Archive for the 'fiesta' Category

15
Abr
17

Guilty pleasures (6)

Decíamos ayer que… en fin, recupero esta sección que llevaba nada menos que cuatro años en barbecho, y en donde me dedico a exponer mis miserias, lo que para un marisabidillo de mierda que es el juntaletras que suscribe, no deja de ser un ejercicio de humildad que quisiera que se me tuviera en cuenta cuando me toque la próxima reencarnación. Aunque en realidad, tiene más de engañifa y de impostura que de verosimilitud. No, no puedo decir que de repente  me estoy mostrando como un fan en el armario de Franco Battiato. No, cuando apenas conozco un par de canciones de este caballero, las que conoce todo el mundo, debiera decir. Y me gustan, me gustan mucho. Pero nada más. ¿Me estaré perdiendo una gran carrera musical, dejando de lado los discos del italiano? Yo qué sé.

Por otra parte, lo estoy calificando de guilty pleasure y si bien en esta sección he reseñado cosas realmente vergonzosas, pueden leer más aquí, aquí, aquí y también aquí, debo expresar a los cuatro vientos que no, no me hace sentir culpable disfrutar de una canción como “Voglio vederti danzare” (Franco Batiatto, “L’Arca Di Noè”, 1982).

“Discos, pelis y libros. Eso es lo que realmente importa”, decía Rob en “Alta Fidelidad”. Durante mucho tiempo yo también pensé así. Ahora, tal vez será la senectud prematura que me invade, me he vuelto más tolerante y suelo no despreciar a la gente, al menos no de entrada, sólo porque escuche el último hit de ese cantante latino que me niego a nombrar en estas sacrosantas líneas. Sí, ya saben a quién me refiero. De todas formas, Nick Hornby escribió esa novela en 1995, y en 2000 era John Cusack quien le daba rostro a Rob en su versión cinematográfica. Dudo, sin embargo, que cualquiera que haya nacido alrededor del año de publicación de ese libro (tal vez seas TÚ) pueda entender gran cosa de todo esto.

Permitidme volver a Batiatto y a esa preciosidad de canción que es “Voglio Vederti Danzare”, que como muchas otras del autor, y como muchas otras de la música italiana, nos llegó en una traducción al castellano bastante forzada, perdiendo, entre otras, la musicalidad de la propia lengua italiana. Sí, ya me perdonarán el esnobismo. Todo en este tema no podía estar más alejado de algo que en 2017 se puede considerar un hit. A saber, una canción italiana cantada por un tipo feísimo con aspecto de profesor de filosofía de instituto, construida sobre una base de sintetizadores y sin percusión (ni batería, ni apenas beats marcados) y que glosa diferentes bailes populares de diversas geografías, de un modo bastante superficial, eso sí.  Pues el disco que la contenía vendió, según reza Wikipedia, más de medio millón de copias.

Tenía recuerdos de haber escuchado esa canción de niño, por casa, por la radio, en televisión, cuando eran los años ochenta. Aquello estaba allí, escondido en el substrato personal del recuerdo, hasta que en 2003 salió de nuevo a la luz, del modo más inesperado. Y es que en 2003 el también italiano DJ Prezioso publicó un remix del tema, he de decir que bastante horroroso, sin más que dotarle de una base rítmica pesada tan clásica del eurodance. Este sí que es un guilty pleasure en toda regla. Me cogió en mi época más fiestera, justo acabado la universidad, con un trabajo recién estrenado que llenaba mis bolsillos de adolescencia extendida, viviendo en casa de mis padres. Aquello era sentimiento de culpabilidad total, y he de reconocer que por entonces a menudo lo vivía así, yendo a conciertos a la sala Mephisto o consumiendo lo que la revista Popular 1 predicara, pero a su vez saliendo de fiesta y dándolo todo en pistas de baile de dudoso gusto. Al final, quieras que no, había cosas que te agradaban, y entonces sientes aquel molesto cosquilleo en la nuca: eso despertaba mi mala conciencia rockera. Pero con una melodía así, ¿quién podía resistirse? Algo bueno sacamos: difícilmente me hubiera acordado de aquella canción que escuchaba en la radio de mis padres en 1985 si no me la hubiese recordado el dichoso DJ Prezioso. Cuando era más joven, podía recordarlo todo. Hubiera sucedido, o no.


Para el cierre quisiera dejar un vídeo que me parece una maravilla del humor. Martes Y Trece, nunca suficientemente reivindicados, haciendo un gag con Josema Yuste imitando Franco Batiatto (Napiato, en su versión), cantando ese “Voglio Vederti Danzare” en castellano, por supuesto, y de repente, cuando parece ser sólo una imitación sin mayor gracia, aparece Millán Salcedo vestido de pollo, bailando el robot y haciendo los coros, convirtiendo la escena en algo hilarante, con todo el surrealismo del dúo, y la suya, en la mejor versión de “Voglio Vederti Danzare” de la historia. ¿Por qué un pollo?

