Archive for the 'the doors' Category

05
Mar
12

Morrison en sueños

La noche del viernes se me apareció Jim Morrison en sueños. La expresión suena a bíblica, pero realmente fue así. No se trataba de un sueño con una sucesión secuencial de situaciones, ni mucho menos con un hilo argumental claro. De hecho, la aparición de Jim resultó inesperada, en tanto ese término se pudiera aplicar a algo tan anárquico como un sueño. El caso es que sí, de repente, allí estaba el eterno vocalista de los Doors, en su faceta más mesiánica. Su aspecto no era el del insolente sex symbol cuyas fotografías adornan carpetas y paredes. Tampoco el de ese Morrison envejecido, gordo, barbudo y con los ojos hundidos que se muestran en sus últimas imágenes previas a su muerte, cuando aún teniendo 27 años, aparentaba tener cuarenta.
La imagen de Jim Morrison en mi sueño la he visto en algún sitio, claro. No ha sido generada espontáneamente por mi cerebro. ¿Etapa “The Soft Parade”, tal vez? Qué importa. El caso es que allí estaba, y me decía algo. Una frase de esas lapidarias que se le atribuyen al Rey Lagarto en su rol de chamán. Luego desperté. Y ya no recordaba qué me había dicho. Era algo con un cierto mensaje vital a lo carpe diem, pero más provocativo. Tal vez fuera una apología de las sustancias o de sodomizar jovencitas vírgenes. Era también una proclama en contra de la mediocridad. Era una idea revolucionaria, no a un nivel político, sino personal, introspectivo. Era, en definitiva, algo que me impactó. Lo suficiente como para sacarme del estado onírico y despertarme.
Pero como si en realidad no hubiera sino querido gastarme una broma, en cuanto abrí los ojos, fuí incapaz de recordar lo que había dicho. Lo sé, os he dejado con las ganas de saber qué diablos tenía Jim Morrison que decirme. O si tal vez me había escogido para dictarme un nuevo poema o una nueva canción, desde luego se equivocó en la elección. Y como es improbable que me visite otra vez en sueños (preferentemente), no me queda sino pensar en qué extraño mecanismo colocó a Jim Morrison en mi sueño, cuando hace bastante que no escucho ninguno de los discos de The Doors. Tal vez ése era el mensaje. Ya toca.
Canciones:
The Black Keys: “Run Right Back”
Spin Doctors: “What Time Is It?”
Robert Johnson: “Sweet Home Chicago”
17
Ene
12

31 Songs – Kar: Bizarre Love Triangle (2)

Al principio me tomé este asunto de mi atracción por la canción “Bizarre Love Triangle” como una especie de guilty pleasure. Entonces estaba en ese momento de obertura de mente, de descubrimiento de bandas y discos. Un buen día, pasabas por una tienda y comprabas tu primer disco de Neil Young o un colega te prestaba el debut de Blind Melon y se abría un mundo nuevo. A veces, y digo sólo a veces, tengo la sensación de que nada me sorprenderá tanto como la primera vez que escuché un disco de David Bowie o el arranque del “Led Zeppelin I” o incluso el “Forever Blue” de Chris Isaak. Todo eso son pamplinas, claro. Pero la capacidad de sorpresa, un poquito, sí que la he perdido. No hay muchos Frank Sinatra, ni muchos Kiss, ni muchos Temple Of The Dog. Y sí, en su momento, descubro el debut de Wolfmother o de los Strokes y me dejan noqueado, pero sabes que no son unos nuevos Doors o unos nuevos R.E.M. Y aunque parece que me estaba yendo por las ramas, en realidad no. En realidad, en esa época había pasado de escuchar el rock alternativo de mi adolescencia a empaparme de clásicos para pasar luego a seguir a toda aquella banda que fuera glosada en Popular 1. De ahí la rareza de lo de “Bizarre Love Triangle”.
New Order no eran una banda de rock. Ni siquiera una banda de pop como las que yo estaba acostumbrado a disfrutar. Aquello podía calificarse como una suerte de techno-pop. Uuuufff… la fatídica etiqueta… techno-pop… Y me rompió los esquemas el quedarme prendado con una canción como “Bizarre Love Triangle”. También estaba “Blue Monday”, pero aquella era más electrónica al uso. Al uso de 1987, claro, pero al uso. Y desde luego, en el Popu seguramente la habrían puesto a caldo. Al “Bizarre Love Triangle”,a New Order y todo lo que ello significó. Yo descubrí, sin embargo, que había algo más allá del rock. Pero sobretodo, había algo más allá de los dictados de Popular 1, revista que a día de hoy sigo comprando religiosamente, sí, pero con mi propio criterio, no con el de César Martín.
No me las voy a dar ahora de gran fan de New Order, grupo al que ventilo con un buen recopilatorio (por ejemplo, “Substance 1987”) y que aunque pueda disfrutar mucho, no me provoca la necesidad de tener que indagar más en su carrera o en sus LP’s. Y sin embargo, “Bizarre Love Triangle” me parece una canción redonda, en donde nada falta ni sobra, comenzando por la letra y acabando por su ritmo sintetizado.
Aquella fue una buena época… sabéis cuando se dice que la universidad es la época más divertida, la del desmadre, la de las fiestas, y todas esas bobadas? Pues bien, para mí, no fue así. Mi etapa universitaria fue un pedazo de mierda aburrida, llena de exámenes parciales, finales, prácticas, y para colmo, tener que trabajar en los típicos trabajos de estudiante. Con lo cuál, el acabar la universidad y comenzar a trabajar… bueno, aquello sí que supuso una pequeña liberación. De repente, tenía mis horas de trabajo, claro, pero nada de estudiar ni de hacer informes en casa. Y luego está el desagradable asunto pecuniario, que, quieras que no, tiene su importancia. Así que esa fue una etapa divertida. Todo un sueldo mensual para gastar en discos. Fines de semana completamente libres. Descubrimiento de los jueves por la noche. Alcohol. Rock n’ roll. Y por qué no, acabemos la noche en cualquier discoteca, que a partir de ciertas horas intempestivas acaban pinchando “oldies” y tanto New Order como Depeche Mode o incluso Soft Cell o INXS acabarán cayendo.
No quisiera acabar sin mencionar la versión que Jewel hizo de “Bizarre Love Triangle”. No está nada mal la vuelta de tuerca que le dio a la canción, lo cuál, es lo mínimo que se le debería pedir a una versión. El problema fue que acabó tratándose de un corte que se usó como jingle en anuncios y en cortinillas de televisión, y por supuesto, se quemó. Afortunadamente, no fue así con el original de New Order.
17
Ene
12

31 Songs – Kar: Light My Fire (1)

Pues resulta que he decidido retomar algo que comencé hace casi dos años. Como dije en su momento, esto se lo estoy copiando a ERIC WAITS, quien a su vez, lo copió del libro de Nick Hornby, y a su vez, posiblemente Hornby lo estuviera copiando a alguien: viva la originalidad en Internet. Con esta entrada y esta canción iniciaba una serie que debía tener 31 episodios, y que, como en una serie puteada por la audiencia, no pasó del episodio piloto. Retomo, pues, aquella entrada de Marzo de 2010, con la pretensión de continuar. No serán todas las entradas así a partir de ahora. Pero sí pretendo acabar esta subsección dentro del blog. Esperemos que en esta ocasión, dure más de un episodio.

