Archive for the 'Australia' Category

19
Nov
12

australian chronicles – REPRISE (y xi)

Pues ya se acabó… ya no más entradas sobre Australia. Ha estado muy bien, pero creo que ya es suficiente. Vuelta a casa, a pasar el jet-lag del retorno, bastante más ligero que el de ida, no obstante (siempre es mucho peor cuando viajas hacia el este que hacia el oeste), de nuevo otoño y puedo abrir el blog a otras propuestas que van más allá del viaje.Y sin embargo, no me olvido una pequeña deuda que tenía para con vosotros: las fotos. Casi todas tomadas con el iPhone, algunas filtradas por Instagram, y lo que hay, es lo que hay. Nunca me las di de fotógrafo. Pese a ello, enjoy:

Clásica vista del Opera House de Sydney… irse si esta foto está penado por las autoridades de New South Wales

 

Jesús os salvará… incluso a los lectores de NDK… a su autor, ya lo tiene chungo…

 

York Street … el fotógrafo jugándose la vida en medio de la calzada…

 

Circular Quay… o la parada de bus, sólo que en lugar de autobuses, se cogen ferrys…

 

Manly Beach, aquí hice mis pinitos con el surf…

 

Brisbane la nui… Brisbane Story Bridge… creo que empiezo a tener una pequeña obsesión (fotográfica) por los puentes…

 

Koalas! Lo mejor de estos bichos es la manera inverosímil que tienen de quedarse dormidos en cualquier rama, de cualquier manera…

 

Canciones:

ELO: «Don’t Bring Me Down»

TV On The Radio: «Forgotten»

The Brian Jonestown Massacre: «Not If You Were The Last Dandy On Earth»

 

 

 

 

14
Nov
12

australian chronicles (x)

Esto se acaba, amigos. Esta es mi última noche en Australia. Mañana comienza el periplo de vuelta, Brisbane – Singapur, Singapur – Londres, Londres – Barcelona. Atrás dejo unos días de trabajo, qué duda cabe, pero en los que también he podido disfrutar, en la medida de lo posible, del país. Mis tres anteriores veces en Australia habían supuesto una ingesta de heces tal que no me había dado apenas tiempo de poder disfrutar de buenos momentos. Un par de paseos por Melbourne, una par de visitas a pubs, un visionado en un pub de un partido de fútbol australiano, una comida en un restaurante incluyendo canguro (mal cocinado), cocodrilo y emú… y ya. En esta ocasión, sea por circunstancias o sea por ánimos, he aprovechado, como digo, mucho más mi estancia.

El día de hoy se ha cerrado con un pequeño paseo por el centro de la ciudad, muy al estilo de las ciudades USA, aunque con un par de calles comerciales peatonales, como podemos encontrar en Europa, lo cuál reafirma mi sensación de que Australia toma como espejo estructural a los USA pero mantiene esas raíces puramente británicas, de pub, té, cricket y conducir por la izquierda, aunque, como bien me apuntaban anteriormente en un comentario, a pesar de ello, utilizan el sistema métrico decimal, lo cuál es de agradecer.

También he tenido oportunidad de hablar de la huelga general que hoy se da en España, pudiendo captar cómo de lejos está la mentalidad, yo diría que anglosajona protestante, de la mentalidad de un Europeo del sur. Es francamente difícil hacer entender el por qué de los conflictos sociales hispánicos a un ciudadano australiano. Claro que después de tener esa otra conversación con un americano en la que decía que Obama estaba llevando al país al comunismo, cualquier cosa es posible. Todo lo contrario que ese tipo, el australiano de hoy tenía conceptos diametralmente opuestos, pero eran más bien de tipo moral, como moral de individuo y de pueblo frente a sus gobernantes y sus propias acciones, que no de conceptos políticos y sociales. Así, los entendimientos resultan francamente complicados.

Bueno, y ahora la solución a la gran duda planteada: hacia dónde gira el agua en un desagüe australiano? Pues bien, lo hace en el sentido contrario a las agujas del reloj, es decir, en el sentido contrario que en Europa. Es decir, lo que se reflejaba en aquél episodio de Los Simpson es real. He estado a punto de subir un video al respecto, pero sinceramente, me sentía un poco estúpido grabando con el móvil a la taza del wáter. Así que lo he dejado correr.

