situada en la costa este del continente africano. Luego vinieron las películas de Disney, con los pingüinos y el lémur bailongo, y pusieron ese nombre en boca de cualquiera, aunque probablemente no muchos sabrían situarla en el mapa.

Pues bien, cuando migré mi (maravilloso) blog a wordpress, pude hacer uso de su potente módulo estadístico. Ese es el súmmum del ego para el bloggero. Todos los días puede uno saber cuántas visitas recibe, desde que lugares se les linkó, qué entradas se han visitado o qué diablos estaba buscando el visitante cuando el motor de búsqueda de Internet (Google, por ejemplo), les devolvió la dirección del blog. Al final, cualquier persona que tiene un blog posee a su vez un gran componente de exhibicionismo. Si no lo tuviéramos, nos guardaríamos nuestras cositas para nosotros mismos, en lugar de subirlas a la red para su lectura pública. Y nótese que ahora estoy utilizando la primera persona del plural.

¿Qué tiene que ver todo ello con Madagascar? El lector avispado se habrá dado cuenta de que en un párrafo inicial me refiero a esa isla, para, acto seguido, hacer una disquisición sobre el mundo del los blogs. Así que vayamos al desenlace: el caso es que de un tiempo a esta parte, recibo visitas frecuentes desde Madagascar. Lo sé porque el módulo de estadísticas de WordPress también proporciona ese dato. Usando, como uso, la lengua castellana, el grueso de mis visitas son de España y de países latinoamericanos: Argentina, Ecuador, Chile… Por supuesto, no es algo exclusivo, siempre se cuelan visitantes de otros lugares. Pero estaremos de acuerdo en que un visitante de Madagascar, que aparece casi cada semana, cuanto menos, llama la atención.

La prueba…

Por supuesto que no sé quién es, ni tampoco sé si se trata de la misma persona siempre. Pero apostaría a que sí. No me imagino muchas personas diferentes visitando Notas De Kar desde ese lugar. Me pregunto qué le lleva a ello. Tal vez Notas De Kar o NDK tenga algún significado en la lengua propia de Madagascar (que ignoro su nombre). Quizás incluso se trate de uno  de esos hackers politizados, que para evitar el rastreo de su IP utilizan programas que rebotan sus, por ejemplo, correos electrónicos, de un servidor a otro, de manera que un FBI cualquiera pierda la pista rápidamente. Igual WordPress ve Madagascar cuando en realidad está en Sant Esteve De Ses Rovires, y su rastro digital ha pasado por servidores de Madagascar, Luxemburgo y Estonia.

Seas quien seas, me gustaría que te manifestaras. Sí, te hablo A TI… dinos quién eres… cómo has llegado hasta aquí…. Si realmente estás en África… Y en contrapartida, te dedico una cancioncita bien maja de los Guns n’ Roses:

Canciones.

M83: “Midnight City”

The Offspring: “Bad Habit”

The Gun Club: “She’s Like Heroin To Me”

09
May
12

London Calling

Esto de los juicios de valor hechos desde el desconocimiento, es lo que tiene… Cuando empecé a escuchar rock n’ roll oí hablar de una banda llamada The Clash. Se hablaba de ellos como uno de los grupos seminales del punk británico. Se suponía que tenía que ser la hostia. Duro y directo como un puñetazo. Como un escupitajo en la cara. Se hablaba, principalmente, del disco “London Calling”, que tenía esa portada con ese destrozo de guitarra. Bueno, para un ignorante en cosas del punk, si algo tenía que significar el concepto “punk”, tenía que ser, forzosamente, aquello. Y cuando escuché por vez primera el disco… bueno, digamos que me sorprendió. Aquello no sonaba tan duro ni tan rápido ni tan directo como yo tenía en mente. Supongo que son cosas de haber escuchado música de los 90’s (pongamos nombres desde Guns n’ Roses hasta el mundo grunchi)… ¿y aquello era punk? Quiero decir, no es que no me gustara, no era eso. Pero no era un puñetazo ni un escupitajo ni una botella rota contra la pared… aquello era una amalgama de rock n’ roll, cositas de pop y algo de ritmos caribeños. De algún modo, me pareció “blando”. Supongo que “London Calling” puede descolocar fácilmente, desde luego, no es «Nevermind The Bollocks”… he oído decir sandeces como que “London Calling” y The Clash eran más punk por la actitud que por su música en sí. Como si eso tuviera la menor importancia.

En cualquiera de los casos, significara lo que significara, “London Calling” resulta ser un disco de los que requieren de atención y escuchas, pero que a su vez, proporcionan momentos y matices que a veces pasan inadvertidos de entrada.


