Archive for the 'brian setzer' Category

29
Jun
15

Surfdog

El problema de la realidad es que no mola nada. La ficción, eso es lo bonito. Las historias, las habladurías, los recuerdos edulcorados, los sueños, las imaginaciones, las versiones pasadas por el prisma del tiempo, los chismorreos y los “creo que”… todo ello es siempre mejor que la realidad, que suele ser siempre decepcionante. Una noche de fiesta es siempre mejor cuando se recuerda al cabo de unos meses, y ya no digamos cuando se explica, con unas cuantas cervezas sobre la mesa. Como el sexo. Por poner un ejemplo idiota.

Cuando uno visita los sitios tiene que recordar siempre que un lugar no es sólo una localización geográfica, sino una conjunción de factores, a menudo más relacionados con lo que se cuece en nuestra cabeza, corazón, alma, tripas o entrepierna. Como decía el otro día referente a mi visita a Sky Valley, “el desierto es un estado mental”. De verdad que no recuerdo de quién es esa frase, lo mismo no es de nadie más que mía, y me está ocurriendo como a Paul McCartney cuando compuso “Yesterday” (Al parecer, Macca despertó un día con unos acordes en la cabeza y se puso a tocar la celebérrima melodía, pero, pensando que tal vez era una melodía de alguien, y que simplemente la había recordado sin ser capaz de situarla, anduvo preguntando a la gente de su entorno musical si la conocían o les sonaba de algo. No quería escribir todavía su letra hasta no tener la seguridad de que no le había traicionado el subconsciente). En fin, el desierto es un estado mental, frase que, si es original mía, cedo a la humanidad. Y casi podría decir que cualquier lugar es un estado mental.

Surfdog bar en Encinitas (by @carloskarmolina)

Surfdog bar en Encinitas (by @carloskarmolina)

El otro día volví a Encinitas, un pueblo costero al que acudí hace unos años, no muy lejos de San Diego, y que me había encantado. Había pasado una tarde de playa estupenda y guardaba un gran recuerdo de ella. Sin embargo, cuando volví el domingo pasado a ese lugar, me llevé una decepción. En pueblo, seguramente, no habría cambiado tanto, sino yo. No eres tú, soy yo. Y mis circunstancias.

Aunque para no cerrar de modo negativo, diré que por casualidad me metí en un bar de aires surferos, y una vez superada la decepción de que no servían cerveza, y que tenía que conformarme con un puto smoothie, advertí que se trataba de un local que pertenece a la disquera Surfdog, discográfica independiente pero que publica (y por ello la conozco yo), entre otros, los discos de Brian Setzer y lo último que se publicó de los Stray Cats, un directo que recogía su gira de reunión. Así que en el fondo, no estuvo tan mal. Alzo mi vaso de Dr. Pepper en vuestro honor.

Canciones:

The Heartists: “Belo Horizonti”

The Walker Brothers: “The Sun Ain’t Gonna Shine anymore”

Refused: “New Noise”

31
Dic
07

Route 66 (get your kicks on)

No cabe duda de que no hay ninguna carretera en el mundo con más glamour y aureola mítica que la Ruta 66. Se trata de una antigua carretera que se creó en 1926, y que recorre una gran parte de los Estados Unidos desde Chicago hasta Los Angeles, aproximadamente unos 4000 km. Esta carretera está íntimamente ligada al rock, y ahora enseguida se relaciona rock y Ruta 66, prueba fehaciente de ello es la cabecera de una de las grandes revistas musicales de España, que se llama precísamente así.