NO SON LAS CANCIONES QUE MÁS ME GUSTAN, NI TAMPOCO LAS QUE MÁS ME HAN MARCADO EN MI VIDA, PERO DESDE LUEGO, TODAS ELLAS HAN SIGNIFICADO ALGO.

Esta canción la descubrí cuando tendría unos once años. Eso lo puedo imaginar, principalmente por las circunstancias, y porque en esa época se había estrenado la película de The Doors de Oliver Stone, y de repente, podías ver a Jim Morrison en la tele y sus canciones volvían a sonar en la radio como si de novedades se tratara.

Sucedió una noche, probablemente sería verano, y andaba trasteando con un radiocassette que me habían regalado. Me dedicaba a escuchar canciones de la radio, con el dedo preparado en el botón de REC, para grabarlas en mi cinta particular. Eso suena hoy en día a la prehistoria, y no hace todavía 20 años. Qué mala es la edad.

Seguramente ya había escuchado esa canción, creo recordar que por aquél entonces se pasaba un videoclip de Light My Fire por la tele, con Val Kilmer haciendo de Morrison. Aunque también podría ser Break On Through… no sé. En fin, lo supongo, porque si no, no sé qué extraño mecanismo me llevaría a pulsar el dichoso botón de REC. Por aquél entonces me estaba comenzando a interesar por el rock, pero de una manera muy superficial. Así que a no ser que cuando el locutor mencionara a The Doors, o bien recordara la canción, o bien pensara que era otra…

Por supuesto, el locutor todavía estaba hablando cuando comenzó a sonar el tema, así que tuve que sacrificar unos segundos. Y también, por supuesto, en la radio pincharon la versión corta del tema, la versión que la discográfica Elektra recortó a una duración que encajara con los singles del mercado de entonces, y pudiera vender. Dicho de otro modo, durante varios años, para mí, Light My Fire no tenía esa caracterísitica intro de teclado, para mí empezaba directamente con un redoble y con Morrison cantando «You know that it would be untrue», y por supuesto, tampoco tenía ese pretencioso y larguísimo solo central. Y qué más me daba: me encantaba así.

Esa canción me lleva a varios años más tarde, cuando tendría unos 17 años y comencé a trabajar haciendo algunas cosillas mientras estudiaba, sobretodo dando clases particulares. Algún día, queridos y queridas, os tendría que hablar de ello. Pero no hoy. El caso es que por aquel entonces de repente me sacaba a la semana lo que me parecía, dada mi miserable economía estudiantil en la que me había movido desde hacía demasiado, una pequeña fortuna, toda mía, que gastar en caprichos. Y uno de ellos fue un doble CD recopilatorio «The Best Of The Doors». El contenido no era muy original, los típicos clásicos de la banda. Pero cuando llegué a Light My Fire… oh, sorpresa… duración de la pista, 7:05… no puede ser, pensaba yo. Mi Light My Fire era una cancioncita corta de 3 minutos. Se habrán equivocado. Pulso el play, y de entrada me topo con la intro, pero el shock vino cuando me encontré con los 4 minutos de solo de órgano centrales. Y he de reconocerlo, al principio no me gustó. Prefería la versión mutilada.

Ya lo veis, cosas de la costumbre. La de veces que había escuchado esa cinta roñosa. Qué más había en esa cinta? Así, a bote pronto, recuerdo algo de U2, el 7 Seconds de Yossou N’Dur y algo de un raperillo español de lo que no quiero acordarme. No me culpéis, tenía sólo 11 años. Ahora acabo de escuchar la versión corta tras muchísimo tiempo y me suena extraña. Será eso, la costumbre.

05
Mar
10

31 Songs – Kar: Light My Fire

ESTO SE LO ESTOY COPIANDO A ERIC WAITS, QUIEN A SU VEZ LO COPIÓ DEL LIBRO DE NICK HORNBY, QUIEN, POSIBLEMENTE, TAMBIÉN LO ESTUVIERA COPIANDO A ALGUIEN: VIVA LA ORIGINALIDAD EN INTERNET.
EN FIN, NO SON LAS CANCIONES QUE MÁS ME GUSTAN, NI TAMPOCO LAS QUE MÁS ME HAN MARCADO EN MI VIDA, PERO DESDE LUEGO, TODAS ELLAS HAN SIGNIFICADO ALGO.

Esta canción la descubrí cuando tendría unos once años. Eso lo puedo imaginar, principalmente por las circunstancias, y porque en esa época se había estrenado la película de The Doors de Oliver Stone, y de repente, podías ver a Jim Morrison en la tele y sus canciones volvían a sonar en la radio como si de novedades se tratara.

Sucedió una noche, probablemente sería verano, y andaba trasteando con un radiocassette que me habían regalado. Me dedicaba a escuchar canciones de la radio, con el dedo preparado en el botón de REC, para grabarlas en mi cinta particular. Eso suena hoy en día a la prehistoria, y no hace todavía 20 años. Qué mala es la edad.

Seguramente ya había escuchado esa canción, creo recordar que por aquél entonces se pasaba un videoclip de Light My Fire por la tele, con Val Kilmer haciendo de Morrison. Aunque también podría ser Break On Through… no sé. En fin, lo supongo, porque si no, no sé qué extraño mecanismo me llevaría a pulsar el dichoso botón de REC. Por aquél entonces me estaba comenzando a interesar por el rock, pero de una manera muy superficial. Así que a no ser que cuando el locutor mencionara a The Doors, o bien recordara la canción, o bien pensara que era otra…

Por supuesto, el locutor todavía estaba hablando cuando comenzó a sonar el tema, así que tuve que sacrificar unos segundos. Y también, por supuesto, en la radio pincharon la versión corta del tema, la versión que la discográfica Elektra recortó a una duración que encajara con los singles del mercado de entonces, y pudiera vender. Dicho de otro modo, durante varios años, para mí, Light My Fire no tenía esa caracterísitica intro de teclado, para mí empezaba directamente con un redoble y con Morrison cantando «You know that it would be untrue», y por supuesto, tampoco tenía ese pretencioso y larguísimo solo central. Y qué más me daba: me encantaba así.

