Archive for the 'Nueva York' Category

25
Feb
16

De premios Oscar, películas antiguas, cuadernos garabateados y Leonardo Di Caprio

Ahora que todo el mundo espera que Leonardo Di Caprio gane su ansiado Oscar y medio mundo suspire un por fin quizás demasiado forzado, tal vez el tema que nos ocupa venga un poco más a cuenta. Hubo un tiempo, finales de los 90s y primeros de los 00s (década que me resulta francamente difícil de nombrar), en que había un sector que odiaba a DiCaprio. Eran los auténticos, esos que repartían lecciones de integridad y que la tomaron con el actor por su participación en la horrorosa “Titanic” y su automática conversión en poster para adolescentes (¿alguien dijo Popular 1?). Y todavía quedan bastantes de esos. Pues no, señores. Igual soy poco auténtico, igual soy demasiado mainstream, pero considero que Leonardo DiCaprio no es sólo un gran actor sino que además ha tenido la capacidad de escoger muy bien sus proyectos, dando pocos, muy pocos pasos en falso desde que se hundió en aquél barco. Cosa que no se puede decir de, por ejemplo, Johnny Depp, y créanme que lo digo con pena: el que suscribe era fan de Depp y ha ido viendo como su estrella se iba apagando, a base de encadenar mierda tras mierda y rodar sus películas con el piloto automático puesto, muy lejos de lo que había llegado a ser.

Pero antes de ser el eterno oscarizable, incluso antes de ser la víctima del naufragio más largo del celuloide, Leonardo Di Caprio protagonizó una película que tiene un gran significado para mí. Ya hablé de ella por aquí, pero fue hace muchos años, y no me importa volver a hacerlo, incluso no me importa repetirme. Me refiero a “Diario De Un Rebelde”, película de 1996 basada en la novela autobiográfica del poeta Jim Carrol, y auspiciada por él mismo, quien llega incluso a realizar un cameo.

Comenzando por el título, ya vamos mal. El original en inglés es “The Basketball Diaries”, lo cual tiene mucho más sentido, si nos atenemos al argumento. Y para continuar, puedo decir que es una basura de película, que pasea a trompicones por demasiados lugares comunes y tiene algunos buenos momentos, qué duda cabe, pero en general, muy mal resuelta. Afortunadamente dura apenas 90 minutos, lo que es de agradecer, y no me refiero exclusivamente a esta película. Ignoro qué lleva a los cineastas actuales a requerir de dos horas y cuarto para contar cualquier idiotez de historia. Lo he dicho en otras ocasiones, pero como la frase es mía y me gusta, no puedo evitar repetirla: si una película necesita más de 120 minutos, o es una obra de arte o está mal rodada (o montada, o guionizada).

tunel

Mi vida era así hasta que comencé a exponer mis miserias en Internet (by @carloskarmolina)

La historia es más o menos tópica, ambientada en la Nueva York de los 70s, Jim es un muchacho de barrio humilde amante del baloncesto y que suele, constantemente, garabatear cuadernos. Poco a poco, y como suele ocurrir en estos casos, comienza a darle al alpiste y cuando se da cuenta, es ya un yonqui de cuidado, que si la peli estuviera rodada en mi barrio, llevaría un chándal y pediría 20 duros para el autobús. Al final, claro, se acaba rehabilitando, Musiquita final, plano de un texto explicando qué fue del bueno de Jimmy y the end. La banda sonora está bastante bien, muy rockera, qué menos viniendo de un poeta (y músico) que formó parte del movimiento punk de Nueva York, coetáneo de Patty Smith, Johnny Thunders o The Ramones. Y como curiosidad, aparecen en pantalla 3 futuros Los Soprano: Lorraine Bracco (Dra. Melphi), Michael Imperioli (Chris Montisalti) y Vincent Pastore (Pussy Bonpensiero). Ah, y las Gemelas de Sweet Valley, los que hayan sido adolescentes en los 90s lo recordarán. La nota negativa es tener que soportar a ese desastre de actor que es Mark Walhberg durante casi todo el metraje.

Por si fuera poco, hay una secuencia que marca un hito en la cultura popular más reciente. Se trata de la escena onírica en la que Jim irrumpe, vestido de negro con un abrigo de cuero y con una recortada en mano, en el aula del su instituto. Sin mediar palabra, comienza a disparar contra los compañeros cabrones de clase y se dirige también al profesor. Dura menos de dos minutos, pero seguro que os suena… ¿aún no? ¿Y si os digo la palabra Columbine? Efectivamente, esos tarados de Columbine parece ser que se tomaron aquella secuencia demasiado en serio. Podemos echarle la culpa a la película, a Marilyn Manson o al boogie. Eso es lo fácil. Pero no.