Todo se debe, parece ser, a la canción que lleva por título «Route 66 (get your kicks on)», celebérrima, y que es un verdadero homenaje a dicha carretera. Sin embargo, y pese a que hoy en día es algo así como un standard de rock, el compositor y la pieza original poco tienen que ver con el rock. Esta canción la compuso el músico de jazz Bobby Troup, en 1946, inspirado por un viaje que recorrió casi toda la carretera en cuestión. Y es que la Route 66 fue, durante muchos años, el camino que recorrían las personas que emigraban hacia el oeste, como en las novelas de John Steinbeck. Volviendo a Bobby Troup, compuso este tema y se lo prestó a Nat King Cole, quien fue el primero que popularizó la canción:

Como veis, una versión diferente a la que estamos acostumbrados. Nat King Cole fue un cantante de jazz que aquí sólo recuerdan las abuelas, por aquello de que un buen día le dio por ponerse a cantar rancheras en un castellano macarrónico («si adelittaahh se fuerra con otrouu»). Pero vamos, que su carrera tenía más interés que aquello. En cualquiera de los casos, fue Chuck Berry el que le diera al tema un barniz rockero que a la postre, convertiría la canción en el clasicazo que es hoy en día:

Esto ya es otra cosa, ¿no? Esta ya os suena más, seguro. Chuck Berry, sin duda un genio. Algún día alguien tendría que dejarlo bien clarito. Y quienes se empaparon de Chuck Berry y decidieron hacer su versión fueron unos primerizos Rolling Stones. De hecho, los primeros discos de los Stones tienen mucho de saqueo del legado de Berry, cosa que, por otra parte, muy bien le vino al viejo Chuck, quien vivió mucho tiempo de los dividendos que le generaban esos ingleses.

Esta es, para mi gusto, la mejor versión de «Route 66 (get your kicks on)» de la historia. Tempo adecuado, unos Stones jovencísimos con toda el ímpetu de su juventud, instrumentación cruda… magistral, una versión que supera los originales. Y seguramente, la versión más popular del tema. A partir de esta, se convitió, ya digo, en un standard, con muchísimas versiones, algunas más fieles, otras más atrevidas. En este caso, por ejemplo, The Cramps hacen una versión muy a su estilo, de blues primitivo oscuro:

Ahora, que para versión «diferente», la de Depeche Mode. Ok, algunos le tienen ojeriza a esta banda. Yo mismo, la odié durante años. Qué puedo decir, hoy en día me encantan. Esta versión la grabaron a finales de los 80’s, y muestra como hacer una versión que realmente aporte y suponga un cambio respecto a la original:

No se puede decir que hayan caído en la convencionalidad. Otro que no ha caído en la convencionalidad ha sido Brian Setzer, quien con su orquesta, hizo también la pertinente cover. Pero Setzer la hizo no de la versión rockera, sino de la original jazz. Algo diferente a lo que estabamos acostumbrados:

En fin, cientos de versiones, y las que quedarán, que hacen de «Route 66 (get your kicks on)» un clásico en toda regla. Pero no quisiera cerrar esta entrada sin mostrar la versión hispánica definitiva, a cargo de Los Sirex, sí, esos que perpetraron el crimen de componer «Si yo tuviera una escoba», que en una pirueta con mortal, se cepillan la letra, eliminan toda referencia a la carretera americana, y la titulan «San Carlos Club». Olé sus huevos.

Y lo he de decir… en el fondo… me gusta esta versión!! es puramente American Graffitti, pero en versión barcelonesa. Para acabar, os dejo la letra (la original), para que podáis cantar, que sé que os gusta, tunantes!!

ROUTE 66
(Troup)

Well if you ever plan to motor west
Just take my way that’s the highway that’s the best
Get your kicks on Route 66

Well it winds from Chicago to L.A.
More than 2000 miles all the way
Get your kicks on Route 66

Well goes from St. Louie down to Missouri
Oklahoma City looks oh so pretty
You’ll see Amarillo and Gallup, New Mexico
Flagstaff, Arizona don’t forget Winona
Kingman, Barstow, San Bernadino

Would you get hip to this kindly tip
And go take that California trip
Get your kicks on Route 66

Well goes from St. Louie down to Missouri
Oklahoma city looks oh so pretty
You’ll see Amarillo and Gallup, New Mexico
Flagstaff, Arizona don’t forget Winona
Kingman, Barstow, San Bernadino

Would you get hip to this kindly tip
And go take that California trip
Get your kicks on Route 66

