Archivo de octubre 2012

29
Oct
12

Huey & The New Yorkers

Esto de escuchar en streaming un disco que todavía ni siquiera se ha publicado, no deja de ser algo que me cuesta de asimilar. Ahí demuestro que soy un tío chapado a la antigua. Cuando yo tenía unos trece o catorce años, tenía un amigo con el que íbamos a mirar, y ocasionalmente (muy ocasionalmente, en tanto la economía lo permitiera, que era casi nunca) a comprar música en CD. Entonces no nos referíamos a ello por el acrónimo, y todavía usábamos esa palabra que ha quedado tan en desuso para referirse al formato, el “compact”. Nosotros íbamos a comprar un disco en “compact”. En fin, el caso es que mi amigo tenía (tiene) un hermano que sería como cinco o seis años mayor que nosotros. Mi amigo compraba música en CD, y la escuchaba en el único reproductor de CD que tenía en esa casa, el del ordenador. Su hermano, sin embargo, se resistía a comprar música en CD, y continuaba con el formato que había usado siempre, el cassette. Esa obstinación me sorprendía. Tenía su colección de cassettes originales, perfectamente colocada y ordenada, y no quería pasarse al CD. Está claro que si yo tuviera un hermano menor, me miraría raro, acumulando todos esos CDs.

El otro día leía el correo del Popular 1 de septiembre. Sí, el de septiembre, el número de octubre todavía lo tengo sin leer, últimamente se me acumulan, muestra de que Popular 1 ya no me interesa, ni de largo, tanto como antes. En ese correo había la carta de un chaval de ventipocos que decía que jamás había comprado un disco. Pude entender que jamás había pagado por la música, que toda se la bajaba de Internet. En fin, no quisiera retomar viejos debates aburridísimos y que ya traté en entradas dedicadas a ello, como ésta o ésta. La cuestión es que la música, tal y como la conocía, en lo que a su distribución se refiere y a la implicación que eso tiene como industria, está acabada. Lo cuál tiene muchas cosas que me disgustan, sí. Pero también tiene algunas cosas positivas.

Una de esas cosas positivas es el hecho de que haya podido escuchar el disco en solitario de debut del gran cantante de los no menos grandes, mis adorados Fun Lovin’ Criminals, sin que el trabajo esté a la venta aún. Sí, Huey Morgan se ha montado un proyecto personal, al que llama Huey & The New Yorkers, que no implica el final de mi trío neoyorkino favorito, y cualquiera puede escuchar un streaming de ese nuevo trabajo en el siguiente link:

http://www.clashmusic.com/features/listen-huey-the-new-yorkers-say-it-to-my-face

Ni que decir tiene, me parece una idea muy interesante. La oferta musical es ingente, el dinero a invertir, limitado, y vale la pena pegarle un tiento a los discos antes de gastarte los cuartos. Aunque se pierda un poco el romanticismo, no lo negaremos.

 

El más chulo del barrio…

Yendo al disco en cuestión, que titula “Say It To My Face”, a mí me ha gustado mucho. Claro que yo soy muy fan de los FL’C, y eso, quieras que no, influye. El fan de la banda reconocerá rápidamente territorios comunes entre los discos del trío y la música del proyecto personal de Huey Morgan. Si algo se le puede achacar a Morgan es eso, experimentación, poquita. Medio disco podría haber pasado como temas de los FL’C, si bien camina por una senda menos hip-hop y menos electrónico que los originales de los criminales. Ignoro si será un proyecto que tendrá continuidad, o si podremos ver a Huey girando con los New Yorkers en lugar de hacerlo con Fast y Frank, lo cuál sería francamente raro. Mientras tanto, creo que vale la pena disfrutar de esta colección de canciones, a la espera de una nueva entrega de los FL’C.

Canciones:

My Morning Jacket: “Circuital”

Generation X: “Revenge”

Ocean Colour Scene: “Can’t Get back To the Bassline”

27
Oct
12

Spasić

¿Alguien recuerda a Pedrag Spasić? Fue un jugador de fútbol de una época en la que el fútbol no estaba plagado de mamarrachos preocupados por lucir looks arrebatadores y rodar anuncios de ropa. Tampoco tenían clausulas de rescisión de contratos que superaban presupuestos de países. O tal vez sí. Es fácil escudarse en los tópicos que pueblan el fútbol profesional actual: niñatos malcriados, tatuados y depilados con cortes de pelo imposibles y vestidos de fantoches que, para colmo, cobran barbaridades. Sería incierto, sin embargo, no reconocer que eso no es una situación tan reciente como pudiera parecer, y probablemente lo mismo que los seguidores veteranos critican de los jugadores actuales, sus predecesores criticaban las formas y actitudes del constantemente citado George Best, del mismísimo Johan Cruyff o del nostrat Carles Reixach, que las mataba callando.