Por alguna razón que no acierto a comprender, me he levantado con “London Calling”, en esta ocasión me refiero a la canción, en la cabeza. Y automáticamente me ha llevado a un momento y a un lugar. Sala Màgic, en Barcelona. Años ha. Hora: las perritantas de la madrugada. Cerca de la hora de cierre. Íbamos 3 individuos, en un estado etílico deplorable. Uno del trío llevaba un estado etílico aún más deplorable que los demás. En un momento, los otros dos me abandonan, uno iba a acompañar al tercero al lavabo, a ver si se espabilaba. La nebulosa puebla mi mente. De modo inesperado, tengo una de esas experiencias místicas, como si me desdoblara, y una parte de mí sale del cuerpo, hacia el exterior, y me veo a mí mismo, desde fuera, subido en el (mini) escenario de Màgic, solo, cantando y bailando “London Calling” como si me fuera la vida en ello, como si tuviera que ser el elegido para sustituir al malogrado Joe Strummer. Nunca una canción me pareció tan cojonuda.

Canciones:

The Clash: “London Calling”
Counting Crows: “Rain King”
Little Caesar: “Every Picture Tells A Story / Happy”
11
Ene
12

Depeche Mode

Uno de los regalos que los Reyes me trajeron el otro día fue este:
Ni mirra, ni pollas!!!

Curiosa mi evolución con respecto a Depeche Mode. Hasta hace 7 u 8 años, odiaba a este grupo. Ahora no es que sea el mayor fan de mundo, pero sí me gustan lo suficiente como para tener alguno de sus discos y sobretodo disfrutar de su legado en forma de hits, fantástico, en su etapa a partir de 1986.

Mención aparte merece ese celebérrimo “Just Can’t Get Enough”, contenido en su disco de debut de 1981. Pertenece a su etapa inicial, y fue compuesta por Vince Clarke, quien era el tío que escribía las canciones en los Depeche Mode más pipiolos. Tras publicar ese debut, Vince Clarke abandonó el grupo, y las labores compositivas, que recayeron en Martin Gore, dándole una vuelta a la sonoridad de la banda, que se fue tornando más definitiva y personal conforme avanzaban los 80’s. Y sin embargo, “Just Can’t Get Enough” es una canción estupenda. Y no, no me refiero al rollo de guilty pleasures ni de revival 80’s. Me gusta, y me parece una canción que debería sonar en todas las pistas de baile que se precien.
Está claro, sin embargo, que la música de Depeche Mode se volvió realmente interesante cuando comenzaron a practicar esa especie de techno-rock del que tanto bebió Trent Reznor, y muchos, muchos otros. Creo que no tienen un disco realmente redondo, pero de esa etapa 86-98 se me ocurren como una quincena de temas realmente incontestables. Una vez, andaba tirado en un hotel italiano, o algo así, y topé con la emisión de un concierto de Depeche Mode, precísamente en Milán, sería de la gira de “Exciter” (2001) y … aquello, definitivamente, me abrió los ojos: Depeche Mode son un gran grupo. Y no solamente son un gran grupo, sino que además, tienen un buen directo, gracias a esa fiera escénica que es su cantante David Gaham.
Resulta francamente curiosa la evolución de Gaham, cayendo en todos los tics rockeros posibles. Todos los adorables tics rockeros, ya sabéis, excesos, tatuajes, egomanía y sustancias. Sí, amiguitos, el señor Gaham, tan oscuro, tan afectado, tan británico, le daba al alpiste cosa fina, y lo está contando de puro milagro. Que no todo el mundo es Iggy Pop en esta vida. Pero me alegra. Todo ello proporciona un plus extra a un concierto de Depeche Mode, está claro que un frontman interesante no es algo fácil de encontrar. Últimamente he leído críticas sobre, digamoslo así, un exceso de partes pregrabadas en los conciertos de Depeche Mode. Vamos, que casi parecía el karaoke de mr. Gaham… no sé qué hay de cierto o no, pero diablos, lo escuchado, suena muy potente. Y me hacen venir ganas de presenciar uno de sus conciertos.
En este momento, en el de las giras de Depeche Mode, es cuando me viene a la mente mi odio irracional que durante los 90’s experimenté hacia este grupo. La culpa, en gran parte, era de su base de fans. No llegan al extremo de ascopena de los fans cerriles de U2 o de Bruss, pero le andan cerca. A primeros de los 90’s, el fan medio de Depeche Mode era, por lo menos para mí, un pijito de Barcelona. Y por lo que fuera, identifiqué al grupo como algo así como el enemigo a batir. En esa época, también, tenía un amigo del instituto. Era un buen chaval, un año mayor que yo, repetidor. Era el Gordo, en todas las clases hay uno, y él, lo era, cosas de los colegios. El Gordo tenía una especie de obsesión extraña por la música de los 80’s, lo cuál no dejaba de ser extraño en 1993, en un chaval de su edad. Supongo que por marcada influencia de sus hermanos. Se dedicó durante todo un año a cantarme las excelencias de la música 80’s en general, y de Depeche Mode en particular. ¿Y qué iba a hacer yo? Pues por supuesto, despreciar a ese grupo con toda mi alma y con la opinión más cerrada y ciega posible. Para qué, si ya tenía a mis Nirvana o a mis Guns n’ Roses o a mis R.E.M. … ya véis, eso es una opinión parcial y absurda donde las haya. Para mí, eso eran los 90’s, y los 80’s sólo consistían en Rick Astley, Madonna o Milli Vanilli. Pero bueno, todos hemos sido adolescentes atolondrados alguna vez, ¿no? Luego avanzaron los cursos en el instituto, y del Gordo, poco o más bien nada he vuelto a saber desde que acabé el COU. Una vez me lo encontré, tres o cuatro años más tarde. Me hizo ilusión verle, nos saludamos, y hablamos 5 minutos, lo justo para darnos cuenta de que no podíamos estar más lejos. De todas formas, por los buenos tiempos pasados, y por la chapa que me dió con los dichosos Depeche Mode, vaya este homenaje para él. Gordi, al final, va a ser que tenías razón.
Canciones:
Depeche Mode: “Condemnation”
Depeche Mode: “A Question Of Time”
Depeche Mode: “Home”
24
Dic
11