12
Nov
07

USA Kar Tour 2007. Día 6: Lost Angels

Al final me doy cuenta de que no es posible moverse por L.A. sin coche. De modo que para hoy, contrato una pequeña excursión de una mañana en la que nos llevan a los puntos más significativos de la ciudad. La primera parada, muy cerca del Downtown es el Dorothy Chandler Pavilion, donde hasta hace poco se entregaban los oscars. Lo cierto es que sin alfombra roja, ni focos, ni estrellas, resulta de lo más anodino. Y sin duda, el Kodak Theatre tiene mejor situación, en pleno Hollywood Boulevard. De camino pasamos por la catedral de L.A., un horroroso edificio de Rafael Moneo, eso sí, obviamente con su parking con capacidad para cientos de coches. Está claro que ésta es una ciudad construida pensando en el desplazamiento en automóvil. Pero antes de convertirse en la enorme conurbación que veo, donde se incluyen entidades administrativas como Santa Monica o Beverly Hills, Los Angeles fue una colonia española, catalana, para más señas, fundada sobre una misión. Esta misión y un par de edificios más, pertenecientes todos a principios del siglo XVIII, se conservan de un modo muy pintoresco en medio de las moles de edificios del downtown, en un recinto que llaman “El Pueblo”. La visita no tiene mayor interés que la propia anécdota, los edificios están conservados tan artificialmente que parecen los decorados de Mexico de Port Aventura. De modo que sin mayor dilación, nos dirigimos a uno de mis objetivos del viaje, Hollywood Boulevard. Ok, te lo puedes tomar como algo decepcionante, o como algo mágico. Depende de con qué mentalidad vayas. Es evidente que en una avenida tan enorme como Hollywood Blv. resulta imposible mantener el sabor clásico. Incluso podría decirse que en algunos tramos se encuentra en una franca decadencia, lo cuál no deja de tener algo de atractivo. Por supuesto las míticas estrellas cubren las aceras, pero pierde su gracia cuando al lado de estrellas como John Barrymore o The Doors puedes ver estrellas como las de Chris Rock o Emilio Stefan. Es mejor, pues, fijarse en aquellos puntos que mantienen su encanto, bares y restaurantes que ya frecuentaban las estrellas del cine mudo, los primeros cines de la ciudad u hoteles como el Hollywood Roosevelt, donde en 1929 se entregaron los primeros premios Oscar de la historia.
Otra cosa es el Teatro Chino de Hollywood Boulevard. La propia fachada te transporta a lo que se dio a llamar “la magia del cine” y por supuesto, están las huellas, esta vez sí, de los más grandes. No puedo evitar el poner mis manos en las huellas de Dean Martin, de Al Pacino o del mismísimo Frank Sinatra. Y aunque ni siquiera este lugar está exento de concesiones a la comercialidad más actual (había, por ejemplo, una losa con las huellas de los críos actores de Harry Potter), resulta de lo más interesante del paseo. Porque luego está el Kodak Theatre, donde se hacen las galas de los Oscar en la actualidad, pero está carente de personalidad y el interés se centra en la propia mitomanía. Para que os hagáis una idea, al lado del teatro hay un centro comercial y a veces es difícil distinguir dónde acaba el centro y dónde comienza el teatro. Este centro incluye, no obstante, un mirador hacia el mítico cartel de Hollywood, que está la hostia de lejos, aunque en el cine dé otra sensación.

Homenaje al gran Frankie

La última parte de la visita tiene menos interés. Se trata de un tour por Beverly Hills, para ver las mansiones y los cochazos de lujo, y acabar en Rodeo Drive, cuyo único interés reside en alojar las tiendas más caras de la ciudad. Un aburrimiento, vamos. Nos vale, sin embargo, para acercarnos a la parte de Santa Monica, así que en tan sólo media hora de autobús (y eso, en esta ciudad, es muy poco), nos plantamos en una de las míticas playas angelinas. Lo más gracioso es pasear por esas playas que había visto tantas veces en “Los Vigilantes de la Playa”, serie de la que me declaro fan, por lo menos de las primeras temporadas. El día está soleado y aunque ya no hace época de baño, sí hay gente tomando el sol o paseando. Por supuesto, aprovecho para tomarme fotos en las casetas de los vigilantes y frente al mítico 4×4 amarillo. Y un buen paseo nos lleva a Venice Beach.

