El problema de la realidad es que no mola nada. La ficción, eso es lo bonito. Las historias, las habladurías, los recuerdos edulcorados, los sueños, las imaginaciones, las versiones pasadas por el prisma del tiempo, los chismorreos y los “creo que”… todo ello es siempre mejor que la realidad, que suele ser siempre decepcionante. Una noche de fiesta es siempre mejor cuando se recuerda al cabo de unos meses, y ya no digamos cuando se explica, con unas cuantas cervezas sobre la mesa. Como el sexo. Por poner un ejemplo idiota.
Cuando uno visita los sitios tiene que recordar siempre que un lugar no es sólo una localización geográfica, sino una conjunción de factores, a menudo más relacionados con lo que se cuece en nuestra cabeza, corazón, alma, tripas o entrepierna. Como decía el otro día referente a mi visita a Sky Valley, “el desierto es un estado mental”. De verdad que no recuerdo de quién es esa frase, lo mismo no es de nadie más que mía, y me está ocurriendo como a Paul McCartney cuando compuso “Yesterday” (Al parecer, Macca despertó un día con unos acordes en la cabeza y se puso a tocar la celebérrima melodía, pero, pensando que tal vez era una melodía de alguien, y que simplemente la había recordado sin ser capaz de situarla, anduvo preguntando a la gente de su entorno musical si la conocían o les sonaba de algo. No quería escribir todavía su letra hasta no tener la seguridad de que no le había traicionado el subconsciente). En fin, el desierto es un estado mental, frase que, si es original mía, cedo a la humanidad. Y casi podría decir que cualquier lugar es un estado mental.
Surfdog bar en Encinitas (by @carloskarmolina)
El otro día volví a Encinitas, un pueblo costero al que acudí hace unos años, no muy lejos de San Diego, y que me había encantado. Había pasado una tarde de playa estupenda y guardaba un gran recuerdo de ella. Sin embargo, cuando volví el domingo pasado a ese lugar, me llevé una decepción. En pueblo, seguramente, no habría cambiado tanto, sino yo. No eres tú, soy yo. Y mis circunstancias.
Aunque para no cerrar de modo negativo, diré que por casualidad me metí en un bar de aires surferos, y una vez superada la decepción de que no servían cerveza, y que tenía que conformarme con un puto smoothie, advertí que se trataba de un local que pertenece a la disquera Surfdog, discográfica independiente pero que publica (y por ello la conozco yo), entre otros, los discos de Brian Setzer y lo último que se publicó de los Stray Cats, un directo que recogía su gira de reunión. Así que en el fondo, no estuvo tan mal. Alzo mi vaso de Dr. Pepper en vuestro honor.
Canciones:
The Heartists: “Belo Horizonti”
The Walker Brothers: “The Sun Ain’t Gonna Shine anymore”
Los Rolling Stones son una banda de rock. Esa es una obviedad. No solo son “una” sino que tal vez, incluso, debería decir son “la” banda de rock. Por eso quisiera centrar las siguientes líneas en una faceta que mucha gente desconoce, y es la de los Rolling Stones como banda de pop. Fue hace mucho tiempo. Además, sin duda, habrá una mayoría de entendidos o de fans que calificarán esos escarceos como fruto de una banda que estaba, todavía, tejiendo su propia personalidad. Y parte de razón no les faltará.
Aquello sucedió entre 1966 y 1967. Aproximadamente. Si se considera que la primerísima etapa stoniana, la de grabar una mayoría de versiones de blues, rock y R&B, fue una etapa de purismo (1963-1966), y que los Stones “de verdad” nacen con discos como “Beggar’s Banquet” (1968), nos queda un período de indecisión intermedio.
Ésa era la imagen…
Muchas cosas pasaron entre esos dos años que pudieran hacernos entender ese cambio de tendencia, aunque fuese de modo temporal. Por un lado, tenemos el hecho de encontrarnos a una banda que decide ya no grabar versiones sino canciones propias, y que crece desmesuradamente. Por otro lado, está también la influencia del momento. Los Stones pasan de ser una banda de rock a ser superestrellas, a codearse con la gente guapa, a ser admirados, pero también perseguidos. Es en 1967 cuando tras una redada en casa de Keith Richards, detienen a éste último y a Mick Jagger y les colocan a un paso de sufrir una injusta, por ejemplarizante, condena de cárcel por devaneos con drogas. 1966 es el año de gran explosión de lo que se dio en llamar el “Swinging London”, y los Rolling Stones pasaron a formar parte de ello.
Pero aún hay más. El desarrollo como multi instrumentista de Brian Jones, especialmente latente en el LP “Aftermath” (1966) abrió posibilidades a incluir algo más que la clásica estructura guitarra-guitarra-bajo-batería. Finalmente, la aparición de discos como “Pet Sounds” de los Beach Boys (1966), el celebérrimo “Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band” de los Beatles (1967) y el debut de Pink Floyd “The Piper At The Gates Of Dawn” (1967) influye poderosamente al grupo, que en esa época es más permeable que nunca.
Muy gráfico…
Finalmente, podríamos destacar que los problemas con las drogas, y por ende, con la justicia, de Brian Jones hacen que el grupo no pueda girar en USA, ni en varios otros países fuera de su Reino Unido natal, por lo que la actividad sobre los escenarios baja. Y ya sabemos que cuando un grupo vive de gira en gira y de escenario en escenario, suele endurecer su sonido y, hablando en plata, rockear más, mientras que el estudio da más posibilidades para la experimentación con otras sonoridades.