1991

En 1991 cumplía yo 12 años, y me pensaba que ya era todo un proyecto de jovencito. Un Holden Cauldfield de El Guardián Entre El Centeno. O mejor aún, un Rusty James en Rumble Fish, novela que “me trajeron los Reyes” en esa época y que me marcó. Por alguna razón, recuerdo ese año como un buen año. Quién sabe por qué, la memoria es traicionera y tiende a pasar por un extraño prisma los recuerdos, para deformarlos y dejarlos más bonicos de lo que realmente eran.

Para la música fue un año estupendo, eso lo vemos ahora que se celebran 20 aniversarios de muchos discos clásicos, a saber, y ojo con la lista:

Guns n’ Roses – Use Your Illusion
Nirvana – Nevermind
Pearl Jam – Ten
R.E.M. – Out Of Time
Red Hot Chili Peppers – Blood, Sugar, Sex, Magik
Metallica – Metallica
Queen – Greatest Hits II & Innuendo
The Cult – Ceremony
U2 – Achtung, baby
Michael Jackson – Dangerous

Aunque debo decir que en aquella época sólo disfrutaba de los de R.E.M., Nirvana, Guns n’ Roses, Michael Jackson y Queen. Todo lo demás llegaría a mi vida más tarde. Freddie Mercury moría aquél año en el que yo me rendía a ese Greatest Hits II que siempre fue despreciado por los puristas, en favor del primer recopilatorio, o lo que es lo mismo, los Queen 80’s vs. los Queen 70’s. Ya comenté que aunque con el tiempo descubrí que lo bueno estaba en sus primeros discos, no renegaría jamás de los hits ochenteros de la reina. No era el único que moría, claro, en el mundo de la música. 1991 vería caer a Miles Davis, Steve Clark de Def Leppard, Eric Carr de Kiss, Serge Gainsbourg o a Johnny Thunders. Sí, aunque todos recordemos al Thunders que se arrastraba por los escenarios en los 70’s, aguantó con vida toda la década posterior, aunque en un estado heroinómano lamentable, y fue la heroína la que se lo llevó en ese año capicúa.

1991 fue también el año en el que se creó el primer videojuego de Sonic, de SEGA… bueno, en aquella época, o eras de SEGA o eras de Nintendo. Yo era de los primeros. Más que nada porque en mi casa me tuve que conformar con una videoconsola Master System II, en lugar de poder tener una Super Nintendo, que era lo más aquél año. También era el año en el que Antena 3 comenzó a emitir un clásico de la televisión: Los Vigilantes De La Playa … hummm… todavía no estaba Pamela Anderson, pero sí una Erika Eleniak (Shauni) que pasó fugazmente y apenas pudo disfrutar de sus 15 minutos de fama. Nosotros sí que pudimos disfrutar de la suya, y de sus contoneos en bañador rojo.