Volviendo a Spasić, fue un defensa central serbio que hizo un buen papel en la selección yugoslava durante el Mundial de Italia de 1990 (la que eliminó a España en cuartos, antes de que ésta fuera “la Roja”), y por sorpresa, Ramón Mendoza fichó para el Real Madrid en ese mismo verano de 1990. Y ahora que lo menciono, Ramón Mendoza, un personaje que formaba parte de una manera de entender el fútbol que actualmente queda tan enterrada en el pasado que me acongoja.

… era más feo que Picio…

En esa época, ser el fichaje extranjero de un equipo como el Real Madrid no era moco de pavo, pues cada equipo podía tener solamente 4 extranjeros en plantilla, siendo posible la alineación de 3 simultáneamente en el campo. Se suponía que el jugador extranjero era el que aportaba el plus de calidad. Se suponía. Spasić resultó ser uno de esos casos en los que esta norma no se cumplía.

Pronto ese fichaje comenzó a ser decepcionante y a mostrar un rendimiento francamente inferior al esperado. La puntilla llegó en un partido F.C.Barcelona – Real Madrid, en el Camp Nou. El Barcelona iba ganando por un tanto a cero, y en una jugada realmente desgraciada, Spasić despejó de cabeza un centro aparentemente no muy complicado, empujando el balón hacia su propia portería, y significando el 2 a 0. Butragueño recortaría distancias, pero no lo suficiente como para que el Real Madrid, que hasta ese año había arrasado en las cinco ligas anteriores, no acabara perdiendo ese partido por 2 a 1.

Resulta de una comicidad especial para mí esa jugada y sobretodo la expresión corporal del serbio, cuando se da cuenta de la trayectoria que adopta el balón, y ese espacio de menos de un segundo, pero que seguro que le parecieron varios minutos, en el que sabe que va entre palos y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Aquello fue la puntilla para Spasić en el conjunto blanco, donde perdió la titularidad, para acabar traspasado a Osasuna a final de temporada.

Por alguna razón, aquella jugada resultó francamente popular entre la chavalería de mi clase, que éramos eminentemente barcelonistas. Desde aquél momento, en todo partidillo callejero que jugábamos, cuando alguno de los niños cometíamos el error de marcar un gol en propia puerta, todo el equipo rival se mofaba, al grito de “Spaaaaasić, Spaaaaasić”. Aquella tontería nos duró por lo menos un par de años más, cuando seguramente ni recordábamos la razón por la cuál llamábamos de esa manera al que se marcaba un autogol. Spasić ha pasado, pues, con méritos propios, a mi substrato personal. No hacen falta las felicitaciones.

Canciones:

Elliott Murphy: «The Last Of Rock Stars»

Sloan: «Loosing California»

Alabama Shakes: «Hold On»

24
Oct
12

Berlin

En la anterior entrada os hablaba de “Transformer”, el disco que volvió a poner a Lou Reed en el mapa, y que contenía alguno de sus temas más celebérrimos. Su disco posterior, “Berlin” (1973), sin embargo, cambia completamente las tornas, y resulta una suerte de otra cara de la moneda.

Si “Transformer” era una noche (o dos) de juerga, de alcohol y otras sustancias, de un poco de sexo guarro con desconocidos, de perder la cartera en mitad de la fiesta, de viajes continuos a los baños, de charlas hasta el alba con quienes en esas horas consideras tus hermanos de sangre, de rimmel corrido y llamadas etílicas a ex-novias, “Berlin” es una gran resaca del día siguiente. Es esa mañana en la que despiertas abatido, con la cabeza a punto de estallar, con esa tristeza que te invade porque sí, porque todo es una mierda y tienes ganas de vomitar, y en realidad quieres llorar pero te da vergüenza, y te estiras en el sofá rezando a quien puedas porque el jodido ibuprofeno haga efecto pronto.