05
Nov
13

jitazos fugaces. hoy… Deee-Lite

Ando releyendo ese gran libro que es “Por favor, mátame. La historia oral del punk”. No tiene nada que ver con la muerte de Lou Reed, en realidad es pura casualidad. Sin embargo, quisiera tomar una cita que da el Lou Reed iniciático, en los inicios de la Velvet. “La música es sexo, drogas y felicidad. (…) No tengáis miedo. Mejor que toméis drogas y aprendáis a amar el plástico.” Como frase, es completamente abierta y se puede interpretar de muchas maneras. Además, a Lou nunca había que tomarle muy en serio. Pero por alguna razón me ha recordado a “Groove Is In The Heart”. Tal vez la visión hedonista.

Nunca me ha gustado la expresión “buen rollo”. Más odiosa todavía si se usa el diminutivo, “buen rollito”. Será porque últimamente parece que ando cabreado con todo. Y sí, pero no. Por eso necesitaba un poco de desintoxicación. La música puede ser divertida e invitarte a menear el culo. “Groove Is In The Heart” es como “buen rollo”. Pero mejor.

Nos dice esa suerte de Oráculo De Delfos actual que resulta ser Wikipedia que lo que se conoce como “groove” es “la «sensación», rítmicamente expansiva, o el sentido de «swing» creado por la interacción de la música interpretada por la sección rítmica de una banda (batería, bajo eléctrico o contrabajo, guitarra y teclados). El groove es un factor importante en los distintos subgéneros del jazz, y de ahí a otros géneros como salsa, funk, rock y soul. El término suele utilizarse, también, para describir un tipo de música que incita al movimiento o al baile. (…) Se ha afirmado que el «groove» es una «comprensión del patrón rítmico», o un «sentimiento», y «una sensación intuitiva» de un «ciclo en movimiento», que surge a partir de «patrones rítmicos cuidadosamente dispuestos», que ponen en movimiento al oyente.” … hablando en plata, el Groove es aquello que nos hace mover el buyate. Más o menos. Eso lo tenían muy claro el trío de Nueva York Deee-Lite.

De nuevo un Jitazo Fugaz noventero. En esta ocasión, diferente. La cosa va de música de baile. Cada vez que pensamos en los 90s, por lo menos en su primera mitad, habitualmente, por lo menos el que suscribe, nos acordamos de señores con los pelos largos, perillas y pantalones tejanos raídos, tocando acordes tríadas con la distorsión a tope. Habían, claro, muchas más cosas. Lo que ocurre es que no me interesaban. Claro que en la piel de toro lo que se puso de moda en lo que a música de baile se refiere, y de un modo muy popular, fue lo que se llamó “bakalao” en un principio y luego, directamente, “máquina”. Y cuando yo era un chavalín, para mí, era el enemigo a batir. ¿Os acordáis de esa entrañable película “Cero En Conducta”, producida por los Kiss, que narraba, entre otras, las peleas entre los rockeros y los fans de la música disco? Pues algo parecido, pero entre la máquina y el grunge/rock noventero.

En definitiva, por estos lares, eso del house fue para iniciados, por lo menos hasta finales de la década. Y claro, eso de los Deee-Lite era una rareza que me llegó vía videoclip, lo cual no era de extrañar: el videoclip del clásico “Groove Is In The Heart” era cachondo, psicodélico y lo suficientemente colorista como para llamar la atención, o provocar ataques epilépticos, una de dos. La canción, en realidad, es una empanada que toma del house tanto como del funk, del hip-hop, incluso del jazz. Y qué queréis que os diga, me gusta. Me da buen rollo (JUAS). Tan básico y  simple como eso.

“Groove Is In The Heart” fue el primer single del debut, en 1991, de Deee-Lite, un trío formado por dos DJs y una cantante, la guapísima Lady Miss Kier, quien además se ocupaba de embutirse en un ajustadísimo traje de una pieza y bailar para el videoclip. Y, sinceramente, no os puedo decir gran cosa más acerca de ellos, por lo menos no más de lo que se pueda encontrar en la mencionada Wikipedia. Y para eso, casi que lo busquéis vosotros mismos.

Los señores de Wikipedia dicen que no, que Deee-Lite tuvieron una vida más longeva que este “Groove Is In The Heart” que yo diría que es más recordado en su formato videoclip. Tengo mis dudas. Para mí, un Jitazo Fugaz en toda regla. Alguna vez ya lo he confesado… cuando voy a alguna discoteca de esas que ponen la llamada “música de baile” (aunque menudos bailoteos me he pegado yo con The Stooges o The Cult), mi parte favorita es cuando la hora de cierre se acerca y pinchan temas antiguos, alejados de lo que lleva sonando toda la jodida noche, Jitazos ochenteros y de principios de los 90s. El alcohol hace mella, claro, es el momento de darlo todo. Pues bien, “Groove Is In The Heart” podría significar ese momento. DJ’s del mundo, pinchad más “Groove Is In The Heart”, hostias!