Podría colar como anuncio de desodorante Sanex…
Se estrenaba “Terminator 2” y todos flipábamos con Arnie como robot apocalíptico, y esa banda sonora, con Guns N’ Roses, o con ese tema principal instrumental, que algún desaprensivo remezcló a ritmo de mákina. Eran los años del descubrimiento de que existía ese estilo musical discotequero que reventaría las pistas de baile hispánicas. Pero amigos, otra moda musical y cinematográfica se adueñó de las calles: 1991 fue el año de ese invento infernal que fue el Grease Megamix. Su nombre es definitivo, un mix bastante cutre de las canciones de la película musical, que aprovechando la coyuntura, fue emitida varias veces por las novatas cadenas privadas de televisión. Increíblemente, esa mierda de remezcla se hizo muy popular. Aunque, por supuesto, el mundo de las remezclas y los megamixes, y todas esas martingalas, tiene un rey: Jive Bunny & The Master Mixers.

En 1991 la chavalería descubrimos el SIDA, de la mano del malogrado Freddie Mercury y también de Magic Johnson, quien declaró ser portador de anticuerpos de VIH. Lo que quiera que eso significara. Se iba a morir, como Freddie? Los niños sólo sabíamos que había un virus mortal por ahí suelto. Todo el mundo andaba revuelto ese año. Los gringos habían comenzado la Guerra del Golfo, y cada mañana, antes de ir al cole, podía ver por la tele los bombardeos de Bagdad, que eran unas imágenes en negro y verde fosforito. Hasta entonces, Bagdad era, para mí, la ciudad que alojaba la corte de las historias que nos contaban de “Las Mil y Una Noches”.

Pero como digo, el mundo estaba cambiando, y ahí estaba yo para contarlo. Ese año creamos, un par de amigos y yo, el periódico infantil escolar: La Gacela… el número #1 se llamaba La Gaceta, pero luego vimos que ya existía una cabecera con ese nombre (malditos!) y bueno, de una L a una T no había tanto. Mi aventura periodística duraría lo que nos cansaríamos de pasarnos los sábados por la mañana haciendo el dichoso periódico. Pero diablos, yo estaba encantado, y me sentía como un reportero explicando los trepidantes acontecimientos internacionales (guerras, revueltas, países que se independizan, …) que apenas llegaba a comprender. Tras varios meses, y justo antes de los exámenes finales de verano, La Gacela publicó su último número, y con ello, se cerró una etapa del periodismo nacional. Por lo menos, el de mi barrio.

Canciones:

Red Hot Chili Peppers: «If You Have to Ask»
Michael Jackson: «Gone Too Soon»
R.E.M. : «Radio Song»

05
Dic
11

El precio de la democracia

Antes de ayer pasé por esa multinacional francesa de venta de discos y libros y… bueno, qué más da, por FNAC (de quienes aceptaré gustoso todo cheque por la publicidad). En la sección de ofertas, di con esto:

Lo cuál me llevó directamente a 3 años atrás, cuando esperaba ansioso LA publicación. Era el disco esperado tras tanto tiempo. Era el mesías que venía, finalmente, a la Tierra. 3 años y me han pasado tantas cosas que es inevitable la sensación de vértigo. Y ver esta imagen me lleva a varias reflexiones:
1.- La industria discográfica lleva toda la vida timando al melómano fiel, y lo sigue haciendo, aún en su etapa de peor crisis. Vender a 4’99 € le hace pensar a uno qué beneficio se obtiene con la venta a los 16 o 17 € que pagué en su momento.
2.- El que se baje “Chinese Democracy” de Internet, con ese precio ridículo al que está a la venta, claramente, no tiene excusa alguna.
3.- Qué triste es que el disco más esperado del hard rock de la última década haya caído, en tan sólo 3 años, en el pozo del olvido, y qué pena que Axl Rose no haya querido reconducir una carrera, todo por negarse a hacer ni un triste videoclip, ni apenas promoción, y tardase tanto en hacer gira de “Chinese Democracy”
4.- Comprarse novedades discográficas no vale la pena, cuando sabemos positivamente que esos 15€ que vale el disco en su lanzamiento, se reducen a la mitad (o menos) un año después. O incluso en un tiempo menor.
5.- Qué portada más fea tiene ese disco! Digna de Uriah Heep…

Canciones:

My Morning Jacket: «Wonderful (the way I feel)»
The Kills: «Future Starts Slow»
Queen: «The Miracle»
20
Oct
11