Y con esto acaban las crónicas australianas. O casi. Mañana, jueves 15, no habrá entrega, porque estaré en algún sitio por los cielos, y el viernes haré un “reprise”. Hasta entonces, portáos bien, mamoncetes…

 

Canciones:

The Offspring: “Nitro”

Grand Funk Railroad: “Bad Time”

Loquillo y Trogloditas: “En las Calles de Madrid”

 

 

13
Nov
12

australian chronicles (xix)

Hoy tenemos un problema: acabo de llegar al hotel y resulta que esta noche la conexión a Internet no funciona, de modo que desafortunadamente, la edición de hoy de las crónicas australianas llega con unas horas de retraso… con un poco de suerte. No negaré que me molesta, los hoteles por aquí no son baratos, y ya me parece indignante que un servicio como Internet te lo cobren aparte, como el   que se casca un par de whiskys del minibar. Llamo a recepción para preguntar por el tema, y me dicen que no saben, que el proveedor de internet es una compañía ajena… ok, no me digas… y a mi qué? ¿no estoy pagando igual el dichoso servicio? En fin, pataletas aparte, como mínimo tengo excusa para no ponerme a trabajar tampoco. Si no hay NDK, no hay trabajo.

Un buen plan sería irme a dormir temprano, porque esta mañana me he despertado a las cinco y media. No por propia voluntad, no. Es que en esta parte del mundo el sol sale muy pronto, un poco más allá de las cuatro de la mañana. Si combinamos eso con el hecho de que el concepto persianas lo desconocen, y sólo tienen unas tristes cortinas, para las cinco hay una claridad en la habitación, que yo, que para estos asuntos soy una florecilla, no puedo mantenerme dormido, y acabo despertándome, como una gallinica. Así que quizás no sería mala idea dormir pronto aprovechando la oscuridad, y mañana, ya me derpertaré, y esperemos que Internet funcione para entonces. Además, mañana hay un eclipse solar que se podrá ver en Queensland, estado del que Brisbane es capital. Ok, decir Queensland es hablar de un territorio más grande que Francia, pero igual lo puedo ver.

La cosa hoy va de gastronomía. Hemos comido en el Breakfast Creek Hotel, un hotel restaurante de finales del siglo XIX que resulta ser un emblema de Australia y de la ciudad de Brisbane en particular, que tiene casi tantos años como ese lugar. Esta noche, también,  me han invitado a cenar a casa de una pareja. Han cocinado canguro, una carne que si no está correctamente hecha, es como una suela de zapato. Ya la había probado hace unos años, la primera vez que estuve por aquí, y no me convenció, por dura. Pero la verdad es que tenían razón, bien cocinada, es muy buena. Como me decían, jocosos, “ayer dabas de comer a Skippy, y hoy te lo comes”. Es como el ciclo de la vida, como si fuera el maldito Rey León. Afortunadamente, no tengo esos escrúpulos. Adoro a los animales, y no quiero que nadie les dañe, pero a su vez, considero que la naturaleza humana está en ser omnívoros, del mismo modo que un lobo se comería gustoso mi carne y no habría por qué pensar que ese lobo es un hijoputa por ello.

Luego hemos tenido una conversación curiosa, ellos son neozelandeses, residentes en Brisbane, y han comenzado a rajar de lo racistas que son los australianos, en general. Creo que eso ya lo había comentado hace unos días. El caso es que una cosa lleva a la otra, y han comenzado a hablar de los maoríes, los indígenas autóctonos de Nueva Zelanda. Resulta que ella trabaja en un hospital, y ha comenzado a decir que en los hospitales, cuando hay un paciente maorí, se arma la gorda, con docenas de familiares por los pasillos, en la habitación, durmiendo en el suelo, haciendo ruido… vamos, lo que aquí se dice, y no sin razón, de los gitanos. Extrapolando, los maoríes son los gitanos de Nueva Zelanda. Siguiendo con el hilo de la conversación, se han empezado a quejar de la brutal discriminación positiva (siempre según su punto de vista) de los maoríes en Nueva Zelanda, que reciben, por el hecho de ser maoríes, una pequeña pensión gubernamental, así como ciertos beneficios sociales, como por ejemplo, en unas oposiciones, hay una serie de plazas que están reservadas para ellos. Han acabado diciendo que la mayoría son una suerte de parásitos sociales que nada más saben que pedir ayudas al gobierno y que les gusta más el alpiste que a un tonto un lápiz. Curioso, como una conversación acerca del racismo australiano acaba en esa consideración tan negativa (que no digo que falsa, algo tendrá de verídica) de la población maorí. Curiosamente, además, ese mismo discurso, igualito, lo había escuchado un par de años atrás en Melbourne, cambiando el gobierno neozelandés por el gobierno australiano y los maoríes por los aborígenes. Qué cosas, ¿no?