08
Jun
08

Viaje a NYC. Día 3: Greenwich Village, East Village y Lower East Side

Hoy es sábado y definitivamente el ambiente de la ciudad ha cambiado por completo. Nada de agobios, nada de cláxons, nada de gentíos por las aceras. Algunos establecimientos de la zona, de esos que venden café y bollos, incluso se permiten el lujo de cerrar esta mañana. Vuelvo a desayunar en el Starbucks de la esquina, en un proceso de creación de rutinas adaptadas al espacio, y salimos a la ciudad. Lo bueno del Hotel Deauville es que está en una zona muy céntrica de todo. Hoy tengo previsto visitar el Village (Greenwich y East) y echando un paseíto puedo llegar a Union Square, donde comienzan esos distritos.
Llegados a Union Square, vemos que hay instalado una suerte de mercadillo de productos «naturales», los grangeros de las zonas montan unos puestecillos donde venden lana, carne de ovino, quesos artesanos, pan, hortalizas, y donde no faltan, claro, puestecillos de alaborios hippiosos. La gente pasea encantada y consume lechugas que extrañanamente para ellos no están cortadas y envasadas en bolsas de plástico, sino que están tal cual. Bajando de Union Square el aspecto de la ciudad ya cambia. En la zona más al norte, hay más oficinas. En esta zona hay gente viviendo, todo son bloques de apartamentos con la clásica entrada con unas escaleritas y las inevitables escaleras de emergencia en las fachadas. Las calles se estrechan y hay árboles, lo que le da un aire más amable.

Terracita al sol

El distrito del East Village es la zona más bohemia: el punk, los filósofos, la clase obrera y los «posers» circulan por esta zona, que tiene su epicentro en la calle St. Mark’s Place. Supongo que por ser sábado, en la 3ª Avenida hay montado otro mercadillo, éste más «al uso», con sus puestecillos inevitables de comida (libanesa, colombiana, china/oriental,…), de ropa, de imitaciones de gafas y cinturones, y muchos puestos de camisetas, algunas de ellas muy molonas, porque será un mercadillo, sí, pero estamos en la «zona alternativa». Un chico tiene un puestecillo donde vende camisetas que diseña él mismo, con motivos rockeros, y lo cierto es que tiene algunos modelos muy guapos.

Fachada de la portada del Physical Graffiti… el viejo de atrás no estaba allí!! y se parece sospechosamente a Aleister Crowley!!

Como decía, St. Mark’s Place es La Calle. Es una calle agrable con ese diseño de edificios tan típicamente neoyorkino, y donde se apiñan tiendas y locales entre lo alternativo y lo «trendy», algunos de ellos con terraza al exterior, por lo que veo, algo poco común por esta ciudad. Al principio de la calle se encuentra la tienda de ropa Trash & Vaudeville, el mejor sitio para poder comprarse unos pantalones de vinilo, pero extrañamente está cerrada. No sé si por ser sábado (??) o para siempre. Hay unos bares y unas tiendas de discos, y muchas tiendas de camisetas, muñequeras, gorras, colgantes y demás memorabilias. Lo de las camisetas comienza a ser preocupante, hay modelos muy interesantes!! Son las doce y el cuerpo nos pide descanso, de modo que aprovechamos para un alto en el camino en la terraza de un bar de comida marroquí, de lo más moderniqui y «cool». Pero un refresco fresquito y unos aperitivos morancos en esa terraza bajo un sol espectacular, y uno piensa que la felicidad, si existe, está en esos pequeños momentos. Cuando giro la cabeza veo en la acera de enfrente una fachada que me resulta familiar… se trata, ni más, ni menos, que la fachada que ilustra la portada del Physical Graffiti de Led Zeppelin!! Por supuesto, me emociono y no puedo evitar tomarme una foto en ese lugar, con la sensación de que a la que me descuido, me pierdo un detalle de ese lugar en el que se respira un ambiente muy rockero.

La foto no es mía, es de un tal threepunchstuff

Siguiendo la calle, acabas llegando al Tompkins Sq. Park, y a la esquina, un graffitti muy bonito de homenaje a Joe Strummer (suma y sigue) y bajando hacia Lowe East Side vemos como el ambiente comienza a degradarse un poquito, si bien, por lo visto, durante la noche los bares de la zona son más que recomendables. Seguimos de camino a Bleecker st. donde por lo que me han dicho, hay una tienda de discos interesante. Muy cerquita me encuentro con una suerte de tienda/galería fotográfica llamada Morrison Hotel, con un toldo con la misma tipografía de letra del disco original, que exhibe para su venta bonitas fotos enmarcadas de Sid Vicious o de Led Zeppelin. Y a su lado, una curiosa tienda, lo siento, no recuerdo el nombre. Las paredes llenas de iconografía rockera (fotos, carteles de conciertos), y unas cubetas con vinilos de segunda mano a precios realmente indecentes, aunque el material es potente. Pero lo curioso es la sección de ropa y complementos. Venden ropa vintage, tejanos, botas, cinturones, chaquetas de cuero, camisetas. Y si los vinilos estaban a precios indecentes, lo de la ropa es algo insultante. Eso sí, está puesto todo con muy buen gusto, como si más que vender quisieran exponer el género en una suerte de exposición rockera. Tengo la osadía de pararme en la parte de las camisetas, y veo una muy sencillita, blanca, con una estampación de la portada del «Talk Is Cheap» de Keith Richards… a unos 150$!!! Es decir, cien euracos por una camiseta mierdosa que tiene 20 años y que cualquiera se puede hacer escaneando la portadita de marras e imprimiéndola en cualquier copistería sobre una camiseta guarruna… me doy cuenta de que he entrado en la tienda de los niños bien de la ciudad, donde los pijitos que ahora siguen la moda rockera compran sus trapitos. Ok, muy bonito, pero no es para mí. Un paseíto por la tienda Other Music, que en efecto tiene muy buen material, me muestra la cara más dura del rock en la ciudad: como ahora está de moda, se paga.

