Archive for the 'discos' Category

27
Mar
17

Reggae, reggae. Epílogo.

Hace ya unos años que contaba esta historia por aquí. No, no se crean que me he vuelto gagá o que estoy tratando de calzar otro refrito como en mi última entrada, así, como quien no quiere la cosa. No. En realidad, se trata de un epílogo, una vuelta de tuerca cachonda que me ocurrió ayer. De modo que déjenme explicar el asunto desde el principio: A los once años me aficioné al reggae. Dicho así, suena como si hubiera confesado una adicción a fumar crack o a practicar sexo con animales. Así es, sin embargo. A los once años me aficioné al reggae. Ni que fuese durante unas semanas. Y eso que entonces a mí me gustaba escuchar a Guns n’ Roses, pero todavía estaba, digámoslo así, definiendo mis gustos. De modo que podía haber acabado mucho peor.

Tenía yo, pues, once años, y unas ganas de estar constantemente en la calle con mis amigos zascandileando. Es esa una edad complicada, uno ya no sale “a jugar”, aunque la mayoría de las veces acabe haciéndolo. Uno sale a reunirse con una manada que considera importante. A sociabilizarse con el grupo. A hablar con sus amigos para no sentirse solo. Qué se yo. El caso es que por aquel entonces me juntaba con otros niños diferentes a mi grupito habitual, lo cual, tratándose de mí, era toda una rareza. Una cuestión de necesidad, en realidad. Todo aquello ocurrió en uno de esos veranos en la ciudad, de asfalto pegajoso y sol insolente. En el barrio quedábamos lo que quedábamos, éramos tres o cuatro chavales de once años, todos de mi clase. Luego había un vecino de uno de nosotros, Carlos, debía tener unos catorce años. Esta diferencia de edad, esos dos años, cuando se tienen once, resulta francamente significativa. Carlos, por otra parte, parecía disfrutar un poco de ese cierto liderazgo y casi diría que condición de hermano mayor que su edad le proporcionaba.

Carlos estaba obsesionado con el reggae en general, y con, obviamente, Bob Marley en particular. A su vez, recibía esa influencia jamaicana en lo musical de un amigo suyo, algo mayor que él, tendría unos dieciséis, y que a veces se dejaba caer con nosotros. Dieciséis años eran, claro, una edad más que respetable para mí y mis cuatro camaradas. El chico en cuestión tenía un nombre muy característico, Washington, su madre era sudamericana, si bien él era de piel muy blanca, pelo rubio y ojos azules. Carlos solía llamarle Washi, y nosotros, sencillamente, no le llamábamos. Apenas interactuaba con nosotros, pululaba por ahí, con un cigarrillo en los labios, hablaba poco y menos con los críos. Recuerdo una chica del barrio que refiriéndose a él, y olvidando su nombre, o haciendo ver que no lo recordaba, le llamó Honolulu. Desde luego, ésa era la clase de broma que nunca hubiéramos hecho sobre Washington y su peculiar nombre, ni a sus espaldas, ni muchísimo menos frente a él.

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Con esta clase de portadas inconfundible sólo podía tratarse de un recopilatorio de Arcade (by @carloskarmolina)

Washington era, o pretendía ser, una suerte de skinhead, de los skinheads antes que ese término se hiciera propiedad de gorilas de barrio pseudofascistas y racistas aficionados. Él era de los que flipaban con la música jamaicana y el ska. Lo recuerdo como si fuera hoy, con sus gafas de pasta marrón, el pelo muy corto con el rictus muy serio y fumando, siempre fumando. Tenía un cierto parecido físico con Ali Campbell, el cantante del grupo británico de reggae pop UB40. Fue Washington el que introducía, poco a poco, a Carlos en las sonoridades reggae, y éste, de paso, nos iba instruyendo a nosotros, su pequeña cuadrilla cadete.

Así fue como acabó en mis manos un casette recopilatorio, titulada en un alarde de originalidad como “Reggae, Reggae”. Esa cinta pasó por todos nosotros, y por supuesto, me la grabé. Bueno, visto hoy en día, parece que hable del paleolítico, y sin embargo, qué manera más buena de escuchar música. La recopilación en cuestión resultaba ser un batiburrillo de temas que pasaban desde el reggae más asquerosamente típico hasta ese reggae-pop de radiofórmula. Escuché esa cinta cientos de veces, probablemente superé la dosis recomendada. Al final, y sin ninguna razón en particular, después de varias semanas, tal vez meses, de ser uña y carne, de ser manada, de ser una banda, Carlos y su Brat Pack nos separamos, Washington desapareció, y el reggae salió de mi vida, aunque aquella cinta, con su nombre escrito en rotulador de colores y sus títulos manuscritos en la etiqueta, estuvo durante muchos años por mi habitación.

Y ahora es cuando viene la coda. Ayer sábado acudí a una Fira Del Disc (y como homenaje al malogrado Jordi Tardà, sólo puedo utilizar el término en catalán que él usaba), a rebuscar entre cubetas llenas de polvo a la caza de discos de vinilo, actividad de la que disfruto como un cochino en una charca de barro. Algún día debería detenerme y hablar de esos acontecimientos, y del curioso personal que los puebla, y sin embargo, les comentaré que fue nada más entrar. Esa feria se compone de dos tipos de paradas, las que ofrecen material extraño, interesante o ediciones buenas y paradas dignas de cualquier trapero, en la que discos a precios ridículos (entre uno y cinco euros) se amontonan. Ahí es donde, con una buena dosis de paciencia, agilidad para remover cientos de discos, la alergia al polvo bajo control y un poquito de suerte, puede encontrar uno pequeñas joyas, las más satisfactorias. Pagar 25€ por un LP re-editado de Pearl Jam es como ser el jeque dueño del PSG y llegar a la temporada de fichajes de verano con la chequera bien cargada. Lo que mola es toparse con el disco de debut de The Cruzados en perfecto estado a 4€ (oui, c’est moi).