De este modo, las primeras incursiones stonianas en el pop más típicamente sixties británico lo podemos encontrar en singles como ese “Have you seen your mother, baby, standing in the shadow?”, en donde una corte de trompetas y trompas acompañan a una estructura más o menos clásica. Es 1966 y definitivamente, aquello no suena a blues por ninguna parte. Otra nota más clara podemos encontrarla en una de las canciones más célebres de su LP “Between The Buttons”, también un ejercicio de brit-pop 60s que fue “Ruby Tuesday”. Esos arreglos clásicos y ese estribillo que reina en la canción no son, definitivamente, el estilo de lo que conoceríamos como el rock stoniano.
La portada y el título del recopilatorio de 1967, “Flowers”, no dan pie a equívoco. Aunque los temas recogidos no lo son, ese estilo es puramente pop psicodélico. En ese 1967 publicaron también un single con dos canciones que seguían esa senda que se comenzaba a trazar, “We Love You” y “Dandelion” (caras A y B, respectivamente). No aparecieron en ningún LP, si bien constituyen un ejercicio de estilo. Coros, pianos, guitarras en segundo plano, arreglos de orquesta, aires orientales… lo teníamos todo.
El paso final acabó siendo un LP que todo el mundo calificó como “la respuesta de los Rolling Stones al “Sergeant Pepper’s” de los Beatles”, si bien, personalmente, le vería más relación con el debut de Pink Floyd: “Their Satanic Majesties Request”. El título es genial, la portada es una maravilla psicodélica, y solo por ello, vale la pena la adquisición en formato vinilo. De la música, qué puedo decir… Durante años consideré que lo mejor del disco era su portada. Lo reconozco, se les fue de las manos, y ¾ partes de su duración es insoportable. Efectos, guitarras casi inexistentes, theremin, coros,… Hay, no obstante, tres joyas que no puedo dejar de mencionar. En primer lugar, la preciosa “She’s A Rainbow”, donde el piano de Jack Nietsze suena como una delicada caja de música, o la inquietante “In Another Land”. Y desde luego, también, “2000 Light Years From Home”, quizás la pieza más rockera del álbum. Lo demás, pasa entre lo aburridillo y lo insoportable. Esa es mi opinión, pero viendo la increíble versión que Ace Frehley en Kiss se marcó de un insulso tema del disco, “2000 Man”, igual estoy equivocado y hay mejor material de lo que parece.
La pregunta sería, ¿cómo dos tíos como Keith Richards y Brian Jones, tan ajenos, en apariencia, a estas zarandajas de las modas, cayeron en ella? Dejo a Mick Jagger al margen, por ser estilísticamente más abierto y porque al tío Mick la fama siempre le ha perdido. Pensemos en Brian Jones, un verdadero purista del blues a quien las canciones de Jagger y Richards no le acababan de satisfacer. Pues sorprendentemente, parece ser que no quedó insatisfecho con “Their Satanic…”, puesto que por esa época descubrió la psicodelia californiana, que le encantó. Y de todas formas, apenas tenía ni voz ni voto en los Stones, por lo que ya no los consideraba como su banda y se podía permitir el lujo de experimentar. En cuanto a Richards, a pesar de su eterna pose de rockero malote, siempre ha sido más permeable y abierto de lo que jamás le ha gustado reconocer.
El batacazo ingente que se pegaron con “Her Satanic Majesties Request” hizo que se replantearan el sonido. Así mismo, los tiempos corrían que se las pelaban, y las alegres canciones pop de 1966-1967 daban paso a sonidos más duros y más oscuros, como el hard rock blues, que se puso de moda. Y ya nunca más practicaron ese pop de sonido más estándar pero de bonita factura. Lo bueno estaba por llegar, claro, pero yo no despreciaría nunca esa época.
El asunto de los discos recopilatorios es, a veces, peliagudo. Yo no les tengo especial inquina, en su momento me sirvieron para meterme en la música de varias bandas, y sí, lo reconozco, algunos otros grupos, los puedes despachar con un buen recopilatorio. Por ejemplo, no hace mucho compré uno de Spencer Davis Group. Y bien, oye. Yo siempre he dicho que el mejor disco, sin dudarlo, de Lenny Kravitz, es aquel grandes éxitos que publicó hace ya demasiado.
En el caso de los Rolling Stones, sin embargo, no funciona. Los Stones tienen material como para ir comprando uno a uno todos sus LPs. Y eso que existen muchos recopilatorios de la banda en el mercado, si bien únicamente los correspondientes a su 40 y su 50 aniversario son completos. Cosas de las discográficas. Por todo el mundo es sabido que la música del grupo hasta 1971 se publicaba en el sello Decca o ABKCO, con quienes la banda rompió relaciones de un modo poco amistoso (no sin razón: eran unos piratas de cuidado), y a partir de ese momento, el resto de sus discos salieron bajo Rolling Stones Records, que fueron distribuidos por Atlantic, por Polydor, por Virgin o por EMI. Eso provocaba que hubiera discos de grandes éxitos que no contenían, por ejemplo, “Honky Tonk Women” (1969), y otros que no contuvieran “Miss You” (1978). Costaron años de negociaciones (e imagino que bastante dinero) para que la Decca cediera “sus” canciones a recopilatorios que se publicaran bajo Rolling Stones Records, a saber, los mencionados para sus 40 (“Forty Licks”) y 50 (“Grrrrr”) aniversarios.