20
Ago
13

Bunker Hill

Hablábamos el otro día de “Pregúntale Al Polvo”, la novela de John Fante. Sé que se ha rodado una película, pero la protagonizan Colin Farrell y Salma Hayek, por lo que no es que me muera de ganas de verla. En esa novela, el aspirante a escritor, Arturo Bandini, se traslada a Los Angeles, y vive en una pensión de Bunker Hill. Bunker Hill es una zona de lo que ahora se calificaría de Downtown Los Angeles. Pero a principios de siglo se trató de un área peculiar, por su condición de residencial, con habitantes que manejaban viruta y vivían en casas de estilo victoriano. Al poco de finalizar la Primera Guerra Mundial, y con el crecimiento de la ciudad, y su distribución de trazado para la circulación de automóviles, poco a poco, sus ciudadanos de solera fueron abandonando la zona, que se fue degradando, y sus grandes casas se dividieron para ir alojando a realquilados. O para, como en el caso del lugar donde habitaba Arturo Bandini, ser reconvertidos en pensiones.

Todo aquello duró unos años más, hasta que a mediados de los 50s, toda la barriada fue derruida para construir el Downtown LA y desarrollarse más o menos como lo conocemos ahora: un distrito financiero y hotelero, lleno de edificios altísimos de oficinas, una verdadera jungla de cristal. Y de todo aquello que era Bunker Hill no queda más que el recuerdo y alguna placa conmemorativa.

Asi era el Bunker Hill de John Fante

Asi era el Bunker Hill de John Fante

La última vez que estuve en Los Angeles, me alojé en un hotel de Downtown LA, en pleno Bunker Hill, lo cual, a un mitómano como yo, me hizo gracia. Aunque ya no quedara nada de lo que Bandini, como alter-ego de John Fante, conoció.

El downtown de Los Angeles es, por la noche, una zona de aceras vacías. Lo cual no quiere decir que no haya vida nocturna, desde luego no es eso. Lo que ocurre es que, como siempre en esta ciudad, todo el mundo se desplaza en coche. Si bien, aunque ha locales, bares y clubes, no están concentrados en un espacio pequeño, y como del local X al local Y hay un buen trecho, los gringos no van andando de uno al otro, alternando. Todo lo que se ve es algunos homeless, algunos tipos que presentan cierto desequilibrio, algunos otros que son una combinación de las dos clases mencionadas, y paseantes nocturnos que parecen estar de paso, patinadores, y algún que otro despistado. Sólo se ven las luces de los 7-Eleven y, a lo alto en los rascacielos, la luz de algún despacho, conspirando.

Así luce Bunker Hill actualmente...

Así luce Bunker Hill actualmente…

No es el lugar más divertido del mundo, aunque como siempre, en esta ciudad, si buscas, encuentras. Hay locales pijos en las azoteas de los edificios de oficinas, lugares extraños como el Salvage del que ya hablé, y algunas sorpresas agradables, como un bar al que fui, donde tocaba en un minúsculo escenario una banda de blues. El año pasado, una noche, salí por ahí. Estaba con un par de compañeros, era nuestra primera noche en la ciudad, y no teníamos el cuerpo para ir muy lejos del hotel. Callejeando, encontramos una discoteca, un club de techno. Entramos, y la pista estaba atestada de jovenzuelos flipadísimos con una DJ muy guapa que pinchaba en un escenario. La electrónica no es una música que me guste particularmente, tampoco es que cumpla el cliché rockero de odiar esa música electrónica de baile. Aquella DJ en particular pinchaba algo de bases demasiado duras para mi gusto, que me quedé, en esa disciplina, en el house suavecito de con mucha influencia del disco-funk que se puso de moda a primeros de los 00s. La parroquia allí congregada, sin embargo, parecía disfrutar entregada, a la música, y a tenor de ciertas caras, también a la química.

Lo curioso del asunto fue que TODO el mundo era oriental. Chinos, coreanos, japoneses, vietnamitas… lo que sea, perdón, pero no soy capaz de diferenciarlos. Ok, no todo el mundo, pero sí en un 80%. Cierto es que en Los Angeles hay una población con origen del este de Asia muy significativa. ¿Qué hacía que se congregaran en ese lugar? Pues en realidad, no tengo ni la menor idea. Sí sé que me pareció estar en Hong Kong o en Hanoi. Al final, tampoco duramos mucho allí dentro.

Canciones:

Muddy Waters: “Got My Mojo Working”

Iggy Pop: “Besides You”

Primal Scream: “Velocity Girl”

27
Ene
13

Man Or Astroman?