En una de esas paradas estaba, frente a mis narices, una copia en doble LP de “Reggae, Reggae”, con esa portada infame, que ni recordaba, claro (yo tiraba de mi TDK de 60), editado por esa discográfica que durante los 90s publicaba constantemente recopilatorios de género, la mítica Arcade. Dudé de si era el disco que yo tuve, pues la lista de temas no la recordaba con nombres concretos. Dudé también por el precio, un poco alto para ser un disco cutre. Afortunadamente, acabé por comprarlo. Y en cuanto lo pinché en casa, y sonó el primer tema (“Treat The Youths Right”, de Jimmy Cliff) supe automáticamente que efectivamente, ese “Reggae, Reggae” era el “Reggae, Reggae” que yo tuve veinticinco años atrás. Va por ti, Washington.

Canciones:

Jimmy Cliff: “Treat The Youths Right”

The Cure: “The 13th

The Cruzados: “Motorcycle Girl”

19
Oct
13

“Hallelujah Rock’n’rollah” – The Flaming Sideburns (2001)

Ya comenté en mi anterior aparición por #FFVinilo que no suelo comprar mucho vinilo nuevo, sino que suelo tirar de la 2ª mano. A ello debería sumarle el hecho de que no acostumbro a comprar en formato vinilo discos que se hubieran grabado posteriormente a, más o menos, 1991. La razón está en que a partir de esa época, insisto, aproximadamente, las grabaciones se hacían pensando en el formato digital. Principalmente. El caso es que, como en todo, hay excepciones, y la excepción de hoy, amigos, es de las que vale la pena. 
 
Si nos situamos en el año 2001, el rock estaba ya lejos de esa efervescencia popular que trufó casi toda la década de los 90s. Es más, la cosa venía de antes, y puedo decir que entre 1987 y 1997 se grabaron muchísimos discos históricos. Luego, inevitablemente, vino un bajón. Y entre finales de los 90s y principios del nuevo siglo, parece mentira, pero fueron un puñado de bandas venidas del frío norte europeo las que insuflaron vida al rock n’ roll. Todos podríamos citar a las de siempre, a saber, Hellacopters, Gluecifer y Backyard Babies. Habían, sin embargo, otros grupos que pese a no gozar nunca de la popularidad y del alcance mediático (dentro de lo que es el rock) de las mencionadas, bien valían la pena. Hablo de formaciones como Turbonegro, Diamond Dogs, The Soundtrack Of Our Lives, Spiritual Beggars o nuestros protagonistas de hoy, The Flaming Sideburns. 
 
06
Sep
13

THE ROLLING STONES: THE LONDON YEARS

El asunto de los discos recopilatorios es, a veces, peliagudo. Yo no les tengo especial inquina, en su momento me sirvieron para meterme en la música de varias bandas, y sí, lo reconozco, algunos otros grupos, los puedes despachar con un buen recopilatorio. Por ejemplo, no hace mucho compré uno de Spencer Davis Group. Y bien, oye. Yo siempre he dicho que el mejor disco, sin dudarlo, de Lenny Kravitz, es aquel grandes éxitos que publicó hace ya demasiado.

En el caso de los Rolling Stones, sin embargo, no funciona. Los Stones tienen material como para ir comprando uno a uno todos sus LPs. Y eso que existen muchos recopilatorios de la banda en el mercado, si bien únicamente los correspondientes a su 40 y su 50 aniversario son completos. Cosas de las discográficas. Por todo el mundo es sabido que la música del grupo hasta 1971 se publicaba en el sello Decca o ABKCO, con quienes la banda rompió relaciones de un modo poco amistoso (no sin razón: eran unos piratas de cuidado), y a partir de ese momento, el resto de sus discos salieron bajo Rolling Stones Records, que fueron distribuidos por Atlantic, por Polydor, por Virgin o por EMI. Eso provocaba que hubiera discos de grandes éxitos que no contenían, por ejemplo, “Honky Tonk Women” (1969), y otros que no contuvieran “Miss You” (1978). Costaron años de negociaciones (e imagino que bastante dinero) para que la Decca cediera “sus” canciones a recopilatorios que se publicaran bajo Rolling Stones Records, a saber, los mencionados para sus 40 (“Forty Licks”) y 50 (“Grrrrr”) aniversarios.

A la izquierda el recopilatorio del 40 aniversario. A la derecha, la del 50 aniversario. En cuestión de portadas, salimos perdiendo...

A la izquierda el recopilatorio del 40 aniversario. A la derecha, la del 50 aniversario. En cuestión de portadas, salimos perdiendo…

Pero aún a riesgo de contradecirme, hay un recopilatorio que recomendaría a todo el mundo que se hiciera con él, tanto los que comienzan con la música de la banda, como aquellos que ya tienen sus LPs. Me refiero al triple disco “Singles Collection – The London Years”. Este disco contiene todos sus singles, caras A y B, que se publicaron desde su inicio, en 1963, hasta su ruptura con la Decca en 1971. A los no iniciados les proporcionará el acceso a temas míticos del grupo, si bien la cosa acaba en la cresta de la ola, obviando todo el material posterior a “Sticky Fingers” (tampoco incluido), que es mucho obviar. Al fan completista también le interesará, porque al incluir los singles, contiene varios temas que no se encuentran en los LPs de la banda.

Efectivamente, hasta finales de los 60s, lo que primaba era el single por encima del LP. Y, sobretodo al principio, el disco no era más que un material de apoyo a lo verdaderamente importante, el single. Si a eso le sumamos el hecho de que los primeros discos de los Stones contienen colecciones de temas distintos en sus versiones para UK y para USA, el resultado es un galimatías de cuidado. Pongamos por caso el celebérrimo “(I can’t get no) Satisfaction”, probablemente el tema más popular de los Rolling Stones. Pues bien, sólo está incluido en el disco “Out Of Our Heads” (1965) pero en su versión USA, mientras que no está en la versión UK.

EL recopilatorio...

EL recopilatorio…

Por todo ello, y  porque yo soy  muy fan de la etapa Decca, no puedo dejar de recomendar este “Singles Collection – The London Years”. Podemos apreciar unos Stones muy pipiolos, muy puristas en el R&B y el Rock n’ Roll, a unos Stones bebiendo del pop británico más sesentero, a unos Stones dejándose influenciar por la psicodelia y a unos Stones, finalmente, encontrando algo que podríamos considerar como “su sonido”.

