Archive for the 'italia' Category

19
Feb
13

Guilty Pleasures (5)

Los italianos son los mejores vendedores de humo del mundo. Ésa es una verdad universal. Salen predestinados para la venta de humo desde muy pequeños, desde la escuela y como educación social. Lo cual, ojo, no les ha ido pero que nada mal, como país, y como colectivo. Y por supuesto, tampoco como conjunto de turistas que, sea de vacaciones o sea de Erasmus, que para el caso, es lo mismo, suelen conseguir encandilar a las mozas de los pueblos y ciudades hispánicas que visitan. Bien por ellos. Hijosdeputa. Por eso me gustan. Son unos mamonazos con clase. Y en este mundo podrido, por lo menos, que no nos falte la clase. En serio.

La música italiana popular que suele llegar por estos lares acostumbra a basarse en solistas masculinos edulcorados que cantan al amor en el Festival De San Remo, y traducen sus letras a un castellano chapucero, insistiendo en el falso mito de que el italiano es un idioma sencillo que cualquiera que hable español puede entender fácilmente. Una vez comentaba con unos colegas de trabajo milaneses la música de su país que llegaba al oyente de la Celtiberia y los pobres se sentían francamente avergonzados.

Así que dicho todo esto, quizás pueda parecer una paradoja resaltar este tema de Marco Masini, “Bella Idiota” como un guilty pleasure mío, que lo es, y de los de manual. Todos recordaremos que en los 90s hubo un pequeño boom de música italiana, tipo canción ligera, en los charts españoles, encabezado por tipos como Eros Ramazzotti, Laura Pausini, Paolo Vallesi o el que nos ocupa, Marco Masini.

Lo de Masini me lleva a mi tierna adolescencia, era a principios de los 90s cuando escuché por primera vez a este tipo, vía cinta de cassette que alguna de mis compañeras de clase ponía cuando el profesor de dibujo, en las sesiones prácticas, nos permitía escuchar música en el aula. Entonces solía sucederse una pequeña batalla entre el sector fan fatal femenino, el sector rockero más masculino (lo siento por mis lectoras rockeras, era así) y el sector discotequero. Evidentemente la tolerancia y la diplomacia brillaban por su ausencia, y esta clase de actividades solían acabar con el profesor o monitor o conductor de autocar de turno hasta los huevos de criajos peleándose por qué mierda había que escuchar.

Pero vayamos al tema de Masini… “Bella Idiota”… no es muy sutil, que digamos. La cosa va de despecho, de las mujeres, que son muy malas, y de hombres enamorados que pierden la cabeza, la compostura, la cartera y muchas otras cosas, por su culpa. Un clásico, vamos. Desde el mismo Mester de Juglaría que ya se escribía sobre ello. Así que no hemos avanzado mucho en 600 años.

De hecho, esta letra le trajo algunos problemillas a Masini, pues si quizás en la traducción al castellano, el término “idiota” no es excesivamente ofensivo, el original “Bella Stronza” es algo más hiriente. Se le acusó, además, de misógino, por el contenido de este tema. ¿Pero sabéis qué es lo bueno de esta canción? Que el tipo, realmente, parece sentir todo ese despecho, y soltar la bilis en forma de coplilla.

Así, la cosa va de un fulano dolido y desesperado porque se enamoró de una mujer guapísima, tan ciegamente que dejó a su propia novia, se peleó con sus amigos, y ¿todo para qué? Para que ella, la muy guarra, se largara con otro… u otros, no queda muy claro… pero desde luego, con más dinero que nuestro protagonista. Y éste va declamando en esa forma tan curiosa y tan masculina de cagarse en sus muelas, pero a su vez, ofreciéndole una oportunidad de escaparse los dos, huir y hacer una nueva vida juntos. Es decir, más patético no puede ser. Pero así somos los hombres, queridas mías. Este es mi consejo para las miles de lectoras de NDK.