Dicho todo esto, ¿queréis saber por qué es importante para mí “Diario de un Rebelde”? Pues porque es la responsable de que estéis leyendo estas líneas. Vi esta película con 16 años, y me encantó. Mis criterios eran cuanto menos particulares, pero estaremos de acuerdo en que para un chavalín podía ser relativamente fácil identificarse. Porque a mí también me gustaba escribir. Así que decidí hacerlo más en serio, y comencé a garabatear, yo también, cuadernos, tal y como hacía el personaje de Di Caprio en la película. Y lo hice durante años, de modo que no puedo sino estar agradecido al resorte que significó para mí. De ahí a exponer mis miserias en este blog de ciber exhibicionismo sólo hubo un paso, el puramente tecnológico. Los cuadernos siguen guardados, claro.

 

Canciones:

Alex Cooper: «El Asiento de Atrás»

David Bowie: “And I say to myself”

The Dahlmanns: “Girl Band”

02
Feb
16

Seis grados de separación: Al Pacino

La semana pasada ya anduve tratando de demostrar la verosimilitud de la famosa Teoría de los Seis Grados de Separación. Sí, amigos y amigas, lectores todos de NDK… el mundo es un maldito pañuelo y estamos todos conectados. Así que cuidado con eso. Yo soy muy consciente de que mis tonterías en Twitter y en este, vuestro blog de referencia, me costarán muy caras en mi futura carrera política. Si es que algún día eso ocurre. De momento, de día yo soy un gris trabajador y de noche redimo mis penas en Internet.

Si la semana pasada mostré la conexión entre el juntaletras que suscribe y la reina de las guarrerías filmadas Sasha Grey, hoy pretendo ir un paso más allá. Porque no nos engañemos, Sasha Grey es muy guapa y para muchos puede resultar un mito, al menos, un mito durante cinco minutos en la soledad de sus ordenadores. Pero ahora pretendo ir hacia algo un poco más allá, hacia un verdadero mito. Damas y caballeros, seguidamente demostraré que entre mi persona y el gran Al Pacino no hay más de seis grados de separación. Vamos allá.

Todo comienza en el bloque de pisos donde vivía con mis padres. Ya lo he comentado en varias ocasiones, a pesar de mi porte aristocrático y refinadas maneras, yo soy un chico de barrio. Podría decir que en los barrios populares se vivía de otra manera, en donde se establecían ciertos lazos entre los vecinos, de un modo más fraternal, pero me temo que caería en el tópico, y también en la ignorancia, pues no tengo ni idea de las relaciones que pueda haber en la maldita calle Calvet de Barcelona, por decir algo. Pero imaginemos un bloque, con familias conviviendo en muy poco espacio por (ya entonces, cuando aún vivía allí) unos treinta años y con hijos yendo al mismo colegio. Los lazos son inevitables. Pues bien, mi familia tenía relación amistosa-vecinal con otra familia de ese bloque. Dos hermanos, el mayor tenía 3 años más que yo, la pequeña, 2 más, e iba a la clase de mi hermana. Pues será ese hijo mayor, cuyo nombre, claro, omitiré, el que consideraré mi primer grado de separación.

Año 1997, se estrena la película “Airbag”. Buena película, muy divertida, aunque acabaría generando unas cintas derivadas que daban bastante lástima. Pero no le restemos mérito a una peli como “Airbag” que acabaría entrando por la puerta grande en el imaginario popular, ¿quién no ha dicho alguna vez un chascarrillo de esa cinta? (“muy profesional”, “si es que las visten como putas”, el dar golpecitos al coche como el guardia civil, …). Y el sector masculino seguramente recordaremos a la actriz Vicenta Ndongo, de ascendencia guineana, que tenía un papelito corto como prostituta (y pieza central de la trama). Cómo olvidar a Vicenta, que salía muy guapa y enseñando sus encantos en ese papel. Ella tenía 29 años entonces. Yo, 18. Y mi vecino, 21. El dato es relevante en tanto resultaba que esa, mi familia de vecinos, había tenido un trato al parecer bastante fraternal y amistoso con la familia de la Ndongo. Tanto es así que el padre de mi vecino, en una cena en su casa hacía el comentario, jocoso, y decía algo así como “collons, la Vicenteta, si jo em recordo quan era petita i s’havia quedat a dormir a casa, a l’habitació d’aquest” mientras señalaba con la cabeza a su hijo. Y yo, con esa adolescencia revolucionada, miraba a mi vecino y recordaba esas escenas picantes y claro, no podía evitar pensar en que, joder, debería retomar esa amistad.

RESIIDUO

Por aquí podréis encontrar gran parte de la filmografía de Al Pacino entre 1998 y 2016… la de Robert De Niro está más al fondo, en la trituradora… (by @carloskarmolina)

Vicenta Ndongo es, claro, mi segundo grado de separación. Hay que decir que “Airbag” fue, seguramente, su papel más popular, aunque por lo que me chiva Wikipedia, ha ido haciendo trabajitos por aquí y por allá. En “Airbag” tenía también un papel corto Paco Rabal, precisamente relacionado con el personaje de Vicenta Ndongo. Rabal,  un mito, en este caso, del cine español. Qué puedo decir, aunque respeto su carrera, no puedo compararlo con la admiración que puedo sentir por Al Pacino. Sea como fuere, Paco Rabal será mi tercer grado de separación.