De vuelta a St. Mark’s Place, me compro dos camisetas muy molonas en el puestecillo del mercadillo que os comentaba antes, y me doy cuenta de que el dinero comienza a escasear y me quedan tres días en la ciudad. Hay que comenzar a prescindir de lo prescindible. ¿Y qué es lo prescindible? Pues está claro… comer!! A partir de hoy, mi dieta será de McDonald’s, donde por 15$ comemos dos. No es lo más sano del mundo, pero me permite pasearme por una tienda con un montón de CD’s de segunda mano a precios ridículos, regentada por un chaval con un aspecto de punk clásico, y claro, unos cuantos CD’s sí que caen.

Tengo una conocida que tiene una peluquería, y siempre le interesan el tema de las tendencias, y todas esas cosas. Pues bien, a su pregunta de qué tendencias se ven como «de moda» en NY, la respuesta es muy clara: que se alquile el vídeo de «Buscando a Susan desesperadamente». La moda de primeros/mediados 80’s es la que más se ve en la ciudad, esa y el after-punk, todo muy ochentero en general.

El mítico Fillmore East

Por la noche había un plan de ver a Detroit Cobras y a X en el Fillmore, local que, por cierto, y como suele pasarme con estos sitios míticos, me pareció pequeño, y casi diría que cutre. Pero claro, mi reajuste económico me lleva a plantearme que tal vez pagar esos tickets para ver un show de teloneros de los Cobras y un concierto de X que no me interesa demasiado, no resulta buena idea. De modo que prefiero reinvertirlos en los bares del Lower East Side. Se trata de la una de las zonas más genuínamente punk de la ciudad actual, y los bares se amontonan. No todo es punk, en alguno tocan un rollo folkie, y en otros, simplemente rock. Acabo en el bar Pianos. Se trata de una antigua tienda de pianos a la que consideraron no era necesario cambiar el cartel. Está muy bien, tienes opción de tomar unas copas y disfrutar del DJ que pincha rock, desde Pixies hasta Rolling Stones, o pasar a un reservado donde toca una banda local. El ambiente por la zona es muy majo, y también de subida, por St. Mark’s Place, donde las tiendas siguen abiertas. Definitivamente, un gran día!!!

Canciones:

Placebo: «This Picture»
Tom Petty & The Heartbreakers: «The Waiting»
Rumble Strips: «Girls and boys in love»

01
May
08

Diario de un Rebelde (RELOADED)

Hace ya algunos meses escribí esta entrada… como quiera que el vídeo jamás se llegó a ver, y me temo que más por una torpeza mía que por ninguna conspiración contra la violencia en Internet, he vuelto a subir la secuencia, y dejaré un estracto del texto que la acompañaba. Bueno, que levante la mano quien jamás ha pensado en ser protagonista de estas imágenes, arremetiendo contra todos aquellos que nos amargaron la vida en el instituto, en el trabajo, o donde fuere… en fin, ahí va:

Hoy he vuelto a ver “Diario de un Rebelde” o “The Basketball Diaries”. Se trata de una película basada en el libro autobiográfico del poeta Jim Carroll, que se estrenó en 1996 y que protagonizaban Leonardo DiCaprio y Mark Whalberg, entre otros. No es una gran película, ni mucho menos. Pero guardo un buen recuerdo de ella. Porque la vi en su estreno, y escribí una suerte de reseña en el primer diario que tuve, el primer “blog” en papel, y desde entonces, durante muchos años me dedicaba, no sin cierta intermitencia, a garabatear cuadernos con textos, dibujos, y varias cosas más. Incluso algún que otro sonrojante poema. Un poco como hacía DiCaprio/Carroll en esa cinta. Así que ni que fuese por ello, forzosamente le tenía que guardar un cariño especial a la película. No hace mucho recuperé aquellos cuadernos de casa de mis padres. Y sabéis qué? Al contrario de lo que la memoria, traicionera ella, parece querer reflejar, me muestran hoy que aquello que me parecen años de felicidad absoluta, también eran años de dudas, de angustia adolescente, de ansiedad. Pero no es de eso de lo que quería hablar. Tal vez en otra ocasión traslade alguna de esas páginas aquí.

Hoy releo aquella reseña, y no puedo evitar ruborizarme:

“Diario de un Rebelde comienza según las expectativas que uno se hace, es decir, una historia juvenil (…) En este sentido, la primera media hora de la película es un buen entretenimiento y un ejercicio de identificación con el joven rebelde, deportista y literato Jim Carroll. Pero una vez desarrollada la presentación, el film se transforma en un drama de jóvenes drogadictos en Nueva York, con un estilo muy parecido al de los telefilmes de Antena 3, con muchos puntos de coincidencia. (…)”

Eso lo escribí aquella noche, la del viernes 5 de abril de 1996, viernes santo, concretamente. Llegaba eufórico de una tarde divertida con mi amigo Fluiss, en la que nos dedicamos, después de ver la película en el cine Pelayo, a comer frankfurts en un día en el que nuestras madres no preparaban carne en la comida. Con el paso del tiempo, es evidente que esa película me influenció, a la hora de plasmar lo que se me pasaba por la cabeza en un papel. Bueno, antes era papel. La película no me convenció mucho entonces, pese a la influencia del personaje. Y no me ha convencido hoy, pese a que ya conozco quién es Jim Carroll.

Y si embargo, algunos detalles son interesantes. Como ese Riders on the Storm que suena por ahí. Como ese Carroll haciendo lo que se relata en la canción de sus coetáneos Ramones “52nd & 3rd”. Como esa cachonda escena con las gemelas esas que luego protagonizarían una cutre serie que cada verano repetían, por las mañanas. Como ese papel de Michael Imperioli, que más tarde sería Chris Montisalti en Los Soprano.

