Archive for the 'deporte' Category

31
Oct
13

10 cosas hipsters que me gustan

Bien, bien… parece ser que mi texto de ayer levantó cierta polvareda. De todas formas, mis queridos hipsters, esperaba más de vosotros. Ni una sola réplica. Sois unos blandos. O sois de esos que dicen que no, que ellos no son hipsters. Pero mirad, ayer citaba a Òscar Dalmau y hoy le otorgan un premio Ondas. ¿Casualidad? No lo creo. Sea como fuere, reconozco tener un espíritu contradictorio que me lleva a redactar esta segunda lista, el yang del yin de anoche: 10 cosas hipsters que me gustan

1.- Los pantalones pitillo: Como siempre en estas situaciones, el hipsterío no ha inventado nada, y los tejanos pitillo no son algo que se creara en el año 2009. Recordemos que el punk británico ya pasó por ellos, y no olvidemos, oh cielos, a los de la NWOBHM, la New Wave Of British Heavy Metal, o como los conocíamos en mi barrio, los jévits de toda la vida. En fin, que sí, que unos buenos tejanos pitillo molan, y para un tipo más bien delgado como yo, sientan bien. Porque ojo, que si uno se pasa con la estrechez de la cintura, puede pasar el llamado efecto madalena. No lo digo yo, lo dicen también ellas.

2.- Las barbas: De acuerdo. Ayer rajaba de las barbas. Pero no olvidemos una cosa, añadía un adjetivo: bíblicas. Si algo nos han traído los años que llevamos de década es que ya no hace falta afeitarse. Reconozco que yo también he sucumbido. Eso sí, hombres de dios, el cuello, siempre rasurado, no me sean cerdos. Y si tienen una mejilla muy poblada, pues también. Por lo demás, una barba de cuatro, cinco o seis días, suele quedar bien y además, te ahorran del engorro del afeitado diario. Pero ojo, que al séptimo día la cosa comienza a ser más propia de miembro de Al Qaeda (hola Obama! Hola, CIA!). Y eso, pues no.

3.- Vampire Weekend: ¿Cómo acabé haciéndome fan de una banda neoyorquina de pop arty y marcadas influencias de la música africana y de la música de cámara barroca? Pues metiéndome donde no me llaman, y en una de mis crisis de ya-no-escucho-música-moderna. Me suele pasar. De repente, veo que me quedo estancado en mis bandas de siempre, rockeros  muertos o decadentes, cuyo momento de gloria más cercano está en 1996. Entonces pruebo con una de esas moderneces que aparecen en las revistas. Suelo salir escaldado de estos experimentos. Pero miren por dónde, los Vampire Weekend han resultado ser una agradable excepción.

4.- Los gin-tonics: Vamos con la contradicción número dos de la noche. Yo antes bebía vodka. Con limón. Pero un par de malas resacas acabaron con mi afición. Luego un amigo pidió dos gintos, y resultó una bebida que al menos no te dejaba el regusto dulzón de las resacas a base de combinados con limón, naranja o coca-cola. Eso sí, cada vez que me pido un gin tonic y me recuerda a una ensalada, me pongo de mala leche.

5.- Las Ray-Ban Wayfarer: ¿Hipster? Pero vamos, si las llevaba Tom Cruise en la maravillosa “Risky Business”, David Hasselhoff AKA Mitch Buchanan en “Los Vigilantes De La Playa” o Bob Dylan en 1965. ¿Hipster? No me jodas, hombre.

6.- Instagram: Yo nunca tomaba fotos en mis viajes. Era capaz de estar diez días en Australia y no tomar ni una instantánea. Me daba mucha pereza acarrear una cámara fotográfica. Mi entrada en el mundo de los smartphones acabó con ello, y ahora puedo llevarme algún recuerdo en forma de imagen con una cierta calidad. Dicho lo cual, para disimular mi torpeza como periodista gráfico, el descubrir una aplicación como instagram y sus fantásticos filtros retro, me fue de perlas. ¿Que la foto no ha salido bien? Filtro Nashville. ¿Que la luz no es buena? Filtro B/N. Y así. No me busquéis en la red de “instagramers”. No estoy.