El otro día alguien me recordó a los Man Or Astroman? … hacía mucho, mucho tiempo que no había escuchado nada de ellos, y se habían desvanecido de mi memoria. No me voy a erigir ahora en el fan número uno de la banda. De hecho, no tengo ningún disco suyo, nunca lo he tenido. Pero sí estuve una vez en uno de sus conciertos. Fue hace mucho, el mismo tiempo, casi, que no escucho su música. El mismo tiempo, casi, que nadie me los mencionaba.

Recapitulando, se trata de una banda americana de mediados o finales de los noventa, y ya me disculparéis, porque tiro de memoria, que practicaban un surf rock, pasado por el túrmix de la década, bebiendo a partes iguales del indie estadounidense o del punk, que de los popes del surf. En un alto porcentaje, y como corresponde al género, hablamos de música instrumental. Además, llevaban un rollo teatral-cachondo, a base de considerarse personajes extraterrestres, vistiendo monos de astronauta, y trufando sus canciones de referencias a la ciencia ficción de serie B más clásica. Lo dicho, eran unos cachondos.

De su música, no puedo decir mucho más, porque los descubrí leyendo Popular 1, y una vez tuve algunas canciones suyas grabadas, que apenas recuerdo y que perdí hace demasiado. Pero sí guardo en la memoria un concierto suyo, al que acudí. Por aquél entonces iba a muchos conciertos, tenía un amigo al que le gustaba también la misma música que a mí, y nos dedicábamos a ir a ver a bandas, aún sin saber mucho cómo sonaban, sólo para echar una ojeada, y tomarnos unas cervezas. A veces nos tragábamos rollos infumables, aviso. Un día debería hablar de conciertos sarnosos a los que he acudido.

En otras ocasiones, acertábamos. Y la noche de Man Or Astroman? acertamos. Fue un bolo, en la mítica sala Màgic, de la que ya hablé en alguna ocasión por aquí (y tamnbién aquí). Ambos teníamos exámenes esa semana, y seguramente no serían los días más adecuados para irse de concierto, por lo que, cosas de la memoria, recuerdo perfectamente cierta sensación de culpabilidad por irme de concierto en lugar de quedarme estudiando. En definitiva, allí estábamos, al pie del minúsculo escenario de la Màgic, con esos chalados en sus monos naranja, desgranando su surf-indie-punk como si les fuera la vida en ello. Incluso con el truco escénico de encender fuego en un casco de “astronauta” que uno de ellos se puso, chorrada de lo más celebrada por una sala con ganas de pasarlo bien.

Y al final, aunque no me acordara de su música, sí me acuerdo de que fue una noche inesperadamente divertida. Y por cosas así es por las que yo puedo guardar cariño a un grupo. Pero cuidado, también por experiencias negativas que puedo asociar a un disco, me pueden quitar las ganas de escucharlo para siempre. Pero de eso se trata, ¿no?.

Hoy he estado recuperando uno de sus discos vía Spotify, aplicación que no uso casi nunca, pero fíjate, hoy me ha dado por ejecutarlo de nuevo. Y sin ser la salvación del rock, ni falta que hace, no están nada mal. Por si fuera poco, se curran una versión del “Manta Ray” de los Pixies que, para mi gusto, supera al original, tan solo subiendo el tempo. Con ella os dejo:

Canciones:

Man Or Astroman?: “Manta Ray”

Ozzy Osbourne: “Mr. Crowley”

Patty Smith: “Summer Canibals”

07
Ene
13

Salvage

Cinco hombres jóvenes pasean la noche de un martes por Downtown Los Angeles. Son extranjeros. Sólo buscan un lugar donde tomarse la última copa. Las calles de downtown cambian mucho de día y de noche. Lo que por el día es una actividad incesante de personas que caminan, nunca más de tres manzana (esto es Los Angeles) entran y salen de los altísimos edificios, se meten en los restaurantes y se miran con desdén, por la noche es una maraña de bloques acristalados y calles perpendiculares. Circulan muy pocos coches, y la mayoría de las personas que pululan por las maltratadas aceras son vagabundos y paseantes nocturnos freaks.

No importa, hay que tomarse la última. Cerca del hotel, no vayamos a liarnos. Aunque poco hay para liarse, esto es Los Angeles y nada permanece abierto más allá de las dos y media. O casi nada. Bajando por la Séptima, cruzando Flowers y poco antes de la esquina con Hope, damos con el bar adecuado: Salvage … le perdonaremos la grafía, está claro que por aquí nunca pasó Juan Ramón Jiménez ni su puto burro Platero. Pero que me aspen si no son lo que estos tipos andan buscando.