Y sobretodo por la escena por la que la película adquiriría un cierto renombre, y que ya en 1996 me impactó. Me refiero a aquél viaje drogota en la que Carroll se ve a sí mismo, vestido de un negro paramilitar con abrigo largo, irrumpiendo en su escuela y disparando a sus compañeros de clase que se metían con él, y también a su profesor cura cabronazo. Os suena?? Los tarados que irrumpieron en el instituto de Columbine parecían intentar imitar tal escena. Y aunque por supuesto no es justificable en absoluto, no me extraña que les impactase la secuencia, como también me impactó a mí. Los desequilibrios mentales de cada uno son otro asunto. Y para que no se opine de algo que se desconoce, me he preocupado, en una búsqueda perpetua de la rigurosidad, de recortar la secuencia y colgarla en youtube… no creo que dure mucho antes de que cualquier mojigato la censure… en fin:

05
Dic
07

Mark Lanegan

La intención no era hablar de Mark Lanegan. El caso es que por mi cumpleaños unos amigos me regalaron un CD de Lanegan. Sabían que me gustaba, y me compraron el «Bubblegum», su último disco «en solitario», disco que ya tenía. Hoy he ido, pues a cambiarlo, y he adquirido el de Soulsavers, en el que Lanegan colabora cantando unas siete u ocho canciones (??) y participando en su composición también (??), lo cuál me lleva a pensar que se trata de un disco más de Lanegan.
Leo en Wikipedia (que no deja de ser un medio de lo menos fiable, pero en fin) que los tales Soulsavers son «an English production and remix team«, responsables entre otros del remix del «Four to the floor» de Starsailor, lo cuál me descoloca más. Si me hubieran dicho en 1998 que Lanegan haría un disco con una suerte de DJ’s no me hubiera creído nada. En fin, que nadie se lleve a equívoco, el disco en cuestión, «It’s Not How Far You Fall, It’s The Way You Land» es casi totalmente un disco de Lanegan, más cercano a su estilo antiguo que a lo que se supone grabarían unos «remixers». Lo he escuchado de vuelta a casa y me ha gustado mucho reencotrarme con esa voz profundísima de un tío que se fuma cartones de Marlboro y desayuna mojando madalenas en Jack Daniel’s. Y me ha retornado de golpe a esos años 98 o 99 en el que descubrí a Lanegan.Entonces acababa de cerrar su etapa con Screaming Trees, una de las bandas injustamente peor tratadas de la era grunge. Ya había publicado entonces varios discos en solitario, sin embargo en el 98 publicó la que para mi gusto es su obra cumbre, «Scraps at midnight», un disco que me atrevo a recomendar a cualquiera que tenga sangre en sus venas y no pase un mal momento. En ese caso, no es recomendable, ya que se trata de la clase de disco que no invita al optimismo, precisamente. No me quiero deshacer en más elogios, que cada cual se lo compre y punto. Todavía no sé exactamente por qué acabé con ese CD en mis manos, supongo que la crítica de Popular 1 que lo ponía por las nubes ayudó. Y poco después, resultó que tocaba en Barcelona, en la mítica y desaparecida sala Garatge.

De esta guisa se presenta en su web… cosa profunda, oyes

Entonces tenía, en la universidad, un amigo con el que compartía gustos musicales muy afines y nos dedicábamos a descubrir joyas de Led Zeppelin, The Doors, Mad Season o Jon Spencer. Y nos recuerdo yendo emocionados a ese concierto, sin saber bien qué nos íbamos a encontrar, con una entrada que nos costó creo que unas miserables 1200 ptas. El caso es que Lanegan era el típico artista maldito que iba de drogas hasta arriba, los rumores apuntaban a que estaba chungo y yo sólo había visto fotos suyas en imágenes promocionales de los Screaming Trees, varios años antes. Salió el telonero, Mike Johnson, ex-Dinnosaur Jr., y por un momento dudé si era el propio Lanegan. Hoy parece absurdo, pero entonces no tenía Internet en casa, los medios no sacaban fotos, en la carpeta del disco no había tampoco y todo tenía un pequeño halo de misterio. Fue un conciertazo, uno de los mejores que jamás he visto. Y desde entonces, me dediqué a conseguir sus discos anteriores.

Poco a poco Lanegan se fue haciendo más popular, y que se entienda que cuando hablo de «popular» no me refiero a «popular» com Ricky Martin. Lo más increíble llegó cuando de repente, el mundo gafapastil que representa la revista Rockdelux le dedicaba también elogios. Llegué a ver a Mark Lanegan 2 veces más en directo, una tercera si se cuenta la gira en que acompañó a QOTSA. Era un buen momento para Lanegan, y para mí, seguía en un pedestal, convirtiendo en oro lo que tocaba. Y vino el famoso «Bubblegum», con el que se suponía volvía al rock, abandonando un poco esa faceta folkie-blues oscura. Sin embargo, algo no me cuadraba. No era un mal disco, no, pero para mi supuso un pequeño batacazo.

Tal vez era el concepto. Lanegan para mí es el artista ideal para esos largos, duros, tristes, fríos y oscuros días del otoño y el invierno. Por eso casi nunca escucho su música en verano. Luego el amigo se nos volvió algo vaguete, y se dedicó a hacer colaboraciones, ante una pléyade gafapastil rendida a los pies del nuevo divo. No, este ya no era el Lanegan que vi en Garatge. Probablemente le juzgué duramente, y me olvidé un poco de él. Hasta hoy. Tengo ya ganas de escuchar de nuevo este disco de Lanegan y los dichosos Soulsavers, en el que además se marca dos versiones (de Neil Young y de los Stones) magistrales. Me siento como reencontrándome con un viejo conocido.

Canciones:

Mark Lanegan: «Kingdoms of rain»
Mark Lanegan: «Carnival»
Mark Lanegan: «Field song»

30
Nov
07

Mundo Viejuno

Hoy cumplo 28 años, y un año más obedezco a esa norma no escrita para todo bloggero que obliga a escribir una entrada el día de tu cumpleaños. No puedo evitar releer la del año pasado, que se perdió en el limbo de la red , como dos años de archivo de NDK, hace ya bastante. Entonces cumplía (claro) 27, y la siguiente foto ilustraba la entrada.


Qué tienen en común todos estos personajes? Ahora me doy cuenta de que falta Jim Morrison

Como quiera que es evidente que mi destino no ha sido como el de esa gente, vuelvo con mi cita anual de reflexiones sobre el tempus fugit y de balances. Evidentemente, esto de los cumpleaños cada uno se lo toma como quiere o como puede. En mi caso, es una excusa perfecta para darme cuenta de cómo pasa el tiempo. Cuando vemos a una persona a diario, no nos damos cuentas de sus pequeños cambios físicos, pero cuando la vemos una vez al año, notamos cómo se ha engordado o como (parafraseando a Carlos Gardel) las nieves del tiempo platearon su sien. En esto de los cumpleaños pasa lo mismo. Desde luego que el tiempo pasará igual un 12 de mayo que un 30 de noviembre, pero los 30 de noviembre es cuando me fijo en ello.