7.- El té: Yo siempre había sido de café. De tomarme 4 o 5 cortados al día. Y no os creáis, sigo haciéndolo. Me aficioné al té cuando comencé a viajar a países en los que o bien no hay café, o si lo hay, mejor no tomarlo. Pero té en las bolsitas clásicas Horniman’s, no la moñez esa de la bolita en donde se meten los hierbajos.

8.- Primavera Sound: Reconozco que con los años y las diferentes ediciones, el nivel de calidad del festival ha ido subiendo. Además, su celebración, en mi ciudad, en un recinto fácilmente accesible, le hace sumar enteros. Puede considerarse, a priori, un festival hipster. Pero amigos, en los últimos tres años han pasado por sus tablas gente tan poco hipster como Neil Young, The Afghan Whigs o Mudhoney. Por supuesto, tiene ese componente de pasarela del moderneo donde los chicos y chicas acuden a lucir sus mejores galas. Pero a su vez, tiene buena oferta musical. Y eso me basta.

9.- Running: Comenzaré diciendo que llamar “running” a lo que toda la vida había sido “salir a correr” me parece una memez de esas de campeonato. Lamentablemente, así, todos nos entendemos. Yo había pronunciado alguna vez la frase de que “el verbo correr sólo debería conjugarse en modo reflexivo”. Pero no, desde hace unos pocos años, le he cogido el gusto. Por obligación, no se crean, que cuando comencé a sumar años, noté que hincharme a cheetos se pagaba. Y al final, es el deporte más efectivo para una cura de exceso de cheetos.

10.- Los 80s: Nací en 1979. De manera que, más o menos, año arriba, año abajo, considero los 80s como la década de mi niñez y los 90s como la de mi adolescencia. Resulta, por lo tanto, normal que vea como entrañables los productos de esa década, sean películas, televisión o cierta estética. Lo que me llama la atención es que chicos y chicas que no vivieron el estreno de McGyver en TVE1, porque ni siquiera habían nacido, reivindiquen esa década. Pero así son las cosas, supongo que es algo parecido con esa reivindicación de los 70s que se hacía cuando yo era un adolescente y todo aquello me parecía muy molón.

Canciones:

Band Of Horses: “St. Augustine”

Lou Reed: “Rock n’ Roll Heart”

The Cult: “Naturally High”

10
Nov
12

australian chronicles (vi)

Me doy cuenta que llevo varias entradas ya, de estas crónicas australianas, y todavía no he subido ninguna foto. No es que no haga, es pura vagancia. Suelo ponerme a escribir por la noche, antes de irme a dormir, y francamente, estoy hecho polvo. Durante mucho tiempo, viajaba y nunca tomaba ni una triste foto. Me molestaba tener que ir con la cámara, sacarla en el momento adecuado, y demás. Pero hace unos dos años, me regalaron un iPhone, y sin ser yo muy talibán de las nuevas tecnologías, reconozco que el iPhone es un trasto fantástico. Y entre otras cosas, me permite tomar unas fotos más que dignas, por lo menos para lo que yo quiero, sin tener que llevar ningún aparato extra. Y desde entonces, sí, voy fotografiando todos los sitios donde he estado, simplemente como un apoyo a la memoria, que es corta y traicionera. El otro día revisaba una carpeta de fotos que, diligente, he creado en el ordenador, divididas por destinos, y me sale algo interesante. A menudo fotografío tonterías, y como es lógico, siendo el autor, rara vez salgo yo en la foto. Por ejemplo, fotografío todas las habitaciones de los hoteles, y también los aeropuertos. Una costumbre como otra cualquiera. En realidad, no es una cuestión de la belleza de la imagen, que mi torpeza me lo impide (aunque los filtros de Instagram a veces ayudan a generar algo majo). Tampoco es un tema de conseguir imágenes representativas que, sin duda, y con un par de clicks en Internet, se pueden obtener, con mejor calidad. Es, como dije, una pequeña muleta a la memoria.