Un dato curioso sobre Paco Rabal es que en 1977 rodó una película a las órdenes de nada más y nada menos que William Friedkin. “Carga Maldita”, se llamaba. Estamos hablando, poca broma, del director de “El Exorcista” y de “The French Connection”. Sin embargo, el pobre Friedkin tuvo la mala fortuna de estrenar “Carga Maldita” justo una semana después del estreno de “Star Wars”, de modo que además de llevarse bastantes palos por parte de la crítica, resultó ser un fiasco económico, de modo que si consideramos que no sólo ejercía de director sino que también era productor (vamos, que ponía sus cuartos), la cosa acabó francamente mal.

William Friedkin es mi cuarto grado de separación. Y llegamos casi al final, con un Friedkin en un modo oscuridad que tuvo la osadía de estrenar una película como “A La Caza”, basada en una investigación policial sobre un asesino que se movía en los círculos homosexuales de Nueva York, infiltrando a un agente en el ambiente gay… en pleno 1980. Claramente fue una jugada arriesgada, en esa época, mostrar un ambiente relativamente opaco como el gay con escenas francamente explícitas. Insisto, era 1980. A mí me parece una gran película, muy valiente y muy bien resuelta. ¿Y quién protagoniza “A La Caza”? Efectivamente, Al Pacino.

Qué puedo decir de Pacino… él es Michael Corleone, él es Tony Montana, él es Carlito Brigante, él es Serpico… curiosamente no rodó mucho durante la década de los 80s, que inauguró con esa “A La Caza” pero que cerró con tan solo cinco películas en su haber. Una minucia, si consideramos la cantidad de cintas en las que apareció a partir de 1990. Un dato curioso, no más. En cualquier caso, y nada que no le ocurra a un Robert De Niro cualquiera, a partir de mediados de los 90s su presencia en pantalla no garantiza un nivel. En los 70s y 80s, si tanto Pacino como De Niro estaban en el casting, sabías que la película iba a valer la pena, como mínimo. Pero ya no fue así de mediados de los 90s en adelante. En la década grunchi protagonizó grandes pelis, qué duda cabe (“Atrapado Por Su Pasado”, por ejemplo), pero sus últimos momentos de gloria los situaría con “Pactar con el Diablo” y “Donnie Brasco” (ambas de 1997). A partir de ahí, poquita cosa más, la verdad. Supongo que no siempre se escogen buenos proyectos, y al final, un Ferrari nuevo nunca está de más.

Así, quién lo iba a decir, estoy incluso más cerca de Al Pacino que de Sasha Grey. Veamos, el tema era Mi Vecino – Vicenta Ndongo – Paco Rabal – William Friedkin – Al Pacino. Cinco grados de separación, camaradas, no me hacen falta ni seis. Os regalo el último.

Canciones:

A Tribe Called Quest: “Jazz (We’ve Got)”

Man… Or Astro-Man?: “Manta Ray”

Charles Bradley: “Changes”

 

18
Sep
13

UNA HISTORIA DEL BRONX

“No hay nada más triste que el talento malgastado”. Eso le dice el conductor de autobuses Lorenzo a su hijo Calogero cuando éste era un crío. Luego las cosas se complicaron más, y sin embargo, al final, Lorenzo tenía razón. De adolescentes acostumbramos a creernos que los adultos nos han ido engañando siempre. Y no, no fue siempre. La cuestión es dilucidar cuándo.

Hace unos días os hablaba de la proliferación de múltiples canales de TV en esa francachela que ha dado en llamarse TDT. A destacar, y con muchísimos cuerpos por delante, La Sexta3 y su posterior “imitadora”, Paramount Channel. De acuerdo que emitir las mismas películas una docena de veces cada mes, mes tras mes, es demasiado. Y sin embargo, qué puedo decir… cada vez que pillo alguna de las tres partes de El Padrino, por lo menos un trozo sí que veo.

“Una Historia Del Bronx” es otra de esas frecuentes. También era de las habituales, no obstante, en la parrilla televisiva antes de aparecer la dichosa TDT. Y como “Forrest Gump” o “Cadena Perpetua”, si la cojo, por casualidad, por la tele, al menos un rato, me quedo viéndola.

Calogero entre los dos hombres que marcaron su niñez: su padre y Sonny

Calogero entre los dos hombres que marcaron su niñez: su padre y Sonny

Calificar “Una Historia Del Bronx” de entrañable me parece injusto, porque parece querer decir que es una mierdecilla pero que me gusta. Nada más lejos de la realidad. Es una película sencilla, sí, pero, en general, muy bien hecha. Y sí, me gusta. Me gusta mucho. Me toca un poco la fibra, he de reconocer. Ay, qué sensiblón ha sonado eso. No me hagáis mucho caso, estoy en esos días…

La cinta se estrenó en 1993, y fue el debut a la dirección de un Robert DeNiro que todavía tenía esa estela de los más grandes. Nos quedarían pocos años de grandeza para DeNiro, y pocos trabajos memorables… Diría yo “Casino” (1995), “Heat” (1995) y tal vez, más por la cinta que por su papel, “Jackie Brown” (1997). ¿Cuándo cayó (solito, y voluntariamente) en desgracia? Yo creo que a partir de 1998 ya no volvió a protagonizar, ni siquiera a actuar como secundario, en ninguna película que realmente fuera memorable. Una lástima.