Y de este modo, se va sucediendo todo entre una guitarra acústica, principal, con la banda de fondo, y unas cuerdas, para darle la dosis necesaria de dramatismo. En fin, aunque Marco Masini tiene una voz rasposa estilo Brian Adams, para que nos hagamos una idea, y no lleva el rollo pulcro y elegante de algunos de sus compatriotas, sino que su pose es más, digamos, de cantautor rockero, en el sentido del término de esos maravillosos 90s en los que las guitarras distorsionadas estaban de moda, tampoco creo que nos estemos perdiendo una carrera musical trufada de grandes canciones. Ni falta que hace, claro, pues para algo estamos hablando de guilty pleasures.

20
Sep
09

Lo mejor de la semana. Semana 11

Bueno, ya iba siendo hora de recuperar esta sección dominguera de NDK. Ya casi ni recuerdo cuándo fue la última vez y ni siquiera puedo asegurar que haya una siguiente vez el domingo que viene, así que disfrutemos del momento ahora, que mañana nunca se sabe.

En fin, como habrá leído el seguidor habitual de estas líneas, me he pasado la semana en Italia, con excursioncita a Roma el jueves por la noche. Y con los compañeros, ejercí de anfitrión en la ciudad, pues nadie había estado antes. La ruta fue corta, pero intensa, y acabaría, claro, en el barrio de Trastevere, para cenar y tomar una cervecita. Y decidí llevarlos a cenar allí donde cené la última vez, que me guardó una buena impresión. Y pensándolo, me fijé que acostumbro a repetir los sitios que me gustan. Podría haber probado docenas de otros restaurantes, pero volví a aquél que me había gustado. Lo cuál me asegura el tiro, sí, pero tal vez hace que me pierda la posibilidad de conocer algunos otros sitios. Por otra parte, uno no va a Roma como el que sale a dar un paseo por su barrio y prueba a tomarse una cervecita en la terraza esa de la esquina en la que nunca había estado. Luego me fijé que no sólamente hago eso, sino que además, cuando descubro en un restaurante un plato que me ha gustado, habitualmente, cuando vuelvo, suelo pedir lo mismo. ¿Falta de riesgo? Puede, pero para qué arriesgarse, cuando muchas veces es ese plato lo que me lleva a volver a ese restaurante? Por eso, tal vez, cuando quiero arroz vietnamita voy al Indochine, cuando quiero salmorejo y solomillo con parmesano, al Basílico, y cuando me apetece vacío a la brasa, a Las Carretas.

Y con esta reflexión para haceros salivar, vayamos a la tríada de la semana:

3.- «Malditos Bastardos»: No porque la haya visto, que todavía no… este fin de semana ha sido complicado y reconozco que quiero sopesar muy bien la sala donde ir a verla, para no rodearme de según quien. Así que ni siquiera sé si vale la pena, si es genial o una basura. Pero Tarantino y su cine forman parte de mi substrato personal y cultural cinematográfico, y su retorno supone cuanto menos una buena noticia para mí, así que de momento, se merece el beneficio de la duda. Seguramente, la semana que viene lo comentamos.

2.- Aerosmith – «Rocks»: Hacía demasiado tiempo que no escuchaba este disco, que tenía grabado junto con el debut de Van Halen, en una pareja explosiva. Menudo disco! Cuarto de los de Boston, sólo daré un dato: Slash declaró que este disco cambió su vida. Y a pesar de todo, podemos decir que Slash sabe un poquito de rock, ¿no?

1.- Roma: Esta ciudad me encanta. Aunque sea para unas horas. Pasear por sus calles es un placer, ya sea en plazas abarrotadas de turistas, o por callejuelas en donde el arte y la historia aparecen por los rincones más insospechados. Roma y sus iglesias a miles, y sus estatuas, y sus turistas escampados y sus grupos de monjas paseando, y los tenderetes de paninos y fruta, sus ilegales vendiendo en las esquinas y los bares del Trastevere. Hay que ir.