Hoy es sábado, y tenía el día libre. Al final me libré del compromiso social, y me metí en un, digamos, compromiso, pero definitivamente más divertido. Un par de compañeros de la oficina me decían que habían comenzado a hacer surf, y que me apuntara a probarlo. Por supuesto, no podía perder una oportunidad así. Así que temprano esta mañana, tomaba el ferry de Quay Circular, en el centro de Sydney, a Manly Beach, donde estas personas viven. El surf resulta ser una suerte de deporte nacional en las zonas de playa del país. En estas playas, se delimita una gran sección para surfistas, y otra sección, más pequeña, para bañistas. Por un precio más que razonable (y Australia es un país carísimo) alquilé un traje de neopreno y una tabla, durante dos horas. Las conclusiones son varias. Resulta ser una práctica muy divertida, me lo he pasado estupendamente. También es algo muy difícil. Yo soy un tío tirando a patoso, he de reconocerlo. Pero cuando consigues coger una ola y mantenerte, ni que sea un par de segundos en pie sobre la tabla, bueno, te sientes Kelly Slater, como mínimo (a la postre, el único nombre de surfista que conozco). Y finalmente diré que es agotador. Ahora mismo me duelen brazos, piernas y espalda. Y sólo han pasado unas horas, mañana puede ser muy duro. Además, me he quemado toda la cara. El día ha sido bastante gris, en realidad el sol ha salido tímidamente muy poco a y en cortos intervalos durante la mañana. Ocurre que en estas latitudes el sol es peligroso, por lo fina que es la capa de ozono. Y lo he sentido en mi piel.

Los viajes se basan en las experiencias. De los viajes vacacionales, se le supone ese aliciente de diversión, y descanso, y si es posible, nuevas sensaciones. Todo ese plus de diversión y descanso, en mis viajes laborales, obviamente desaparece. Pero lo que me llevo son las vivencias. No es fácil de asimilar, y cualquiera que haya viajado por trabajo con cierta frecuencia, lo puede conocer. Es complicado de hacerlo entender, claro, al profano, porque para la mayoría, un viaje es, más o menos, un sinónimo de período vacacional. En cualquiera de los casos, son todas estas experiencias las que me llevo. El trabajo se acaba, el sueldo se gasta, pero al final, las experiencias se quedan.

Esta tarde ha sido más relajada, y he aprovechado para pasear por Darling Harbour, que no deja de ser como un Maremagnum de Barcelona, aunque bastante más grande. Lleno de gente que salía de cena o de copas, muchas despedidas de soltera, nada muy remarcable, más allá de esa costumbre tan anglosajona de las chicas, de pintarse como puertas, lucir vestidazos cortos y arrapados, sin importar el tipo que tengan, y llevar tacones. Y aunque no seré yo quien se queje de que una mujer lleve la falda corta y el tacón alto, más de una paseaba una estampa y unos andares lamentables. Y como yo soy un tipo sencillo, me he alegrado de encontrar una de esas bebidas empalagosas que me encantan y que difícilmente se encuentra en Barcelona: Vanilla Coke!! Bebida digna de hijos de los dioses, amigos.

Canciones:

SCOTS: “Voodoo Cadillac”

Nick Cave: “In The Ghetto”

The Young Lovers: “Barbarella”

14
Oct
11

Julio Alberto: Mi Verdad

En esto de la literatura ocurre como en tantas otras disciplinas o aficiones. Un día uno se pasa toda la tarde escuchando el “Caravanserai” de Santana o pinchando una y otra vez “Pet Sounds”, “Life’s Rich Pageant” y “Dark Side Of The Moon”… pero un día, no sabes por qué, te apetece una sesión con el debut de Poison. Hoy quiero cenar un magret de pato con salsa de pera y mañana disfrutaré como un puerco con un cubo de KFC. Esta noche me pongo “El Padrino” pero ayer estaba tan feliz visionando por enésima vez “Los Goonies”. Así, del mismo modo, yo siento una cierta predilección por los libros cutres, carroñeros, generalmente biografías o inverosímiles ensayos acerca de cualquier sandez sin base alguna. Y los puedo combinar sin problema alguno con cualquier obra que tengáis en mente. Por lo tanto, cuando tuve la oportunidad de que cayera en mis manos la autobiografía de Julio Alberto Moreno, por supuesto, no me pude resistir.

