Archive for the 'mafia' Category

14
Sep
15

Todos a la cárcel

La otra noche soñé que me condenaban a prisión. Sí, ahora puede parecer divertido, jijí jajá, pero no veáis el mal rato que pasé. ¿Mi delito? Pues se supone que me cargaría a alguien con el coche o algo así, no quedaba claro. Desde luego, y eso sí recuerdo visualizarlo, cometía una infracción de las chungas conduciendo, durante unos centenares de metros me metía en contradirección (quién sabe por qué) en una carretera, y luego mi vehículo salía despedido fuera de la calzada, por un volantazo. Por lo visto yo salí indemne, pero de la dureza de la condena, puedo deducir que me cargaría a algún viandante. En mi memoria no había juicio alguno, sino que un tribunal policial o militar me aplicaba una versión sumarísima de juicio, unilateralmente y a su rollo, y vamos, que me mandaba a la trena. Yo siempre pensé que si acababa alguna vez en el trullo, sería por algo molón como ser mafioso, traficar con cuerno de unicornio o cometer magnicidio. Pues no, por una mierda de infracción de tráfico. O atropello, qué sé yo.

guilty

Guilty!!!! (by @carloskarmolina)

Y a partir de ahí, un par de días siguientes en los que miraba de hacer vida mientras me escondía de un futuro del que difícilmente me iba a escapar, escondiéndome de cualquier guardia, policía o segurata que pudiera cruzarse en mi camino. Y me consta que la autoridad va enviando efectivos a mis lugares habituales, mi casa, mi trabajo,… se olvidan del bar. Y yo, cuando llega la noche de mi primer día como condenado, voy sufriendo la angustia de saber que esas horas no son más que un bonus track que la providencia me regala, pero que mis huesos acabarán más pronto que tarde en una fría celda. Y entonces me siento como el personaje de Edward Norton en aquella maravilla de película que es “La Última Noche” (“The 25th Hour”), mentalizándome a perder mi juventud en una cárcel, y pensando que tal vez si escapara podría esconderme y buscarme una nueva vida y una nueva identidad (bajo el nombre, claro, de Max Power) en un pueblucho donde no hagan muchas preguntas a los forasteros que hablan poco y trabajan duro. Y que con el tiempo, se olvidarían de mí y de mi condena, y me dejarían de buscar.

Pero no ocurre, al día siguiente, en el que, por alguna razón, tal vez en busca de algo de normalidad, me voy a trabajar, una patrulla se persona en mi oficina. Y la chica de recepción me llama, algo asustada, diciéndome que me esperan unas personas en el vestíbulo. Y yo voy hacia allí, con dignidad, sin mirar a nadie, asumiendo mi destino. Y sí, sé lo que estáis pensando, qué de risas, jajá jijí, pero vamos, una pesadilla que ríete tú del puto Freddie Krueger.

Canciones:

The Darkness: “The Last Of Our Kind”

Eagles Of Death Metal: “Anything Except The Truth”

Johnny Cash: “Folsom Prison Blues”

18
Sep
13

UNA HISTORIA DEL BRONX

“No hay nada más triste que el talento malgastado”. Eso le dice el conductor de autobuses Lorenzo a su hijo Calogero cuando éste era un crío. Luego las cosas se complicaron más, y sin embargo, al final, Lorenzo tenía razón. De adolescentes acostumbramos a creernos que los adultos nos han ido engañando siempre. Y no, no fue siempre. La cuestión es dilucidar cuándo.

Hace unos días os hablaba de la proliferación de múltiples canales de TV en esa francachela que ha dado en llamarse TDT. A destacar, y con muchísimos cuerpos por delante, La Sexta3 y su posterior “imitadora”, Paramount Channel. De acuerdo que emitir las mismas películas una docena de veces cada mes, mes tras mes, es demasiado. Y sin embargo, qué puedo decir… cada vez que pillo alguna de las tres partes de El Padrino, por lo menos un trozo sí que veo.

“Una Historia Del Bronx” es otra de esas frecuentes. También era de las habituales, no obstante, en la parrilla televisiva antes de aparecer la dichosa TDT. Y como “Forrest Gump” o “Cadena Perpetua”, si la cojo, por casualidad, por la tele, al menos un rato, me quedo viéndola.