Pero ei, volvamos a aquél maravilloso 1993 cuando DeNiro aún era un semidios. Para su primer largometraje como director decidió comprar un guión de Chazz Palminteri, y contar con el actor como el intérprete del carismático gangster Sonny. Palminteri, otro que prometía grandes momentos y realmente, no sé qué pasó con él.

El James Cagney de los 90s

El James Cagney de los 90s

La historia es sencilla, en el barrio del Bronx, a finales de los 50s, vive un niño italoamericano, Calogero, hijo de un hombre honrado, sencillo y temeroso, el conductor de autobuses Lorenzo (DeNiro). De casualidad, Calogero presencia un asesinato por parte de Sonny, el capo del barrio. Cuando la policía le interroga, Calogero encubre a Sonny. Gracias a ello, el chaval acaba cayendo en gracia a la mafia local, que le tiene fascinado. A Lorenzo no le gusta nada que se relacione con ellos, pero esa vida, la de los “chicos listos” que decían en “Uno De Los Nuestros”, fascina a Calogero, tan alejada de la miseria y el trabajo agotador de su padre. Con el tiempo, Sonny le va tomando cariño a Calogero, quien ve en él otro tipo de figura paterna, especialmente en su adolescencia, lo cual, claro, generará conflictos entre el gangster Sonny y el conductor de autobuses Lorenzo.

Los conflictos entre la atractiva vida del gangster y la moral, el amor familiar, la amistad y los conflictos raciales (representados con los enfrentamientos entre italoamericanos y negros) se entremezclan en una historia en apariencia sencilla, pero muy bien explicada. DeNiro demuestra haber mamado cine y los recuerdos a Scorsese son inevitables. Por si fuera poco, la banda sonora está compuesta por pequeñas maravillas que se van sucediendo, de cariz blanco o negro en función de la época narrada en la historia (finales de los 50s o mediados de los 60s) y de la narración.

Lorenzo y su hijo

Lorenzo y su hijo

Recurrir a buenas canciones como banda sonora de una película es un recurso fácil. Lo complicado es que la canción acabe formando parte natural de la historia, y que esas imágenes parezcan creadas para acompañar a esa canción. Por ejemplo, eso pasa cuando suena el clasicazo “I Only Have Eyes For You” de los Flamingos. Cada vez que la escucho, recuerdo las imágenes de Calogero y su chica.

No creáis que, aunque se trate de un homenaje a los valores de la amistad y de la familia, “Una Historia Del Bronx” contiene moralina de baratija. En realidad, Calogero protege a un asesino, sin ir más lejos, y sus admirados amigos Sonny y pandilla son, en realidad, unos mafiosos. Algo así como Goodfellas vs. La Famiglia.

Dolorosas lecciones de vida...

Dolorosas lecciones de vida…

No puedo dejar de contar una curiosidad que me parece muy cachonda. El personaje del Calogero adolescente está interpretado por un actor llamado Lillo Brancato, cuya carrera pasa muy desapercibida para mí, hasta que le veo tener un papelito en Los Soprano. Efectivamente, en LA SERIE, Brancato interpreta a Matt Bevilaqua, un gangstercillo de poca monta que hace unos trabajitos para Chris Montisalti. Harto de que Chris le trate como lo que es, un triste peón en la organización, acaba por tratar de asesinarle, por encargo de Ritchie Aprile. Falla en su cometido, y acaba muriendo a manos de Tony y Pussy de un manera muy chunga. De hecho, ¿no tenéis la sensación que todos los actores que habían tenido algún papel en películas de la mafia acabaron, de una u otra manera, apareciendo en Los Soprano? La realidad es, sin embargo, más cruda que la ficción, y resulta que Lillo Brancato acabó metido en un robo que finalizó con un tiroteo y muerte de un policía, en 2005. Aunque absuelto de los cargos de asesinato (por lo visto, el que disparó fue su compinche), Brancato fue condenado a diez años de prisión. Puede parecer frívolo, pero qué puedo decir: esta clase de historias con ficción, casualidades y realidad, me parece lo más cinematográfico que hizo Lillo Brancato desde aquel lejano 1993.

Canciones:

Noir Desir: «Tostaki»
Daft Punk: «Lose yourself to dance»
R.E.M.: «Stand!»