 

Canciones:

Billy Preston. “That’s The Way God Planned It”

Foo Fighters: “My Hero”

R.E.M.: “These Days”

 

12
Nov
12

australian chronicles (viii)

Una vez, cuando tendría unos seis o siete años, mis padres me llevaron al circo. Yo nunca había ido a un circo, de esos con payasos, animales y trapecistas. Y me hacía ilusión ver si realmente eso del circo era tan molón como se veía en las películas de la tele. Mientras el público se sentaba en las gradas, y antes de que diera comienzo el show, así como también en el intermedio, había una atracción que consistía en que el niño en cuestión se podía tomar una foto (que te vendían previo pago, claro) con un mono sentado en sus rodillas. Así, un chimpancé vestido con unos pantaloncitos rojos y una camiseta, pasaba de niño en niño y posaba para el fotógrafo. Por supuesto, en cuanto vi aquello, le dije a mi madre que yo TAMBIÉN quería una foto con el simio. Lo primero que sentí fue que el jodido mono pesaba mucho. No sé, supongo que era esa idea de que sería como una especie de peluche con vida. Y luego, la frialdad del proceso. Niño sentado, responsable poniendo humano poniendo a chimpancé encima del niño, foto, mono fuera. Todo en menos de dos minutos. Supongo que me esperaba un mono amigo de los niños, tipo el Rocky Carambola de las películas de Torrebruno, y me di de bruces con un mono con actitud de Krusty El Payaso. Esa foto debe rondar por algún álbum de los que almacena mi madre.

Pues bien, hoy he tenido un flashback de esa escena. Estamos en Brisbane, y todo es más relajado que en Sydney o Melbourne. De modo que hemos estado trabajando hasta las dos y luego me han llevado al Koala Sanctuary, una especie de reserva natural, parque natural y zoológico, todo junto, centrado en el cuidado de koalas, que viven en semi-libertad. Así, he podido ver koalas de todo tipo y condición, lo cuál ha sido emocionante. Lo reconozco, ver a los koalas a menos de un metro de mí, ver a una madre con su cría en la bolsa marsupial… me ha encantado. Y no lo he podido evitar, había una atracción del parque que consistía en poder tomarte una foto con un koala en brazos. Los koalas son seres bastante inactivos, vagos y torpones, cuya vida consiste en comer eucalipto y dormir de la manera más inverosímil entre ramas de los árboles. En el momento en que la responsable del parque me ha puesto el koala en brazos, y el bicho, tan pancho, se ha quedado quieto para la foto, creo que he hecho una regresión a los seis o siete años y a mi mono del circo, pero sin la pequeña decepción infantil.

Reconozco que también tiene una vertiente que no me gusta, y es el de la explotación animal. Pero la realidad es que no era un koala que iba pasando de brazo en brazo, sino varios, y cuando las cuidadoras veían que el bicho se agobiaba, lo dejaban en su rama, y cogían a otro. En general, tenía pinta de ser un lugar donde realmente se preocupaban de la fauna, al final, esto es Australia y aquí cuidan mucho de su fauna autóctona.

Pero no sólo de koalas vive el hombre. También había canguros, que estaban muy acostumbrados a la presencia humana, y a los que se les podía dar de comer. Se compraba unas bolsitas que me recordaban a los piensos para hámsters (sí, yo también he sido niño y he tenido uno de esos roedores) y podías pasearte por la colina de los canguros y los wallabys, y darles de comer con la palma de la mano. Viendo las dimensiones, especialmente de sus cuartos traseros, no me acercaría a un canguro real, en los bosques, pero esos animales estaban más que acostumbrados a la presencia humana. Y al final, me paseé por toda la fauna local, incluyendo los dingos, que parecen perretes tontorrones, los ornitorrincos, muy pequeños en la realidad, y los diablos de Tasmania, con una pinta de cabroncetes arranca-manos que acojonaba.

Odio la idea del maltrato animal, por lo menos el deliberado y más si se trata para el entretenimiento humano. Por otra parte, me ha dado la sensación de ser un sitio con animales bien cuidados. Y al final, para qué engañarnos, me lo he pasado como un crío, viendo esos bichos que veía en los documentales de la 2 o en las ilustraciones y fotos de los volúmenes de naturaleza de Los Jóvenes Castores. He disfrutado de esta pequeña regresión a la infancia.