PJ20

Hacía ya unos días que no actualizaba, y estoy seguro de que los millones de seguidores para quienes significo la luz que ilumina sus tristes vidas andaban ya preocupados, creyendo que ésta resultaría ser una de mis, últimamente más frecuentes, travesías por el desierto, a veces de 40 días con sus 40 noches, otras más cercanas a los 40 años. Sea como fuere, no se trata de eso, y por aquí sigo, dando guerra. Así que atenta la compañía.
Y si un evento me alegró la semana pasada (esta semana, si eso, la obviamos), ése fue el pase de PJ20, la película documental de Cameron Crowe para conmemorar el 20 aniversario de Pearl Jam. Se realizaba un único pase en la ciudad, el jueves 13 en los cines Icaria. Única oportunidad de ver la cinta en pantalla grande. No me lo iba a perder, a pesar de que los 12€ de la entrada me parecieron excesivos. Qué dura es la vida del fan.
En fin, queda claro que del sumatorio Cameron Crowe + Pearl Jam difícilmente podían salir malas cosas. Así, si me pongo a hablar muy brevemente de la cinta en sí, sólo puedo decir que me gustó, y mucho. Aunque resulta innecesario ponerme a detallar el documental que resume los 20 años de carrera musical de los de Seattle, porque seguro que a estas alturas, a golpe de click, pueden dar con reseñas llenas de datos y frías como témpanos. No, si alguien busca eso, mejor salga de esta página. O se vaya a buscar porno, que es lo mejor que se puede encontrar en la red. Aquí, en realidad no hablo de PJ20. Hablo de mí. Yo y mis circunstancias.
Que 20 años no es nada, que febril la mirada
No por manido, voy a dejar de hacer el comentario. 20 años, menuda cifra, da puro vértigo. No dejó de regalarme el visionado un poso de melancolía al ver ciertas imágenes y escuchar ciertas canciones. Y eso que no sonó mi canción de Pearl Jam favorita, “Rearviewmirror”… ¿o tal vez sería Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town”? El caso es que allí nos reunimos un grupo de personas, casi nadie por debajo de los 25, la mayoría entre los 30 y los 35 años, lo cuál dice bastante poco de la renovación del público que arrastran los Vedder, Gossard y compañía.Todos nosotros celebrando un pasado.
Veréis, estoy acostumbrado a consumir material rememorando bandas que no viví en su apogeo, como pueden ser Kiss, por poner un ejemplo. El caso de los Guns n’ Roses es diferente, porque los gunners actuales muy poco tienen que ver con los que me encandilaban tiempo atrás. Por alguna razón, con Pearl Jam fue diferente. No es que me guste más su música que la de Axl Rose. No es eso. Ni siquiera sé decir exactamente qué es. Las imágenes se iban sucediendo y yo iba recordando escuchar “Rearviewmirror” en aquél bar, pillando en la radio el primer single de Vitalogy, “Tremor Christ”, descubrir la historia de Mother Love Bone, comprarme No Code, la pequeña decepción de su concierto en el St. Jordi del 2000 y la reconciliación con su directo en el Azkena años después. Melancolía, pero también me hizo sentir bien. Lo que los escritores cursis aprovechan para usar expresiones como “sentimientos enfrentados” o “sensación agridulce”, como si de un menú del chino de abajo se tratara.
Ya que en la cinta apenas tienen la delicadeza de mencionarlos, Dave Abbruzzese y Jack Irons, o el maravilloso mundo de coger las baquetas en Pearl Jam.
Como la carrera de Pearl Jam, la película va de más a menos, especialmente emocionantes son las imágenes de Andy Wood con Mother Love Bone, y esa primera gira de Pearl Jam con ese Eddie Vedder desbocadísimo. Cameron Crowe sabe lo que tiene entre manos y no erra el tiro. Cosa que, por ejemplo, no puedo decir de Scorsese, grande entre los grandes, pero que nos brindó un docu-concierto con todos unos Rolling Stones que supo bastante a poco. Mención aparte a ese Chris Cornell luciendo un aspecto rarísimo, no sé si sería ese color de piel o esa pinta de llevar un bottox mal puesto.
Y al final, qué nos queda de Pearl Jam? Pues supongo que queda lo mismo que de lo que éramos nosotros hace 20, 15 o 10 años: poco. Tampoco creo que como banda estén acabados, pero la realidad es que sus últimos cuatro discos se mueven en niveles mucho más bajos. Alguno más inspirado (el aguacate) otros más flojos (Riot Act). Probablemente esté siendo benevolente porque en realidad no me gusta admitir que si se van Pearl Jam, no sabría encontrar un recambio. Una banda que proporcione rock sincero, grandilocuente, con toques de épica, detalles de clasicismo, aires generacionales, himnos, ética y estética. Y seguramente ahora mismo hay chavales de dieciséis años que pensarían que no, que esa banda existe, que les acompaña y describe sus sentimientos, lo que ocurre es que yo ya no lo puedo ver. Pero me darán el beneficio de la duda, no?
Canciones:
Mink DeVille: “Bad Boy”
Hockey: “Song Away”
Rocket From The Crypt: “Born in 69”