Julio Alberto (a secas, se merece ser reconocido sin necesidad de apellido) es uno de esos hombres que ha tenido una vida digna de ser contada. Lástima de que se haya hecho de ese modo. Pero de eso hablo luego. Y volvamos a Julio Alberto, el personaje. Lateral de toque finísimo, tuvo la mala suerte de militar en ese Barça de los 80’s, de infausto recuerdo y que traumatizó a una generación de culés, por ser el único equipo capaz de tener en sus filas al protagonista de estas líneas, a Schuster, a Maradona, a Quini … y apenas ganar una sola liga, una copa del rey y poquito más… mientras se pasaba de un dominio vasco a la Quinta del Buitre. Si me permitís el paréntesis, me hace gracia y me sorprende esa culerada que hoy en día se queja si su equipo no golea todas las jornadas o no gana todos los títulos. No hace tanto que el Barça era el eterno segundón de la liga, y a la que se perdían un par de partidos de pretemporada, el pesimismo hacía presencia y el “ai, que patirem” era como un mantra en la grada.
Definitivamente, la verdad es algo sobrevalorado
Volviendo a Julio Alberto, tuvo una infancia difícil, con un padre muy chungo y una madre poco equilibrada, y en seguida despuntó en Atlético de Madrid, para fichar por el Barça regentado por Núñez en 1982, donde permanecería hasta 1991. Y luego la caída. Drogas, separaciones de sus diferentes mujeres, prostitutas, depresiones, quiebras económicas, intentos de suicidio y redenciones. Y ahí es donde se supone que cobra sentido este libro. Escrito al alimón por el propio Julio Alberto y una tal Carmen Amorós, quien dice ser periodista pero de quien nada he encontrado en Internet (tampoco es que haya buscado mucho), el libro recoge conversaciones del ex-futbolista con la periodista, acerca de su vida. Cabe decir que está escrito en 1994, lo cuál no deja de dar bastante vértigo, si pensamos en los 17 años que han pasado. En ese momento es cuando hacía poco que se había conocido la caída al pozo del lateral izquierdo, cuando salieron a la luz sus gravísimos problemas económicos y sus intentos de suicidio, lo cuál supuso un pequeño shock para todos aquellos que recordaban al jugador como estrella blaugrana o vistiendo la elástica de la selección española. Tampoco estábamos todos tan acostumbrados como ahora a ver ex-deportistas de élite cayendo en espirales de vicios y bancarrotas.

La historia se puede resumir bastante rápido. Julio Alberto no sólo es un jugador de élite sino que también da el gran braguetazo casándose con Carmen Escámez, de familia muy rica, propietarios del Banco Central. Su matrimonio, no obstante, acaba muy mal, aunque tienen a una hija con quien el padre no tiene apenas contacto. El tener de su lado a una familia de banqueros, sumado al propio dinero que su condición de futbolista le genera, hace que muchas personas se acerquen a él en busca de una inversión para negocios que en muchas ocasiones están mal llevados, resultan ruinosos o pasan directamente a la categoría de estafa. Para el recuerdo queda un single que llegó a grabar con Carmen Escámez, una cosa realmente horrorosa pero muy definitoria del tipo de vida que llegó a tener el jugador.


Con Carmen no es excesivamente cruel en su libro. Sin embargo, a final de su etapa como jugador tiene otra mujer, Patricia, a quien pone deja fina y llega a decir que le ha practicado magia negra. Sea eso cierto o no, dilapidaron juntos su fortuna, y al final, tras una desagradable separación, fue el propio Julio Alberto quien acabó por reventar la caja. Se embarca en una espiral de drogas y putas, y cuando deja el fútbol, se dedica a otro deporte, el noble arte del destrozo de habitaciones de hotel. Con magia negra o no, hay que reconocerle que ha tenido bastante mala suerte en varios episodios de su vida.

«Esta es la historia de un hombre que casi todo lo tuvo y casi todo lo perdió»… alguien dijo sensacionalismo?