 

Canciones:

Johnny Thunders & The Heartbreakers: “Chinese Rocks”

Bobby Bland: “Shoes”

Iggy Pop: “Beside You”

 

11
Nov
12

australian chronicles (vii)

Hablaba Bob Dylan en la entrevista que el mes pasado publicaba Rolling Stone de la importancia de caminar. Caminar como acto de desplazamiento, como movimiento, como viaje, pero con la diferencia que el caminar implica dotar de importancia no sólo al destino, sino también al camino. En fin, decía cosas así, en medio de una maraña de opiniones excéntricas, conceptos pseudorreligiosos soltados sin más y declaraciones de amor a las raíces rurales, tal que uno no tiene muy claro si está gagá o le está tomando el pelo al entrevistador. O ambas cosas a la vez. Porque lo de la transfiguración con el Ángel Del Infierno es de traca. Volviendo, sin embargo, al concepto de andar, él lo relacionaba con la mitología de los blues antiguos y esas canciones folk de tiempos inmemoriales. Insisto, no sólo importa el destino, también el camino. Por eso me gusta, cuando visito una ciudad, tratar de caminar el mayor tiempo posible. Si el caminar resulta poco viable, trato de tomar el transporte público. Pero preferentemente, ando. Este fin de semana, en Sydney, he ido a todos los sitios caminando. Auriculares, le damos al “play” y a patearme las calles.

El día de hoy  ha sido, sin embargo, poco provechoso, ya que tenía que empaquetar y tomar un avión hacia Brisbane, donde me encuentro ahora mismo. Una pena, porque hoy lucía un sol esplendoroso, el mejor día, climatológicamente hablado, de todos los que llevaba en la ciudad. Tocaba, sin embargo, desplazamiento, un vuelo corto, apenas 90 minutos, que me llevaban de Sydney a Brisbane. Brisbane es la capital del estado de Queensland, y primera sorpresa, aunque ambas ciudades distan poco, vuelo corto o una decena de horas al volante, hay una diferencia horaria. Mientras que en Sydney hay 10 horas de diferencia con Barcelona, en Brisbane estas 10 horas se reducen a 9. ¿Acaso es porque se cambia de huso horario, en un salto geográfico y temporal corto como el que supondría de Salamanca a Coimbra? No, y ahí está la gracia. En el estado de Queensland no se hace el cambio horario de verano – horario de invierno. Es el único estado de Australia en el que no se hace, y no lo hacen porque no les sale de los cojones, sin más. Porque consideran que con su idiosincrasia climatológica y sus fases solares, ese cambio de hora no les beneficia en nada. Por lo tanto, y hasta que no llegue el invierno austral, en Queensland van tienen una hora menos que en Victoria o en New South Wales. Lo cuál me lleva a reflexionar por qué en los países del sur de Europa, como España o Italia, donde ese cambio horario no aporta especial ahorro,  y menos en pleno siglo XXI, se sigue jugando a ese juego.

Así, hoy en Brisbane, no me ha dado mucho tiempo más que de salir a buscar un restaurante en el que cenar. Y tras dar buena cuenta de una cena no especialmente copiosa, que tengo que cuidar mi apolínea figura, al pagar he sacado una tarjeta de crédito. Cuando la muchacha la ha cogido para pasarla por el datafono, me dice “ah, La Caixa”. Le pregunto si la conoce, me dice que sí, que ella es en realidad escocesa y que había vivido en España y había usado los servicios de ese banco. El dato a tener en cuenta es la poca cantidad de australianos que hay en Australia. O dicho en otras palabras, de la gran cantidad de británicos, irlandeses, neozelandeses, chinos, malayos, indonesios, italianos, griegos, turcos y de cualquier otra nacionalidad que reside en el país. Buscar un australiano de tercera generación se me antoja una tarea difícil. Y eso que, según me han dicho, el australiano suele ser bastante racista. “Más que los estadounidenses”, me decía un oriundo de Nueva Zelanda. Bueno, yo en el fondo soy un visitante y no noto este supuesto racismo. Lo que sí noto, desde luego, es la heterogeneidad de la población.

 

Canciones:

Gliteratti: “Do you Love Yourself?”