Por eso sigo siendo de los románticos que esperan pasar un día especial el día de su cumpleaños. Hoy, sin ir más lejos, he decidido tomarme el día libre. No se lo digáis a nadie, pero no he ido a trabajar. Tampoco es que me haya despertado excesivamente tarde, lo suficiente como para no tener sueño. He bajado al bar para desayunar (frase cortesía de J de Los Planetas) y luego he cogido el coche. El destino no estaba claro, Barcelona, supongo, pero el caso era salir a dar un paseo. Sin prisa. He cogido una emisora de radio en la que sonaba una sección acerca del pop británico de los 80’s y 90’s, y he pasado un buen rato escuchando tópicos trufados con verdaderas gemas de The Cure, Suede o los hoy olvidadísimos Blur, que me gustaban en su época. En fin, un día de relax. Porque yo lo valgo.

Y aprovecharé la coyuntura de que cae en viernes para alargar las celebraciones, cual Reina Madre de Inglaterra, a todo el fin de semana. Y todavía tengo tiempo de escuchar unas cuantas veces más «Cumpleaños Total» de Los Planetas, al igual que antaño pinchaba en este día «I’m Eighteen» de Alice Cooper. Eso era cuando los 18 me quedaban más cerca.

No quisiera dejar de cerrar, sin embargo, con una reflexión que me hizo un amigo, no hace mucho, también, como yo, propenso a destilar una artificiosa trascendentalidad en cualquier conversación. Con 28 se es ya demasiado mayor como para tener ciertas actitudes (de jovencito descerebrado, entendí yo) pero demasiado joven para otras (como el ser un señor adulto). Ahí es nada.

Canciones:

Los Planetas: «Cumpleaños Total»
Guns n’ Roses: «Crash Diet»
Nacho Vegas & Christina Rosenvinge: «Un verano fatal»

12
Nov
07

USA Kar Tour 2007. Día 6: Lost Angels

Al final me doy cuenta de que no es posible moverse por L.A. sin coche. De modo que para hoy, contrato una pequeña excursión de una mañana en la que nos llevan a los puntos más significativos de la ciudad. La primera parada, muy cerca del Downtown es el Dorothy Chandler Pavilion, donde hasta hace poco se entregaban los oscars. Lo cierto es que sin alfombra roja, ni focos, ni estrellas, resulta de lo más anodino. Y sin duda, el Kodak Theatre tiene mejor situación, en pleno Hollywood Boulevard. De camino pasamos por la catedral de L.A., un horroroso edificio de Rafael Moneo, eso sí, obviamente con su parking con capacidad para cientos de coches. Está claro que ésta es una ciudad construida pensando en el desplazamiento en automóvil. Pero antes de convertirse en la enorme conurbación que veo, donde se incluyen entidades administrativas como Santa Monica o Beverly Hills, Los Angeles fue una colonia española, catalana, para más señas, fundada sobre una misión. Esta misión y un par de edificios más, pertenecientes todos a principios del siglo XVIII, se conservan de un modo muy pintoresco en medio de las moles de edificios del downtown, en un recinto que llaman “El Pueblo”. La visita no tiene mayor interés que la propia anécdota, los edificios están conservados tan artificialmente que parecen los decorados de Mexico de Port Aventura. De modo que sin mayor dilación, nos dirigimos a uno de mis objetivos del viaje, Hollywood Boulevard. Ok, te lo puedes tomar como algo decepcionante, o como algo mágico. Depende de con qué mentalidad vayas. Es evidente que en una avenida tan enorme como Hollywood Blv. resulta imposible mantener el sabor clásico. Incluso podría decirse que en algunos tramos se encuentra en una franca decadencia, lo cuál no deja de tener algo de atractivo. Por supuesto las míticas estrellas cubren las aceras, pero pierde su gracia cuando al lado de estrellas como John Barrymore o The Doors puedes ver estrellas como las de Chris Rock o Emilio Stefan. Es mejor, pues, fijarse en aquellos puntos que mantienen su encanto, bares y restaurantes que ya frecuentaban las estrellas del cine mudo, los primeros cines de la ciudad u hoteles como el Hollywood Roosevelt, donde en 1929 se entregaron los primeros premios Oscar de la historia.
Otra cosa es el Teatro Chino de Hollywood Boulevard. La propia fachada te transporta a lo que se dio a llamar “la magia del cine” y por supuesto, están las huellas, esta vez sí, de los más grandes. No puedo evitar el poner mis manos en las huellas de Dean Martin, de Al Pacino o del mismísimo Frank Sinatra. Y aunque ni siquiera este lugar está exento de concesiones a la comercialidad más actual (había, por ejemplo, una losa con las huellas de los críos actores de Harry Potter), resulta de lo más interesante del paseo. Porque luego está el Kodak Theatre, donde se hacen las galas de los Oscar en la actualidad, pero está carente de personalidad y el interés se centra en la propia mitomanía. Para que os hagáis una idea, al lado del teatro hay un centro comercial y a veces es difícil distinguir dónde acaba el centro y dónde comienza el teatro. Este centro incluye, no obstante, un mirador hacia el mítico cartel de Hollywood, que está la hostia de lejos, aunque en el cine dé otra sensación.

Homenaje al gran Frankie

La última parte de la visita tiene menos interés. Se trata de un tour por Beverly Hills, para ver las mansiones y los cochazos de lujo, y acabar en Rodeo Drive, cuyo único interés reside en alojar las tiendas más caras de la ciudad. Un aburrimiento, vamos. Nos vale, sin embargo, para acercarnos a la parte de Santa Monica, así que en tan sólo media hora de autobús (y eso, en esta ciudad, es muy poco), nos plantamos en una de las míticas playas angelinas. Lo más gracioso es pasear por esas playas que había visto tantas veces en “Los Vigilantes de la Playa”, serie de la que me declaro fan, por lo menos de las primeras temporadas. El día está soleado y aunque ya no hace época de baño, sí hay gente tomando el sol o paseando. Por supuesto, aprovecho para tomarme fotos en las casetas de los vigilantes y frente al mítico 4×4 amarillo. Y un buen paseo nos lleva a Venice Beach.