30
Oct
10

Guns n’ Roses y los conciertos

Aunque hayan pasado unos días, no me olvido del concierto de Guns n’ Roses de la semana pasada. Pero sí quisiera matizar una serie de cuestiones que expuse en la entrada anterior. Y es que reconozco que quizás daba la impresión de tener una posición algo beligerante. Será esa fase zen por la que estoy pasando, que me lleva a querer matizar. Por lo que a mí respecta, un concierto es como una fiesta. Para un fan, me refiero. De modo que se trata de pasarlo bien, ya sea cantando, bailando, saltando o bebiendo. Con ello quiero decir que tengamos claro que no me importa si los tipos de enfrente saltan enloquecidos por el furor de un tema y en esas, recibo algún que otro empujón. Igual soy yo el que otro día saltaré. Y lo entiendo como parte de la, digamos, liturgia.
Lo de la gente que se da paseos por la pista en busca de bebida, tratando de colarse por el mínimo espacio entre mi persona y quien tengo delante, eso ya me cabrea más, la verdad. Como también me cabrea la gente que en una discoteca pretende pasar y para ello te pone el brazo encima, como para apartarte… ¿de verdad es necesario que me toquen o me froten su lomo sudoroso? Lo mismo va por aquellos que van a un concierto y pasan absolutamente de la banda para dedicarse a estar de charleta. Eso es más irritante en una sala pequeña. Y uno se pregunta si de verdad han pagado una entrada para hacer lo que podrían hacer en un bar, más cómodamente y a un precio más barato. Pueden ser invitados, claro, esa clase de subraza humana que, no se sabe cómo, reciben un pase gratuíto. Son situaciones extrañas. El sábado, en Badalona, delante mío pasaron por taquilla dos chavalitas que recogían invitaciones. Eran dos niñas de ventitantos, supermonísimas de la muerte, arregladitas como para darlo todo en el Luz de Gas, pero, y permitidme le más ruín de los prejuicios, no parecían tener «Rocket Queen» como canción favorita de la historia. Quién o qué les hizo llegar esos pases gratis, es algo que desconozco. Claro que también me hubiera encantado ver el público que se reunió en el Club Soma de Barcelona, donde, por lo que parece ser, los Guns n’ Roses hicieron un show privado después del concierto abierto para los mortales. Curiosidad, ya sabéis.
Chis Cornell antes de cantar para James Bond
Volviendo al tema de los conciertos, he ido a muchos en mi vida. Algunos por pura devoción de fan, otros, simplemente, a probar a ver qué tal. Pero por lo general me los suelo tomar como una experiencia especial, no siempre se puede disfrutar de tener a Keith Richards a unos metros de tus ojos. Por eso, aunque tomarse un par de copichuelas para caldear el ambiente está bien, especialmente en según qué conciertos, nunca me emborracho en ellos. Será que todavía me queda esa actitud de ocasión excepcional la de tener a ciertos músicos sobre las tablas (aunque hoy en día la cosa ha mejorado mucho, hace unos años jamás hubiera apostado que vería a Kiss por 2 ocasiones), será ese precio bordeando el ridículo que tienen las entradas (hoy estaba buscando entradas para Jamie Cullum en Barcelona y la más barata costaba 75€… me gusta Cullum pero no tanto) pero intento estar, si he bebido, con un grado de alcohol que me permita enterarme y disfrutar del concierto. Ojo, no digo que ciertos conciertos, con una tasa alcohólica considerable, no puedan ser muy disfrutables. Pero yo lo prefiero así. Recuerdo a un conocido que fue al único concierto que Soundgarden han hecho en Barcelona, gira de «Down On The Upside», sería 1996 o algo así. El grupo de amigos quedaron antes y se pusieron tibios, el tipo aquél, particularmente, le dió al alpiste cosa fina. Y tanto es así que cuando Cornell, Cameron, Thayil y Sheperd salieron a escena, apenas se tenía en pie, y se pasó medio concierto dormido, y puso la guinda al pastel meándose en los pantalones. Y yo, que no fuí (por alguna estúpida razón) a ese concierto, no dejo de pensar en el desperdicio de tener a una banda histórica en un momento cúspide y no enterarse de nada. Aunque qué sé yo, también puede ser que la combinación de música más ambiente más efectos de las sustancias le hubieran hecho pasar una gran noche. A pesar de que no tenga recuerdos de casi nada.
Canciones:
Jeff Buckley: «Lilac Wine»
Oasis: «Whatever»
Guns n’ Roses: «Rocket Queen»
25
Oct
10