04
May
12

Kar & the CBGB’s

Anoche estaba viendo un reportaje sobre ese bellezón que era Debbie Harry. Tengo que decir que lo primero que me llamó la atención fue saber que en su etapa dorada con Blondie ya tenía 30 años, y 33 cuando publicaron aquél “Parallel Lines”. No me entiendan mal las miles de lectoras de este blog: las mujeres están estupendas en su treintena… afortunadamente! Pero no me negaréis que, por lo menos en un mundo como el del showbusiness, dominado por zorrubias que apenas pasan de los 20, de usar y tirar, ese dato resulta desconcertante. El caso es que hablar de Blondie y hablar de CBGB’s, todo es uno. Ah, el CBGB’s, local punk por excelencia de Nueva York, donde por lo visto, según dicen, el ambiente era tan chungo y nauseabundo como lo grandes que eran las bandas que tocaban allí. Vamos, que por lo visto, los labavos del Mephisto de Barcelona resultan ser el palacio de Buckingham a su lado. No sé por qué me he acordado de los lavabos de un local que hace años que no piso.

Nunca es un mal momento para poner una foto de Debbie Harry…

Sea como fuere, el CBGB’s cerró definitivamente en 2006, y con él, un trocito de la historia del rock n’ roll, si es que eso importa realmente. Todo esto me lleva a un momento que viví la vez que hice un viaje a Nueva York, hará 4 años. Escribí esto al respecto:

Siguiendo la calle, acabas llegando al Tompkins Sq. Park, y a la esquina, un graffitti muy bonito de homenaje a Joe Strummer (suma y sigue) y bajando hacia Lowe East Side vemos como el ambiente comienza a degradarse un poquito, si bien, por lo visto, durante la noche los bares de la zona son más que recomendables. Seguimos de camino a Bleecker st. donde por lo que me han dicho, hay una tienda de discos interesante. Muy cerquita me encuentro con una suerte de tienda/galería fotográfica llamada Morrison Hotel, con un toldo con la misma tipografía de letra del disco original, que exhibe para su venta bonitas fotos enmarcadas de Sid Vicious o de Led Zeppelin. Y a su lado, una curiosa tienda, lo siento, no recuerdo el nombre. Las paredes llenas de iconografía rockera (fotos, carteles de conciertos), y unas cubetas con vinilos de segunda mano a precios realmente indecentes, aunque el material es potente. Pero lo curioso es la sección de ropa y complementos. Venden ropa vintage, tejanos, botas, cinturones, chaquetas de cuero, camisetas. Y si los vinilos estaban a precios indecentes, lo de la ropa es algo insultante. Eso sí, está puesto todo con muy buen gusto, como si más que vender quisieran exponer el género en una suerte de exposición rockera. Tengo la osadía de pararme en la parte de las camisetas, y veo una muy sencillita, blanca, con una estampación de la portada del «Talk Is Cheap» de Keith Richards… a unos 150$!!! Es decir, cien euracos por una camiseta mierdosa que tiene 20 años y que cualquiera se puede hacer escaneando la portadita de marras e imprimiéndola en cualquier copistería sobre una camiseta guarruna… me doy cuenta de que he entrado en la tienda de los niños bien de la ciudad, donde los pijitos que ahora siguen la moda rockera compran sus trapitos.

… O dos…

Pues bien, queridos míos, esa dichosa tienda para rockeros de casa bien, ERA el dichoso CBGB’s… o por lo menos, lo que quedaba de ello. Después de que cerrara sus puertas en 2006 alguien colocó esa tienda en su lugar. Y todo cuadra, las paredes graffiteadas (en algunos puntos habían mantenido la pared original), los posters, el tamaño, el (micro) escenario. Verlo ayer me produjo un pequeño shock. O sea, que había estado allí sin saberlo. Cuando estuve en NYC paseé por algunos lugares míticos de la iconografía rockera de la ciudad, y sin embargo, sabiendo que CBGB’s estaba cerrado, ni siquiera consideré el buscarlo. Andaba por el barrio simplemente para ver el Lower East Side y en busca de una tienda de discos que me habían recomendado. Toda una sorpresa la que me llevé.

Canciones:

Paul Weller: “Heavy Soul”

Dogs D’Amour: “Trail Of Tears”

Pixies: “Gigantic”

26
Jun
08

Viaje a NYC. Día 6 (y último): Estatua de la Libertad

Bueno, hoy hablaré de mi último día en la Gran Manzana, y… ¿no habíais echado de menos algo? Efectivamente, me faltaba la visita a la estatua de la libertad!! Llevaba varios días viendo en los partes meteorológicos que hoy llovería. Sin embargo, ayer, ya lo dije, tuve el día más soleado y caluroso de mi estancia, una temperatura primaveral tirando a veraniega. Pues nada, el jodido hombre del tiempo no se equivocó, y el día despertó lloviendo bastante. Y para colmo, despertó mucho más pronto de lo que debiera, pues tenía tickets para el ferry a las 8h. Briconsejo para quien quiera viajar a NY, si queréis visitar la dichosa estatua, coged los tickets con mucha antelación. Yo lo hice, por internet, cuatro días antes de partir, y la única fecha disponible era esta, el último día y a esas horas intempestivas. Total, que despertarme a las 6’30 no es mi ideal de vacaciones. En fin.
Tras una peripatética cola bajo la lluvia en el muelle, y un desagradable control policial con arcos metálicos como en los aeropuertos (fuera chaqueta, reloj, movil, cartera, gorra y los calzoncillos me los respetaron por decencia) subimos al ferry que nos llevaría a Liberty Island. Atracados en la isla, una nueva cola y la obligatoriedad de dejar la mochila en una taquilla (a 1$ dos horas) me acabaron de poner de mala leche.