El bar es francamente oscuro, y nada más entrar, a mano izquierda, está la barra. La camarera es bonita, su compañero es, para variar en esta ciudad, hispano. Piden combinados, ron y ginebra. Vaso ancho y esa desastrosa costumbre que tienen en el país de cubrirlo todo con pedacitos pequeños de hielo que más que enfriar la bebida, la suavizan. Dejan la pertinente propina, ya están educados al respecto, y apoyan los codos en la barra. El espectáculo está a punto de comenzar.

En el centro del bar, una pasarela. No es un escenario, sino que parece una pequeña pasarela de donde pudieran salir modelos a mostrar las últimas creaciones. Difícilmente podrían caminar más de cinco pasos, no obstante. Al otro lado de la pasarela hay más gente, y al fondo, una zona con sofás. Los cinco individuos prefieren quedarse en la barra, que está más cerca de la puerta. Nunca se sabe. Por el espacio pulula un tipo enorme, en sí. Casi dos metros, gordo como la madre que lo parió, embutido en una camisa roja. Lleva el pelo largo, recogido en una trenza, y se mueve con la autosuficiencia de un reyezuelo de Taifas, chocando sus manos anilladas con alguno de los parroquianos. No hay que prejuzgar, se dicen los recién llegados, pero no parece trigo limpio.

Qué más da. La euforia del alcohol y la camaradería inhiben de cualquier idea preconcebida. No son amigos. Ni siquiera se conocen mucho. Simplemente las circunstancias los juntaron en tierra extraña y esa noche ha creado lazos irrompibles, aunque de corta vida.

un lunes por la noche el aspecto es mucho más decadente

un martes por la noche el aspecto es mucho más decadente

El espectáculo parece que va a comenzar. En una esquina, junto a un lamentable equipo de audio, se sienta un chaval con una guitarra española. Tiene un jocoso parecido con Ozzy Ousborne de joven, gafas oscuras redondas incluídas, también podría pasar por un hippie trasnochado. Cruza la pierna, se ajusta la guitarra, y comienza a tocar algo que quiere ser “Entre Dos Aguas” de Paco de Lucía, a lo que se le suma una base rítmica pregrabada.

En ese momento sale una bailarina. Va vestida como si se tratara de danza del vientre, es muy joven y bastante guapa, y comienza una serie de movimientos entre orientales y flamencos. Un desastre. Realiza su performance durante unos minutos, luego se baja. Le toma el relevo otra bailarina, ni tan joven ni tan guapa. Tetas operadas enormes, cara retocada también, lleva un uniforme de faena parecido al de su compañera. La cuadrilla de extranjeros de la barra comienza a dudar de si en 2005 esa bailarina no se llamaría Peter. Poco le importa la dudosa sexualidad de la plantilla a los individuos que están al otro lado de la pasarela-escenario. Destacan, entre ellos, un tipo que lleva un traje claro, con hombreras, digno de “Corrupción En Miami”, que se parece mucho a John Malkovich, solo que más joven, y habiendo consumido (mucha) más cocaína. Completa su look con el pelo recogido en una cola y un ridículo sombrerito de ala estrecha. John se lo está pasando estupendamente, da palmas como si le fuera la vida en ello, y de paso, molesta a un grupo que a su lado, se toma una copa, ajenos al espectáculo. Si se presentaran como un grupo de mafiosos rusos de poca monta, nadie se sorprendería.

Los tipos de la barra pasan de la sorpresa a la hilaridad, al no tener esos aires aflamencados como algo exótico. Esta es la imagen de su país, piensan, en pleno siglo XXI. Mientras se divierten tanto mirando a la tercera bailarina (más de lo mismo) como a mini-John Malkovich, apuran sus bebidas. El despropósito continúa con un cuarto bailarín, en este caso sí, hombre, reconocido y reconocible. El tipo se arranca con unos pasos a medio camino entre el claqué y la danza céltica. El tema musical sigue y sigue, en un bucle, y las mismas bailarinas vuelven a salir otra vez. La cosa no se sostiene por ningún sitio, el alcohol ya no la hace tan divertida. El cansancio hace mella y mañana (qué temprano arrancan estos yanquis) habrá otra jornada laboral. De modo que llega el momento de irse.

El paseo hacia el hotel es corto, pero en realidad, no hay mucho que decirse. Nadie quiere hablar de trabajo. Nadie sabe de qué otra cosa hablar, ahora mismo. Quizás, más que Salvage, el local se podría haber llamado Bizarre. Encajaría mejor.

PD: reconoced que al principio os habéis escandalizado pensando que era una falta de ortografía de esas de suspenso inmediato!