Guns n’ Roses en Badalona 2010

Un hombre y un bigote: Axl Rose

Esto de Internet y su inmediatez me crea una cierta sensación de ansiedad. A día de hoy, cuando todavía no hace ni 24 horas que terminó el concierto de Guns n’ Roses en el Palau de Badalona, seguro que ya rondan por la red varias decenas de reseñas, artículos y crónicas, todas ellas adornadas con fotografías tomadas a metro y medio de la banda, y con datos concretísimos y veraces… no es esa, sin embargo, la intención de estas líneas. No, aquí no descubriréis cuántas rayas esnifó DJ Ashba esa noche ni el número de botellas de Cristal de las que dio cuenta Axl antes de sentirse preparado para salir al escenario. Hablaré del concierto, claro… de mi concierto, y de lo que de ello aconteció.
Y es que aunque ya tuve ocasión de ver a los “nuevos” Guns n’ Roses en 2007 en aquél festival en Bilbao, la emoción por verles en casa era grande. Que son muchos años siguiendo a los Gunners, desde que yo tenía unos 12 años y el grupo reinaba por todo lo alto, y me refiero también en las radios y los programas de televisión musical más generalistas. Que lo más parecido que había podido disfrutar de un concierto con la formación más o menos clásica de los Guns n’ Roses había sido aquel concierto de París que se emitió en su día en Antena 3.
En esta ocasión, ya, por fin, teníamos el dichoso “Chinese Democracy” en nuestras manos y parecía que tras un arranque de su etapa post-publicación del “Chinese…” con demasiados claroscuros, Guns n’ Roses volvía a ser una banda, haciendo lo que se supone que debe hacer una banda: girar. Hagamos, pues, un pequeño resumen de lo que fue su concierto en Badalona.
De entrada, el tema de los horarios daba muestras de que el término “normalidad” no encaja en el planeta Axl. Si en sus anteriores conciertos en el estado, retrasos de dos horas como ocurrió en Madrid, hicieron que se liara, la solución muestra de la picaresca hispánica no fue otra sino publicar oficialmente únicamente la hora de apertura de puertas. A partir de ahí, uno sabía que tocaría Sebastian Bach (presumiblemente una hora) y luego Guns n’ Roses. ¿Cuándo, exactamente? Bueno, como quiera que Sebastian Bach no me interesa especialmente, y haciendo cálculos rápidos, pude presuponer que Axl & co. saldrían a escena sobre las 22’30, de modo que por si acaso, me aseguré de estar en la pista a las 21’30. Y no me equivoqué de mucho, al final las luces se apagaban cuando pasaban 10 minutos de las diez. Axl estaba magnánimo. A pesar de los problemas de aparcamiento, cosas de vivir fuera de la urbe, llegué con puntualidad y con tiempo de dar buena cuenta de una cerveza y un frankfurt en el bar de la esquina, como mandan los cánones.
La primera decepción fue ver a gente comprando entradas en ese momento, señal inequívoca que el Palau no presentaba lleno. Pensemos que yo descubrí y me enganché a Guns n’ Roses cuando llenaban estadios de fútbol de toda Europa y América Latina (ya no digamos USA), en plena gira Illusions. Y claro, darme cuenta de que en 2010 ya no pueden llenar las 13000 personas que puede acoger el Palau Olímpic de Badalona, me dio de bruces con una realidad… esto hace mucho tiempo que no es lo que era. Kiss presentan una gran entrada en el Sant Jordi, Aerosmith menos, pero también un buen número, y Guns n’ Roses, a pesar del morbo, a pesar de los 17 años transcurridos desde su última (y única) cita catalana, a pesar de esa moda que parece haber de acudir a los conciertos de ciertas bandas clásicas de rock (AC/DC o los mismos Kiss), no son capaces de llenar. Cierto es que los 55€ podían tirar atrás a cualquiera, que este no era un concierto de revival ni mucho menos, que “Chinese Democracy” es un disco que ha creado mucha división de opiniones y que la absurda falta de promoción de los Guns n’ Roses desde su vuelta a escena (por desidia de Axl, por supuesto) jugaban en su contra.
Y el público, pues un poco de todo, pero poca gente por debajo de los 25 años, y mucha entre los 25 y los 40, lo cuál da que pensar que el tema renovación de público no lo llevan muy bien. Y nostalgia, mucha nostalgia. Diablos, que dicho así, ahora, en 2010, cuesta de creer, pero que Guns n’ Roses fueron MUY populares por estos lares a principios de los 90’s.