Venice Beach es de los pocos sitios de L.A. que conservan su aureola hippie. Los hippies siguen viviendo allí, como antaño lo hicieron los beatniks (como Charles Bukowsky), aunque se trata de una zona que se ha degradado bastante en los últimos 20 años. De hecho, te recomiendan que vayas y pasees, pero que te largues antes de que se ponga el sol. Entonces el paseo lo ocupan las bandas callejeras, principalmente de hispanos. Y efectivamente, durante el día las bandas están por ahí, pero se entremezclan con una amalgama de hippies de la vieja escuela, jóvenes hippies, homeless (alguno de ellos también muy joven), tipos que tocan la guitarra, otros los bongos, pintores callejeros, vendedores de chorradas y muchas tiendas de camisetas, recuerdos, ropa, y tonterías varias. Me compro un par de camisetas rollo vintage de Led Zeppelin y de Rolling Stones muy guapas. Y hacia el final, está el gimnasio al aire libre donde muchos culturistas entrenan, como lo hizo en su día Gobernator. En esta zona también se junta mucho freak callejero, como uno que suelen nombrar en Popular 1, por aparecer en la peli documental de Perry Farrell, quien vivía en este barrio, que por cierto, le pegaba completamente. El tipo se pasea con sus patines tocando una guitarra eléctrica, y tuve el pequeño privilegio de verle. Y acabo descansando un rato sobre la arena, donde se supone que una vez se encontraron Jim Morrison y Ray Manzarek, y este último se quedó flipado de uno de los poemas/canciones que le cantó Morrison, y donde le propuso juntarse para hacer música.

El freak más popular de Venice Beach

Tras una tarde de playa, decido reencontrarme con un viejo amigo, Amoeba Records. Efectivamente, también hay una sucursal en L.A., en el 6400 de Sunset Blv. Lamentablemente, el material de oferta no es tan tirado de precio como en San Francisco, ni tan potente. Aún así, salgo con 8 CD’s al triste precio de 32 $, aunque me sabe a poco, después de lo de Frisco. Al salir son ya las 21h y mi estómago me pide cena. Justo enfrente de Amoeba hay un restaurante de fast food de la cadena Jack In The Box. En realidad no es tan diferente del mardonals hispánico. Pero sí hay algo distinto. En JITB las hamburguesas son más grandes y más buenas. Y el precio, más barato que en los burguers españoles. Y no quisiera cerrar el tema comida sin alabar una costumbre americana que se debería importar ya: el bottom-less glass. Aquí no te dan la bebida, te dan el vaso y tú mismo vas al expendedor de coca-cola (o lo que sea) y te lo llenas. Y si a media comida se te acaba, pues te lo vuelves a llenar. Esto suele estar disponible en muchos restaurantes, sean cadenas de comida rápida o sean pequeños establecimientos.

La mejor cadena de hamburguesas de la costa oeste

Y si ya he comprado y ya he cenado, toca tomarse una copa. Me apetece algo tranquilo, de modo que esta noche me decanto por el Cat Club. El Cat Club es relativamente nuevo, se abrió en 1999, al lado del Wisky A Go-Go, y pertenece al batería de Stray Cats, Slim Jim Phantom. Una vez más, mi sorpresa llega al entrar y ver lo pequeño que es. Tres mesas, una barra, un mini-escenario, y ya está. Vamos, que la sala Mephisto de Barcelona es bastante más grande. Sin embargo, está decorado con mucho gusto y resulta un local con encanto. Tiene un toldo negro a la puerta, que está decorada con motivos de leopardo. Dentro, esas características llamas pintadas en la pared, típicas de decoración rockabilly, y unas fotos de rockstars, bien colocadas y bien enmarcadas, y asientos en rojo. En definitiva, buen gusto.