A la izquierda el recopilatorio del 40 aniversario. A la derecha, la del 50 aniversario. En cuestión de portadas, salimos perdiendo…
Pero aún a riesgo de contradecirme, hay un recopilatorio que recomendaría a todo el mundo que se hiciera con él, tanto los que comienzan con la música de la banda, como aquellos que ya tienen sus LPs. Me refiero al triple disco “Singles Collection – The London Years”. Este disco contiene todos sus singles, caras A y B, que se publicaron desde su inicio, en 1963, hasta su ruptura con la Decca en 1971. A los no iniciados les proporcionará el acceso a temas míticos del grupo, si bien la cosa acaba en la cresta de la ola, obviando todo el material posterior a “Sticky Fingers” (tampoco incluido), que es mucho obviar. Al fan completista también le interesará, porque al incluir los singles, contiene varios temas que no se encuentran en los LPs de la banda.
Efectivamente, hasta finales de los 60s, lo que primaba era el single por encima del LP. Y, sobretodo al principio, el disco no era más que un material de apoyo a lo verdaderamente importante, el single. Si a eso le sumamos el hecho de que los primeros discos de los Stones contienen colecciones de temas distintos en sus versiones para UK y para USA, el resultado es un galimatías de cuidado. Pongamos por caso el celebérrimo “(I can’t get no) Satisfaction”, probablemente el tema más popular de los Rolling Stones. Pues bien, sólo está incluido en el disco “Out Of Our Heads” (1965) pero en su versión USA, mientras que no está en la versión UK.
EL recopilatorio…
Por todo ello, y porque yo soy muy fan de la etapa Decca, no puedo dejar de recomendar este “Singles Collection – The London Years”. Podemos apreciar unos Stones muy pipiolos, muy puristas en el R&B y el Rock n’ Roll, a unos Stones bebiendo del pop británico más sesentero, a unos Stones dejándose influenciar por la psicodelia y a unos Stones, finalmente, encontrando algo que podríamos considerar como “su sonido”.
Así, abre esta colección de canciones la que fue su primera grabación, una fresquísima versión del “Come On” de Chuck Berry, sí, lo habéis adivinado, no incluida en ningún otro disco del grupo. También podemos encontrar el “I Wanna Be Your Man” que les cedieron Lennon y Macca, y efectivamente, inédita también en los LPs. O algo parecido ocurre con “Not Fade Away”.
Aunque no sólo singles inéditos de la primerísima época del grupo se encuentran. También hay rarezas de su etapa más sesentera-pop como las caras A y B del single que publicaron en agradecimiento al apoyo prestado tras el arresto de Jagger y Richards después del affair en Redlands, “We Love You” y “Dandelion”, dos muestras de que los Rolling Stones se acercaron a la psicodelia con bastante más gracia de lo que se suele decir.
Imágenes de la ficha policial de Jagger tras su arresto por el escándalo de Redlands.
Quizás el disco 3 de este triple recopilatorio podría calificarse de más “convencional”, al incluir clasicazos como “Brown Sugar”, “Street Fighting Man” o “Wild Horses”, pero también contiene alguna sorpresa, como el single “Memo From Turner” que publicó Mick Jagger en solitario para la banda sonora de la película Performance.
En definitiva, creo que queda claro que merece la pena hacerse con este “Singles Collection – The London Years”. Éste es el recopilatorio de The Rolling Stones que hay que tener.
Hoy el trabajo me ha llevado a Hamburgo. De hecho, llegaba por estos lares anoche, y sólo ciertos problemillas técnicos me impidieron actualizar el blog. Superados los mismos, podemos volver a Hamburgo, ciudad que durante una época frecuenté, también por motivos laborales. Durante unos años viajé a Hamburgo al menos un par de veces al año. De eso hace ya bastante, y la sensación de dejà vu que he tenido en esta ocasión, tanto tiempo después, ha sido agradable. Lo digo aquí y ahora: me gusta Hamburgo! Ya hablé de ello hace bastante tiempo por aquí.
Tras la jornada laboral de hoy, he vencido a la pereza y he salido a las calles. Y eso que anoche fue una noche malísima, por culpa de esa costumbre tan centroeuropea de tener, como única ropa de cama, un edredón, en pleno mes de julio, de manera que si me tapaba, pasaba un calor tremendo, y si me destapaba, acababa teniendo frío. Y así me he pasado toda la noche, peleándome con mi edredón. Pero creo que alguna vez lo he comentado, cuando uno viaja por trabajo, ha de vencer a la pereza y a las obligaciones, y buscarse un rato para poder visitar el sitio donde está.
Hoy he seguido mi técnica de turismo de tienda de discos. Por tener un punto de búsqueda, más que nada. Así que he dado a parar en Burnout Records, una tienda bastante interesante, aunque con un grueso de material en vinilo. Y no pensaba comprar vinilo, voy ligero de equipaje, para este viaje, y cargar con una bolsa de vinilos en mi vuelta mañana, Hamburgo-Frankfurt, Frankfurt-Barcelona, no es lo recomendable. En su lugar he acabado teniendo un pequeño arrebato consumista en formato CD: Stooges, Band Of Horses, 13th Floor Elevators y un recopilatorio de la Vampisoul… ay…
Una de las tiendas cachondas de Sternschanze: Planet Nerd!
La tienda esta en Sternschanze, y de camino, bajando por Budapester Straße se llega a St. Pauli, la zona más interesante de la ciudad, con mucha actividad de ocio y cultural. El día era estupendo para pasear y empaparse un poco del ambiente. En esa zona todo eran referencias al club de fútbol local, el St. Pauli FC, que ahora milita en la 2ª división de la Bundesliga. Poco importa, cuando se trata de un equipo que sale al campo mientras suena “Hells Bells” de AC/DC y su afición se postula claramente como antifascista, anarquista, comunista y socialista, y adopta como emblema la bandera negra con la calavera y las tibias cruzadas. En contraposición, claro, está el Hamburgo SV, club más grande, sus archienemigos.