19
Sep
09

Exilio italiano

Hey, de vuelta en casa. Bueno, ayer por la tarde. El caso es que me he pasado toda la semana en un pueblacho llamado Tivoli, a unos 40 minutos en coche de Roma, perdido en las montañas. No os creáis que la cosa iba de vacaciones, no. Trabajando, en unas condiciones extrañas, eso sí, que el tema campestre no es a lo que estoy acostumbrado, pero trabajando no obstante. Casi diría que demasiado, esta semana ha sido un no parar. Y lo peor de todo … SIN INTERNET!!!! Sólo tenía la posibilidad de enviar correos de trabajo desde blackberry, lo cual no mejoraba mucho el panorama, pero en la mierda de hotel en el que estaba no había internet. O mejor, corrijamos, había wi-fi de pago y con alcance sólo en el hall, no llegaba a las habitaciones. Gracias pero no. Y no me extraña que la red no llegara, el hotel era algo así como un edificio medieval en lo alto de una montaña, reconvertido en hotelillo. Muy bucólico, sí, pero sólo si la intención es la de pasarse unos días desconectado del universo moderno, en esa suerte de castillo de Harry Potter que haría las delicias de cualquier emo con ínfulas poéticas.
Concretamente aquí…

Parece mentira lo que se echa de menos el poder asomarse a esa ventanita virtual por la que curiosear. Por lo menos he comido estupendamente. Con una dieta de pasta diaria que no se la salta un gitano, estilo Robert De Niro preparándose para rodar «Toro Salvaje», que me habrá hecho perder mi apolínea figura. En fin, quién dice que no a un plato de tagliatelle artesanales?? Yo no. El jueves por la tarde, tirón de coche y paseíto por Roma: Piazza de Spagna, Fontana di Trevi, Coliseo y enfilando hacia Trastevere, para cenar y una copichuela. Así que eso es lo que me llevo. Eso y un par de piezas de queso parmesano, que no se diga!

Canciones:

Auf Der Mauf: «Lie Real»
Van Halen: «Jamie’s Crying»
Oasis: «Don’t Look Back in Anger»

10
Abr
09

Milán – Brasil

Bueno, amigos… no tengo perdón de Dios, y lo sé. Tengo abandonado este blog durante demasiados períodos. En esta ocasión, la travesía por el desierto ha sido de casi 40 días con sus 40 noches pertinentes. Y a pesar de que tengo justificante firmado por mi mamá, esa espada de Damocles pende, bajo el nombre del quiero y no puedo, sobre mi cabeza. En fin, Travellin’ Kar vuelve, y como suele pasar en esos momentos, cual maridito adúltero que vuelve al nido conyugal, pidiendo perdón y con propósito de enmienda. Y aun a riesgo de acabar convirtiendo estas líneas en una suerte de guía Lonely Planet para tarados y freaks, aquí estamos, relatando unos tumbos que he ido dando por esos mundos y parte del extrangero. De modo que agárrense, que vienen curvas.
1ª parada. Milán. Otra vez. Otra semana. La sensación de dejà vú no podía evitarla, no en vano volvía a ser una semana más, sin haber transcurrido ni siquiera 30 días desde la anterior. En esta ocasión no iba solo, y eso, quieras que no, se agradece. Nunca me ha preocupado demasiado la soledad en los viajes. Sí, hay momentos de bajón, puntuales. Pero también me he dado cuenta de que me gusta demasiado hacer las cosas por mi cuenta sin explicaciones.En esta ocasión la lluvia no hizo su aparición, lo cuál se agradeció. Y la ciudad no estaba tan exageradamente llena de visitantes-negociantes. Pude constatar, no obstante, que el único mito atribuído con cierta parte de razón, a los habitantes de la ciudad, es el de la moda. Tanto hombres como mujeres van elegantes y modernísimos todos ellos y ellas. Y aunque lo fácil sería caer en la crítica hacia el patán que se hace el moderno para figurar, la verdad es que no me dió esa impresión.