Calogero entre los dos hombres que marcaron su niñez: su padre y Sonny

Calogero entre los dos hombres que marcaron su niñez: su padre y Sonny

Calificar “Una Historia Del Bronx” de entrañable me parece injusto, porque parece querer decir que es una mierdecilla pero que me gusta. Nada más lejos de la realidad. Es una película sencilla, sí, pero, en general, muy bien hecha. Y sí, me gusta. Me gusta mucho. Me toca un poco la fibra, he de reconocer. Ay, qué sensiblón ha sonado eso. No me hagáis mucho caso, estoy en esos días…

La cinta se estrenó en 1993, y fue el debut a la dirección de un Robert DeNiro que todavía tenía esa estela de los más grandes. Nos quedarían pocos años de grandeza para DeNiro, y pocos trabajos memorables… Diría yo “Casino” (1995), “Heat” (1995) y tal vez, más por la cinta que por su papel, “Jackie Brown” (1997). ¿Cuándo cayó (solito, y voluntariamente) en desgracia? Yo creo que a partir de 1998 ya no volvió a protagonizar, ni siquiera a actuar como secundario, en ninguna película que realmente fuera memorable. Una lástima.

Pero ei, volvamos a aquél maravilloso 1993 cuando DeNiro aún era un semidios. Para su primer largometraje como director decidió comprar un guión de Chazz Palminteri, y contar con el actor como el intérprete del carismático gangster Sonny. Palminteri, otro que prometía grandes momentos y realmente, no sé qué pasó con él.

El James Cagney de los 90s

El James Cagney de los 90s

La historia es sencilla, en el barrio del Bronx, a finales de los 50s, vive un niño italoamericano, Calogero, hijo de un hombre honrado, sencillo y temeroso, el conductor de autobuses Lorenzo (DeNiro). De casualidad, Calogero presencia un asesinato por parte de Sonny, el capo del barrio. Cuando la policía le interroga, Calogero encubre a Sonny. Gracias a ello, el chaval acaba cayendo en gracia a la mafia local, que le tiene fascinado. A Lorenzo no le gusta nada que se relacione con ellos, pero esa vida, la de los “chicos listos” que decían en “Uno De Los Nuestros”, fascina a Calogero, tan alejada de la miseria y el trabajo agotador de su padre. Con el tiempo, Sonny le va tomando cariño a Calogero, quien ve en él otro tipo de figura paterna, especialmente en su adolescencia, lo cual, claro, generará conflictos entre el gangster Sonny y el conductor de autobuses Lorenzo.

Los conflictos entre la atractiva vida del gangster y la moral, el amor familiar, la amistad y los conflictos raciales (representados con los enfrentamientos entre italoamericanos y negros) se entremezclan en una historia en apariencia sencilla, pero muy bien explicada. DeNiro demuestra haber mamado cine y los recuerdos a Scorsese son inevitables. Por si fuera poco, la banda sonora está compuesta por pequeñas maravillas que se van sucediendo, de cariz blanco o negro en función de la época narrada en la historia (finales de los 50s o mediados de los 60s) y de la narración.

Lorenzo y su hijo

Lorenzo y su hijo

Recurrir a buenas canciones como banda sonora de una película es un recurso fácil. Lo complicado es que la canción acabe formando parte natural de la historia, y que esas imágenes parezcan creadas para acompañar a esa canción. Por ejemplo, eso pasa cuando suena el clasicazo “I Only Have Eyes For You” de los Flamingos. Cada vez que la escucho, recuerdo las imágenes de Calogero y su chica.

No creáis que, aunque se trate de un homenaje a los valores de la amistad y de la familia, “Una Historia Del Bronx” contiene moralina de baratija. En realidad, Calogero protege a un asesino, sin ir más lejos, y sus admirados amigos Sonny y pandilla son, en realidad, unos mafiosos. Algo así como Goodfellas vs. La Famiglia.

Dolorosas lecciones de vida...

Dolorosas lecciones de vida…

No puedo dejar de contar una curiosidad que me parece muy cachonda. El personaje del Calogero adolescente está interpretado por un actor llamado Lillo Brancato, cuya carrera pasa muy desapercibida para mí, hasta que le veo tener un papelito en Los Soprano. Efectivamente, en LA SERIE, Brancato interpreta a Matt Bevilaqua, un gangstercillo de poca monta que hace unos trabajitos para Chris Montisalti. Harto de que Chris le trate como lo que es, un triste peón en la organización, acaba por tratar de asesinarle, por encargo de Ritchie Aprile. Falla en su cometido, y acaba muriendo a manos de Tony y Pussy de un manera muy chunga. De hecho, ¿no tenéis la sensación que todos los actores que habían tenido algún papel en películas de la mafia acabaron, de una u otra manera, apareciendo en Los Soprano? La realidad es, sin embargo, más cruda que la ficción, y resulta que Lillo Brancato acabó metido en un robo que finalizó con un tiroteo y muerte de un policía, en 2005. Aunque absuelto de los cargos de asesinato (por lo visto, el que disparó fue su compinche), Brancato fue condenado a diez años de prisión. Puede parecer frívolo, pero qué puedo decir: esta clase de historias con ficción, casualidades y realidad, me parece lo más cinematográfico que hizo Lillo Brancato desde aquel lejano 1993.