Altamente recomendable

Esta noche toca un tipo que hace un show acústico. La música me recuerda al Brian Adams de los 80’s y él se parece a Tyla pero con 20 años menos. No está mal. Los siguientes son una banda multirracial que hacen un estilo intentando acercarse a Tom Waits pero con sonoridades rollo Radiohead. En fin, poner esos referentes resulta casi insultante, ya que son un auténtico coñazo. Así que estos tipos precipitan mi vuelta al hotel y a la postre, mi despedida de L.A., dándome cuenta de que tengo que volver a este lugar. Tal vez oiréis que L.A. no es una ciudad bonita. Incluso escucharéis que “no vale nada”. Es evidente que no es un lugar para pasear. Pero una ciudad con una oferta tan brutal de experiencias, de mitomanía, de arte, de música, de bares, de tiendas, de restaurantes, de deportes, de playas, y todo eso por no hablar de las posibles excursiones al desierto, a las montañas, etc… en fin, que tengo que volver algún día.

Canciones:

La Frontera: “Judas el miserable”
John Lennon: “Working class hero”
ZZTop: “La Grange”

31
May
07

Americano

Es el título de un tema que popularizó Brian Setzer en su cuarto disco con su Orquesta. Esta versión siempre me causó sorpresa. Para mí, esta era una canción que canturreaba de vez en cuando mi abuela, os hablo de hace cinco mil años. Claro, ver a Setzer cantar la misma canción que mi abuela, quieras que no, choca. Ella, sin embargo, cantaba la versión original, chapurreada, claro, en italiano. Se trata de un tema original de Renato Carosone, titulado Tu vuo fa l’americano (Quieres hacerte el americano). En su versión original combina un jazz muy primitivo con la tradición europea/italiana. Y la letra es muy divertida. Os dejo un extracto, para que cantéis…

Tu vuò fa l’ americano!
mmericano! mmericano
siente a me, chi t’ ho fa fa?
tu vuoi vivere alla moda
ma se bevi whisky and soda
po’ te sente ‘e disturbà.

Tu abballe ‘o roccorol
tu giochi al basebal ‘
ma ‘e solde pe’ Camel
chi te li dà? …
La borsetta di mammà!

Tu vuò fa l’ americano
mmericano! mmericano!
ma si nato in Italy!
siente a mme
non ce sta’ niente a ffa
o kay, napolitan!
Tu vuò fa l’ american!
Tu vuò fa l’ american!

En el siguiente vídeo, podeis ver una versión de Carosone en una película del 58, Totò, Peppino e le fanatiche… de la película poco puedo decir, pero la canción mooola (por supuesto, es un rollo muy diferente a la versión Setzer).

No hace mucho, también se pudo ver en una sala grande otra versión de la misma canción, más fiel a la original, no en vano estaba ambientada en la Italia de los 60’s, os hablo de El Talento de Mr. Ripley:

Esa película me gustó mucho. Obviamente, la historia, original de la gran Patricia Highsmith, ya lo ponía fácil. Pero incluso actores que luego no se han destacado especialmente por sus interpretaciones, lo bordaban en esta cinta, hablo de Jude Law, Gwyneth Paltrow o incluso ese inexpresivo Matt Damon. Esa historia que se torna truculenta poco a poco, esa ambientación de la italia de primeros de los 60’s, con toda la luz en la parte inicial, y la oscuridad de la ambientación en la segunda mitad, coincidiendo con la historia explicada. Muy recomendable.

Canciones:

Blue Cheer: «Out of Focus»
Simple Minds: «Don’t you forget about me»
Kortatu: «Sarri, sarri»

26
Abr
07

Rock n’ Roll

Esto de los looks al final acaba siendo algo ridículo. Lo que hoy es lo más, mañana es completamente absurdo. Y que tire la primera piedra aquel que nunca se dejó influenciar, en mayor o menor medida por las modas (de la tendencia que sea). Ok, como de mentirosos y pudorosos está el mundo lleno, hoy me apetece recordar una estética que si bien hace tiempo que ya nunca veo, siempre me encantó. Me refiero a la estética rocker, rockabilly o rock n’ roll 50’s.