Extraña portada

La cosa comienza con “Berlin”, la canción, que ya grabó Lou Reed en una versión primigenia para su disco de debut. No importa, “Berlin” es desde ya la canción que abre el disco. Es una fiesta de cumpleaños, decadente, cabaretera y que acaba en un colocón del que despiertas con un piano de esos que te incitan a mirar con curiosidad el agujero negro de un revólver.

Y a partir de ahí se suceden unas canciones que cuentan una historia, la de una pareja drogota que acaba, evidentemente, muy mal. Sí, amigos, una suerte de ópera rock. Nadie dijo que iba a ser fácil. A estas alturas el lector avispado ya se habrá dado cuenta de que la clásica estructura de canción pop o rock no es lo que se encontrará. En su lugar, ritmos pausados y algunos arreglos pomposos que se culminan en el coro de niños llorando de “The Kids” (“they’re taking her children away, because they say she’s not a good mother”, reza la letra) y tiene su cénit en esa “Sad Song” que cierra el trabajo.

Berlin” es un disco de esos de escucharlo de un tirón, en un día chungo, para poder regodearse a gusto con tu tristeza o tu melancolía. Tal vez después de un par de copas mal tomadas.

Como diría mi abuela, tiene «pintica»…

Berlin” fue el primer disco que escuché de Lou Reed. Me lo recomendó (y grabó) un amigo de la universidad, hace ya tiempo. Inevitablemente me recuerda a cómo era yo en aquella época. De un modo un poco indulgente, claro, cosas de revisitar tiempos pasados. No hay nostalgia, no jodamos, que eso es para mariquitas. Sólo una estúpida deformación de la realidad, en forma de recuerdos, buenos y malos, pero con las aristas limadas, navegando entre las pistas del CD.

Pronto me sorprendería toparme una version muy rockera del tema “Lady Day” de “Berlin” que Lou Reed grabaría en su posterior álbum, “Rock n’ Roll Animal”, un directo de tan sólo cinco canciones con una foto de portada que vale por todo el LP, con el Lou Reed más desfasado, drogota y degenerado. A pesar de ello, para mí, Lou Reed sólo tiene dos discos en su carrera: “Berlin” y “Transformer”… lo demás, nunca estaría a la altura.

Canciones:

The Twins: “Face to face, heart to heart”

The Black Keys: “Everlasting Light”

Los Planetas: “Romance de Juan de Osuna”

21
Oct
12

Transformer

Siempre se ha acusado a David Bowie de ser un copión. De ser un aprovechado de ideas ajenas para apropiarse de ellas, venderlas como propias, y ya de paso, hacer unos cuartos. Algo de eso es verdad, cierto. Y sin embargo, hay que sacar a la palestra que también hubo ocasiones en las que ayudó de una manera crucial como para re-encauzar las carreras de los que consideraba sus ídolos o incluso mentores. Uno de estos casos es la ya celebérrima asociación de David Bowie con Iggy Pop. Resumiendo la historia, Bowie admiraba al Iggy de los Stooges, que ahora todo el mundo asumimos como piedra angular del rock n’ roll, pero no lo olvidemos, en su momento, no vendieron un carajo, y entre 1972 y 1976 la carrera de Iggy estaba acabada, su disco junto con James Williamson ni siquiera se llegó a publicar, y el mismo Iggy había entrado en una peligrosa espiral de drogas y problemas mentales. Seguramente, sin la ayuda de su amigo Bowie, empeñado en que publicara un disco en solitario, Iggy no habría sacado adelante su carrera. Sí, ahora el lector avispado me dirá que Bowie aprovechó ese disco de Iggy para experimentar sonoridades que luego desarrollaría en sus propios trabajos. Sea como sea, y yo no pienso que de eso se trate, pero aunque así fuera, si hoy tenemos discos de Iggy Pop, probablemente sea en gran parte gracias a David Bowie.

Celebérrima foto de las tres gracias del glam rock…

Algo similar ocurrió con Lou Reed. Recordemos que el duque blanco era un gran fan de la Velvet Underground. Recordemos también que en vida, The Velvet Underground vendió pocos discos, o por lo menos muy pocos si lo comparamos con la fama y el reconocimiento global que tienen hoy en día. A la disolución de la banda, Lou Reed publicó un primer disco, de título homónimo, compuesto en su mayoría por temas rescatados de su etapa Velvet. Lou no quedó muy satisfecho del resultado, y aunque se empezaba a reverenciar el legado de Velvet Underground en ese 1972 en que se publicó el disco, comercialmente fue un fiasco. Pero ahí estaba el tío Bowie para echar un cable a un admirado amigo. En este caso no estaba solo, le acompañaba el nunca suficientemente reivindicado guitarrista Mick Ronson, quien se entregó al máximo en el que sería segundo disco de Lou Reed, que titularía “Transformer” y publicaría a finales del mismo año 1972. Tanto Bowie como Ronson constan como co-productores, y en temas como “Vicious” esa influencia no se puede negar.