Canciones:

Curtis Mayfield: “Pusherman”

The Monarchs: “Yer Movin On”

Two Gallants: “Song Of Songs”

31
Dic
12

Nochevieja 2012

¿Ya tenéis pensado cuál va a ser la primera canción que vais a pinchar en este 2013? No me refiero a la chorrada que suene en el primer anuncio del año, o el tono de vuestro móvil, o cualquiera de esas canciones que pilléis, como quien no quiere la cosa, en un especial televisivo. No. Me refiero a la primera canción que queráis escuchar el año que viene. Que os pongáis frente al equipo de música, elijáis el disco, lo pongáis y seleccionéis el tema.

Tuve a un amigo que estaba un poco obsesionado con eso. De hecho, quien lo estaba, realmente, era su novia. Un año, pasaron la nochevieja juntos, y su novia se empeñó en pinchar la versión del “Hard To Handle” de los Black Crowes, justo después de las campanadas. Al poco tiempo, esta novia dejó a ese muchacho, y desde aquél día, no sólo le cogió manía a “Hard To Handle”, sino también a los Black Crowes, en general.

No creáis, yo también tenía algunas tradiciones en ese sentido. Durante varios años, la primera canción que pinchaba en el año recién estrenado era “Suck On The Jugular”, de los Stones, una pista poco conocida que se encuentra en su fantástico “Voodoo Lounge”. Así, viviendo yo en casa de mis padres, acabado el ceremonial con la vid, el cava y todas esas cosas, me iba a mi cuarto y hacía sonar esa canción, mientras me arreglaba antes de largarme de casa. Eso era cuando salía para fin de año, cosa que dejé de hacer, por agobio, mucho tiempo atrás.

Y hoy en día, aunque no celebro mucho el fin de año, más allá de las dichosas uvas, y aunque prefiero salir cualquier otra noche del año que no sea la del 31 de diciembre (ni la del 24 de junio), he de reconocer que, de todas las festividades navideñas, Nochevieja es mi preferida, por el simbolismo que tiene de regeneración, de nuevo comienzo, de limpieza y de vista puesta al presente y al futuro. Sí, lo sé, mañana será día uno y nada habrá cambiado realmente. Y los puntos de inflexión se pueden generar en cualquier fecha del calendario. Y sin embargo, un empujoncito nunca viene mal.

Y no soy muy de desear feliz año indiscriminadamente, pero cualquiera que esté leyendo estas líneas, se lo merece. De modo que sí, a todos mis lectores, les deseo un feliz año 2013. Y por aquí estaremos a partir de mañana, de nuevo.

Canciones:

Lucky Soul: “Add your light to mine”
Neil Young: “I’m the ocean”
Charles Bradley: “Stay Away”

01
Dic
12

33 (y un recuerdo a Madagascar)

Esta noche tendría que estar en una fiesta. Sería una de esas fiestas multitudinarias, con un montón de amigos, conocidos, e incluso, algún que otro saludado. Todos ellos, y ellas, estarían con sus mejores galas en una sala a media luz, con sus copas en la mano, charlando animadamente, en corrillos, mientras hay buena música sonando de fondo en el equipo. Los enanos portando bandejas con rayas estarían preparándose. En breve, la pista se llenará. Hay mujeres bonitas y tipos elegantes, el humo flota, perfumes, risas, sudor y alcohol. La música se anima, las chicas, siempre ellas primero, se animan a bailar. Los asistentes se lo están pasando tan bien que por momentos, olvidan la incógnita de la ausencia del homenajeado.

De repente, la música se para en seco. Se apagan todas las luces. Se ilumina un foco, que apunta a una puerta de un lateral. Todo pasa muy deprisa, en unos segundos, silencio, oscuridad, el foco, y comienza a sonar la fanfarria inicial del tema clásico de “Jesus Christ Superstar”… ya sabéis, Chaaa-chan-chaaaaan, Chaaa-chan-chaaaaan, chaan-chaan-chan-chan-chan, tachán-tachaaaaaán… y en esas aparezco yo, vestido con una túnica blanca, rodeado de un aura semidivina, repartiendo la bendición del buen rollo y la fiesta a todos mis invitados, a mi gente, a los que están en mi fiesta…

porque sí, amigos, hoy es 30 de noviembre, y como cada año, para estas fechas, cumplo un año más… y esta vez son 33, la edad de cristo…

pero lamentablemente no es así… este 30 de noviembre, mi cumpleaños de de 2012, ha cerrado una semana de mierda, y no hay ni celebraciones, ni nada… it’s my party and I’ll cry if I want to…

Mañana será otro día, y mejor, porque se cierra este período de siete días fatales, pero de momento, pues no he celebrado mi cumpleaños, como un Don Draper cualquiera, y nadie me ha cantado “Zou Bisou Bisou”. Mañana será otro día y estrenaré mi condición de madurito interesante porque lo de jovencito ya me queda francamente lejos. Mañana será otro día y volveré al blog y al Twitter. Mañana.