Así, abre esta colección de canciones la que fue su primera grabación, una fresquísima versión del “Come On” de Chuck Berry, sí, lo habéis adivinado, no incluida en ningún otro disco del grupo. También podemos encontrar el “I Wanna Be Your Man” que les cedieron Lennon y Macca, y efectivamente, inédita también en los LPs. O algo parecido ocurre con “Not Fade Away”.

Aunque no sólo singles inéditos de la primerísima época del grupo se encuentran. También hay rarezas de su etapa más sesentera-pop como las caras A y B del single que publicaron en agradecimiento al apoyo prestado tras el arresto de Jagger y Richards después del affair en Redlands, “We Love You” y “Dandelion”, dos muestras de que los Rolling Stones se acercaron a la psicodelia con bastante más gracia de lo que se suele decir.

Imágenes de la ficha policial de Jagger tras su arresto por el escándalo de Redlands.

Imágenes de la ficha policial de Jagger tras su arresto por el escándalo de Redlands.

Quizás el disco 3 de este triple recopilatorio podría calificarse de más “convencional”, al incluir clasicazos como “Brown Sugar”, “Street Fighting Man” o “Wild Horses”, pero también contiene alguna sorpresa, como el single “Memo From Turner” que publicó Mick Jagger en solitario para la banda sonora de la película Performance.

En definitiva, creo que queda claro que merece la pena hacerse con este “Singles Collection – The London Years”. Éste es el recopilatorio de The Rolling Stones que hay que tener.

Canciones:

Lucinda Williams: “Car Wheels On A Gravel Road”

The Cure: “Close to me”

Eddie Cochran: “Come on Everybody”

01
May
13

Discos Piratas

Hace ya bastante tiempo que, existiendo Internet, comprar un disco pirata resulta ser un dispendio inútil. A veces me planteo si comprar un disco, en general, no es un dispendio inútil. Todos tenemos nuestro momento de duda. Durante una época, sin embargo, un disco pirata, o bootleg, era una pieza codiciada entre melómanos. Lo que ocurre es que esta clase de productos siempre tenían su riesgo: efectivamente, en un envoltorio sugerente, era fácil encontrarse con grabaciones de mala calidad, de sonido infame o coñazos solo aptos para los completistas más extremos.

Yo tuve también mi experiencia con los discos piratas, hace mucho, cuando comencé a comprar mis propios discos. Sería 1995, acudía a mi primera Fira Del Disc, de esas que organizaba Jordi Tardà en Barcelona. Todavía no sé muy bien cómo, acabé comprándome un disco doble que recogía el concierto que R.E.M. habían ofrecido unos meses antes en San Sebastián. Era la gira de Monster, y yo me había quedado con las ganas de acudir a su concierto de Barcelona, de modo que pensé que sería un buen fetiche para quitarme, de alguna manera, la espinita. El aspecto del CD era un poco cutre, unas fotografías mal tomadas, y un título, “Espana 95”, donde ni siquiera habían podido usar la Ñ. Que digo yo, si no había Ñ, ¿por qué no titular “Spain 95”? En fin, que pagué por ese disco lo que en su momento me pareció un dinero considerable. Podrían ser 4000 pesetas.

Portada fea, fea...

Portada fea, fea…

Imaginad ahora que dais una fiesta en vuestro piso, y para animar el cotarro, contratáis a los R.E.M. de 1995. Los ponéis a tocar en el comedor, con vuestros amigos esparcidos alrededor. Y entonces, ponéis una grabadora en el lavabo, y registráis todo el audio. Pues bien, mi flamante doble CD se oía más o menos de ese modo. Os podéis imaginar mi decepción, la cara de idiota que se me quedó. Una banda en un buen estado de forma. Un repertorio maravilloso. Un jovencísimo Kar desplegando su fanatismo. Y ese disco con un sonido atroz. Horroroso. No se puede escuchar, apenas se distinguen los instrumentos, la batería suena como si golpearan una lata, y, por si fuera poco, se oye la charleta del público. Fatal.

El set list era estupendo... lástima del pequeño detalle de que... tenía que sonar!!

El set list era estupendo… lástima del pequeño detalle de que… tenía que sonar!!

Pero como si no hubiera escarmentado del asunto, ¿adivináis qué hice al año siguiente, en la correspondiente celebración de la Fira Del Disc? Pues evidentemente, comprarme otro disco pirata. En esta ocasión no me costó un dineral, era ya gato escaldado. Pero no lo suficiente, por lo que parece, y mi fanatismo por otra banda, en esa ocasión Radiohead, causó que me hiciera con un disco pirata que recogía un concierto de la banda, cuando presentaban esa genialidad que es “The Bends”. Sí, lo habéis adivinado, también me quedé con las ganas de ir a ese concierto. Permitidme una moraleja, nunca dejéis de ir a un sitio por tener que hacerlo solos. Pero claro, tenía entonces 16 años.

La portada mejoraba... ese CD en amarillo, puro 90's

La portada mejoraba… ese CD en amarillo, puro 90’s

Afortunadamente, ese “The Warehouse”, disco pirata de Radiohead que contenía una grabación de su concierto en la sala Warehouse de Toronto, también de 1995, tenía una calidad de sonido no solo mil veces superior al pirata de R.E.M., cosa francamente fácil, sino que podríamos decir que con un ligero filtraje, podría pasar por un disco en directo oficial bastante apañadito. La banda estaba en un gran estado de forma, y además, incluía un tema que formaría parte de su siguiente álbum, el celebérrimo “OK Computer”, el corte “Lucky”. Para entonces tenía los dos LPs oficiales de Radiohead, y el EP “My Iron Lung”, así que comprar ese directo resultó, claro, un paso lógico. Era muy fan de la banda, y lo seguí siendo hasta el mencionado “OK Computer”. Disfruté mucho de ese disco, también, pero significó el principio del fin. Luego vinieron los coñazos de “Kid A” y posteriores, la pose, las chorradas, las grabaciones aburridas… pero la parroquia que sólo conoce a los Radiohead actuales, que sepa que antes del siglo XXI, eran un grupo fantástico.