Canciones:

Noir Desir: «Tostaki»
Daft Punk: «Lose yourself to dance»
R.E.M.: «Stand!»

07
Ene
13

Salvage

Cinco hombres jóvenes pasean la noche de un martes por Downtown Los Angeles. Son extranjeros. Sólo buscan un lugar donde tomarse la última copa. Las calles de downtown cambian mucho de día y de noche. Lo que por el día es una actividad incesante de personas que caminan, nunca más de tres manzana (esto es Los Angeles) entran y salen de los altísimos edificios, se meten en los restaurantes y se miran con desdén, por la noche es una maraña de bloques acristalados y calles perpendiculares. Circulan muy pocos coches, y la mayoría de las personas que pululan por las maltratadas aceras son vagabundos y paseantes nocturnos freaks.

No importa, hay que tomarse la última. Cerca del hotel, no vayamos a liarnos. Aunque poco hay para liarse, esto es Los Angeles y nada permanece abierto más allá de las dos y media. O casi nada. Bajando por la Séptima, cruzando Flowers y poco antes de la esquina con Hope, damos con el bar adecuado: Salvage … le perdonaremos la grafía, está claro que por aquí nunca pasó Juan Ramón Jiménez ni su puto burro Platero. Pero que me aspen si no son lo que estos tipos andan buscando.

El bar es francamente oscuro, y nada más entrar, a mano izquierda, está la barra. La camarera es bonita, su compañero es, para variar en esta ciudad, hispano. Piden combinados, ron y ginebra. Vaso ancho y esa desastrosa costumbre que tienen en el país de cubrirlo todo con pedacitos pequeños de hielo que más que enfriar la bebida, la suavizan. Dejan la pertinente propina, ya están educados al respecto, y apoyan los codos en la barra. El espectáculo está a punto de comenzar.

En el centro del bar, una pasarela. No es un escenario, sino que parece una pequeña pasarela de donde pudieran salir modelos a mostrar las últimas creaciones. Difícilmente podrían caminar más de cinco pasos, no obstante. Al otro lado de la pasarela hay más gente, y al fondo, una zona con sofás. Los cinco individuos prefieren quedarse en la barra, que está más cerca de la puerta. Nunca se sabe. Por el espacio pulula un tipo enorme, en sí. Casi dos metros, gordo como la madre que lo parió, embutido en una camisa roja. Lleva el pelo largo, recogido en una trenza, y se mueve con la autosuficiencia de un reyezuelo de Taifas, chocando sus manos anilladas con alguno de los parroquianos. No hay que prejuzgar, se dicen los recién llegados, pero no parece trigo limpio.

Qué más da. La euforia del alcohol y la camaradería inhiben de cualquier idea preconcebida. No son amigos. Ni siquiera se conocen mucho. Simplemente las circunstancias los juntaron en tierra extraña y esa noche ha creado lazos irrompibles, aunque de corta vida.

un lunes por la noche el aspecto es mucho más decadente

un martes por la noche el aspecto es mucho más decadente

El espectáculo parece que va a comenzar. En una esquina, junto a un lamentable equipo de audio, se sienta un chaval con una guitarra española. Tiene un jocoso parecido con Ozzy Ousborne de joven, gafas oscuras redondas incluídas, también podría pasar por un hippie trasnochado. Cruza la pierna, se ajusta la guitarra, y comienza a tocar algo que quiere ser “Entre Dos Aguas” de Paco de Lucía, a lo que se le suma una base rítmica pregrabada.

En ese momento sale una bailarina. Va vestida como si se tratara de danza del vientre, es muy joven y bastante guapa, y comienza una serie de movimientos entre orientales y flamencos. Un desastre. Realiza su performance durante unos minutos, luego se baja. Le toma el relevo otra bailarina, ni tan joven ni tan guapa. Tetas operadas enormes, cara retocada también, lleva un uniforme de faena parecido al de su compañera. La cuadrilla de extranjeros de la barra comienza a dudar de si en 2005 esa bailarina no se llamaría Peter. Poco le importa la dudosa sexualidad de la plantilla a los individuos que están al otro lado de la pasarela-escenario. Destacan, entre ellos, un tipo que lleva un traje claro, con hombreras, digno de “Corrupción En Miami”, que se parece mucho a John Malkovich, solo que más joven, y habiendo consumido (mucha) más cocaína. Completa su look con el pelo recogido en una cola y un ridículo sombrerito de ala estrecha. John se lo está pasando estupendamente, da palmas como si le fuera la vida en ello, y de paso, molesta a un grupo que a su lado, se toma una copa, ajenos al espectáculo. Si se presentaran como un grupo de mafiosos rusos de poca monta, nadie se sorprendería.