Una de mis portadas de disco favoritas!

Podría calificarse como el disco glam de Lou Reed. Salvando las distancias, claro, pues la personalidad de Reed era tan aplastante que los paralelismos resultan más difuminados. Aún así, en la bonita “Perfect Day” podemos encontrar ese dramatismo en los arreglos que vemos también en, por ejemplo, “Life On Mars?”. Y qué me dicen de “Satellite Of Love”, o acaso no piensan ustedes en ese muchacho con el rimmel corrido (con perdón) tarareando ese estribillo de vuelta a casa, tratando de no trastabillarse con esos botines de plataformas. “Transformer” es también el LP que contiene la que podría ser calificada como la canción más popular de Lou Reed, “Walk On The Wild Side”, el tema por el que Lou Reed se hubiera podido retirar y dedicarse a hacer bolos en el circuito de viejas glorias americanas. A pesar de su enorme popularidad, hacerse el exquisito es ridículo: “Walk On The Wild Side” es una canción fantástica, además de tener una letra muy interesante acerca de personajes que Lou Reed conoció en su etapa de la Factory, y que da una visión bastante clara de lo que eran aquellos años.

Todo en “Transformer” es especial, comenzando por la portada. Es una de las portadas de discos de los 70’s que más me gustan. En realidad, la foto se le desenfocó a Mick Rock, el autor, en el cuarto oscuro (no me piensen mal, marranos), pero la realidad es que quedaba mejor que una imagen pulida. Le da un aire más decadente, el maquillaje, la pose de ese Lou delgadísimo, casi andrógino, combinado con el dorado de los márgenes. La contraportada también dejaba claro que la cosa no iba de medias tintas.

La contraportada no da pie a confusión…

Y ahora os voy a confesar una cosa… durante una época, cuando era un chavalín y comenzaba a escuchar esto del rock n’ roll, tenía un feo vicio de robar discos. No en las tiendas, nunca tuve suficiente arrojo para ello. Sí a las personas. Y “Transformer” fue uno de los discos que robé en su momento. Dí con una copia en vinilo, original de la época, en casa de mis abuelos. Probablemente pertenecía a uno de mis tíos, dudo mucho que mis abuelos quisieran saber nada de ese cantante de Nueva York con pinta de yonki y aprendiz de marica a tiempo parcial. Por supuesto, y dado que mis tíos, al parecer, no lo habían reclamado, me llevé ese vinilo a casa. El hecho de tratarse de una copia en vinilo lo hacía incluso más atractivo, ya sabéis, yo sigo considerando el rock como algo orgánico, y el tener esa pieza en casa era como llevarme un pedacito de historia. Más tarde vi una vez, en casa de mi tío, una copia en CD de “Transformer”. Al verme con el CD en las manos, mi tío me dijo algo así como “yo me compré ese disco cuando salió, hace años. Pero lo perdí.”

Para cuando descubrí “Transformer”, título que, por otra parte, me transporta a mis meriendas viendo las andanzas de Optimus Prime, ya había comenzado a sumergirme en la carrera de Lou Reed a través de “Berlin”, el disco que publicaría LouLou posteriormente, y que bastante poco tenía que ver con su predecesor. Y ya no escuché ningún LP más del neoyorkino hasta mucho tiempo después, cuando grabó “The Raven” en 2003, un disco que por cierto, no estaba nada mal. Era, claro, francamente difícil competir con aquellos dos trabajos que convirtieron a Lou Reed en el mito del rock n’ roll que pasó a ser.