Quede claro que si no te interesa la el rock n’ roll de los 50’s nada de esto tiene mucho sentido, pero dudo que nadie que vista como un rocker no disfrute con un disco de Buddy Holly. Me encanta esa estética tan peculiar, tan glamourosa. Un buen rocker debe llevar tupé y gomina (o brillantina, como lo traducían en algunas películas cutres). Con el tupé hay que tener cuidado, porque si no, la cosa puede parecer algo ridícula. No es tan difícil, sólo hay que fijarse en el Elvis de esa época, en Eddie Cochran, o incluso al rocker más genuíno, James Dean en Rebelde Sin Causa. Con las patillas ocurre lo mismo, necesarias, pero nunca excesivas. Pero lo mejor viene en la ropa: Las camisas, brillantes, con bordados, o bien camisas lisas de tonos verdes o rojos… imprescindible camiseta blanca debajo, en el caso de estas últimas. Depende de si se va al Drive-in con los colegas o a bailar con Jenny. Camisetas lisas blancas o negras, ajustadas, pero sin llegar al afeminamiento. Los pantalones, generalmente tejanos oscuros, opción dobladillo hacia fuera. Si se va a bailar con Jenny, pantalón de pinzas negro o incluso blanco. El calzado puede ser unas botas de motorista, unas bambas converse (negras o azules, nada de tonterías) o mi favorito, para ocasiones especiales, unos fantásticos zapatos de gamuza, negros o blancos. La chaqueta, cazadora de cuero negro o se admite la variante cazadora tipo James Dean (Rebelde Sin Causa otra vez!!). Ojo con las americanas con bordados en las solapas, que no todo el mundo es Jerry Lee Lewis. Lo de los sombreros de vaquero no me convence, las gorras de motorista sólo pueden no parecer ridículas en la cabeza de Marlon Brando, así que como mucho, gorras de béisbol o gorritos de lana de estibador, en el caso de que uno no esté convencido de su tupé.

Rubio americano perenne y encendedor metálico imprescindibles. Lo del peine el en bolsillo de atrás siempre me pareció paródico. Coca-cola en botellín con pajita asomando. Ford Mustang. Guitarras Guibson Les Paul… hace falta que siga???

Stray Cats: reviviendo los 50’s tres décadas más tarde

Ok, seguro que desde fuera puede parecer una estupidez. Pero siempre me ha gustado mucho esta estética. De hecho, cuando tenía doce o trece años soñaba con ser un rocker y tener una pandilla de amigos como en la película “Rebeldes” de Francis Ford Coppola. O como en “Grease”, que aunque ahora me parezca ridícula, fue la primera película con la que me fascinó el rollo 50’s. Luego vino el grunge y la era alternativa, y lo cambió todo.

Y es que el rock n’ roll de los 50’s nunca ha dejado de estar considerado como el verdadero rock. Y aunque no cambiaría mis discos de los 60’s/70’s/80’s/90’s por nada, parte de razón no les falta. Los punkies fueron los primeros en reivindicar a los 50’s, prueba fehaciente está en los Ramones. Pero el movimiento Rockabilly de finales de los 70’s y los 80’s hizo que en ciudades como Barcelona no fuera raro ver tupés. Hablo, por supuesto, de los grandísimos Stray Cats. Y por qué no reivindicar a las dos grandes bandas rockers de Barcelona, me refiero a Loquillo y Trogloditas y a Los Rebeldes. A mi hermana mayor le encantaban Los Rebeldes, y a decir verdad, sus discos, escuchados hoy en día, no están nada mal. A mediados de los 80’s, películas como La Bamba, Gran Bola de Fuego, Regreso al Futuro o Rebeldes volvieron a poner de moda el look 50’s. Claro que también era la época en que George Michael se disfrazaba de rockabilly homo con gafas de espejo, lo cual tampoco es que aporte mucho al estilo.