En cuanto al concierto, ejecución, repertorio y demás aspectos visuales, hay que reconocerle un mérito a Axl Rose, y es el tener los cojones más grandes que el caballo de Espartero y colocar en el set list hasta 8 temas de “Chinese Democracy”. Cualquier hijo de vecino tocaría cuatro cancioncitas del disco nuevo y luego a tirar de repertorio clásico. Pero Axl, para bien o para mal, no es cualquier hijo de vecino. Y eso, claro, hizo ensombrecer algunos momentos del concierto, porque a mí que me perdonen, pero “Chinese Democracy” ( la canción) me suena tan mediocre como la primera vez que la escuché, y “Shackler’s Revenge” es totalmente prescindible. Si a ello le sumamos que se dejó en el tintero dos de los mejores cortes del disco, “There Was A Time” y “Catcher In The Rye” (que junto a “Streets Of Dreams” conforman el triplete mágico de “Chinese Democracy”), la cosa no deja de resultar extraña. El resto del repertorio, como era de esperar, sencillamente sólo al alcance de los grandes, de esos grandes que todos tenemos en mente.
En cualquiera de los casos, si alguien reinó, ese fue Axl Rose. Puedo comparar fácilmente con el Axl que había visto en Bilbao en 2007 y decir que el Axl Rose de 2010 es un mucho mejor cantante que el de 2007. y sigue siendo una estrella. Mucho más delgado y con un look que rockea mucho más que esas lamentables trenzas y esa camisa abierta a lo Bisbal que solía lucir hacia 2007. Pero lo más importante, pletórico de voz, y eso sí que no me lo esperaba, no olvidemos que tiene ya 48 años. Por si fuera poco, bailó, hacia el final del concierto incluso bromeó e hizo uno de sus extraños speeches que solía hacer antaño, y, oh, sorpresa, por momentos parecía que disfrutaba de estar allí arriba. Es evidente que los Guns n’ Roses de 2010 son una banda subyugada a ese reyezuelo inconstante e impredecible que es el amigo WAR, que tan pronto desaparecía y tenía a los músicos improvisando hasta que volvía a salir, como de repente engrasaba la máquina y la ponía a muchas revoluciones.
Y el resto de músicos, pasado el trauma de no ver allí a Izzy o a Duff, pasadas las idas y venidas de tipos como Paul Tobias Huge o Robin Fink, y tras varios meses en la carretera, parece ser más un grupo que un conjunto de mercenarios, e incluso su majestad Axl interactúa con casi todos ellos. Sigue siendo a todas luces ridículo el tener a 2 teclistas (Dizzy “Fuckin’” Reed y Chris Pittman), así como contar con 3 guitarristas, que se reparten los solos en las canciones como necesitados de robarse, los unos a los otros, los momentos de lucimiento. El circo, claro, vuelve a estar ahí. Para mi gusto, sobra uno de ellos, probablemente Richard Fortus o Ron “Bumblefoot” Thal, por tener menos carisma que el “nuevo” DJ Ashba, una agradable sorpresa. Aunque a decir verdad, Ron Thal se descubrió como un tipo muy talentoso. En cualquiera de los casos, una banda necesita un guitarra rítmico y uno solista. Richards y Wood. Perry y Whitford. Stanley y Frehley. Lo demás, son tonterías.
El concierto duró dos horas y media, larga duración que se agradece, aunque tanto solo o “instrumental jam”, como lo disfrazan ahora, aburre a cualquiera y rompe el ritmo de un modo espectacular. Si bien es cierto que en la gira de los Illusions siempre hubo solos, de guitarra y también un coñazo de solo de batería que se marcaba el pesado de Matt Sorum. Por lo menos anoche no hubo solo de batería.
Podría decir muchas cosas más acerca de la banda, del repertorio, de lo que anoche sentí. Y sin embargo, no quisiera acabar estas líneas sin hacer una reflexión acerca del público. Igual es que yo soy rarito, pero cuando voy a un concierto, bueno, me pillo una bebida justo antes de que empiece el show, y luego aguanto hasta el final, igual hasta los bises. Jamás entenderé esa gente que se pasea por toda la pista una y otra vez, en busca de bebida, como tampoco entiendo a esos que van a un concierto y se pasan toda la noche de charleta. Pero ayer tuve que sufrir a lo que me pareció mucha gente yendo y viniendo, con lo que eso conlleva, que un fulano sudoroso se te arrime y frote su pringoso torso buscando pasar entre el mínimo hueco que hay entre tú y el tío de delante. Puto ascazo. Está Axl Rose en pleno éxtasis de “This I Love” y un ser peludo y sudado de repente se pega a ti, para pasar por delante. Eso, claro, rompe cualquier tipo de magia. Pero insisto, igual soy yo, que soy rarito.
Canciones:
Guns n’ Roses: “This I Love”
Guns n’ Roses: “Rocket Queen”
Guns n’ Roses: “You Could Be Mine”



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