Canciones:

Travelling Wilburys: “Handle with care”

Radiohead: “Black Star”

Aerosmith: “The Farm”

19
Oct
12

Gafas…

Leía con estupor no hace mucho una chorrada en forma de noticia, en la que se hablaba de que los mánagers de ciertos jugadores de la NBA recomendaban a sus representados que lucieran gafas, aunque fueran no graduadas, fuera de las canchas. Preferentemente de pasta negra. Esto último no lo venía en la noticia, me lo saco de la manga. Como fuere, la finalidad de tal consejo estético estaba en proyectar una imagen de inteligencia y erudición, lo cuál, en unos tipos enormes que pesan más de cien kilos, lo que en la edad media se hubiera llamado sin ningún género de dudas “gigante”, parece ser necesario. Cosas de los cuentos infantiles y de la Disney como gran perversora de mentes y perpetuadora de estereotipos y mentalidades. Un gigantón era un ser burdo, tontuelo, con mala leche pero sin la capacidad mental como para ser malvado. Un enano podía ser listo y taimado, pero ¿un gigante? No, ellos eran bobos. ¿Y qué hay mejor que unas buenas gafas para poder paliar esa imagen de tonto? Todo el mundo sabe que los tipos que llevan gafas son listos. Pueden ser torpes, bobalicones, obsesivo-compulsivos, desequilibrados emocionales… pero amigo, llevan gafas… seguro que son capaces de resolver integrales diferenciales mientras plantan un pino en el lavabo.

A que parece un tío listo?

Así que allí está Kevin Durant con sus gafas, así como LeBron James o Dwayne Wade. Nada nuevo, no obstante. Eso ya lo puso en práctica, por ejemplo, Sylvester Stallone, cuando en plena fiebre de las películas de hipermusculado violento, se planteó ponerse en plan exquisito, en plan dandy sensible, inteligente y refinado para interpretar al policía Ray Tango, en “Tango Y Cash” (1989). Un traje de corte clásico, un peinado con raya impecable y unas delicadas gafas de montura metálica para tratar de parecer que leía algo más que las etiquetas del champú. 23 años más adelante y no hemos evolucionado mucho.

Por no hablar de los modernos… aaaah, los modernos, qué raza tan despreciable. No os creáis, en el fondo, todos llevamos un moderno dentro, lo que pasa es que lo domamos para que no haga lo que desea. Pero los modernos, los de verdad, los liberados… ¿no os darían ganas de ahostiarlos con la mano abierta? A mí sí. Particularmente a esos que les da por lucir gafas, habitualmente de pasta negra estilo Ray Ban Wayfarer con cristales sin graduación. Dicho de otro modo, llevar gafas que no necesitan. Sólo porque sí. Porque mola. Pues como ex-miope y ex-portador forzado de gafas, esa clase de gente me repugna.

Hola, soy Stallone. A veces leo cosas…

Porque amigos, necesitar gafas es una putada. Por supuesto, ya que las necesitamos, hagamos de ello algo con estilo, un trazo característico, minimicemos la cuestión. Todo eso está muy bien, pero a todos nos hubiera gustado nacer con una vista de lince.

El tema de las gafas es particularmente molesto para un niño. Y me perdonen mis lectoras, muy probablemente se deba a la ignorancia, o tal vez sean los estereotipos que por escondidos que se hallen en mi substrato personal, a veces, los jodidos, salen a la luz. Pero se entiende que un niño (masculino) juega a revolcarse con sus semejantes, se pelea, juega al fútbol, en definitiva, hace todas esas actividades susceptibles de acabar en la tan temida rotura de gafas.

Buddy Holly. La música murió con él.

Tendría yo unos siete años cuando un médico cabrón convenció a mis padres de que era miope perdido y necesitaba gafas. Lo peor de todo es que tenía razón. Miope. No me negaréis que suena mal, la palabra. En fin, allí estaba yo con mis gafas recién estrenadas. Unas gafas de pasta marrón clarito, típicamente ochenteras, con cristales en forma de televisor. Tremendo. No tardaría en entender la fragilidad de tal artefacto, fragilidad que mis padres no se olvidaban de repetirme, cual mantra, constantemente, temiendo otro descalabro en la economía familiar, en forma de cristal roto. Así, resultaban ser un jodido engorro. Si juegas en el patio, guarda las gafas. Si sales de excursión, te las guardas al jugar, pero no te las dejes olvidadas por ahí. Automáticamente, parecía que todos los balones iban dirigidos a tu cara, todos los juegos que implicaban algún contacto físico o forcejeo acababan con las gafas saltando, y sobretodo, cualquier matón de colegio te soltaba la que parecía ser la peor de las amenazas: “a que te rompo las gafas”. O más humillante todavía, “no le pegues, que lleva gafas”. Claro que esto no creo que le ocurra a Kevin Durant.