Banderas del St. Pauli FC… OI!
Y bajando un poco más, se llega a la arteria que es Reeperbahn, la zona más golfa. Curiosamente, se concentran varios teatros, pero también enormes sex shops, peep show, lap dance halls y bueno, ahora que la prostitución en Alemania es legal, pues también putiferios. Y por supuesto, todo tipo de bares, tabernas y clubs. Mucha actividad nocturna, y desde hace décadas. Por todos es conocida la etapa en Hamburgo de The Beatles, que se describe de forma magistral en este artículo de Jot Down Magazine. No sólo los Beatles, sino también, por ejemplo, unos grandes del rock sesentero español, los muy reivindicables Los Salvajes también tuvieron su (breve) etapa en Hamburgo.
Te lo dice el maestro Yoda
Y para acabar el paseo, nada mejor que recalar en uno de los múltiples locales para cenar currywurst, un plato a base de lo que conocemos como salchichas de Frankfurt con salsa de curry y patatas fritas, regado con una buena jarra de cerveza. Así, sí.
Por petición popular de los cientos de miles de lectores de NDK, he decidido retomar una de las sagas más exitosas de este, vuestro blog favorito: los Jitazos Fugaces. Para ver más, especialmente para aquellos que se han incorporado a esta página en los últimos meses, sólo teneis que hacer click en la etiqueta Jitazos Fugaces(ahí, a la derecha). Para recordar qué eran los Jitazos Fugaces, y en una suma de egocentrismo y vagancia, me permito autocitarme:Ahhh, la maravillosa idiosincrasia del mundo de la música. Unos días estás arriba del todo y cuando menos te lo esperas, el batacazo puede ser de órdago. Y es que no es nada extraño el toparse con una banda o artista que de repente, parece surgir de la nada con una canción, unos pocos minutos en los que concentra su arte y resulta ser su cenit creativo. Los dioses son favorables, ese día la luna está en su séptima casa y Júpiter se alinea con Marte, y resulta que esa canción acaba sonando en todas las radios y el pertinente videoclip aparece en la MTV y otros programas televisivos musicales. Sin embargo, la alegría es efímera, y tan rápido como ascendió, esta banda cae en el más cruel de los olvidos. Desde luego que antes habrá intentado mantener su fama más allá de los 15 minutos warholianos con un segundo single, que obviamente gusta a muy pocos y se pierde en la más cruel indiferencia. Algunos osados incluso lo vuelven a intentar un par de años más tarde, con un disco nuevo, en este caso la indiferencia suele ser aún más cruel, y el mensaje viene a ser “déjate de tonterías y toca otra vez XXXX”. El inglés, que sin duda es una lengua muy ágil, tiene para estos menesteres una expresión divertida: One Hit Wonder.
Esta pretende ser la primera entrega de una serie dedicada a algunos de estos One Hit Wonders, o como lo prefiero yo, Jitazos Fugaces. En ella hablaré de esos que parecían predestinados a comerse el mundo y acabaron siendo carne de recopilatorio anual y de emisora de radio tipo M80 o Kiss FM. Pero lo más curioso del tema es que algunos condensan en 3 minutos más gracia, más chispa, más calidad y más atractivo que carreras enteras de 15 LP’s. Otros jitazos fugaces tienen una gracia para los que disfrutamos del kistch, un eufemismo como otro cualquiera para denominar a la caspa. Otros tienen un videoclip divertido. Otros nos teletransportan a una época en concreta. Y otros son absoluta basura.Y para retomar esta ya entrañable saga, nos topamos con una cancioncilla pop que triunfó en la época de las guitarras saturadas, y de nombre lisérgico: Lemon Tree, de Fool’s Garden. Esta aborrecible canción, de tonada peligrosamente adictiva, surgió a la luz en 1995, y sus autores, los alemanes Fool’s Garden decían querer ser «los nuevos Beatles». Toma ya. En fin, qué se puede esperar de una banda de pop alemana?
Fool’s Garden se formaron en 1991 , pero la fama mundial (y afortunadamente efímera) les llegó en 1995, con ese «Lemon Tree» incluido en su disco Dish Of The Day. Así, de repente Peter Freudenthaler, Volker Hinkel, Thomas Mangold, Roland Röhl y Ralf Wochele se convertían en pasto de las radios y la MTV europea. Y luego desaparecieron de la escena. Pero no os creais, desparecieron de la escena europea, pero en Alemania todavía tienen el privilegio de poder disfrutar de la música de Fool’s Garden: efectivamente, esos mamones no se conformaron con reventar los charts en 1995, ni siquiera con probar suerte con un disco posterior, en 1997. No. Siguieron publicando discos, en 2000, 2003, 2005 e incluso en 2008. Hasta sobrevivieron a una crisis (en 2003) en la que se desmanteló la banda y fue el cantante Peter Freudenthaler (premio a quien pronuncie correctamente su apellido) quien continuó adelante, esta vez bajo el nombre de Fools Garden, sin apóstrofe, en un alarde de ingenio.