Bob Dylan: “Po’ Boy”

Mötley Crüe: “Home Sweet Home”

10
Nov
12

australian chronicles (vi)

Me doy cuenta que llevo varias entradas ya, de estas crónicas australianas, y todavía no he subido ninguna foto. No es que no haga, es pura vagancia. Suelo ponerme a escribir por la noche, antes de irme a dormir, y francamente, estoy hecho polvo. Durante mucho tiempo, viajaba y nunca tomaba ni una triste foto. Me molestaba tener que ir con la cámara, sacarla en el momento adecuado, y demás. Pero hace unos dos años, me regalaron un iPhone, y sin ser yo muy talibán de las nuevas tecnologías, reconozco que el iPhone es un trasto fantástico. Y entre otras cosas, me permite tomar unas fotos más que dignas, por lo menos para lo que yo quiero, sin tener que llevar ningún aparato extra. Y desde entonces, sí, voy fotografiando todos los sitios donde he estado, simplemente como un apoyo a la memoria, que es corta y traicionera. El otro día revisaba una carpeta de fotos que, diligente, he creado en el ordenador, divididas por destinos, y me sale algo interesante. A menudo fotografío tonterías, y como es lógico, siendo el autor, rara vez salgo yo en la foto. Por ejemplo, fotografío todas las habitaciones de los hoteles, y también los aeropuertos. Una costumbre como otra cualquiera. En realidad, no es una cuestión de la belleza de la imagen, que mi torpeza me lo impide (aunque los filtros de Instagram a veces ayudan a generar algo majo). Tampoco es un tema de conseguir imágenes representativas que, sin duda, y con un par de clicks en Internet, se pueden obtener, con mejor calidad. Es, como dije, una pequeña muleta a la memoria.

Hoy es sábado, y tenía el día libre. Al final me libré del compromiso social, y me metí en un, digamos, compromiso, pero definitivamente más divertido. Un par de compañeros de la oficina me decían que habían comenzado a hacer surf, y que me apuntara a probarlo. Por supuesto, no podía perder una oportunidad así. Así que temprano esta mañana, tomaba el ferry de Quay Circular, en el centro de Sydney, a Manly Beach, donde estas personas viven. El surf resulta ser una suerte de deporte nacional en las zonas de playa del país. En estas playas, se delimita una gran sección para surfistas, y otra sección, más pequeña, para bañistas. Por un precio más que razonable (y Australia es un país carísimo) alquilé un traje de neopreno y una tabla, durante dos horas. Las conclusiones son varias. Resulta ser una práctica muy divertida, me lo he pasado estupendamente. También es algo muy difícil. Yo soy un tío tirando a patoso, he de reconocerlo. Pero cuando consigues coger una ola y mantenerte, ni que sea un par de segundos en pie sobre la tabla, bueno, te sientes Kelly Slater, como mínimo (a la postre, el único nombre de surfista que conozco). Y finalmente diré que es agotador. Ahora mismo me duelen brazos, piernas y espalda. Y sólo han pasado unas horas, mañana puede ser muy duro. Además, me he quemado toda la cara. El día ha sido bastante gris, en realidad el sol ha salido tímidamente muy poco a y en cortos intervalos durante la mañana. Ocurre que en estas latitudes el sol es peligroso, por lo fina que es la capa de ozono. Y lo he sentido en mi piel.

Los viajes se basan en las experiencias. De los viajes vacacionales, se le supone ese aliciente de diversión, y descanso, y si es posible, nuevas sensaciones. Todo ese plus de diversión y descanso, en mis viajes laborales, obviamente desaparece. Pero lo que me llevo son las vivencias. No es fácil de asimilar, y cualquiera que haya viajado por trabajo con cierta frecuencia, lo puede conocer. Es complicado de hacerlo entender, claro, al profano, porque para la mayoría, un viaje es, más o menos, un sinónimo de período vacacional. En cualquiera de los casos, son todas estas experiencias las que me llevo. El trabajo se acaba, el sueldo se gasta, pero al final, las experiencias se quedan.

Esta tarde ha sido más relajada, y he aprovechado para pasear por Darling Harbour, que no deja de ser como un Maremagnum de Barcelona, aunque bastante más grande. Lleno de gente que salía de cena o de copas, muchas despedidas de soltera, nada muy remarcable, más allá de esa costumbre tan anglosajona de las chicas, de pintarse como puertas, lucir vestidazos cortos y arrapados, sin importar el tipo que tengan, y llevar tacones. Y aunque no seré yo quien se queje de que una mujer lleve la falda corta y el tacón alto, más de una paseaba una estampa y unos andares lamentables. Y como yo soy un tipo sencillo, me he alegrado de encontrar una de esas bebidas empalagosas que me encantan y que difícilmente se encuentra en Barcelona: Vanilla Coke!! Bebida digna de hijos de los dioses, amigos.