Díganme clásico, pero creo que uno no debe irse de NY sin pasar por aquí

Desde 2001 ya no se puede subir hasta la cabeza de la estatua, de modo que sólo es posible subir hasta la base. La visión del monumento me relaja la mala leche, la verdad es que vale la pena, y supongo que las vistas serían de impresión. Lo supongo, tan solo, porque aunque ya no llueve, una bruma cubre la costa y el skyline de Manhattan no se divisa, apenas se puede vislumbrar. En fin, la verdad es que no deja de ser interesante, Manhattan, Brooklyn a un lado, y al otro New Jersey.

El siguiente punto de destino es Ellis Island, donde nos lleva otro ferry. Ellis Island es un islote cercano que alberga viejas instalaciones militares, pero su fama recae en que entre 1890 y primeros de los 50’s se convirtió en la aduana de la ciudad, donde recalaban millones de pasajeros, principalmente inmigrantes que eran inspeccionados legal y médicamente, confinados allí en condiciones bastante deplorables. Ahora esas instalaciones albergan el Museo de la Inmigración, con piezas bastante interesantes, especialmente fotografías, pero también documentación, material médico y otras. A la entrada hay un PC con una base de datos en donde puedes introducir tu nombre y comprobar si algún pariente tuyo pasó por esa frontera. Nada, no tengo ningún tatarabuelo americano.

Una cosa me resultó un poco molesta, y es el hecho de que el museo pintaba ese lugar como una suerte de Disneylandia para inmigrantes, aunque la realidad es que se asemejaba más a un campo de concentración. Especialmente para aquellos que por razones médicas o legales no les dejaban pasar (cuarentenas, papeles poco claros, …) y eran hacinados allí, en unos tristes camastros (que, por cierto, se muestran). La parte de exposición de objetos médicos resulta bastante tétrica, a Marilyn Manson le hubiera encantado.

Busco a Gordon Gekko

Cuando acabo la visita, ya de nuevo en Manhattan, ha vuelto ha salir el sol (hay que joderse). El muelle resulta estar al lado de Wall Street, de modo que me dirijo hacia allí, con curiosidad. Es la hora de comer y hay cientos de oficinistas buscando un puestecillo de perritos, de kebabs o de cualquier otra mierda que engullir. No puedo evitar pensar en Charlie Sheen en la película «Wall Street» cuando veo varios aspirantes a Bud Fox (su personaje en la cinta).

Obviamente, estoy muy cerca de la Zona Cero, y aunque no entraba en mis previsiones visitarla, al final me decido. Y quisiera comenzar diciendo que probablemente sea por una sobreexposición de tragedias en la tele, en los medios y demás, durante 28 años, pero lo cierto es que esas «tragedias televisadas» no me suelen afectar. Puedo estar comiendo tranquilamente mientras veo imágenes del último tsunami o del más reciente atentado. Para mí no es más que una imagen de la tele, o una foto. Estoy muy insensibilizado al respecto. Pero lo cierto es que la Zona Cero me causó impresión. De hecho, no hay nada. Es como la construcción de un inmenso parking en medio de varios rascacielos. Es una obra, con sus camiones, sus grúas y una valla que la rodea. Pero la verdad es que me impresionó. Están construyendo lo que parecen ser los cimientos de un edificio, por lo que sé, eso es seguro, pero no se han puesto de acuerdo aún en el memorial.

La Zona Cero

Y con esto, acaban mis peripencias neoyorkinas. No me extenderé mucho más en esa puerta del aeropuerto para el vuelo NYC-BCN repleta de paisanos con bambas nuevas, con iphones, con chaquetas nuevas, gafas de sol recién compradas y hasta portátiles. Nueva York es la nueva Andorra!! Tampoco me extenderé en las brutales turbulencias que he vivido, las peores que jamás he sufrido, y cogo un par de vuelos al mes. No me queda más que recomendar la experiencia a cualquiera, que por algo más de lo que cuesta un vuelo a Londres o a Oslo, tienes un billete a NY, y además la vida allí (hoteles, comidas, bebidas, …) es más barata que en Europa. Yo, si puedo, vuelvo el año que viene. Diablos, es la mejor ciudad del mundo!! O eso al menos decía Frank Sinatra!!