Definitivamente, eran otros tiempos para Radiohead

Definitivamente, eran otros tiempos para Radiohead

Aquella fue mi toda mi andadura en el mundo de las grabaciones piratas. A pesar de que esa segunda adquisición sí que cumplió las expectativas, por entonces me di cuenta de que había demasiados discos por conseguir y demasiadas bandas por descubrir como para perder el tiempo y arriesgar mi dinero en discos piratas. Para qué iba a comprarme un pirata de, qué sé yo, Guns N’ Roses, si todavía no había conseguido ningún disco de Led Zeppelin o The Stooges. Pero guardo todavía esos dos CDs, incluido el de R.E.M. , si bien en alguna ocasión me había planteado venderlo, a ver si algún incauto pagaba algo por él. Por suerte, nunca lo hice, y me sirve como recordatorio, de una época, y antes de hacerlo, plantearme en qué me gasto los cuartos.

Canciones:

Nick Cave & The Bad Seeds: «Do You Love Me?»

Nick Cave & The Bad Seeds: «Nobody’s baby now»

Kadavar: «All Out Thoughts»

14
Feb
13

discos que olvidé que tenía. Hoy: “Tomorrow The World”, The Shazam (2002)

Los fans somos gente con un punto de rareza. Nos agrada que aquello que nos gusta no sea compartido por mucha gente, tal vez para hacerlo algo más privado, más íntimo, más propio, quizás. A su vez, no podemos evitar proclamar a los cuatro vientos nuestras pasiones. Pensad en dos amigos que comparten esta enfermedad melómana. Pueden ponerse muy pesados con sus charlas musicales. Cuando este tipo de conversaciones se hacen con amigos o conocidos más cercanos, sí que hay pie a la discusión, al intercambio de pareceres y a la adoctrinación sobre ese-grupo-que-adoras-y-que-no-se-puede-perder. Los fans tenemos una faceta de predicadores en potencia inherente a nuestra condición. Eso tiene dos riesgos, uno, parecer un listillo y dos, entrar en una discusión que se puede agriar por mentar a ese guitarrista que para el otro es más sagrado que la madre. Por ello, y cuando hay poca confianza, es mejor tirar de gustos comunes conocidos o bien de aquellos que sabes que no te fallarán, como los Rolling Stones, que a todo rockero y persona de bien le gustan y son respetados, por lo menos en alguna de sus facetas.

De modo que no puedo dejar de hablar de un disco y de un grupo que no conozco a nadie más al que le guste, o casi, incluso, que los conozca: The Shazam.

Ésta es la portada que debéis buscar.

Ésta es la portada que debéis buscar.

The Shazam son una banda americana que practican un power-pop con ciertos dejes garageros, sí, pero power-pop de manual. Y en 2002 publicaron el que es uno de mis discos favoritos, “Tomorrow The World”. Los referentes son los clásicos en esta clase de grupos, que si Beatles, que si Cheap Trick, aunque también un poco de MC5. En realidad, no es que sean el paradigma de la originalidad, lo cual, por supuesto, no tiene la menor importancia. Porque amigos, “Tomorrow The World” tiene CANCIONES. De la docena de cortes del disco, al menos cinco son esa clase de temas que en un mundo más justo y con un poquito de mejor gusto deberían estar sonando en las radios y en los bares cada cuarto de hora. Por supuesto, este mundo no es así, y The Shazam no suenan en las radios.

No busquéis en Spotify... no está...

No busquéis en Spotify… no está…

Sin embargo, en ese 2002 yo sí los descubrí a través de la radio. Por entonces tenía un trabajo en el que debía hacer constantes viajes en coche, pegarme kilometradas de varios centenares, y por casualidad, cosas de las diferentes frecuencias de la FM en distintas áreas geográficas, di con un programa de radio del que no sabría citar ni nombre, ni emisora. Una lástima, porque era un buen programa. Entre varias novedades de corte más alternativo, sonó el single “Gettin’ Higher” y bueno, aquello me llegó hondo. Igual me pilló con la guardia baja. Igual era el momento y el lugar adecuado. Pero en cuanto llegué a Barcelona, busqué ese disco, y lo encontré, en Discos Revolver. Desde entonces, nadie más me supo decir gran cosa más acerca de ese disco que yo pinchaba una y otra vez, hasta que unos años después, vi que el gran Little Steven los había apadrinado para su programa Underground Garage. Me da la sensación de que sin su empuje, The Shazam difícilmente habría sobrevivido como banda, pero sin embargo, ahí están, y Little Steven los incluye en sus recopilatorios y en sus festivales. De lo cual me alegro, por supuesto.

Se ha olvidado el mundo de The Shazam?

Se ha olvidado el mundo de The Shazam?

No estoy muy seguro de si he encajado bien este texto en la sección, porque en realidad jamás he olvidado que tenía este disco, al contrario, lo suelo tener muy presente. Yo no he olvidado este disco, es el mundo quien parece haberse olvidado de él. No creo que sea muy fácil dar con este “Tomorrow The World”, pero si os gustan los Redd Kross o The Monarchs, no dejéis de comprar ese disco, si lo encontrárais por ahí. Cuando escuchéis maravillas de canciones como “Nine Times”, entonces entenderéis de qué os hablo.

PD: Si alguno de vosotros conocía este disco, por favor, que no se lo calle… así no me sentiré tan solo en esta batalla.