Los tipos de la barra pasan de la sorpresa a la hilaridad, al no tener esos aires aflamencados como algo exótico. Esta es la imagen de su país, piensan, en pleno siglo XXI. Mientras se divierten tanto mirando a la tercera bailarina (más de lo mismo) como a mini-John Malkovich, apuran sus bebidas. El despropósito continúa con un cuarto bailarín, en este caso sí, hombre, reconocido y reconocible. El tipo se arranca con unos pasos a medio camino entre el claqué y la danza céltica. El tema musical sigue y sigue, en un bucle, y las mismas bailarinas vuelven a salir otra vez. La cosa no se sostiene por ningún sitio, el alcohol ya no la hace tan divertida. El cansancio hace mella y mañana (qué temprano arrancan estos yanquis) habrá otra jornada laboral. De modo que llega el momento de irse.

El paseo hacia el hotel es corto, pero en realidad, no hay mucho que decirse. Nadie quiere hablar de trabajo. Nadie sabe de qué otra cosa hablar, ahora mismo. Quizás, más que Salvage, el local se podría haber llamado Bizarre. Encajaría mejor.

PD: reconoced que al principio os habéis escandalizado pensando que era una falta de ortografía de esas de suspenso inmediato!

Canciones:

Curtis Mayfield: “Pusherman”

The Monarchs: “Yer Movin On”

Two Gallants: “Song Of Songs”

02
Abr
12

Sueños: Los yakuza

Ok, una vez más, mis planes respecto a las entradas del blog se ven truncados. No, hoy no pensaba hablar de sueños… pero es que el de anoche… tuvo su aquél. Diablos, merece ser contado. Y comenzaré diciendo que anoche, la noche del sábado, vuestro buen amigo Kar, este aprendiz de juntaletras, se fue de parranda con los amigotes. Nada, un plan sencillo, cuatro caballeros degustando combinados espirituosos y compartiendo amigable charla mientras las melodías fluían en el salón. Para qué contar más. Luego, a esa hora en la que las personas de bien ya están a punto de levantarse, y con algo más de alcohol en el cuerpo del que debiera, me fuí a dormir.
Este dato de mi actividad sabatina, completamente irrelevante a priori, parece ser el eje central de lo que acabó aconteciendo en mi cabeza durante esa liberación mental que resulta ser el sueño, donde las cosas fluyen sin el férreo control que las circunstancias y la ética ejercen sobre nuestros pensamientos y actos.
Así que mi sueño, o por lo menos, la parte que recuerdo, comienza entrando, con mis tres camaradas de anoche, en lo que parece ser una celebración yakuza. Exactamente, me refiero a la mafia japonesa. Parece una boda, como si la hija del gran jefe se casara. O algo así. Nosotros vamos vestidos como la ocasión se merece, traje oscuro impecable y camisa blanca. Hay una gran mesa, muy baja, y estamos todos sentados a su alrededor, sobre cojines. Somos los únicos occidentales de la sala. Todos los demás son japoneses perfectamente trajeados, excepto la novia, la única mujer, vestida con un kimono blanco.
La víctima
En el transcurso del banquete, nuestro superior jerárquico en la estructura del grupo nos llama a una habitación aparte. Tenemos un trabajo que hacer. Al parecer, han pillado a un traidor, que merece un castigo. Nos conducen por un par de estancias de imaginería japonesa clásica, en maderas, paredes de papel y puertas correderas. Y en una de ellas, allí está, el traidor, que resulta tener el aspecto que Charlton Heston en la peli “Khartoum”, pelo corto y bigote. Este dato sí que me parece inquietante, pues no recuerdo haber visto “Khartoum”, o por lo menos, no en los últimos 20 años.
En cualquiera de los casos, hay que acabar con él, y para ello, nos dan unas sierras radiales de mano, de esas que son como un taladro Black & Dekker pero con la rueda dentada. Y los cuatro la emprendemos contra el pobre infeliz, que, naturalmente, muere a la primera de cambio. Pero no es suficiente, con nuestras sierras le vamos troceando hasta mutilarle. Y reconozco que esta parte del sueño se me hizo dura, me daba penica el pobre Charlton. La compasión, sin embargo, se quedó de puertas adentro, ya que acabé la faena como se me había encomendado.
Y como sucede en los sueños, tal como empiezan, se acaban, y tras esta misión cumplida, todo se desvaneció, y ya no recuerdo nada más. Sí que diré que me preocupa conocer qué extraño resorte me llevó a unirme en sueños a un grupo mafioso japonés y acabar descuartizando a un fulano.
Canciones:
Mott The Hopple: “The Ballad Of Mott The Hopple”
The Prodigy: “Breathe”
Screamin’ Cheeta Wheelies: “Boogie King”



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