PD: quisiera aprovechar para saludar efusivamente a Yolanda, mi lectora desde Madagascar, que tuvo el detallazo de dejar un comentario (y espero que no sea el último) en la entrada anterior… Siempre agradezco los comentarios que todos vosotros dejáis en las entradas (y los que no lo hacéis, dejadlos!), pero en su caso, especialmente, pues contestó al llamamiento que hice. Quisiera también disculparme por la demora en la respuesta, simple y llanamente, estos días pasados no he estado ni para blog, ni para Twitter ni para nada… pero he vuelto!!!

Canciones:

Golden Earring: “Radar Love”

Duran Duran: “Notorius”

Redd Kross: “Uglier”

09
May
12

London Calling

Esto de los juicios de valor hechos desde el desconocimiento, es lo que tiene… Cuando empecé a escuchar rock n’ roll oí hablar de una banda llamada The Clash. Se hablaba de ellos como uno de los grupos seminales del punk británico. Se suponía que tenía que ser la hostia. Duro y directo como un puñetazo. Como un escupitajo en la cara. Se hablaba, principalmente, del disco “London Calling”, que tenía esa portada con ese destrozo de guitarra. Bueno, para un ignorante en cosas del punk, si algo tenía que significar el concepto “punk”, tenía que ser, forzosamente, aquello. Y cuando escuché por vez primera el disco… bueno, digamos que me sorprendió. Aquello no sonaba tan duro ni tan rápido ni tan directo como yo tenía en mente. Supongo que son cosas de haber escuchado música de los 90’s (pongamos nombres desde Guns n’ Roses hasta el mundo grunchi)… ¿y aquello era punk? Quiero decir, no es que no me gustara, no era eso. Pero no era un puñetazo ni un escupitajo ni una botella rota contra la pared… aquello era una amalgama de rock n’ roll, cositas de pop y algo de ritmos caribeños. De algún modo, me pareció “blando”. Supongo que “London Calling” puede descolocar fácilmente, desde luego, no es «Nevermind The Bollocks”… he oído decir sandeces como que “London Calling” y The Clash eran más punk por la actitud que por su música en sí. Como si eso tuviera la menor importancia.

En cualquiera de los casos, significara lo que significara, “London Calling” resulta ser un disco de los que requieren de atención y escuchas, pero que a su vez, proporcionan momentos y matices que a veces pasan inadvertidos de entrada.


Por alguna razón que no acierto a comprender, me he levantado con “London Calling”, en esta ocasión me refiero a la canción, en la cabeza. Y automáticamente me ha llevado a un momento y a un lugar. Sala Màgic, en Barcelona. Años ha. Hora: las perritantas de la madrugada. Cerca de la hora de cierre. Íbamos 3 individuos, en un estado etílico deplorable. Uno del trío llevaba un estado etílico aún más deplorable que los demás. En un momento, los otros dos me abandonan, uno iba a acompañar al tercero al lavabo, a ver si se espabilaba. La nebulosa puebla mi mente. De modo inesperado, tengo una de esas experiencias místicas, como si me desdoblara, y una parte de mí sale del cuerpo, hacia el exterior, y me veo a mí mismo, desde fuera, subido en el (mini) escenario de Màgic, solo, cantando y bailando “London Calling” como si me fuera la vida en ello, como si tuviera que ser el elegido para sustituir al malogrado Joe Strummer. Nunca una canción me pareció tan cojonuda.

Canciones:

The Clash: “London Calling”
Counting Crows: “Rain King”
Little Caesar: “Every Picture Tells A Story / Happy”
02
Abr
12