Canciones:

Prince: «Fury»
Kiss: «Christine Sixteen»
The 13th Floor Elevators: «You’re gonna miss me»

25
Jun
08

Viaje a NYC. Día 5: Harlem, Brooklyn y el Memorial Day

Tras unos días de paréntesis, retomaremos el relato de mi viaje a NYC. Y lo hacemos plantándonos en el 5º día. Hoy es lunes, pero sin embargo es un día festivo. En la tele hace tiempo que anuncian programación especial para hoy, y esas cosas. Hoy es el Memorial Day. El chico del hotel me informa que se trata de una celebración en memoria de los caídos en las guerras. Muy yanki todo. De hecho, en un canal temático hacen una maratón de películas bélicas, programando desde «La Gran Evasión» hasta «Rambo», pasando por «Los Cañones de Navarone». No creo que proyecten «Nacido el 4 de Julio».
En fin, con este ambiente de puente tomamos el metro temprano por la mañana, destino a Harlem. Atrás quedan esos años 80’s de máxima degradación del barrio, azotado por el consumo de crack. Y mucho más atrás las noches de Harlem de primeros de los 60’s. Ya no se trata de una zona poco recomendable para visitar, si bien no se trata de Union Square precisamente. El metro nos deja en la avenida Luís Muñoz Marín, en pleno Harlem Español, donde hay un grueso de población puertorriqueña y dominicana. El día surge radiante, y se nota que es festivo por la poca actividad que se detecta. Pero nuestro objetivo está en el Harlem negro, el de la avenida Malcom X y el Boulevard Dr. Martin Luther King. En esta última calle destaca la multitud de iglesias que hay, una cada tres esquinas. Arquitectónicamente sin interés alguno, unos locales más o menos acondicionados, de diferentes ramas cristianas (protestantes, baptistas, …) y todas ellas con un cartel o un atril en la puerta donde indican el nombre del reverendo que oficiará misa, y a mí no deja de recordarme a esos teatros donde fuera muestran el nombre de la primera estrella.Nos adentramos en el barrio y la cosa comienza a verse más cercana a la idea que uno tiene de Harlem. No hay una sensación de peligrosidad ni una degradación muy exagerada, pero no es un lugar para «pasear». Yo, que he vivido casi toda mi vida en la Zona Franca de Barcelona, no podía dejar de recordar mi antiguo barrio. Cuanto menos llama la atención ver a dos blanquitos paseando por esas calles un día festivo de buena mañana. Por si acaso, hablamos entre nosotros en un español muy clarito, para que se vea que somos «de la rassa». Porque nuestro objetivo es llegar a la calle 125, donde se sitúa el mítico Apollo Theatre.

Un pedazo de historia de la música, pero bastante decepcionante…

La 125 es una calle más ancha y con más vidilla comercial. Y allí está, el teatro que fue cuna y también prueba de fuego para todo aquél que tocara soul o R&B. Para el recuerdo quedan, claro, discos míticos en vivo allí registrados, como los de Sam Cooke o de James Brown, quien tuvo su capilla ardiente en el teatro. Sin embargo, la decepción me invade cuando veo el teatro no solamente cerrado, sino que externamente no hay nada que muestre su pasado histórico. Nada!! Ni una triste foto, ni un cartel. Nada de nada, por lo menos en la entrada. En fin, no puedo más que tomarme una instantánea no sin pensar que cómo se puede dejar un lugar con tanta historia de esa manera.

En la 125 veo también muestras del movimiento negro más radical, un tipo tiene en la calle un tenderete donde vende memorabilia de la Nación del Islam, con libros y DVD’s de gente como Louis Farrakah. Otro tipo vende fotografías de finales del s.XIX y principios del s.XX donde muestra el mercado de esclavos, muestra esclavos con marcas de latigazos, fotos de fulanos con la ropa del KKK, de negros ahorcados tras un linchamiento en un pueblo del sur o simplemente de las horcas que colgaban de algunos árboles en señal de aviso de lo que les pasaba a los negritos malos de Carolina del Sur.

Aquí ya está todo el pescado vendido, de modo que me dirijo a la otra punta de Manhattan, hacia Brooklyn. Brooklyn me lleva a Paul Auster y a una Nueva York de barrio con sentimiento de pueblo. De hecho, fue una localidad independiente hasta que en 1898 decidieron unirse a la gran ciudad. La parte del puente es la zona bohemia del barrio y recibe el cachondo nombre de DUMBO, que no es más que el acrónimo de down under the Manhattan bridge overpass. El puente de Brooklyn reina en el paisaje y la zona se compone de reformados almacenes portuarios. Hoy está resultando ser el día más soleado y caluroso de todos los que he pasado en la ciudad, y bajo el puente, junto al río, hay unos terrenos con parques, césped y decenas de personas preparando un picnic, paseando al perro o pescando. Me siento en unas rocas a pie de río, con Manhattan al otro lado y el puente por delante y se trata de uno de esos momentos tontos que uno recuerda como de lo mejor del viaje. Me resulta un lugar excelente para sentarse, disfrutar del día, de las vistas que te transportan directamente a las películas de los 70’s, relajarse y disfrutar.