La publicación de su libro llega tras el escándalo de haberse hecho pública su situación tanto económica como de adicción, aderezado por uno de sus diversos intentos de suicidio. En ese año, sin embargo, al parecer, logra rehabilitarse y su biografía es una suerte de catarsis y demostración pública que sí, que ya no le da al alpiste. Y ése es el interés del libro.

Yo me esperaba más de esto en el libro.
Aunque es de agradecer que no eche paños calientes sobre sus problemas varios, y hable claramente de drogas, su querencia hacia las señoras que fuman y sus lamentables negocios, el libro peca de lo peor que le puede ocurrir a una biografía de estas características: aburre. Falta algo importantísimo en este tipo de “literatura”, y son las anécdotas. Es todo muy solemne, todo un poco con aire de querer dar penica, pero cae en el recurso fácil. La imagen de “yo-era-un-niño-de-pueblo-con-infancia-dura-mal-asesorado-no-lo-voy-a-hacer-más” se recalca, cuando lo que el lector quiere no es juzgar a Julio Alberto. O quizás no ahora, en 2011, tal vez en 1994 sí, por cercanía en el tiempo. En cualquiera de los casos, y no estoy seguro de si se trata de una cuestión de pudor, de torpeza literaria o de no dar nombres que puedan comprometer, apenas relata situaciones concretas. Es todo muy vago. A ver, un tipo que ha salido de fiesta con Maradona, debe tener más cosas que contar. Un tío que regentó una discoteca en Sitges (con Marcos Alonso de co-propietario). Que grabó un single de canción melódica. Que se codeó con jet set de la mano de su mujer y la familia Escámez. Que viajó por todo el mundo en una época en la que sólo los verdaderamente ricos viajaban. Un hombre así ha de tener, por fuerza, más cosas que contar. No puede ser que con una biografía así, el lector acabe, dicho en jerga futbolística, pidiendo la hora. Tal vez sea culpa de la periodista que coordinaba el libro, la tal Carmen Amorós. O tal vez el propio Julio Alberto no quisiera remover en demasía el pasado. En cualquiera de los casos, una pena, por tratarse de un libro que podía haber dado mucho más de sí y resulta ser flojito. Está claro que las biografías de Mötley Crüe, Keith Richards, Slash o Aerosmith estaban, por aquél entonces, muy lejos siquiera de imaginarse. Pero ese estilo, aplicado al este libro, hubiera resultado el ideal.

Julio Alberto con Alexanco y Lineker, o el paradigma del Barça ochentero. Ojo al detalle de calidad de escribir mal tanto el nombre como el apellido del delantero inglés: Gary Lineker
Como epílogo a estos 17 años que han transcurrido desde este “Julio Alberto: Mi Verdad” al 2011, puedo deciros que esa rehabilitación de la que hacía gala entre sus páginas no fue definitiva, y acabó recayendo a sus viejos vicios de drogas, putas, habitaciones destrozadas, intentos de suicidio y dinero gastado. Ha pasado por ciclos de rehabilitación, por etapas de estar limpio y por otros episodios esperpénticos como cuando en 1998 se le acusa de robar en el bar donde trabajaba, tras haber vuelto de una etapa de rehabilitación en las Maldivas (??) donde había pensado quedarse, incluso había abierto un negocio de souvenirs (????) que, por supuesto, no cuajó. Ha pasado también por algunas cadenas de TV de poco alcance como comentarista, incluso se sacó el título de entrenador.

Para acabar, no puedo resistirme a cerrar la entrada con un clásico de este tipo de historias, el final con la redención del personaje. Hoy en día, Julio Alberto se dedica a colaborar con organizaciones benéficas dando conferencias alertando del peligro de la droga y está vinculado al Futbol Club Barcelona, en uno de esos cargos indeterminados. Podéis seguirle en su blog. No lo lleva muy actualizado, 3 entradas en los últimos 6 meses, pero ¿quién soy yo para quejarme al respecto?