Es curioso las tonterías que te hacen pasar un buen rato lejos de casa. Esta vez eran los visionados de un programa de MTV (italiana) que supongo viene de la MTV americana original, que presenta Carmen Electra, lo cuál ya tiene su aquél, y que programa, durante una hora, videoclips de rock bastante majetes. Cada tarde de 19h a 20h, vídeos de Led Zepp, de Metallica, AC/DC y clásicos noventeros como el Self Steem de Offspring o el Basket Case de Green Day. Parece mentira lo que se agradece en esos momentos hacer un poco el burro en la habitación, berreando Whole Lotta Love en calzoncillos como si me fuera la vida en ello. Por lo demás, el risotto a la milanesa (delicioso, en forma de torta de arroz) y unas cervecitas en el pub Dynamo, son lo único destacable. Ah, y que pude volver con Allitalia sin incidencia alguna, más allá de un sobrecargo que parecía Geraldine Chaplin travestida de hombre.

Imagen gratuíta y deliverada de Carmen Electra, presentadora de Chart Blast

2ª parada. Brasil. Claro, en este momento es cuando tú, lector, y me perdonarás que use el masculino, te pones en plan guarrete, y te imaginas una playa estupenda, una caipirinha helada en la mano y rodeado de garotas con tanga y un culo de infarto. Debo reconocer que la fantasía se acabó muy pronto. Curitiba es el primer destino, ciudad interior del sur del país. No os disculpéis, yo tampoco sabía dónde estaba. Dato de interés: en invierno rondan los 5 ºC o menos…

Para que nos situemos todos.

Ellos creen que te entienden en español. Tú crees que les entiendes en portugués. Nada. Y como el inglés brilla por su ausencia, la sensación de entender sólo el 50% de cada frase acaba siendo frustrante. Lamentables circunstancias de trabajo que no vienen al caso me impidieron disfrutar del destino, que de por sí, tampoco parecía ofrecer gran cosa. En estas ocasiones es cuando siempre recuerdo al interlocutor que un viaje de trabajo no tiene nada que ver con el turismo, y en ocasiones, imaginad una jornada de trabajo chunga, con el agravante de que por la tarde no te espera en casa el sofá y una bebida fría, ni tus CD’s de Fun Lovin’ Criminals.

Mi segundo destino, es Sorocaba, muy cerca de Sao Paulo. Aterrizo tras un vuelo que alguien con muy mala leche me ha reservado a las 6h de la mañana, en una pista de aterrizaje en medio de la ciudad, en la que me informan, ha habido varios accidentes graves, ya que se trata de una de las más cortas del país. Información muy interesante. Salimos de la gran metrópolis hacia un hotel de carretera, de modo que muy poco puedo comentar de Sao Paulo, excepto el detalle de que no sólo los policías patrullan todos con chaleco antibalas: también los seguratas de un triste centro comercial en el que cené, trabajan con el chaleco, y con pistola en ristre.

Y no quiero comentar nada más, ya os he dicho que las circunstancias laborales fueron tan lamentables que me han enturbiado mi idea de un país que seguramente merece algún comentario mejor: Podéis buscarlo en cualquier otro blog.

Y eso es todo, de momento. Pero pronto volveré con más. Avisados quedais. Travellin’ Kar os saluda desde no sabe dónde…

Canciones:

The Thrills: «Big Sur»
Elton John: «Saturday Night is Allright for Fighting»
Toots & The Maytals: «Never grow old»