 

De lo poco que he encontrado en Youtube, un buen concierto de 2003…

Canciones:

The Shazam: “Nine Times”

The Shazam: “Gettin’ Higher”

The Shazam: “Not Lost Anymore”

10
Ene
13

DISCOS QUE OLVIDÉ QUE TENÍA Hoy: “New Earth Mud”, Chris Robinson (2002)

Cuando uno comienza a acumular discos, al cabo de unos años nota el peso de un cierto complejo de Diógenes. No me entiendan mal, no haré la aberración de apartar mis discos para pasarme a consumir mp3, sin embargo, puedo comprender los problemas de espacio. Los discos son objetos físicos que nos acompañan, a veces, durante una temporada, y luego, por diferentes razones, quedan arrinconados, hasta que, sin nadie realmente pretenderlo, vuelven a salir a la luz. En esta nueva sección repasaré discos que tenía cogiendo polvo en una estantería, pero que si en alguna ocasión compré, fue por algo. Vete a saber el qué. Discos que hacía mucho que no escuchaba, tanto, que los había olvidado. Con todo el riesgo que ello conlleva, amigos, porque sabemos que la música va asociada a vivencias y recuerdos, y a veces, el subconsciente es sabio, y si nos lleva a enterrar algunos discos, por algo será. De modo que un respeto, que el artista se juega la vida.

Como soy un tipo poco original, pero de buen fondo, diré que esta idea de los discos arrinconados que saco a rescate no es mía, sino que se la estoy copiando a Kiko Amat, de su blog. Como quiera que no creo que lea estas líneas y con la autoridad moral de haber comprado y leído todas sus novelas (que recomiendo), me permito tomarme esta libertad.

Este año que se ha hablado tanto de los discos en solitario de Chris Robinson, con su nueva banda, Chris Robinson Brotherhood, me permito recordarles que el cuervo (lo siento, para mí será SIEMPRE el cantante de los Black Crowes) ya publicó un LP él solito, hace una década. Y allí estaba vuestro buen amigo Kar, dispuesto a rendir pleitesía, y a gastarse los cuartos en este trabajo en cuestión. No en vano, era 2002, los Black Crowes habían publicado esa maravilla que fue “Lions”, para mi gusto, el último gran disco de los de Atlanta, el año anterior… ¿cómo no iba a comprar ese trabajo en solitario del vocalista?

Portada del disco

Portada del disco

Y por lo que veo, invertí mis buenos cuartos, copia en CD, estuche de cartón, en una edición cuidada que incluye un DVD con algunas tomas en directo. Aunque reconoceré una cosa: nunca he visto ese DVD…. Por dos razones, primero, que no suelo hacer mucho caso de estos extras, y sobretodo, que en su momento, el disco me decepcionó un poco. Como dije, lo compré a los pocos meses de su lanzamiento, por lo que me gastaría unos dinerillos, nada de series medias u ofertas. Si la memoria no me falla, lo compré en Discos Revolver, la verde, de la calle Tallers de Barcelona. Al día siguiente tenía un viaje de trabajo que me apetecía más bien poco, y me decidí a darme ese capricho.

Qué llevaría este DVD?

Qué llevaría este DVD?

Cuando leí lo que se decía de este trabajo de Robinson en Popular 1, revista que por aquél entonces seguía siendo un referente claro para mí, lo cierto es que me asustó un poco. Luego escuché el disco, y  lo entendí: poquito Rock tiene este “New Earth Mud”. Y mucho menos, aires de Black Crowes. Ni psicodelia, ni rock sureño, ni The Faces…

Sin embargo, considero que el tiempo se ha comportado con él… lo escucho ahora y me está gustando más que entonces, a pesar de que tampoco lanzaría cohetes. Corría, recordemos, el año 2002, y Chris Robinson era entonces un tipo enamorado de su joven y flamante mujer, la guapita de cara Kate Hudson, y este disco rezuma amor (titula una canción “Katie Dear”, ojo) y un cierto espíritu, digamos, adulto. Lejos del rollo festivo de “By Your Side” o de la psicodelia de “Lions”, quizás sí que recupera un poquito de soul. Pero poco, mucha guitarra acústica, teclados, medios tiempos… un cierto sonido de rock suavecito de FM tipo M80. Los primeros nombres que me vienen a la cabeza son un Billy Joel sin tanto pianazo, o de un Stevie Wonder de finales de los 70s o primeros de los 80s. O incluso de un Joe Cocker ochentero. Para que se vayan haciendo una idea. Normal que entonces me causara decepción, y acabara cogiendo polvo en la estantería.

El artwork es bonito, eso sí...

El artwork es bonito, eso sí…

No  lo destacaría especialmente, ni recomendaría fervientemente su escucha, especialmente si uno es fan de los cuervos. Entiendo que en su momento tenía que comprarlo. Y sin embargo, ahora veo algunas melodías bonitas, algunos arreglos majos, algunas canciones que valen la pena. Especialmente aquellas en las que se acerca al soul y otras negritudes, en su vertiente más elegante. Un no está mal en toda regla.

Canciones:

Chris Robinson: «Untangle My Mind»

Chris Robinson: «Better Than The Sun»

Chris Robinson: «Silver Car»

02
Nov
12

Pic-Nic

La otra tarde anduve curioseando por la sección de discos de FNAC. Lo sé, ahora algunos me dirán que en FNAC hay mucha morralla, que se jactan de precios bajos cuando no lo son, que revientan a la tienda modesta, que lo que se necesita es dar apoyo a la pequeña tienda de discos, etc… y sí, seguramente tienen razón. Pero quieren saber por qué comencé a aficionarme a ir a FNAC? Pues porque tienen los discos ordenaditos, alfabéticamente, con una división estilística discutible, a veces, pero que, en definitiva, suele ser fácil encontrar lo que uno busca. Si es que lo tienen.

Les voy a confesar una cosa, me encanta la tienda Discos Revolver. El material es cojonudo y además le tengo un cariño especial porque cuando comencé a escuchar rock and roll, era mi tienda de referencia, donde tenían todo lo que buscaba, antiguo o contemporáneo, y por donde paseaba a menudo, fuera para comprar, o fuera para pasear, remenar unos discos y hacerme los dientes largos. Pero a su vez, tengo un problema con ese establecimiento: nunca encuentro nada. De acuerdo, yo soy de los que son incapaces de encontrar nada. Cuando vivía con mis padres tenía un mantra: “mama, dónde está XXXX” (sustituyan XXXX por la camisa tal o por cualquier otra chorrada). Mi madre me decía “está en YYYY” (donde YYYY es el lugar). Otro grito al cabo de dos minutos “no lo encuentro”. Y entonces mi madre venía, con ese tono entre cabreo y resignación, diciendo “a que lo encuentro yo”. Y lo encontraba, claro. No podía, obviamente, llevarme a mi madre a buscar el segundo disco de Blind Melon a Discos Revolver.