Canciones:

Pearl Jam: «Bushleaguer»
Adelle: «Rolling in the Deep»
Generation X: «Revenge»
28
Jul
08

El saludo surfero

Esta curiosa historia me la contaron cuando estuve en Hawaii el año pasado. ¿Verdad? ¿Mentira? De hecho, ¿a quién le importa? Me la explicó un guía, que trataba de explicarme el por qué del clásico saludo surfero, ya sabéis, con los dedos pulgar y meñique estirados (y el resto cerrados en puño). El que popularizó por estos lares Ronaldinho.
El ídolo caído

Pues bien, se dice que en los 50’s se celebraban en Honolulu unos grandes fastos que conmemoraban la victoria del gran rey Kamehameha, concretamente el 11 de junio. Este personaje histórico verídico, con nombre que nos lleva directamente a la serie Dragon Ball, fue el artífice de la creación del pueblo Hawaiano. Kamehameha I el grande vivió en el siglo XVIII y unificó el archipélago de Hawaii a base de batallas, creando el Reino de Hawaii. Su dinastía reinó hasta que a finales del siglo XIX, los EUA desplegaron su influencia por esas islas hasta acabar anexionándolas.

Kamehameha I El Grande

Pues bien, los 11 de junio se celebraban una suerte de desfile/rúa carnavalera en la que había varias carrozas, y en la más importante, un ciudadano interpretaba el papel del rey Kamehameha I, que saludaba al pueblo sentado en su trono. En esa época, hubo un carpintero que solía interpretar, año tras año, al rey Kamehameha. Se disfrazaba y saludaba con la mano al pueblo desde su carroza. Era un personaje muy querido.

Resultó que una vez, este carpintero sufrió un accidente que le hizo perder tres dedos de su mano derecha, el índice, el corazón y el anular. Muy apenado, rechazó volver a interpretar al rey. Cómo iba a ser el gran Kamehameha un pobre lisiado. Sin embargo,sus convecinos insistieron mucho para que no desistiera. Llevaba años siendo el Kamehameha perfecto y ese accidente no podía dejarlo en el olvido.


Uno de los mejores surfistas del mundo. Cuando aún tenía pelo participó en la 2ª temporada de «Los Vigilantes de la Playa»

De modo que ese año, una vez más, volvió a subirse a la carroza y a saludar al pueblo. Sólo que en esa ocasión, la gente, desde la calle, no veía al rey moviendo su palma de la mano, sino tan sólo los dedos pulgar y meñique. Y respondieron a su rey devolviéndole el saludo del mismo modo.

Qué injusticia se cometió con Poochie!!

Y esta es la historia del saludo clásico hawaiano. Y en tanto que el surf es el deporte nacional de Hawaii, ese saludo fue adoptado por todos los surferos, desde Kelly Slater hasta el perro Poochie. Y no, que nadie me pregunte por qué diablos el dichoso Ronaldinho también lo usaba.

Canciones:

Pink Floyd: «Take it back»
Eli «Paperboy» Reed: «Take My Love With You»
Aerosmith: «Angel»

17
Abr
08

La selección colombiana de phutbol

Creo que es la primera vez que lo hago, pero hoy voy a hablar de fútbol. Lo cierto es que cada vez me gusta menos este espectáculo (notará el lector avispado que no me refiero a él como deporte), y si hace algunos años lo seguía con interés, de un tiempo a esta parte, me conformo con conocer algunos resultados y ver algún partido completo al año, que los puedo contar con los dedos de la mano. Ahora me tocaría hablar de lo que ha perdido el fútbol, de lo que era antes y ya no es, y blablabla. Pero no. O por lo menos no hoy. Hoy hablaré de la mítica Selección Colombiana de Fútbol de los 90’s.

El Pibe Valderrama. No, no es que le falte un brazo, son los lances del juego.

Y es que le tengo simpatía a ese combinado. No es que jamás ganara título alguno, ni tampoco creo que practicara un fútbol especialmente elegante, si bien tuvo algunos destellos de brillantez dentro de un caos y un cierto sentido de lo estrafalario. Y eso, amigos, es lo que me llama la atención. Y es que una selección que lideró un tipo tan peculiar como El Pibe, Carlos Valderrama, bueno, desde luego tiene su interés.