Kevin y Paul. No es Marilyn Manson, por si acaso alguien se creyó esa historia…

Luego vino la pre-adolescencia, esa maravillosa etapa en la que eres un crío y por lo tanto, capaz de jugar con muñecos o de divertirte subiéndote por una tubería, y a la vez, tratar de escrutar los incipientes pechos de las muchachas de tu clase. O todo a la vez. Y entonces te das cuenta de que las gafas no molan. Los niños que les gustan a las chavalitas no llevan gafas. Los niños con gafas no son los protagonistas, sino que son, como mucho, los amigos y escuderos. Cine, televisión y literatura dan fe de ello. Bart y Millhouse. Rusty James y Steve. Kevin Arnold y Paul Pfeiffer. Los personajes con gafas no son sino perdedores, como el pitufo filósofo o Steve Urkel. Las gafas son para los empollones. Y claro, si realmente lo eras, acababa siendo una putada. Yo lo era. Esas cosas, a ciertas edades, marcan.

A quién me recuerda el de la izquierda de la imagen?

Durante un tiempo llevé las gafas prácticamente sólo en clase y en casa. Cuando salía a la calle, no las llevaba, la excusa de que jugábamos a pelota ya valía para mi madre. Imaginad al que escribe estas líneas saliendo de su casa, hacia los patios donde me encontraba con los amigos. Mi miopía hacía que las formas se vieran borrosas, de modo que a partir de los cinco o seis metros de distancia, las caras estaban difuminadas. Así, había veces que bajaba y me pasaba varios minutos paseando por los patios y plazas buscando alguna forma humana (ya no cara) que me resultara familiar y reconociera como parte de mi grupo de amigos… que estaban sentados en el banco a 15 metros de mí…

Cuando cumplí los diecisiete, me puse lentillas. Entonces casi se acababan de inventar las lentes de contacto blandas desechables, más económicas y menos invasivas para el ojo. Sin ser la solución definitiva, gané en calidad de vida, y, por lo menos así lo pensaba, también en imagen. Como mínimo me pude deshacer de desagradables comparaciones con Steve Urkel. Mi solución final vino con la popularización de las intervenciones láser para la miopía. Aún tuve que esperar, pues se supone que el período de crecimiento en un hombre no acaba hasta los veintiún años, aproximadamente. Pero esperé y lo hice. Y queridos míos, no podría calificar aquello sino como una liberación, y como el dinero mejor invertido de mi vida. Tras quince años dependiendo de gafas o lentillas, levantarme por la mañana sin hacer el característico gesto de buscar las gafas en la mesita de noche, o salir del agua en la playa y poder divisar perfectamente dónde tienes tu toalla, bien valió la pena ese láser.

Rusty James sólo confiaba, realmente, en Steve. Me sorprende la foto en color…

Por eso, por mis quince años de miopía, que no se olvidan, me revientan actitudes como las de llevar gafas sin necesitarlas. Para mí es como llevar una muleta cuando uno puede andar perfectamente, o una mano ortopédica porque resulta “cool”. Por supuesto que existen muchas personas que han lucido gafas con más estilo del que yo jamás podré tener. Por supuesto que el mundo de las gafas ha evolucionado mucho de los modelos Rappel o Luís Aragonés de los ochenta. Por supuestísimo que muchas mujeres resultan extremadamente sexys con gafas, y sin ellas, perderían ese sex-appeal. Pero qué queréis que os diga. Mis traumas son míos y los gestiono como quiero. O como puedo.

 

Canciones:

The Rolling Stones: «We Love You»

Neko Case: «People Got A Lotta Nerve»

Fun (Feat. Janelle Monae): «We Are Young»

 

16
Oct
12

Cambiamos de casa…

… a partir de ahora nos encontraréis en www.notasdekar.com … tal cual, volviendo con nuevas energías! estáis tod@s invitad@s!!!

Gracias

Kar

15
Oct
12

En construcción…

Estoy en plena fase de mudanza, de blogger (donde estaba en http://notasdekar.blogspot.com ) a wordpress, y con mi propio dominio, http://www.notasdekar.com … espero acabar, darle un aspecto atractivo a la página y tenerlo todo listo en muy breve… hasta entonces… stay tuned for more NDK!

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