¿Significa esta logevidad que tal vez nos estamos perdiendo una carrera interesante? Personalemte lo dudo mucho. No deja de sorprender, no obstante, que sigan en activo tantos años después. El caso es que este Jitazo Fugaz en cuestión se puede llevar el premio a la letra más absurda, con versos como «Me pregunto cómo, me pregunto por qué/Ayer me hablaste del triste cielo azul / y todo lo que puedo ver es sólo otro limonero amarillo». Tiembla, Bob Dylan. Y es que puestos a hablar de limones y limoneros en una canción, casi mejor, me quedo con aquella que decía:
Mi limóm, mi limonero entero me gusta más Un inglés dijo yeah,yeah y un francés dijo oh lala
Bueno, os dejo con Fool’s Garden. Para que hagais memoria. Y luego podais olvidar.
Ojito, que esta es una entrada antigua, concretamente del 20 de noviembre de 2006.
La primera vez que escuché “While my guitar gently weeps”, el tema que George Harrison coló en el disco “The Beatles”, tuve una extraña sensación de familiaridad, lo que se dice un dèja vú. Fue hace muchos años, cuando descubrí la música de los de Liverpool gracias a esos recopilatorios rojo y azul, yo tendría 13 o 14 años.
¿Los mejores discos recopilatorios de The Beatles? Sin duda alguna!
En definitiva, me encontré con la sensación de que yo ya había escuchado esa canción. De hecho, no es sorprendente, ciertas canciones de los Beatles son tan populares y tan usadas que forman parte de nuestro substrato cultural casi sin darnos cuenta. El caso es que no es que recordase la canción en sí, sino los 30 segundos de intro de piano de la misma. Y no es que me sonara de haberla oído en la radio o algo así. Esa intro se usaba, tiempo atrás, como banda sonora de un anuncio de televisión de un limpiador de váteres. De eso estoy seguro, porque me hizo mucha gracia que para una canción que el bueno de Harrison colocaba entre la vorágine de Lennon & McCartney, resulta que para mi imaginario infantil queda relacionada con un producto de limpieza para inodoros.
Un hombre pegado a un sitar… y un limpiador de inodoros.
No recuerdo bien la marca, pero mi memoria acerca de tales productos sólo me lleva a Harpic y a Pato WC. Sabiendo que el spot del ánade aviador usaba la Cabalgata de las Valkirias, de Wagner, como BSO, la eliminación me lleva a Harpic. En aquel anuncio sonaba la intro de piano de “While my guitar gentil weeps”, con cierto aire dramático, mientras una voz en off nos amenazaba de los múltiples peligros de infección que podían comenzar por nuestro culo y (dada la gravedad con la que lo exponía) a buen seguro se extendería por nuestro cuerpo, provocándonos una muerte lenta y dolorosa. Por supuesto un buen chorretón de Harpic en la taza a tiempo nos salvaba de tamaño peligro. Y nadie mejor que el gran George, que en paz descanse, para musicar este asunto.
Canciones:
David Bowie: «1984» Seguridad Social: «El Viajero» The Black Crowes: «Locust Street»
Para cerrar mi particular «Trilogía sobre el futuro», me gustaría transcribir una cosa que leí en un libro el otro día. Se trata de una serie de predicciones que ciertas personas se aventuraron a hacer, con resultados más o menos jocosos. Y es que es realmente chungo esto del futuro…
«Los aviones son interesantes, pero no tienen valor militar» El Mariscal Ferdinand Foch. Estratega militar francés, 1911.
«Los caballos perdurarán, pero el automóvil no es más que una novedad, una moda» El presidente del Michigan Savings Bank, 1903, al aconsejar al abogado de Henry Ford que no invirtiera en la Ford Motor Co.
«¿Qué haría esta empresa con un juguete eléctrico?» El presidente de Western Union, William Orton, al rechazar la oferta de Alexander Graham Bell para vender su empresa de teléfonos en dificultades por 100.000 $.
«¿Quién demonios quiere oír hablar a los actores?» Harry Warner, Warner Brothers, 1927.
«No nos gusta su sonido. Los grupos de guitarras están desapareciendo» Del informe de Decca Records para rechazar a los Beatles, 1962.
«No hay ninguna razón para que un particular tenga un ordenador en su casa» Kenneth Olsen, fundador y presidente de Digital Equipment Corp., 1977
Y esta es mía:
«Chinese Democracy saldrá a la luz el 6 de marzo de 2006» Del entorno de Axl Rose.
«Chinese Democracy saldrá a la luz en 2006» Del entorno de Axl Rose.
«Chinese Democracy saldrá a la luz antes de 2009» Del entorno de Axl Rose.
«Chinese Democracy saldrá a la luz» Del entorno de Axl Rose.
Canciones:
Black Sabbath: «Hand of Doom» Guns n’ Roses: «There Was A Time» Man… Or Astroman?: «Manta Ray»
Hoy es domingo, el día se levanta con un cielo limpio y un sol insolente que asoma sin piedad ya desde buena mañana. ¿Habría acaso mejor momento para ir a Central Park? Aunque de entrada, la primera parada es en el Metropolitan Museum, a la postre, anexo al famoso parque. Cogemos el metro hasta la parada 86th St. y al salir el paisaje urbano ya ha cambiado. Las moles de oficinas son sustituídas por majestuosos edificios de apartamentos de lujo, con portero uniformado y toldo en la puerta hasta el borde de la acera, para no mojarse los Manolos cuando llueva. La clase de bloque donde viviría Sherman McCoy, de «La Hoguera de las Vanidades». Apenas hay gente por las calles, apenas hay locales comerciales. Solo esa ristra de porteros en cada portal, disfrazados de húsares.