Adofo «el tren» Valencia, más conocido por Jesús Gil como «el negro».

Valderrama era todo un personaje, de entrada por su estrafalario aspecto. Por otra parte, también por la cantidad de honores que tuvo en América cuando en Europa sólo se paseó por clubes de segunda clase con más pena que gloria. Y en esa época, en 1993, Carlos Valderrama ya pasaba de la treintena, y sin embargo, reinando. A Valderrama le conocimos todos en la Celtiberia a raíz de estas imágenes, cuando militaba en las filas del Valladolid:

Ignoro qué estaría pensando Míchel en esa jugada, pero no cabe duda de que marcó lo que le quedó de carrera, y a partir de aquél momento, el todos los campos se le recibía con la cantilena de «michel, michel, michel maricoooooón». La cara de Valderrama, cuando nota la mano por vez primera, es antológica.

René Higuita y su look a lo Lionel Ritchie del arrabal.

No era, sin embargo, el único estrafalario de esa selección. A la portería estaba un personaje tan bueno en su disciplina como inconsciente. Me refiero, claro, al inigualable René Higuita. Su aspecto era también bastante chungo, pero lo que llamaba más la atención era que a la mínima, salía con el balón controlado, recuperando esa posición mítica del fútbol de patio de colegio que es el portero delantero. Chutaba faltas, subía a los córners… nada se le resistía a Higuita, quien, por cierto, estuvo también en ese Valladolid junto con Valderrama. Ahora, si algo se le puede reconocer a René Higuita, es su espectacularidad, y sobretodo una parada como esta, que llamó «el escorpión»:

Si los Gemelos Derrick tenían la catapulta infernal y Mark Lenders el tiro del tigre, René Higuita tenía la parada del escorpión. Higuita no sólo era una fuente de espectáculo, sino también de escándalos. En 1991 fue a visitar a la cárcel al narco Pablo Escobar (de quién se declaró amigo) y por si fuera poco, se perdió el Mundial ’94 al verse implicado en un caso de secuestro. Nuestro héroe medió en el caso del secuestro de la hija de un amigo suyo, y eso en Colombia está penado como delito. De ese modo, Colombia perdió a uno de sus puntales en su etapa de máximo interés.

Y es que esa Selección Colombiana, que dirigió Francisco «Pacho» Maturana entre 1987 y 1994 tenía, pese a todo, un gran nivel, que demostró humillando a la todopoderosa selección argentina a domicilio, derrotándola nada más y nada menos que por 0 a 5. Aquél fué el cénit de ese combinado, que conformaban también jugadores como Faustino Asprilla (que brilló en el Parma), Freddy Rincón (que llegó a militar en el Real Madrid) o Adolfo «el tren» Valencia (que estuvo en el Atlético de Madrid, cuyo presidente de entonces, Jesús Gil, de dedicó perlas como «al negro le voy a poner yo blanco»).

Aprovecho para homenajear al gran Jürgen Klinsmann, en liza con Higuita. Yo de usted no lo haría, caballero teutón.

Parecía que el mundial de EEUU de 1994 podría ser el del gran lucimiento para esa Selección Colombiana de Maturana. Pero no lo fue. Higuita, ya lo he comentado, no pudo jugar, y el equipo pasó con más pena que gloria, siendo eliminado en la primera fase. Como detalle escabroso, decir que al poco de esta eliminación, asesinaron al defensa Andrés Escobar, quien se había marcado un autogol en uno de esos partidos, el un altercado con un fan encolerizado. Tristísimo final para una selección que quizás mereciera más. El resto de estrellas de esa selección tampoco han acabado sus carreras de forma excesivamente brillante y los escándalos se han sucedido para los Higuita, Asprilla, Valencia o el mismo Valderrama, que alguno ha protagonizado en su nuevo rol de entrenador.

Sirva esta entrada como pequeño homenaje a una selección de fútbol que proporcionaba diversión en el campo por su juego, pero también por sus pintas, su actitud y sus escándalos.

Canciones:

Duffy: «Mercy»
Chris Isaak: «Blue Moon»
Screaming Trees: «Look at you»




junio 2023
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