En FNAC es diferente, uno va a la B y encuentra a Blind Melon sin problemas. No nací para biblioteconomía y documentación. De todas formas, ahora ya poco importa. Las tiendas de discos, como espacio físico, están destinadas a su desaparición, como , de hecho, ha ocurrido ya con muchas de ellas. Afortunadamente, Discos Revolver aguanta, veremos por cuánto tiempo. La venta online parece ser la única tabla de salvación segura del melómano con ansias de un formato físico. Porque de hecho, las secciones de discos de las distintas FNAC son cada vez más pequeñas, dando paso a la venta de muñequitos, tazas y demás merchandising.

Como decía, hoy estuve en el establecimiento FNAC del centro comercial Diagonal Mar, y la sección de discos era paupérrima. Cuatro estanterías mal puestas. No faltaba, no obstante, esa estantería para vinilos de nuevo prensaje. Me gustan los vinilos, pero pagar las locuras que se piden por reediciones de discos clásicos en ese formato, no va conmigo. No soy, como ya comenté, un purista del vinilo, y la mayoría de música la consumo en CD. No obstante, el vinilo me sigue llamando la atención, por ese aroma a clásico y esas preciosas portadas. De modo que siempre echo una ojeada.

Qué natural posa la muchacha…

Pues bien, el otro día, en esta clásica ojeadilla inocente, me he topé con una reedición de lujo del primer y único LP de Pic-Nic. Si es que hay gente para todo, y una moderna para toda reedición en vinilo. Para los que el nombre de Pic-Nic no les diga nada, les diré que era una banda española folkie de finales de los 60’s donde cantaba una muchacha que pronto se haría famosa, Jeanette.

Y a qué viene este interés mío por una vieja banda folk española, se preguntará el lector? Pues porque ese LP contenía el que probablemente es el single más conocido de Pic-Nic, la canción “Cállate Niña”. Y esa canción la escuché cientos de veces en mi niñez. Mis recuerdos no me permiten dar mucho detalle, desde luego en casa de mis padres no rondaba ese LP, por lo que puedo imaginar que se trataba de un disco recopilatorio. Lo que sí que recuerdo es el formato, desde luego mi madre me pinchaba un disco de vinilo, por lo que puedo deducir que se trataba de uno de los discos recopilatorios que regalaba la extinta Caja De Ahorros Y Monte De Piedad De Barcelona. Se trata de una desaparecida entidad bancaria de la que mis padres eran clientes y que tenían la costumbre de regalar discos recopilatorios como obsequio promocional. En casa de mis padres rondan varios de esos plásticos, donde se reunían canciones de Nino Bravo o de Grace Jones o de los mencionados Pic-Nic.

Lo que tenía de particular esta canción “Cállate Niña” es que resultaba ser una canción increíblemente triste y melodramática como para ser escuchada por un crío de unos cuatro o cinco años (yo, por aquél entonces). La melodía es bonita y desde luego Jeanette tiene una dulzura muy particular al cantar. Pero la letra simula un discurso o carta abierta de una persona hacia una niña (la del título) cuya madre ha muerto. Ojo. Y no se crean que se trata de una poesía trufada de metáforas, la cosa está más que clara. Atención a las dos primeras estrofas:

cállate niña no llores más,

tu sabes que mama debía morir,

ella desde el cielo te cuidará,

callate niña no llores más.

 

Nunca sabrás cuanto sufrió,

ahora ella duerme sin fin,

es mejor que sea así,

no llores, no llores más.

 

Y la cosa no se queda aquí, toda la canción sigue el mismo patrón:

Yo quería a tu mamá,

y también a tu papá,

rezaré solo por ti,

calla niña no llores más.

¿Acaso también el padre ha muerto? Siempre tuve esa duda. Resulta una incógnita que no queda resuelta, ya que la narradora quería a la madre, de quien tenemos clara su defunción, pero usa, así mismo, el tiempo pasado para mencionar al padre, con lo que no se sabe si vive o murió como la madre, o es simplemente un defecto de recurso estilístico. Como dato, que sepan que este single estuvo 12 semanas consecutivas como número uno de las listas españolas.

El caso es que ignoro qué se le pasaba por la cabeza a mi madre cuando me ponía esta canción, una canción horrorosa capaz de traumatizar a cualquier niño con un mínimo de sensibilidad. A mí, desde luego, me hundía la mañana. Me horrorizaba, y me daban ganas de llorar. De modo que les dejo este vídeo para que ustedes también puedan reflexionar sobre la fugacidad de la vida, el tempus fugit y todas esas cosas. Buenas noches.

Canciones:

Vampire Weekend: “Holiday”

OC: “Times Up”

The Jon Spencer Blues Explosion: “Dang”

 

29
Oct
12

Huey & The New Yorkers

Esto de escuchar en streaming un disco que todavía ni siquiera se ha publicado, no deja de ser algo que me cuesta de asimilar. Ahí demuestro que soy un tío chapado a la antigua. Cuando yo tenía unos trece o catorce años, tenía un amigo con el que íbamos a mirar, y ocasionalmente (muy ocasionalmente, en tanto la economía lo permitiera, que era casi nunca) a comprar música en CD. Entonces no nos referíamos a ello por el acrónimo, y todavía usábamos esa palabra que ha quedado tan en desuso para referirse al formato, el “compact”. Nosotros íbamos a comprar un disco en “compact”. En fin, el caso es que mi amigo tenía (tiene) un hermano que sería como cinco o seis años mayor que nosotros. Mi amigo compraba música en CD, y la escuchaba en el único reproductor de CD que tenía en esa casa, el del ordenador. Su hermano, sin embargo, se resistía a comprar música en CD, y continuaba con el formato que había usado siempre, el cassette. Esa obstinación me sorprendía. Tenía su colección de cassettes originales, perfectamente colocada y ordenada, y no quería pasarse al CD. Está claro que si yo tuviera un hermano menor, me miraría raro, acumulando todos esos CDs.