El Metropolitan Museum es uno de esos museos gigantescos que más vale no pretender verlo entero en una jornada. Al final, con esta clase de museos, he optado por no obsesionarme. Busco aquello que me apetezca ver especialmente y paseo tranquilamente un rato, sin esperar ver todas las salas. De lo contrario, uno acaba cansado, agobiado de tanta pieza y sin disfrutarlas. En el caso del Metropolitan, no se puede hacer de otro modo. Su colección de Egipto es muy interesante, y cuentan con muchas piezas de la América precolombina, África y Oceanía, que no me interesan tanto. De casualidad, me topo con una exposición especial dedicada a los superhéroes, de modo que me acerco a verla. Se trata de unas muestras de trajes que se lucieron en las adaptaciones al cine de los superhéroes clásicos (el traje de Iron Man, el que lucía Michelle Pfeiffer en Batman Vuelve, el de Spiderman o el del Superman de Christopher Reeve), algo cutrillo más propio de un Hard Rock Cafe cualquiera, junto a una serie de trajes que diseñadores de moda han hecho ex-profeso basados en los superhéroes (diseños de Armani o de John Galliano, que me hizo recordar ese inmenso gag de Muchachada Nui, de Joaquín Reyes-Galliano y su ayudante Lucianete-Carlos Areces). En general, menos interesante de lo que esperaba. Con decir que era mucho más interesante los carteles con informaciones de cómo los superhéroes son derivaciones de los héroes de la mitología clásica y de mitos y leyendas perdidas en el tiempo, de sus connotaciones políticas, de su simbología, etc…, todo eso más que las propias piezas. Acabo el museo viendo la parte de arte contemporáneo (con bonitas piezas de Picasso, Dalí, Miró o Kandinsky) y de Pop Art (por ejemplo, la clásica imagen de la sopa Campbell de Andy Warhol).
Esta zona se llama Quiet Lane… un cachondo, el que le puso nombre
Tras unas horas en el museo, toca disfrutar del sol del mediodía en esa enorme extensión verde, sorprendente en medio de la ciudad, que es el Central Park. Los neoyorquinos toman el sol en el césped, pasean sus perros o sus niños, juegan, hacen picnic. Y lo cierto es que ese lugar invita a tomar tu espacio en el cesped y relajarse. Comemos por ahí tirados y doy buena cuenta de una siesta al sol, a la sobra de los árboles y con los edificios al fondo.
Con las fuerzas recargadas, el plan es pasarse por la zona homenaje a John Lennon, antes de marchar. Se llama, claro, Strawberry Fields, y está en el lado del parque más cercano al edificio Dakota donde vivía. La zona resulta ser algo decepcionante, está llena a rebosar de gente, de unos fulanos tocando canciones de los beatles con las acústicas, en plan kumbayá y con ese horroroso mosaico en el suelo donde se lee IMAGINE y donde la gente deposita flores. En fin, todo muy tópico. No soy un fan a muerte de Lennon, de hecho siempre preferí a McCartney, pero lo que me carga a más no poder es esa imagen del Lennon como una suerte de bonachón pacifista bobo y hippioso que todo el mundo recuerda, aunque es una realidad deformada. E Imagine es una de esas canciones que para poder volver a disfrutarla debería dejar de escucharla en una década, por lo menos. A la salida te topas con el dichoso edificio Dakota, que no deja de tener un punto inquietante, aunque al parecer, nada de eso parece importarle mucho a Yoko Ono, quien mantiene su apartamento allí.
Little Italy (o lo que queda de ella)
El siguiente objetivo es un paseo por la zona sur. Tomo metro hasta Tribeca, zona famosa por la implicación que Robert deNiro tiene en el festival de cine de Tribeca, y por comenzar a ser una zona de implicaciones arty. Sin embargo, por la tarde es una zona algo degradada y sin mucho interés. Caminando llegamos al Soho (o más bien la zona Soho-Noho-Nolita), y eso es otra cosa. Cafeterías, bares, tiendas de diseño bohemio-pijo se van sucediendo en unas callejuelas pequeñas y estrechas para ser NY, pero resulta ser un paseo agradable.
San Antonio protegge a noi
Tengo interés en ver Little Italy. O lo que queda de ella. Hace ya años que los italianos no se establecen en gueto, y además, sus vecinos de barrio resultan ser un gigante voraz. Little Italy está al lado de Chinatown, y en las últimas décadas, Chinatown ha ido absorbiendo al viejo barrio italiano. Mulberry St es la única calle que mantiene el sabor del viejo barrio, y alberga algunos bares que frecuentaban Lucky Luciano, Frank Sinatra o el último gran capo, John Gotti, que murió en prisión donde estaba desde 1990, como el Mare Chiaro. Cuando llego, resulta que hay una suerte de fiesta mayor del barrio, lo cuál se me asemeja quizás demasiado a las Festes de Sants, con la calle cortada, las paradas de salchichas italianas, las tómbolas o los puestecitos de feria. El aspecto de la calle te lleva directamente a las películas de Scorsese, y una cutrísima imagen de San Antonio corona la calle. Y uno, entre el gentío, no deja de buscar a Silvio Dante, a Paulie o a Tony Soprano. O por lo menos a sus homólogos de la vida real.
Canciones:
Reverend Horton Heat: «Party in your head» D-Generation: «She stands here» Afghan Whigs: «My enemy»
El otro día estaba viendo el primer capítulo de la serie de documentales The Beatles Anthology, una verdadera delicia para cualquier fan, y me trajo a la cabeza recuerdos. Recuerdos debido a la narración de la etapa en que los Beatles, antes de ser ese monstruo mediático pop en que se convirtieron con la salida del single «Please, please me», pasaron tocando en los tugurios de Hamburgo. Y recordé esa ciudad. Diablos, una gran ciudad!!