07
Mar
09

Experiencias Milanesas

Aaah, los training courses, convenciones y meetings internacionales… todo un mundo de emociones en el que una (o varias) empresa junta a un grupo de profesionales de distintos países para trabajar juntos, confraternizar y acabar dándonos cuenta de que no son tan distintos, cualquiera que sea su terruño de origen. Escribo estas líneas desde el aeropuerto de Milán, Linate, mientras espero mi vuelo de vuelta a casa tras toda la semana en la ciudad, asistiendo a un curso. La primera desilusión: el hotel que me han cogido no está en Milán, sino en un pueblo/ciudad del extrarradio llamado Cinisello, un lugar muy poco interesante lleno de empresas que prefieren gastar sus cuartos en un suelo más barato que el de la gran ciudad. Algo tipo Montcada i Reixac, en el que no hay una diferencia física de dónde acaba Milán y dónde empieza el otro municipio.El curso nos lo imparte un italiano y los asistentes, aparte de mí mismo, son dos alemanes y cuatro franceses. Y no deja de resultarme curioso cómo, en estos casos, se usa siempre esa suerte de esperanto moderno en que se ha convertido el inglés. Ahí andamos todos hablando algunos y destrozando otros el idioma de Shakespeare, de Paul McCartney o de Benny Hill. Como mínimo, y ya que hablamos de idiomas, este training me ha servido para darme cuenta que soy capaz, después de 3 años estudiándolo, de hablar un francés razonablemente decente. Y si me apuras, de apañarme con el italiano, por supuestísimo no para hablarlo, pero sí como para hacerme entender con taxistas y camareros. Si al final el italiano es facil… sólo hay que juntar las yemas de los dedos, entonar como en una película de Fellini, y usar “grazie”, “prego” y “per favore” como comodín.

La ciudad está llena de visitantes, aparte de los turistas y los viajeros por negocios habituales, se celebra no sé qué de la moda y una feria de la piel. De modelos he visto muy pocas, por no decir ninguna, y esa feria de piel tiene pinta de estar llena de chinos, o como mínimo, estaban todos en mi hotel. El lunes por la tarde, tras la sesión, decido ir a darme una vuelta por la Piazza del Duomo, algo así como estar en Barcelona e ir a ver la Rambla. Ya había estado, hace como 15 años, pero casi no recuerdo nada. Sí que recuerdo que la catedral entonces estaba en reformas, casi tapada del todo. Esta vez, tan pronto salgo del metro en la plaza de la catedral, me topo con el edificio, y la sensación es extraña. En la restauración han limpiado todas y cada una de las piedras de la fachada, que ahora tienen un tono gris casi blanquecino, y ha quedado todo tan perfecto que parece que la catedral se hubiera construido hace diez años, en lugar de 600 años atrás. Y llamadme tradicional, pero para mi gusto, una catedral gótica debería tener la piedra oscurecida y envejecida por el tiempo. La enorme pantalla gigante que al parecer retransmite los partidos de la selección italiana de rugby en el torneo 6 Naciones, en la misma plaza, no ayuda sino a crear un ambiente como si se tratara de una reproducción de la catedral en un parque temático.

Yo tenía la idea de que Milán era una ciudad, digamos, más europea que italiana. La realidad no me ha parecido así. Lo cierto es que me ha parecido una ciudad fea (a excepción de Duomo y alrededores) e incluso algo cutre en su extrarradio. Aunque al final, todas las ciudades europeas se acaban pareciendo, probablemente demasiado.

Me he pasado 5 días comiendo en un bar de menú cerca de la empresa, y los menús eran siempre invariables: pasta de primero, a elegir entre dos opciones, y un segundo (generalmente carne) sin más opción. Ok, me gusta la pasta, pero cinco días seguidos me temo que ha sido demasiado. Las comidas en esta clase de grupos internacionales y variopintos tienen su gracia y sirven para crear clima de colegueo. Es curioso cómo al final la conversación acaba derivando en las diferencias, a veces absurdas, de las pequeñas cosas del día a día en cada uno de nuestros lugares de origen. Que si en Alemania se cena a las 18h, que si en Francia algo más tarde, que si una vez estuve en Madrid y cené a las 22h (horror!!). Al principio con más timidez, al tercer día con bromas y gracietas más o menos fáciles para acabar rompiendo el hielo y hacer más llevadero que en el fondo compartes el día con unos completos extraños y de extrañas costumbres. Una de las conversaciones divertidas que pudimos mantener fue acerca de los estereotipos que en los diferentes países se tiene del oriundo de otros. Si es que estamos cargados de puñetas.