El otro día leía el correo del Popular 1 de septiembre. Sí, el de septiembre, el número de octubre todavía lo tengo sin leer, últimamente se me acumulan, muestra de que Popular 1 ya no me interesa, ni de largo, tanto como antes. En ese correo había la carta de un chaval de ventipocos que decía que jamás había comprado un disco. Pude entender que jamás había pagado por la música, que toda se la bajaba de Internet. En fin, no quisiera retomar viejos debates aburridísimos y que ya traté en entradas dedicadas a ello, como ésta o ésta. La cuestión es que la música, tal y como la conocía, en lo que a su distribución se refiere y a la implicación que eso tiene como industria, está acabada. Lo cuál tiene muchas cosas que me disgustan, sí. Pero también tiene algunas cosas positivas.

Una de esas cosas positivas es el hecho de que haya podido escuchar el disco en solitario de debut del gran cantante de los no menos grandes, mis adorados Fun Lovin’ Criminals, sin que el trabajo esté a la venta aún. Sí, Huey Morgan se ha montado un proyecto personal, al que llama Huey & The New Yorkers, que no implica el final de mi trío neoyorkino favorito, y cualquiera puede escuchar un streaming de ese nuevo trabajo en el siguiente link:

http://www.clashmusic.com/features/listen-huey-the-new-yorkers-say-it-to-my-face

Ni que decir tiene, me parece una idea muy interesante. La oferta musical es ingente, el dinero a invertir, limitado, y vale la pena pegarle un tiento a los discos antes de gastarte los cuartos. Aunque se pierda un poco el romanticismo, no lo negaremos.

 

El más chulo del barrio…

Yendo al disco en cuestión, que titula “Say It To My Face”, a mí me ha gustado mucho. Claro que yo soy muy fan de los FL’C, y eso, quieras que no, influye. El fan de la banda reconocerá rápidamente territorios comunes entre los discos del trío y la música del proyecto personal de Huey Morgan. Si algo se le puede achacar a Morgan es eso, experimentación, poquita. Medio disco podría haber pasado como temas de los FL’C, si bien camina por una senda menos hip-hop y menos electrónico que los originales de los criminales. Ignoro si será un proyecto que tendrá continuidad, o si podremos ver a Huey girando con los New Yorkers en lugar de hacerlo con Fast y Frank, lo cuál sería francamente raro. Mientras tanto, creo que vale la pena disfrutar de esta colección de canciones, a la espera de una nueva entrega de los FL’C.

Canciones:

My Morning Jacket: “Circuital”

Generation X: “Revenge”

Ocean Colour Scene: “Can’t Get back To the Bassline”

24
Oct
12

Berlin

En la anterior entrada os hablaba de “Transformer”, el disco que volvió a poner a Lou Reed en el mapa, y que contenía alguno de sus temas más celebérrimos. Su disco posterior, “Berlin” (1973), sin embargo, cambia completamente las tornas, y resulta una suerte de otra cara de la moneda.

Si “Transformer” era una noche (o dos) de juerga, de alcohol y otras sustancias, de un poco de sexo guarro con desconocidos, de perder la cartera en mitad de la fiesta, de viajes continuos a los baños, de charlas hasta el alba con quienes en esas horas consideras tus hermanos de sangre, de rimmel corrido y llamadas etílicas a ex-novias, “Berlin” es una gran resaca del día siguiente. Es esa mañana en la que despiertas abatido, con la cabeza a punto de estallar, con esa tristeza que te invade porque sí, porque todo es una mierda y tienes ganas de vomitar, y en realidad quieres llorar pero te da vergüenza, y te estiras en el sofá rezando a quien puedas porque el jodido ibuprofeno haga efecto pronto.

Extraña portada

La cosa comienza con “Berlin”, la canción, que ya grabó Lou Reed en una versión primigenia para su disco de debut. No importa, “Berlin” es desde ya la canción que abre el disco. Es una fiesta de cumpleaños, decadente, cabaretera y que acaba en un colocón del que despiertas con un piano de esos que te incitan a mirar con curiosidad el agujero negro de un revólver.

Y a partir de ahí se suceden unas canciones que cuentan una historia, la de una pareja drogota que acaba, evidentemente, muy mal. Sí, amigos, una suerte de ópera rock. Nadie dijo que iba a ser fácil. A estas alturas el lector avispado ya se habrá dado cuenta de que la clásica estructura de canción pop o rock no es lo que se encontrará. En su lugar, ritmos pausados y algunos arreglos pomposos que se culminan en el coro de niños llorando de “The Kids” (“they’re taking her children away, because they say she’s not a good mother”, reza la letra) y tiene su cénit en esa “Sad Song” que cierra el trabajo.

Berlin” es un disco de esos de escucharlo de un tirón, en un día chungo, para poder regodearse a gusto con tu tristeza o tu melancolía. Tal vez después de un par de copas mal tomadas.

Como diría mi abuela, tiene «pintica»…

Berlin” fue el primer disco que escuché de Lou Reed. Me lo recomendó (y grabó) un amigo de la universidad, hace ya tiempo. Inevitablemente me recuerda a cómo era yo en aquella época. De un modo un poco indulgente, claro, cosas de revisitar tiempos pasados. No hay nostalgia, no jodamos, que eso es para mariquitas. Sólo una estúpida deformación de la realidad, en forma de recuerdos, buenos y malos, pero con las aristas limadas, navegando entre las pistas del CD.

Pronto me sorprendería toparme una version muy rockera del tema “Lady Day” de “Berlin” que Lou Reed grabaría en su posterior álbum, “Rock n’ Roll Animal”, un directo de tan sólo cinco canciones con una foto de portada que vale por todo el LP, con el Lou Reed más desfasado, drogota y degenerado. A pesar de ello, para mí, Lou Reed sólo tiene dos discos en su carrera: “Berlin” y “Transformer”… lo demás, nunca estaría a la altura.