Hamburgo probablemente carezca de la fama y el prestigio de otras grandes ciudades europeas en general y alemanas en particular. No tiene esa aureola cool de Berlín, ni cuenta con la fama de Munich y su Oktoberfest. Ni falta que le hace. Hamburgo es una ciudad muy peculiar, de contraste entre una mentalidad cerril y cuadriculada más típicamente alemana combinada con un golferío y una fiesta como probablemente no haya en el resto del país. Y es que Hamburgo es el puerto más importante del país. Y eso, quieras que no, marca.
The Beatles en Hamburgo… gran imagen para un grupo… unos rockers!!
Aunque no limita con el mar, está a orillas del Elba en su desembocadura, que es totalmente navegable por todo tipo de barcos grandes. Claro, donde hay un gran puerto, hay muchos marineros. Y donde hay muchos marineros, hay tabernas, bares, alcohol (y otras cositas) y prostitución a mansalva. En ese sentido, en Hamburgo se respira un ambiente liberal en aspectos de sexo. Hamburgo es una ciudad repleta de sex-shops, abiertos 24 horas al día, bares de striptease y prostitutas. Ahora es muy fácil, Alemania legalizó la prostitución hace cosa de un par de años, o algo así. Pero cuando yo anduve por ahí, no os creáis que esos negocios eran una cosa de tapadillo.
Hamburgo es ante todo también una ciudad industrial. Durante unos cuatro años trabajé en una empresa con sede en esa ciudad, y por lo tanto, varias veces al año viajaba hacia allí. Y me gustaba ese aire canallesco de su zona portuaria y también de su barrio tabernero por excelencia: St. Pauli. Cruzado por su arteria principal, Reeperbahn, allí es donde se concentra todo su romanticismo marinero, hablando en plata, un barrio repleto de tabernas, discotecas, teatros, bares y sí, lo habéis adivinado, también sex-shops, locales de striptease y prostíbulos. Manteniendo su aspecto algo sórdido, pero sin llegar a resultar desagradable o poco recomendable andar por ahí. Desde luego, hay putas, borrachos, homeless y freaks varios, pero también cientos de miles de alemanes con ganas de beber y pasárselo bien.
Reeperbahn
Hamburgo es una ciudad que como casi toda Alemania cuenta con clubes techno, pero también es una ciudad que rockea. No en vano los Beatles, como muchos otros grupos británicos de primeros de los 60’s, curtieron su estilo tocando duro para los marineros en locales como el Club Kaiserkeller. Así, discotecas y pubs que pinchan rock todavía abundan por la zona. Recuerdo una noche de fiesta con otros compañeros españoles, bailando y cantando «Entre dos tierras» de Héroes del Silencio como si nos fuera la vida en ello, en un estúpido instinto de patriotismo estúpido, por aquello de que Zaragoza está más cerca de Barcelona, por aquello de entender algo en esa noche sin tener que pensar en inglés. Una buena noche. Después, un tentempié de madrugada en alguno de los inevitables e innumerables locales de comida turca, y a dormir, que el sol sale antes en esa zona.
En fin, cuando se viaja a Alemania muchas veces se piensa en los clásicos, Berlin, Munich, Colonia, Frankfurt… mi recomendación es no dejar pasar unos días en Hamburgo, poder ver una ciudad renacida de sus cenizas (no en vano la 2ª Guerra Mundial destrozó el 70% de la ciudad) y disfrutar de algunas noches de diversión.
Canciones:
The Beatles: «Twist & Shout»
Scorpions: «Rock you like a hurricane»
R.E.M. : «Sing for the submarine»
Llevo una temporada obsesionado por la música de los Beach Boys. Sin saber por qué, de repente me ha dado por repescar su material. Resulta una evidencia que hoy en día a los Beach Boys se les recuerda, generalmente, como un grupete de jóvenes que a principios de los 60’s hacían alegres canciones surf sobre playas, olas, coches, chicas y diversión. Esa es la primera imagen que aparece cuando se menciona este nombre. Esa, o la de un Mike Love con pinta de pureta horterilla, con una gorra de beisbol perenne y una camisa hawaiana, que es, a la postre, la imagen de la banda de los 80’s en adelante. Popularmente no es conocida esa etapa en la que los Beach Boys hicieron sombra a los mismísimos Beatles (y a The Byrds, y a Love, y a …) en el trono del pop. Poco importa, está claro que los Beach Boys y Brian Wilson en particular marcaron un hito casi insuperable en su etapa Pet Sounds-Good Vibrations-Smaley Smile, y es una verdadera tragedia para la música que Wilson se hundiera en su miseria lisérgica y psicológica cuando estaban en la verdadera cúspide.
La historia es más o menos conocida. En 1961 se crea la banda, formada por los hermanos Brian, Carl y Dennis Wilson, un primo suyo, Mike Love y un amigo, Al Jardine. El señor Wilson padre, músico frustrado, vio un filón en sus retoños, capaces de combinar unas armonías vocales que bebían del emergente pop y doo-woop que tenía por tótem a Phil Spector con la energía del rock n’ roll. Para darle más personalidad a la cosa, bebían de las fuentes del emergente surf rock. Aunque popularmente se les relaciona con el movimiento, The Beach Boys no eran exactamente un grupo de Surf Rock como lo podrían ser The Ventures, Surfaris, Jan & Dean o Dick Dale & his Dale-tones. Papá Wilson no era precisamente un padre amoroso, le daba al alpiste cosa mala y más de una yoya se llevaron sus hijos, y si no que se lo digan a Brian Wilson, quien se quedó sordo de un oído a causa de una de sus palizas.