Venice Beach es de los pocos sitios de L.A. que conservan su aureola hippie. Los hippies siguen viviendo allí, como antaño lo hicieron los beatniks (como Charles Bukowsky), aunque se trata de una zona que se ha degradado bastante en los últimos 20 años. De hecho, te recomiendan que vayas y pasees, pero que te largues antes de que se ponga el sol. Entonces el paseo lo ocupan las bandas callejeras, principalmente de hispanos. Y efectivamente, durante el día las bandas están por ahí, pero se entremezclan con una amalgama de hippies de la vieja escuela, jóvenes hippies, homeless (alguno de ellos también muy joven), tipos que tocan la guitarra, otros los bongos, pintores callejeros, vendedores de chorradas y muchas tiendas de camisetas, recuerdos, ropa, y tonterías varias. Me compro un par de camisetas rollo vintage de Led Zeppelin y de Rolling Stones muy guapas. Y hacia el final, está el gimnasio al aire libre donde muchos culturistas entrenan, como lo hizo en su día Gobernator. En esta zona también se junta mucho freak callejero, como uno que suelen nombrar en Popular 1, por aparecer en la peli documental de Perry Farrell, quien vivía en este barrio, que por cierto, le pegaba completamente. El tipo se pasea con sus patines tocando una guitarra eléctrica, y tuve el pequeño privilegio de verle. Y acabo descansando un rato sobre la arena, donde se supone que una vez se encontraron Jim Morrison y Ray Manzarek, y este último se quedó flipado de uno de los poemas/canciones que le cantó Morrison, y donde le propuso juntarse para hacer música.

El freak más popular de Venice Beach

Tras una tarde de playa, decido reencontrarme con un viejo amigo, Amoeba Records. Efectivamente, también hay una sucursal en L.A., en el 6400 de Sunset Blv. Lamentablemente, el material de oferta no es tan tirado de precio como en San Francisco, ni tan potente. Aún así, salgo con 8 CD’s al triste precio de 32 $, aunque me sabe a poco, después de lo de Frisco. Al salir son ya las 21h y mi estómago me pide cena. Justo enfrente de Amoeba hay un restaurante de fast food de la cadena Jack In The Box. En realidad no es tan diferente del mardonals hispánico. Pero sí hay algo distinto. En JITB las hamburguesas son más grandes y más buenas. Y el precio, más barato que en los burguers españoles. Y no quisiera cerrar el tema comida sin alabar una costumbre americana que se debería importar ya: el bottom-less glass. Aquí no te dan la bebida, te dan el vaso y tú mismo vas al expendedor de coca-cola (o lo que sea) y te lo llenas. Y si a media comida se te acaba, pues te lo vuelves a llenar. Esto suele estar disponible en muchos restaurantes, sean cadenas de comida rápida o sean pequeños establecimientos.

La mejor cadena de hamburguesas de la costa oeste

Y si ya he comprado y ya he cenado, toca tomarse una copa. Me apetece algo tranquilo, de modo que esta noche me decanto por el Cat Club. El Cat Club es relativamente nuevo, se abrió en 1999, al lado del Wisky A Go-Go, y pertenece al batería de Stray Cats, Slim Jim Phantom. Una vez más, mi sorpresa llega al entrar y ver lo pequeño que es. Tres mesas, una barra, un mini-escenario, y ya está. Vamos, que la sala Mephisto de Barcelona es bastante más grande. Sin embargo, está decorado con mucho gusto y resulta un local con encanto. Tiene un toldo negro a la puerta, que está decorada con motivos de leopardo. Dentro, esas características llamas pintadas en la pared, típicas de decoración rockabilly, y unas fotos de rockstars, bien colocadas y bien enmarcadas, y asientos en rojo. En definitiva, buen gusto.

Altamente recomendable

Esta noche toca un tipo que hace un show acústico. La música me recuerda al Brian Adams de los 80’s y él se parece a Tyla pero con 20 años menos. No está mal. Los siguientes son una banda multirracial que hacen un estilo intentando acercarse a Tom Waits pero con sonoridades rollo Radiohead. En fin, poner esos referentes resulta casi insultante, ya que son un auténtico coñazo. Así que estos tipos precipitan mi vuelta al hotel y a la postre, mi despedida de L.A., dándome cuenta de que tengo que volver a este lugar. Tal vez oiréis que L.A. no es una ciudad bonita. Incluso escucharéis que “no vale nada”. Es evidente que no es un lugar para pasear. Pero una ciudad con una oferta tan brutal de experiencias, de mitomanía, de arte, de música, de bares, de tiendas, de restaurantes, de deportes, de playas, y todo eso por no hablar de las posibles excursiones al desierto, a las montañas, etc… en fin, que tengo que volver algún día.

Canciones:

La Frontera: “Judas el miserable”
John Lennon: “Working class hero”
ZZTop: “La Grange”

30
Oct
07

USA Kar Tour 2007. Día 5: L.A. is my lady

Temprano cojo un vuelo Las Vegas-LA y a media mañana llego a la ciudad de los ángeles. Y me siento totalmente excitado!! Es como estar en un escenario extraño, imaginado muchas veces. Por supuesto, no me importa la ciudad de Los Angeles real, sino la que yo siempre imaginé y mitifiqué, la de las películas, la del rock n’ roll, la de las fotos y la de las revistas. Nada más tomar la autovía del aeropuerto al hotel, ver esas vías de varios carriles, ese pabellón de los LA Lakers, esos carteles que anuncian un rodaje callejero del próximo coñazo de Will Smith y ese cartel de Hollywood al fondo, bueno, me siento realmente bien.
Me hago con un ejemplar gratuito de LA Weekly, para ver qué se cuece por aquí estos días. Definitivamente, no tengo suerte con los conciertos. En LA hay decenas, casi cientos de shows cada día, sin embargo nada de destacable interés. Morrissey toca 10 noches seguidas, pero de él sólo me interesa su material con The Smiths, así que paso. Una vez más, veo como por poco tengo que dejar escapar shows de QOTSA y The Black Crowes. En fin, ya me he resignado. Y aprovecho para localizar las direcciones de los clubs míticos de la ciudad, mi objetivo para esta noche. Por la tele veo que Britney Spears es la Pantoja de Estados Unidos. A todas horas hay programas en el que se debate y se da la última hora acerca de la situación de la Spears acerca de la posible retirada de la tutela de sus hijos. Para todos aquellos que hablan de la situación televisiva que hay en España con ciertos personajes del corazón, que sepan que siempre puede ser peor. El seguimiento obsesivo del affaire Spears en los medios resulta entre patético y divertido, depende de cómo te lo tomes.