Canciones:

SCOTS: “Voodoo Cadillac”

Nick Cave: “In The Ghetto”

The Young Lovers: “Barbarella”

09
Nov
12

australian chronicles (v)

Os voy a contar un truco que uso para viajes interoceánicos. Lo peor de viajar tan lejos es el jet-lag. Cuando uno está de vacaciones, se puede sobrellevar. Pero si hay que trabajar, entonces es más jodido. Viajar al oeste conlleva de uno a dos días de insomnio y de dormirse a deshoras. Hacerlo hacia el este es peor todavía, y hasta la tercera noche, es imposible dormir. Para resolver eso tomo melatonina. Se trata de un compuesto químico base de somníferos pero que deja mucha menos resaca y mal cuerpo que los somníferos convencionales. El problema es que no se vende sin receta. Pero amigos, eso es en España. En USA se puede conseguir sin problemas. De modo que tras haber recibido esa recomendación, en un viaje me compré un bote. Sí, como lo habéis leído, se presentan en botes de 120 comprimidos. Uno de ellos te asegura unas cuatro horas de sueño, si bien te deja la boca seca y los sueños resultan francamente extraños, por lo menos a mí, aunque ya no sé si se trata de pura sugestión. En fin, que ya lo decían los QOTSA, “better live through chemistry”.

Si no fuera por la dichosa melatonina, estaría bien jodido. Es aún hoy, son las diez de la noche y estoy hecho polvo. Sin embargo, hoy ha sido un buen día, porque después de comer, ya me he librado y ha comenzado mi fin de semana. Estando tan lejos uno tiene la obsesión de salir a ver lo máximo posible, para el poco tiempo del que se dispone. A saber cuándo voy a volver a este lugar tan lejano, resulta ser el pensamiento habitual. Lo cuál no siempre es bueno, es mejor que lo que se vea, se camine o se viva, así en general y si me permitís la cursilería, se disfrute. No quiero hacer un maratón. Y aunque a mediodía ha caído una tormenta considerable, en una hora ya había escampado y un bonito día se ha quedado en Sydney.

De modo que he cruzado el puente que separa North Sydney, donde está mi hotel, de la zona más céntrica y turística de la ciudad. Caminando, claro. Me gusta caminar por las ciudades. Cruzar el Sydney Harbour Bridge a pie es una experiencia bonita, porque puedes disfrutar de muy buenas vistas, comenzando por la clásica estampa de la Opera House, lo más emblemático de la ciudad. Luego llegas a esa zona que llaman Rocks, como el disco de Aerosmith, y puedes moverte en esa estructura que recuerda horrores a las ciudades del este de USA. He aprovechado también para ir a varias tiendas de discos, más que nada una excusa para buscar algunas direcciones, y así, perderme por entre las calles. Y claro, llevarme algunos recuerdos en forma de CD.

A medida que la tarde pasaba, la zona portuaria se iba llenando de gente que iba a los pubs y restaurantes, no solo turistas, muchos, sino también locales. Y cuando anochecía, todo estaba en su mayor ebullición. Temprano, claro, apenas las siete y media, pero esto es Australia, y todo funciona más pronto. Claro que cualquier parte del mundo funciona más pronto que la Celtiberia. Algún día habría que plantearse esas cosas con atención. Y tras cinco horas de recorrido, exhausto, me he vuelto al hotel, deseando descalzarme. Pero mañana más, desde luego.

 

Canciones:

The Chords: “Maybe Tomorrow”

Donna Summer: “Last Dance”

QOTSA: “Better Live Through Chemistry”

08
Nov
12

australian chronicles (iv)

Sé lo que estáis pensando: “este tío ya va por su cuarta entrada referente a Australia y todavía no nos ha explicado lo que queremos saber: si el desagüe del wáter gira en el mismo sentido que en España”. Lo cuál demuestra el arraigue que Los Simpson ha tenido en la culturilla popular hispánica. Reconozco que fue una de las cosas que miré la primera vez que viajé a Australia, hará ahora unos tres años. Allí me teníais, en un hotel de Melbourne, tirando de la cadena y estudiando la taza del inodoro. ¿La conclusión? Os la explico en alguna de las próximas entradas, lo prometo.