Al final, y excepto el lunes, el resto de días, frío y lluvia sin parar, pero no fue para tanto. Buena suerte, nos veremos no sé cuándo, no sé dónde, pero seguro que sí. Y de vuelta a casa, pero no por mucho tiempo, antes de final de mes volveré por aquí. Y entonces se repetirá la rueda.

Canciones:

The Clash: “Stay Free”
They Might Be Giants: “Boss of me”
Nouvelle Vague: “Love will tears us apart”

20
Ago
07

Crónicas Romanas (y 2)

(…) Sin duda uno de los barrios con más encanto de la ciudad es el Trastevere. Pasa por ser el barrio bohemio de Roma, algo así como el barrio latino de París. El ambiente que se respira dista un poco de ser bohemio, por lo menos en verano, si se tiene en cuenta que varias de sus calles se convierten en auténticos zocos con improvisados puestos de venta de imitaciones (de relojes, de bolsos, cinturones, gafas de sol, …), de bisutería y otras chorradas, regentadas en su mayoría por africanos o pakistaníes. No deja de resultarme extraño ver estas paradas improvisadas por todos lados (aunque en Trastevere están tan juntas que parecen ciertamente eso, un zoco, se encuentran en otras zonas) sin que nadie haga nada, acostumbrado como estoy a las correrías en las calles de Barcelona cuando aparece la urbana. El núcleo está en la Piazza Santa Maria in Trastevere, donde tuve la osadía de sentarme en una terraza a tomar algo. La osadía la pagué cara, en el sentido literal de la palabra, que bohemia, la piazza lo es un rato largo, pero sin duda saben sacarle la pasta a los clientes. Y sin embargo en encanto de la plaza, de la terraza de ese bar con regusto clásico especializado en zumos de naranja y otras frutas, hace que uno se deje engañar y pague a gusto su consumición mientras ve pasar a la gente. Cenar en Trastevere no es tampoco barato, pero acostumbrado como estaba a la pizza y a la pasta rápida en establecimientos baratos destinados a turistas, pagar un poco más por una cena en un restaurante que tiene una terraza a una calleja, con mantel a cuadros incluido, vale la pena. Casi espero encontrarme a Dean Martin canturreando Arrivederci Roma al oído de una dama.
Está claro que Roma es también la ciudad de las iglesias. Las hay por todas partes. También hay por todas partes grupos de curas con alzacuello y de monjas. El caso de estas últimas es ciertamente curioso, las hay a montones, en grupitos, y con pinta de ser oriundas de Latinoamérica o de Filipinas. Se dice que muchas de ellas ingresan en las órdenes huyendo de la miseria. Durante un tiempo, están, la orden les paga unos estudios incluso universitarios, y una vez concluidos estos, su vocación desaparece súbitamente. De modo que cada vez que veía un grupito de estas mujeres (algunas muy jóvenes) me imaginaba que una de ellas se debía escapar por la noche de su celda del colegio Gesú e Maria en busca de una noche de pasión, y no me refiero a la de Cristo. Malpensado que es uno.El súmmum de las iglesias es sin duda alguna Ciudad del Vaticano. Uno llega a esa ingente Plaza de San Pedro y le dan ganas de hacerse católico y todo. A mí es casi el lugar que más me impresiona, porque el Coliseo, al fin y al cabo, es ruina, pero el Vaticano sigue allí, en pie y activo. De verdad, acojona. Pero antes es obligatorio visitar los museos vaticanos. Y venga aquí una recomendación muy importante. Si queréis visitar esos museos, no vayáis a las 8’30 como yo fui, pensando que cuanto más temprano mejor: os encontrareis con una cola desesperante, la mía fueron tres horas. Como Port Aventura pero sin agua. Es más inteligente ir a la una y media. A esa hora, la cola es de sólo media horita, y entrando a las dos se tienen 3 horas para visitar el museo. Lo que yo hice fue un grave error, ya que cuando logré entrar, estaba tan destrozado que no pude disfrutar del museo. Qué duda cabe, la Capilla Sixtina es algo espectacular. No olvidarse también la sala con los frescos de Rafael.


