Pues no os lo creeréis, pero al final el día ha sido menos interesante de lo que me esperaba. Es lo que tienen los viajes de trabajo. Constantemente oigo comentarios de amigos, conocidos y saludados diciéndome “qué suerte, te vas a Sudáfrica”. O a la República Checa. O a Qatar. Obviamente, se trata de personas que no viajan nunca por trabajo, o bien lo hacen una o dos veces al año, convirtiéndose este acontecimiento en algo particularmente excepcional. Ya os lo he contado alguna vez, viajar por trabajo, de un modo seguido y como parte de la rutina laboral, es algo mucho más prosaico y mucho menos interesante. Cuidado, no es que me queje. O por lo menos, no me quejo menos que cualquier otro profesional con otras circunstancias en su empleo. Y con la que está cayendo, pues mucho menos.
En fin, todo este rollo para decir que al final, de vuelta y turismo, más bien poco. Qué se le va a hacer. Todavía tengo mis esperanzas puestas en mañana. De todas formas, algo se ha podido aprovechar. Me han llevado a comer a un restaurante típico afrikaans. Íbamos mi compañero afrikaans, con otro desteñido, y con el zulú. El único negro del local. Todo lleno de banderas antiguas del país (que es como si fueras a un restaurante español donde lucieran la bandera española con el pollo) y con un horror de música tradicional neerlandesa del siglo XVIII, una suerte de polkas con un acordeón que se te metía en cerebro hasta hacerte odiar a los morenos. Eso sí, la comida, muy buena, y la cerveza, también. No dejaba de ser un asador de esos de pedazos inhumanos de ternera. Pero bien preparada. Ah, eso y boerewors, una suerte de botifarra hecha a base de vacuno.
De vuelta al hotel, iba con mi colega zulú, y me ha dado una vuelta, con el coche, por Pretoria. Es la capital administrativa, hasta hace 20 años, no se permitía la presencia de negros fuera de horas de trabajo. En apariencia, una ciudad norteeuropea enclavada en África. Pero eso sería en la época del apartheid. Hoy he visto una urbe llena de gente, negros, principalmente, por sus calles. Y definitivamente, el ambiente era distinto del que he visto en Sudamérica o en Oriente Medio. Y radicalmente distinto de Europa. Bullicio, sensación de caos, mierda acumulada, colorido, mucho movimiento, una cierta sensación de peligrosidad, sí, no lo negaré.
Y en el coche, con el zulú, le he preguntado abiertamente por el racismo. No me había atrevido a hacerlo delante de los blancos. El tipo se ha sincerado y me ha dicho que todavía hay bastante. Me ha remarcado, eso sí, que en tan sólo 20 años (recordemos que las primeras elecciones por sufragio universal en el país fueron en 1994) ha habido un profundísimo cambio. “Más que en USA” me apuntaba. Lo cual no deja de ser cierto, si se consideran los 50 años que llevan en USA en la lucha por los derechos civiles y los resultados. La situación no es comparable, claro. En Sudáfrica, un 75% de la población es negra.
Y al final, esto es lo que me llevo. Una persona muy cercana a mí, que también había viajado mucho por trabajo me lo dijo una vez. “Aprovecha lo que puedas, porque al final, las experiencias que vives, lo que acumulas… eso es lo que te llevas. El dinero se gasta. Y el trabajo, es sólo trabajo”. Pues eso.
Canciones:
The Chesterfield Kings: “Up and Down”
Frank Sinatra: “Send In The Clowns”
Lloyd: “Dedication to My Ex (Miss That Pussy)”