Hoy llego un poco más tarde porque me ha tocado atender una cena de trabajo. Estos eventos siempre me han dado mucha pereza. ¿Os he dicho alguna vez que soy un rancio? Sí, lo soy, lo reconozco, y eso que con el tiempo, he mejorado en este aspecto, cosas del trabajo y de situaciones de las que no te puedes escapar. Porque mañana seguramente acabaré pronto de trabajar y ya tendré el fin de semana para hacer turismo, hasta marcharme el domingo hacia Brisbane. Pues bien, una persona de la oficina me ha ofrecido cenar con ella y su familia (pareja e hijo) el sábado. La situación es complicada, no quisiera parecer descortés, pero os lo reconozco, no me apetece lo más mínimo. No porque tenga ningún tipo de mala relación con ella, en absoluto. Y sin embargo, con franqueza, lo que quiero para el viernes y el sábado es perderme por la ciudad. No me preocupa estar solo. Hay gente que no le gusta estar tanto tiempo sola, que no disfruta haciendo turismo sin compañía, y que de buena gana aceptarían una oferta como la que me han hecho. Lo puedo entender, pero no, eso no va conmigo. Y creedme que intentaré evitar el meterme en esta clase de compromisos sociales. Es mi fin de semana y lo quiero aprovechar.

Viajar solo te ofrece unas perspectivas que en un viaje con pareja o en grupo no se perciben. Por supuesto, es distinto. Con lo cuál no quiero caer en el esnobismo del viajero solitario. No digo que sea mejor o que se conozca mejor el terreno, sólo digo que resulta muy diferente. Para mañana he buscado dos o tres direcciones de tiendas de discos, algo que me apetece buscar, como excusa para patear un poco la ciudad, y bueno, si es posible, llevarme algún recuerdo. Y al final, la inevitable visita a la Ópera y la zona portuaria. Ya sabéis, el clásico lugar que te has hartado de ver en las pantallas, lo que puede llevar a decepción (la pantalla todo lo distorsiona), o impresionar aún más, si cabe.

Por si alguien está pensando en planear un viaje aquí, que sepa que no sólo los vuelos salen por un riñón, lo cuál es lógico, teniendo en cuenta lo lejos que está de España, sino que también, por lo menos Sydney, es extremadamente caro. Hoy he pagado 4 AUD por un triste café con leche, lo cuál son casi 3.5€. Eso sí, lo mejor de los dólares australianos es que los billetes son de plástico. Sí, como lo habéis leído. El tacto del papel moneda es completamente distinto al de cualquier billete convencional de cualquier país, y se asemeja más a algo plastificado. Con lo cuál,  y esto me lo han confirmado los locales, si un día metes un pantalón en la lavadora, y resulta que tenías un billete de 50 AUD en el bolsillo, no hay problema. El pantalón saldrá limpio, y el billete, intacto. Si es que estos australianos, para vivir cabeza abajo, están en todo…

Canciones:

Marvin Gaye: “Let’s Get it On”

Propellerheads: “History Repeating”

Florence And The Machine: “The Dog Days Are Over”

07
Nov
12

australian chronicles (iii)

Escribo estas líneas en plena noche del día 7. Subrayo esto porque cuando uno llega a esta parte del mundo y se tiene que comunicar con Europa (ya no digamos con América), hace falta pararse a pensar no sólo qué hora es, sino también qué día es, y por lo tanto, llevo un par de jornadas haciendo cálculos mentales. En Australia hay una diferencia horaria respecto a la Europa continental de 10 horas en el invierno del hemisferio norte, y 8 en el verano, porque en este país cambian una hora, sí, pero en el sentido contrario que nosotros. Total, un follón. Y es un mal momento para estas disquisiciones aritmético temporales, porque, ¿os he dicho alguna vez que el segundo día de jet lag es peor que el primero? No me preguntéis por qué, simplemente lo es. Así que tan sólo quiero acabar con estas líneas y meterme a dormir. Mañana la cosa ya estará bajo control, y al final, la secuencia prevista, se cumple.

He estado haciendo planes acerca de qué ver y qué hacer este fin de semana en Sydney, y parece que el tiempo aguantará. Hoy ha llovido, y mañana todo apunta a que también lloverá, pero al parecer, no será así el sábado y el domingo. Mis planes para la semana que viene en Brisbane son más de estar por casa, ya que sólo tendré el tiempo libre tras la jornada laboral, aunque sí hay algo que me han sugerido, y me apetece: Koala Park. Al parecer, hay una suerte de parque zoológico donde se pueden ver muy de cerca animales autóctonos, como koalas, claro (de ahí su nombre), pero también dingos. Por lo que me han contado, es una especie de parque-reserva, por lo que mis dilemas morales con los zoológicos quedan más o menos superados. Y mira, llamadme infantil, pero me hace ilusión.