La escuela de Atenas… alguien reconoce los monigotes de la parte central derecha?

La Basílica pasa por ser una de las iglesias más grandes, creo que la segunda, del mundo. Y aunque el Barroco no es el estilo que más me gusta, cómo no caer rendido a los pies de esa mole ingente, donde reposan, dicen, los restos de San Pedro. Obviamente no es cierto, claro, como seguramente no es cierto que existiera San Pedro alguno. Pero para el visitante, eso no debiera importarle. Una característica del visitante a estos templos, y que en San Pedro del Vaticano se aumenta exponencialmente es el poco respeto que se demuestra. Así, a pesar de que indica claramente que no se puede entrar en los templos con pantalones cortos o con tirantes, decenas de personas insisten. Pero eso no es nada, lo peor es hechos como gente que se sienta en una esquina de la basílica, dentro, en un escalón, o bien se apoya a la columna, o se dedica a hablar a gritos, o a tocar todas las ruinas que están al alcance de la mano (menudos gilipoyas, se trata de piezas que han aguantado cientos de años!). Falta respeto, ese es el problema de este puto mundo. Yo no soy católico (Dios me libre!), pero respeto que estoy entrando en un templo de culto. Estoy entrando en su casa, nadie me ha obligado, pero es su casa y tengo que seguir sus reglas, y respetar. Es lo mismo que comentaba antes, respecto a la gente que tira sus botellas vacías en una esquina del arco de Tito. Si alguien le metiera esa botella por el recto probablemente se lo pensarían una próxima vez. Ok, me estoy poniendo un poco en plan Tony Soprano, pero no me negaréis que no me falta razón. Volviendo al Vaticano, destacar que la tumba del anterior Papa Godzilla se ha convertido en un punto de peregrinación, donde la gente sigue depositando flores, cartas en incluso fotografías (¿?).

A nivel de iglesias, a mí me gusta especialmente la de San Pietro in Vincoli, una pequeña iglesia no muy lejos del Coliseo. Se trata de una iglesia medieval reformada varias veces en el renacimiento y el barroco (por lo que mantiene estructuras románicas y góticas con decoración barroca). Incluye la impresionante escultura del Moisés de Miguel Ángel, a pesar de que no suele ser de las iglesias más destacadas en las guías. Esta iglesia guarda también una reliquia de lo que suponen ser las cadenas que se usaron durante el aprisionamiento de San Pedro, previo a su martirio. A mí, que la iconografía católica siempre me ha atraído, me pareció un lugar bonito.

Las cadenas del jodido San Pedro!!

Y con ello, finalmente, quiero concluir mi crónica romana, recomendando sin duda alguna la visita a la ciudad.

Canciones:

Otis Redding: «I can’t turn you loose»
Elvis Presley: «Unchained melody»
Alizee: «Moi Lolita»

19
Ago
07

Crónicas Romanas (1)