De izquierda a derecha: Dennis Wilson, Al Jardine, Brian Wilson, Carl Wilson, Mike Love
Entre 1962 y 1965 grabaron la friolera de 10 LP’s, con muchos de sus clásicos por los que se les conocería toda la vida: Surfin’ Safari, Surfin’ USA, Surfer Girl, California Girls, Help Me Rhonda, Barbara Ann, … una discografía aclaparadora que además mostraba su capacidad para realizar versiones de clásicos (Then She Kissed Me, Why Do Fools Fall In Love, …). Esta es la etapa que todo el mundo tiene en mente. Lo curioso del tema es que los Beach Boys no eran surfers. El único que realmente amaba la playa y el surf era Dennis Wilson, el más carismático de los hermanos, si bien también considerado el que menos talento musical tenía. Para cerrar la historia con una paradoja, Dennis Wilson murió en 1983, accidentalmente, ahogado cuando practicaba buceo, de una manera bastante estúpida (desde la barca de un amigo, lanzaba objetos que luego bajaba al fondo a recuperar). Carl Wilson era el que tenía mejor voz, además suya es la voz aguda tan característica de sus armonías vocales. Pero sin duda alguna, el talento de la banda estaba en manos de un tipo tan genial como desequilibrado, Brian Wilson. Y debido a su carácter retraído, se complementaba muy bien con Mike Love, auténtico showman de la banda, capaz de darle la vuelta a las composiciones de Brian Wilson y dotarlas de una pátina de optimismo y diversión.
Por su visión más avanzada de la música de la banda, Brian Wilson era el que más chocaba con su padre. De hecho, en su autobiografía “Wouldn’t it be nice”, papá Wilson no sale muy bien parado. Como anécdota de la primera época cabe señalar el hecho de que Chuck Berry reclamó los derechos de “Surfin’ USA” por considerarlo un plagio de su “Sweet Little Sixteen”. No estoy yo por la labor de considerar si tenía razón o no, desde luego las composiciones son sospechosamente parecidas, pero el caso es que papá Wilson le cedió esos derechos, no sólo de la música sino también de las letras, lo cuál es totalmente absurdo. Todo eso sin decirle nada a su hijo Brian, compositor del tema, quien estuvo 25 años sin saber nada al respecto.
Portada de su obra cumbre
Los Beach Boys se habían convertido en un grupo tremendamente popular, en el grupo de América. Brian Wilson, sin embargo, no era una persona que disfrutara de la vida de músico, girando sin parar, de hecho, era Mike Love quien llevaba el peso en los conciertos. Ya en 1964 dio el primer aviso, y se negó a llevar ese ritmo de giras. Brian Wilson sólo participaría en algunos conciertos, pero para completar sus partes en las giras maratonianas, contrataron a un músico que se había creado cierto bagaje en la escena californiana, Bruce Johnston. Johnston estaría en la banda como miembro más o menos fijo hasta los 80’s.
Estaba claro que Brian Wilson quería llevar más allá la música de la banda. Dar un paso adelante y alejarse de las canciones de surf pop rock. De hecho, Wilson, quien con 21 años ya ejercía de productor, estaba muy interesado tanto en los experimentos de su adorado Phil Spector como en la nueva música que venía de Inglaterra con unos Beatles que habían logrado evolucionar. Aunque fans como Keith Moon de The Who jamás se lo perdonaron, la idea que tenía en mente Brian Wilson era tirar hacia el pop. Brian Wilson se había convertido en el cerebro y principal compositor. Sin embargo, no se puede decir que fuera un tipo equilibrado. Con tendencia a la depresión y a la paranoia autodestructiva, sólo le faltó entrar en contacto con las sustancias psicotrópicas. La cosa fue del siguiente modo: Cuando Brian Wilson escuchó el álbum Rubber Soul en el que los Beatles daban un paso alejándose de las alegres melodías pop-rock, se dio cuenta de que eso era lo que él quería para su banda. Y decidió experimentar al máximo, dando rienda suelta a sus instintos, lanzarse a la época psicodélica, buscar su propio Rubber Soul. El resultado es Pet Sounds, de 1966, el mejor disco de los Beach Boys y uno de los mejores discos de la historia. Esa evolución, sin embargo, no fue una cosa que sus compañeros de grupo acabaran de entender. De hecho, el nombre de Pet Sounds viene de una broma con mala uva que Mike Love le comentó a Brian Wilson, diciendo que esas tomas “raras” que grababan parecían música para perros. Brian, por su parte, recuerda esa época con algo de mosqueo. Declaró que “los beach boys sólo le querían para escribir canciones como churros”. El caso es que en Pet Sounds no hay ni rastro de surf pop rock. Es un pop psicodélico en el que Brian vació su alma. Experimentó con instrumentos, tempos, temáticas y armonías. Jamás las voces de los Beach Boys sonaron tan bien.
Foto promocional… no busquéis, no aparece Brian Wilson. El de la perilla es Bruce Johnston.
Temas como “God Only Knows”, “I know there’s an answer” o “Sloop John B.”rubrican uno de los hitos del pop de los 60’s. Una canción como “You still believe in me”, con esos timbres y bocinas de bicicleta como parte de la instrumentación es pieza clave para entender cómo habían cambiado las cosas.
CONTINUARÁ
Canciones:
The Beach Boys: «Surfin’ Safari» The Beach Boys: «California Girls» The Beach Boys: «You still believe in me»