Sueños: Los yakuza

Ok, una vez más, mis planes respecto a las entradas del blog se ven truncados. No, hoy no pensaba hablar de sueños… pero es que el de anoche… tuvo su aquél. Diablos, merece ser contado. Y comenzaré diciendo que anoche, la noche del sábado, vuestro buen amigo Kar, este aprendiz de juntaletras, se fue de parranda con los amigotes. Nada, un plan sencillo, cuatro caballeros degustando combinados espirituosos y compartiendo amigable charla mientras las melodías fluían en el salón. Para qué contar más. Luego, a esa hora en la que las personas de bien ya están a punto de levantarse, y con algo más de alcohol en el cuerpo del que debiera, me fuí a dormir.
Este dato de mi actividad sabatina, completamente irrelevante a priori, parece ser el eje central de lo que acabó aconteciendo en mi cabeza durante esa liberación mental que resulta ser el sueño, donde las cosas fluyen sin el férreo control que las circunstancias y la ética ejercen sobre nuestros pensamientos y actos.
Así que mi sueño, o por lo menos, la parte que recuerdo, comienza entrando, con mis tres camaradas de anoche, en lo que parece ser una celebración yakuza. Exactamente, me refiero a la mafia japonesa. Parece una boda, como si la hija del gran jefe se casara. O algo así. Nosotros vamos vestidos como la ocasión se merece, traje oscuro impecable y camisa blanca. Hay una gran mesa, muy baja, y estamos todos sentados a su alrededor, sobre cojines. Somos los únicos occidentales de la sala. Todos los demás son japoneses perfectamente trajeados, excepto la novia, la única mujer, vestida con un kimono blanco.
La víctima
En el transcurso del banquete, nuestro superior jerárquico en la estructura del grupo nos llama a una habitación aparte. Tenemos un trabajo que hacer. Al parecer, han pillado a un traidor, que merece un castigo. Nos conducen por un par de estancias de imaginería japonesa clásica, en maderas, paredes de papel y puertas correderas. Y en una de ellas, allí está, el traidor, que resulta tener el aspecto que Charlton Heston en la peli “Khartoum”, pelo corto y bigote. Este dato sí que me parece inquietante, pues no recuerdo haber visto “Khartoum”, o por lo menos, no en los últimos 20 años.
En cualquiera de los casos, hay que acabar con él, y para ello, nos dan unas sierras radiales de mano, de esas que son como un taladro Black & Dekker pero con la rueda dentada. Y los cuatro la emprendemos contra el pobre infeliz, que, naturalmente, muere a la primera de cambio. Pero no es suficiente, con nuestras sierras le vamos troceando hasta mutilarle. Y reconozco que esta parte del sueño se me hizo dura, me daba penica el pobre Charlton. La compasión, sin embargo, se quedó de puertas adentro, ya que acabé la faena como se me había encomendado.
Y como sucede en los sueños, tal como empiezan, se acaban, y tras esta misión cumplida, todo se desvaneció, y ya no recuerdo nada más. Sí que diré que me preocupa conocer qué extraño resorte me llevó a unirme en sueños a un grupo mafioso japonés y acabar descuartizando a un fulano.
Canciones:
Mott The Hopple: “The Ballad Of Mott The Hopple”
The Prodigy: “Breathe”
Screamin’ Cheeta Wheelies: “Boogie King”
10
Sep
09

El Elvis del Born

La otra noche estaba en el Màgic, local que hay que reivindicar una vez más. Y léase esta primera línea como reivindicación, pues ya hice lo propio hace unos meses, y uno no reivindica las cosas insistentemente a no ser que haya transacciones pecuniarias de por medio. En el tránsito de personas y personajes que pululaban por el lugar, entró uno peculiar. Edad indefinida, pero más cercano a los 40 que a los 30. Su aspecto resultaba de lo más parecido a Ford Farlaine (el de “Las Aventuras de Ford Farlaine”, la película de Andrew Dice Clay), aunque me da que el tipo buscaba un aspecto más parecido a Elvis. Ok, pudiéramos aceptarlo como imitador del Rey, más que nada porque lucía unas gafas de esas que Elvis popularizó en los 70’s, y para qué engañarnos, me encantan, y lo bien que me lo pasé llevándolas puestas toda la noche en Las Vegas. Complementaban una camiseta a rayas con un cierto aire a “King Creole”, la película de Presley, unos tejanos negros apretados, con barriga pugnando por respirar entre camiseta y tejanos, y unos zapatos blancos y negros imitación de los clásicos de gamuza de los 50’s. Pudiera pasar por un pintas… definitivamente, la discreción no era su mayor virtud.

Le ha robado los anillos a su abuela.

De repente, el DJ pincha “Burning Love”, de Elvis, y por supuesto, nuestro Elvis-Ford Farlaine particular no tiene por más que subirse a la tarima y marcarse unos pasos, a medio camino entre baile y playback, probablemente menos lamentable de lo que pudiera parecer así, explicado en unas líneas. Pero amigos, toda la sala se volvió hacia él y le coreaba, y por unos minutos fue la estrella de la noche.

Y pudiera pensar que se trataba de un tipo patético. Un chalado. De un rarito, de un “lúser”, de un tontolpueblo. Pero no. Lo que puedo pensar se resume en la castiza frase “Ahí tus huevos”. Sí, sobre esa tarima estaba un tipo que hacía lo que quería, lo que le apetecía y le gustaba, con la toda pasión que le podía poner, y sin importarle qué pudiéramos pensar el resto de la audiencia, sin importarle que estaba gordo y que era el más viejo del local. En una palabra, ahí estaba, rockeando. Y por supuesto, se llevó la merecida ovación de los que en un principio, nos reíamos de él, pero luego nos acabamos riendo con él. Y pronto volvería a ser lunes, y pronto todos probablemente volveríamos a nuestras rutinas, y tal vez nuestro Elvis particular aparcaría las gafas doradas para enfrentarse a sus quehaceres diarios de la manera más digna posible, pero sabiéndose que en su interior, hay un rocker.

Canciones:

Elvis Presley: «Burning Love»
Counting Crowes: «A Long December»
Imelda May: «Love Tattoo»




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