Me mola su imagen punky

Pero antes, esta tarde tengo un pulso con LA, esta vez el real. Resulta que hay otro Outlet de estos gigantescos, y decidimos pasarnos por ahí antes de salir a cenar y tomar unas copas. Un error de visión típicamente europeo. Vemos que un autobús nos puede llevar, de modo que tomamos este autobús. Insisto, un error. LA es una ciudad diseñada absolutamente para los coches, y por su concepción y sus increíbles distancias, moverse en bus es complicado. Sin embargo, acaba resultando una experiencia. De entrada, te da una visión de cómo es la sociedad Angelina: el autobús sólo lo cogen los negros y sobretodo, los hispanos. De hecho, los paneles publicitarios dentro del autobús son en castellano, y los carteles (tipo “puerta de salida”) son bilingües. Durante bastante rato el autobús circula, y yo, que no sé dónde o cómo de lejos está mi parada de destino, comienzo a barruntar que está tardando mucho. Y en esos pensamientos me encuentro cuando veo que el autobús comienza a circular por unos barrios totalmente hispanos. Para que os hagáis una idea, el barrio es como el de la escena final de “Training Day”. Y sí, una vez más mi substrato a base de películas y TV me lleva a temer por mi integridad en un barrio en el que veo pobreza, pintadas y bandas callejeras. No es que tenga intención alguna de salir del autobús, pero, ¿y si me he equivocado? ¿y si el autobús tiene final en este barrio? Decidimos hablar castellano entre nosotros, claramente, para que se note que somos “de la rassa”. Afortunadamente el barrio hispano chungo se acaba. Durante un buen rato reconozco que lo he pasado mal.

Whisky A Go Go, la casa de The Doors

Como decía, mi interés para esa noche es ver algunos clubs del mítico Sunset Strip. El Sunset Strip (o Subset Boulevard) es una avenida con 10000 números. Insisto en que el concepto de distancias en LA no es el mismo que en Barcelona. Afortunadamente, la mayoría de los clubs míticos están relativamente cerca. Entre el 8800 y el 9200 están el Whisky A Go Go, el Viper Room, el Cat Club, el Key Club, el Rainbow y el Roxy Club. Vistas las programaciones, me decanto por el Whisky, así, de entrada. El taxi nos deja en la puerta, y al bajar, un tipo me dice si queremos entrar. Parece ser uno de los jefazos del club, tal vez el tal Mario que lo regenta. Le comento que vamos a cenar algo, pero que luego iremos. Y al llegar, tras haber cenado, el tipo nos reconoce y nos invita a entrar gratis. Lo primero que noto al ver el club por fuera es la sensación de estar viendo un pedazo de historia. No en vano, se fundó en 1964, y por aquí han pasado todos los grandes, desde The Doors, quienes fueron la banda “local” durante una temporada hasta los puntales de los 60’s (Love, Them, Jefferson Airplane, The Byrds, Led Zeppelín, o The Who), los punks (X, The Germs, Runaways), los hard rockers (Mötley Crüe, Guns n’ Roses) o los grunges (Soundgarden, Mudhoney). Sin embargo, al entrar, ves que el club es MUY pequeño. Para la gente de Barcelona, y por hacer un símil estúpido, el viejo Sr. Lobo o el Mephisto son de dimensiones parecidas. Hoy es lunes y hay poquita gente. De fondo suena el debut de Blind Melon mientras una banda local se prepara para tocar. Mientras tomo una cerveza me dedico a mirar el local y veo que tanta historia no está aprovechada. No hay mucha memorabilia, apenas una referencia a Jim Morrison y unas cuantas fotos mal puestas junto a la barra de abajo recuerdan la solera del lugar. No sé, si yo fuera dueño de un club con tanta historia, lo aprovecharía. A nivel de decoración, no se puede decir que sea un local “bonito”. La banda invitada comienza su show. Resulta ser un patético combo de rap metal con ciertas influencias de Red Hot Chili Peppers o Beastie Boys, aunque poner estos nombres cerca de esos fulanos es un sacrilegio. Se salva, no obstante, el guitarrista, que destaca entre tanto idiota saltarín que compone el grupo.

El Rainbow… la pinta es, cuanto menos, peculiar.

Enfrente se encuentra el Viper Room, local que entre otros, regenta Johnny Depp y que aunque hayan pasado ya 14 años, se sigue recordando que fue el lugar donde murió River Phoenix, de sobredosis. El local por fuera es todo negro, el público que hace cola, sin embargo, no parece muy rockero, y cuando se abre la puerta, suena algún tipo de música de baile. Lo mismo es la sesión que toca ese día, pero no me llama a entrar. Por arriba están el Key, el Roxy y el Cat Club. En muchos hay conciertos de esos en los que no se puede entrar sin entrada, en otros hay alguna banda local. Sin embargo, me apetece acabar la noche en el Rainbow, siguiendo con mi faceta más mitómana. El Rainbow Bar & Grill es un bar restaurante, de hecho, en el Whisky también sirven comidas, cosa que tal vez pueda chocar al visitante que se espere un bar de copas como los de por aquí. En fin, como es sabido, el Rainbow es un bar que frecuentaban los hard rockeros en los 80’s. Sin embargo, su historia se remonta mucho más allá. El bar perteneció en su época a Vincente Minelli, y allí se declaró a Judy Garland. Marilyn y Joe DiMaggio tuvieron algunas citas allí. La historiografía rockera comienza con esas fiestas que se montaban en el Rainbow los Led Zeppelín, Keith Moon de los Who o John Lennon en su etapa alcohólica. Y claro, los hard rockers y los heavy rockers. De hecho, al entrar, parece que el bar se ha quedado en 1988. El ambiente y la decoración está más lograda que el Whiskey, aunque lo que choca, es que es un bar. Un bar restaurante, con su barra, sus mesas, y sus comensales comiendo, entre fotos de Slash y WASP, eso sí. No hay barra y pista y escenario, como en el Whiskey. Hay una sala pequeña con un pequeño escenario arriba, pero nada. La parroquia allí congregada es peculiar. No olvidemos que es lunes. Entran hard rokers de la vieja escuela, ronda por ahí un personaje a medio camino entre Pedro Almodóvar y Elton John y varias representantes de la típica rubia oxigenada y siliconada de LA. La rubia de 1988 pero en 2007. Vamos, que no eran unas crías, precisamente. Y la música que suena, claro, es de esa época. Y si el Whisky me decepcionó un poco, el Rainbow, más que decepcionar, choca.

Pero claro, qué importa cómo son los sitios en realidad, cuando lo que importa es cómo los veo, como no importa cómo es LA, sino cómo es mi LA.

Canciones:

Lou Reed: «The Kids»
Cracker: «Euro Trash Girl»
R.E.M.: «I took your name»




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