No quisiera acabar sin hablaros de una cosa que me fascina de Australia, y es que todo es fácil en este país. Cuando hablas, por ejemplo, con un camarero, haces tu pedido, y en lugar de contestarte “ok” o incluso “allright”, ellos dicen “so easy”, o “too easy” o simplemente “easy”. Claro, al principio, me pensaba que me estaban vacilando. Pero no, cosas del argot. Australia, la tierra donde todo es fácil. Y mañana, más.

Canciones:

George Baker: “Little Green Bag”

Radiohead: “I can’t”

Terrorvision: “Middleman”

06
Nov
12

australian chronicles (ii)

Estoy a punto de poner fin a mi primera jornada australiana, y como suele pasarme en estos casos, el cansancio puede más que otra cosa. Amigos, un viaje interoceánico hacia el este te destroza del todo. Veamos, yo salía de Barcelona el domingo 4 a las 18’35. Hacía una escala en London Heathrow, donde por cierto, se están poniendo cada vez más pesados y más tiquis-miquis, lo cuál, sumado a mi mala experiencia de la primavera pasada, me está haciendo cogerle mucha manía a ese aeropuerto. Luego tomaba un vuelo a las 22h desde Londres hacia Singapur. Aterrizaba en Singapur no sabría decir en qué momento del día 5, tras trece horas de vuelo, para hacer una escala cortísima y tomar un Singapur – Sydney que aterrizaba en territorio australiano el día 6 a las siete de la mañana. Total, ahora mismo no sé ni qué día es, y desde luego, alguien me ha robado mi lunes…

Entrar en Australia es muy cachondo, porque su máxima preocupación es que no entres comida, ni vegetales, ni maderas, ni, en general, nada proveniente del reino animal o vegetal. Es decir, puedes llevar todas las drogas y las armas que quieras, pero no se te ocurra entrar un bocata de chorizo porque te empapelan. En la cola, un agente aduanero pasea un perrete que podría pasar por el clásico can de vieja, nada de los típicos perros policía rottweiler o pastores alemanes. El chucho en cuestión olisquea las maleta, y entonces rezas porque el animalico haya desayunado bien y no le dé por ladrar frente a la tuya.

A esas horas, paso por el hotel para descansar un par de horas , darme una ducha, afeitarme, cambiarme de ropa, y, así, parecer una personita normal y no el batería de Tad. Y a media mañana, a la oficina de la filial australiana de mi empresa, a trabajar. ¿He dicho trabajar? Pues no… resulta que hoy se celebra la Melbourne Cup, una carrera hípica de esas que demuestran el arraigado pasado inglés de la isla, con la gente de punta en blanco, mujeres con vestido y sombrero y los Príncipes de Gales allí presentes, pues no olvidemos que en pleno siglo XXI, la Reina Isabel de Inglaterra es todavía la jefe de estado. Esta chorrada resulta ser todo un acontecimiento, tanto que en la oficina paralizan de las 14h hasta las 15’30h y ponen un proyector para ver los caballitos todos juntos. Y por si esto no fuera poco, hay que apostar… la gente allí hace el equivalente a lo que sería la clásica porra hispánica de un Barça-Madrid y claro, apuesto yo también, por un caballo cualquiera, qué sé yo. Y esto de apostar a las carreras de caballos me lleva inevitablemente a acordarme de las novelas de Charles Bukowsky y a su alter ego Hank Chinasky dejándose el sueldo en el hipódromo. Por supuesto, como Chinasky, no gano nada.

Así que acabado el show equino, no hay más remedio que trabajar, y para la tarde, estoy muerto de sueño, pero se trata de aguantar y no irme a dormir antes de las 22h, porque si no, será imposible superar el jet-lag. Así que aquí estamos, tras haber dado cuenta de cafés y coca-colas variadas, haciendo tiempo. Mañana más.

PD: la carrera la ha ganado el caballo Green Moon… que sé que estábais en un sinvivir

Canciones:

XTC: “Making Plans For Nigel”
Radiohead: “Blow Out”
The Doors: “Love Her Madly”




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