La música de los 50’s era grande. Cualquier recopilatorio (no olvidemos que en esa época se llevaba el single, no el LP) puede hacerme feliz unas horas, aunque es una pena la ínfima calidad de alguno de ellos (en lo que a sonido, presentación y datos se refiere, la música es impresionante). Y su estética asociada me parece más reivindicable que muchas otras. Aunque lamentablemente, a menudo se mezcla entre el garrulismo motero y la cutrez, por no hablar de las conexiones neonazis, un día os he de hablar de un local al que fui en Copenhagen. La última vez que ví una reunión de rockers de la vieja escuela en Barcelona fue en el último concierto de Brian Setzer en Razzmatazz. El concierto fue insultantemente corto, y si no fuera por la profesionalidad de Setzer, que lo maquillaba, casi diría que desganado. Pero esa reunión de rockeros me recordó cuando en mi barrio todavía podías ver a grupos de orgullosos rockers urbanos.

Canciones:

Los Rebeldes: «Mía»
Stray Cats: «Rumble in Brighton»
Eddie Cochran: «Summertime Blues»

24
Dic
06

Santa Claus is coming to town…

24 de diciembre. Supongo que no soy más que un romántico, o que mi madurez, una vez más, da muestras de estar bajo mínimos, o que soy un animal domesticado por esta sociedad corrupta y vendida al vil metal. Pero me gustan las navidades. Me gusta este punto hortera que tienen. Me gusta recibir regalos y hacerlos a quienes aprecio. Me gusta hincharme a comidas pantagruélicas y dulces varios. Me gusta ver los especiales de navidad de Los Simpson. Me gustan mucho los estándares navideños americanos. Este año hay dos discos que me tienen absorbido. Uno repite posición, “Boggie Woogie Christmas” del gran Brian Setzer con su Orquesta, el otro es “Christmas” del no menos grande Chris Isaak, un tipo al que se le echa mucho de menos en el circuito musical de discos/giras, que tiene muy abandonado a favor de su faceta de actor y presentador de la tele. Un año más, tengo varios días de vacaciones en estas fechas, lo cual, obviamente no está nada mal. El tema familiar no me agobia, mi familia es poca y mal avenida, por lo que las reuniones no son muy diferentes en número de las que se podrían hacer para un cumpleaños, por ejemplo.


Pero puedo entender que haya gente que se sienta agobiada en esta época. En general el ambiente se pone muy pesado con el tema de la paz, el amor y la felicidad, y hay estados de ánimo en los que sencillamente, no estás feliz, ni quieres a nadie, y la paz te importa un carajo. También entiendo que puede resultar aburrido si has de tragar con soporíferas reuniones de familiares varios que no pueden significar menos en tu vida.

Hay una cosa que jamás he tragado, y son aquellos que se critican la realización de obras benéficas en navidades, subrayando que necesidad hay todo el año. Eso lo podría aceptar de alguien que realmente sea altruista y haga todo este tipo de donaciones o acciones benéficas constantemente a lo largo del año. Pero lo más cómico es que en general, los que realizan esas críticas contra los altruistas ocasionales navideños no son altruistas profesionales de todo el año. Al final no deja de ser criticar por criticar.

La intención para hoy era escribir un cuento. Un cuento de navidad. Pero sin espíritus ni moralinas, ni borrachos solos bebiendo en un sórdido bar mientras ven pasar a las viejas camino de la misa del gallo. Pero no he sido capaz. Así que se ha quedado en nada. Lo que sí que voy a hacer es un top five de las mejores canciones/versiones navideñas:

1.- Chris Isaak: Santa Claus is coming to town

2.- Harry Connick Jr. : Sleight Ride

3.- Otis Redding: Merry Christmas Baby

4.- Brian Setzer: Jingle Bells

5.- Frank Sinatra: Little Drummer boy




abril 2023
L M X J V S D
 12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930

Sígueme en Twitter

Categorías