Canciones:

The Twins: “Face to face, heart to heart”

The Black Keys: “Everlasting Light”

Los Planetas: “Romance de Juan de Osuna”

21
Oct
12

Transformer

Siempre se ha acusado a David Bowie de ser un copión. De ser un aprovechado de ideas ajenas para apropiarse de ellas, venderlas como propias, y ya de paso, hacer unos cuartos. Algo de eso es verdad, cierto. Y sin embargo, hay que sacar a la palestra que también hubo ocasiones en las que ayudó de una manera crucial como para re-encauzar las carreras de los que consideraba sus ídolos o incluso mentores. Uno de estos casos es la ya celebérrima asociación de David Bowie con Iggy Pop. Resumiendo la historia, Bowie admiraba al Iggy de los Stooges, que ahora todo el mundo asumimos como piedra angular del rock n’ roll, pero no lo olvidemos, en su momento, no vendieron un carajo, y entre 1972 y 1976 la carrera de Iggy estaba acabada, su disco junto con James Williamson ni siquiera se llegó a publicar, y el mismo Iggy había entrado en una peligrosa espiral de drogas y problemas mentales. Seguramente, sin la ayuda de su amigo Bowie, empeñado en que publicara un disco en solitario, Iggy no habría sacado adelante su carrera. Sí, ahora el lector avispado me dirá que Bowie aprovechó ese disco de Iggy para experimentar sonoridades que luego desarrollaría en sus propios trabajos. Sea como sea, y yo no pienso que de eso se trate, pero aunque así fuera, si hoy tenemos discos de Iggy Pop, probablemente sea en gran parte gracias a David Bowie.

Celebérrima foto de las tres gracias del glam rock…

Algo similar ocurrió con Lou Reed. Recordemos que el duque blanco era un gran fan de la Velvet Underground. Recordemos también que en vida, The Velvet Underground vendió pocos discos, o por lo menos muy pocos si lo comparamos con la fama y el reconocimiento global que tienen hoy en día. A la disolución de la banda, Lou Reed publicó un primer disco, de título homónimo, compuesto en su mayoría por temas rescatados de su etapa Velvet. Lou no quedó muy satisfecho del resultado, y aunque se empezaba a reverenciar el legado de Velvet Underground en ese 1972 en que se publicó el disco, comercialmente fue un fiasco. Pero ahí estaba el tío Bowie para echar un cable a un admirado amigo. En este caso no estaba solo, le acompañaba el nunca suficientemente reivindicado guitarrista Mick Ronson, quien se entregó al máximo en el que sería segundo disco de Lou Reed, que titularía “Transformer” y publicaría a finales del mismo año 1972. Tanto Bowie como Ronson constan como co-productores, y en temas como “Vicious” esa influencia no se puede negar.

Una de mis portadas de disco favoritas!

Podría calificarse como el disco glam de Lou Reed. Salvando las distancias, claro, pues la personalidad de Reed era tan aplastante que los paralelismos resultan más difuminados. Aún así, en la bonita “Perfect Day” podemos encontrar ese dramatismo en los arreglos que vemos también en, por ejemplo, “Life On Mars?”. Y qué me dicen de “Satellite Of Love”, o acaso no piensan ustedes en ese muchacho con el rimmel corrido (con perdón) tarareando ese estribillo de vuelta a casa, tratando de no trastabillarse con esos botines de plataformas. “Transformer” es también el LP que contiene la que podría ser calificada como la canción más popular de Lou Reed, “Walk On The Wild Side”, el tema por el que Lou Reed se hubiera podido retirar y dedicarse a hacer bolos en el circuito de viejas glorias americanas. A pesar de su enorme popularidad, hacerse el exquisito es ridículo: “Walk On The Wild Side” es una canción fantástica, además de tener una letra muy interesante acerca de personajes que Lou Reed conoció en su etapa de la Factory, y que da una visión bastante clara de lo que eran aquellos años.

Todo en “Transformer” es especial, comenzando por la portada. Es una de las portadas de discos de los 70’s que más me gustan. En realidad, la foto se le desenfocó a Mick Rock, el autor, en el cuarto oscuro (no me piensen mal, marranos), pero la realidad es que quedaba mejor que una imagen pulida. Le da un aire más decadente, el maquillaje, la pose de ese Lou delgadísimo, casi andrógino, combinado con el dorado de los márgenes. La contraportada también dejaba claro que la cosa no iba de medias tintas.

La contraportada no da pie a confusión…

Y ahora os voy a confesar una cosa… durante una época, cuando era un chavalín y comenzaba a escuchar esto del rock n’ roll, tenía un feo vicio de robar discos. No en las tiendas, nunca tuve suficiente arrojo para ello. Sí a las personas. Y “Transformer” fue uno de los discos que robé en su momento. Dí con una copia en vinilo, original de la época, en casa de mis abuelos. Probablemente pertenecía a uno de mis tíos, dudo mucho que mis abuelos quisieran saber nada de ese cantante de Nueva York con pinta de yonki y aprendiz de marica a tiempo parcial. Por supuesto, y dado que mis tíos, al parecer, no lo habían reclamado, me llevé ese vinilo a casa. El hecho de tratarse de una copia en vinilo lo hacía incluso más atractivo, ya sabéis, yo sigo considerando el rock como algo orgánico, y el tener esa pieza en casa era como llevarme un pedacito de historia. Más tarde vi una vez, en casa de mi tío, una copia en CD de “Transformer”. Al verme con el CD en las manos, mi tío me dijo algo así como “yo me compré ese disco cuando salió, hace años. Pero lo perdí.”

Para cuando descubrí “Transformer”, título que, por otra parte, me transporta a mis meriendas viendo las andanzas de Optimus Prime, ya había comenzado a sumergirme en la carrera de Lou Reed a través de “Berlin”, el disco que publicaría LouLou posteriormente, y que bastante poco tenía que ver con su predecesor. Y ya no escuché ningún LP más del neoyorkino hasta mucho tiempo después, cuando grabó “The Raven” en 2003, un disco que por cierto, no estaba nada mal. Era, claro, francamente difícil competir con aquellos dos trabajos que convirtieron a Lou Reed en el mito del rock n’ roll que pasó a ser.

Canciones:

Travelling Wilburys: “Handle with care”

Radiohead: “Black Star”

Aerosmith: “The Farm”




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