Vacaciones en Roma. El gobierno italiano debería homenajear a William Wyler por haber proporcionado un elemento de publicidad turística mucho más importante y efectivo que cualquier otra campaña publicitaria. A él, y a la Dolce Vita de Federico Fellini. Y a Roma que me fui, esta semana, a pasar unos cuatro días. Yo, como miles de españoles, que habían invadido las calles de una ciudad eterna donde el castellano y el catalán se podían oír por doquier. Qué ciudad. Terenci Moix dijo de ella que era una “gigantesca coctelera de los tiempos”. Gran definición. Y es que Roma respira historia por sus esquinas y sus calles. No es ningún comentario nuevo, y sin embargo, para mi gusto es el gran aliciente de la ciudad, lo que la hace verdaderamente mágica. Para mí, Roma es Quo Vadis, y es la Roma de las novelas de Morris West, y la de los Borgia y los cuadros de Rafael.
Mi centro de operaciones era el Hotel Robinson. Punto a favor: está al lado de la estación de Termini, y por lo tanto, se puede ir a pie hacia todos los puntos básicos de la ciudad, la Roma Imperial, las piazzas, el Trastevere, e incluso, haciendo un exceso, el Vaticano. Yo cuando visito una ciudad, suelo alojarme en hoteles de medio pelo con la condición de que sean baratos y que estén en un punto céntrico y accesible. Desde este punto de vista, el Hotel Robinson cumple estas condiciones. Por lo demás, estar al lado de una estación ya se sabe lo que implica, un enjambre de gente que habita las calles de esa zona, ya sean borrachuzos, manguis a la búsqueda del turista despistado y vagabundos. Como digo, no soy muy tiquis-miquis con los hoteles, y pase que la habitación fuese minúscula, que el lavamanos y el espejo estuvieran en la misma habitación, incluso pase que ducha y wáter compartieran un mismo espacio minúsculo. Pero lo de esa cama tenía que ser delito por fuerza. Incómoda podía ser el mejor de los calificativos.

Hotel Robinson: un ejemplo de optimizar espacio

El tópico dice que el italiano es un tipo campechano y amable, y que un turista de la Celtiberia se siente como en casa, Y no anda muy desencaminado. Chapurrear algo de italiano para moverse por cafeterías y tiendas es muy fácil, y a diferencia de nuestros amigos gavachos, el italiano de detrás del mostrador suele poner las cosas fáciles. En el fondo, sólo hay que poner las manos juntando las yemas de los dedos cuando hablas. El tópico pinta también al italiano como un tipo elegante, guaperas y algo chulo, algo así como Paolo Maldini, y a las italianas como mujeres guapísimas de las que en las revistas antiguas decían “de rompe y rasga”. El tópico masculino es bastante estúpido, la verdad. En cuanto al femenino, obviamente, hay mujeres guapas y feas, lo que sí es cierto es la tendencia que tienen las romanas a ir siempre muy arregladas, maquilladas, con tacones, y tal, cosa que también ocurre en algunos puntos del sur de España, pero que sin embargo no ocurre en Barcelona, por ejemplo.

Mi primera gran ilusión era ver la Roma Imperial. Y aunque lo hemos visto siempre, todos, en el cine, en la tele, en fotos, el Coliseo visto en vivo impresiona. Todo el paseo por la zona de los foros y el Coliseo produce una impresión especial. De hecho, en toda la ciudad pueden verse restos de la época clásica. Uno va paseando por la calle, en busca de una terraza donde tomar una cervecita fresca y al doblar la esquina se puede topar con los restos de un templo, con un mosaico o con un trozo de estatua. Supongo que el gran problema del ayuntamiento romano debe ser discriminar qué ruinas vale la pena conservar y qué ruinas son necesarias trasladar para poder permitir el crecimiento de las infraestructuras de la ciudad. Por cierto que una gran decepción fue ver lo sucia que está la ciudad. Me molestó especialmente ver cómo una zona tan impresionante como la del Palatino está llena de mierda, de botellas vacías, de papeles, incluso tirados en los caminos entre las ruinas. Supongo que es la consecuencia de albergar cientos de miles de turistas, extranjeros e italianos, pero aun así, es una pena.

La boca della verità

Aunque Roma seguro que vale la pena en cualquier época del año, debo avisar, oh queridos lectores, que en pleno agosto, es algo así como un ejercicio de masoquismo saunístico. No en vano los italianos llaman a su mes del emperador Augusto César ferragosto. Aunque sí que es cierto que por cada esquina hay una furgoneta/puesto de venta de bebidas, snacks, pizza al taglio e incluso fruta fresca, lo cual me pareció muy bien.

(Continuará)

Canciones:

The Police: «Demolition Man»
Billy Bragg: «A New England»
The Beach Boys: «California Dreamin'»




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