Vale la pena sentarse un rato aquí, a disfrutar simplemente de estar ahí.

Y como experiencia final, no hay que dejar de cruzar el puente a pie. Se trata de un paseo largo y con un handicap, está lleno de gente. Lleno hasta la exageración. Pero se trata de una de esas cosas como subir al Empire State Building: hay que hacerlo. Y disfrutar de las vistas, a un lado Coney Island, al otro la Estatua de la Libertad, y al frente el skyline de Manhattan.

Si no es por el balón y el cartel, a ver quién es el guapo que dice que aquí se juega al basket…

Hoy es mi última tarde en la ciudad, y decido invertirla en pasar por Virgin (en Times Square) y gastar unos cuantos dólares más en chucherías. Pero antes paso por el Madison Square Garden, un lugar espectacular porque parece cualquier cosa menos un pabellón deportivo. Parece más bien un edificio de oficinas, y no es de extrañar. El tipo de la puerta me informa de que puede ser que en un piso se juege un partido de Hockey Hielo mientras que en otro piso hay un concierto!!! Y al contrario que en el Apollo, hay memorabilia, fotos de viejas glorias de los Knicks, de Muhammad Ali, de Elvis… un lugar emocionante. Una vez en Virgin, la oferta es brutal, camisetas de Bowie, de Kiss, de Ramones, de Police, de The Clash, de RATM, pero también de Indiana Jones, de Bender o de Padre de Familia. Muñecos, tazas, pegatinas, chapas, por no hablar de los CD’s y los DVD’s. Aunque paradójicamente, eso último es lo menos interesante. Hoy en día en Barcelona puedes encontrar los mismos CD’s y DVD’s. Pero la memorabilia no. Al final, acabo con dos camisetas, una muy molona de Mick Jagger y otra que tenía muchas ganas de tener, con el logo del Bada Bing, de mis adorados Soprano.

Mañana por la mañana tengo la última media jornada y siento que me faltan muchísimas cosas por ver, por sentir y por vivir en esta ciudad. Tendré que volver. Por la noche, veo en las noticias que siete personas han muerto en un tiroteo en Harlem.

Canciones:

Guns n’ Roses: «Better»
Prince: «1999»
Def Leppard: «Put some sugar on me»

13
Jun
08

Viaje a NYC. Día 4: Central Park y Soho

Hoy es domingo, el día se levanta con un cielo limpio y un sol insolente que asoma sin piedad ya desde buena mañana. ¿Habría acaso mejor momento para ir a Central Park? Aunque de entrada, la primera parada es en el Metropolitan Museum, a la postre, anexo al famoso parque. Cogemos el metro hasta la parada 86th St. y al salir el paisaje urbano ya ha cambiado. Las moles de oficinas son sustituídas por majestuosos edificios de apartamentos de lujo, con portero uniformado y toldo en la puerta hasta el borde de la acera, para no mojarse los Manolos cuando llueva. La clase de bloque donde viviría Sherman McCoy, de «La Hoguera de las Vanidades». Apenas hay gente por las calles, apenas hay locales comerciales. Solo esa ristra de porteros en cada portal, disfrazados de húsares.
El Metropolitan Museum es uno de esos museos gigantescos que más vale no pretender verlo entero en una jornada. Al final, con esta clase de museos, he optado por no obsesionarme. Busco aquello que me apetezca ver especialmente y paseo tranquilamente un rato, sin esperar ver todas las salas. De lo contrario, uno acaba cansado, agobiado de tanta pieza y sin disfrutarlas. En el caso del Metropolitan, no se puede hacer de otro modo. Su colección de Egipto es muy interesante, y cuentan con muchas piezas de la América precolombina, África y Oceanía, que no me interesan tanto. De casualidad, me topo con una exposición especial dedicada a los superhéroes, de modo que me acerco a verla. Se trata de unas muestras de trajes que se lucieron en las adaptaciones al cine de los superhéroes clásicos (el traje de Iron Man, el que lucía Michelle Pfeiffer en Batman Vuelve, el de Spiderman o el del Superman de Christopher Reeve), algo cutrillo más propio de un Hard Rock Cafe cualquiera, junto a una serie de trajes que diseñadores de moda han hecho ex-profeso basados en los superhéroes (diseños de Armani o de John Galliano, que me hizo recordar ese inmenso gag de Muchachada Nui, de Joaquín Reyes-Galliano y su ayudante Lucianete-Carlos Areces). En general, menos interesante de lo que esperaba. Con decir que era mucho más interesante los carteles con informaciones de cómo los superhéroes son derivaciones de los héroes de la mitología clásica y de mitos y leyendas perdidas en el tiempo, de sus connotaciones políticas, de su simbología, etc…, todo eso más que las propias piezas. Acabo el museo viendo la parte de arte contemporáneo (con bonitas piezas de Picasso, Dalí, Miró o Kandinsky) y de Pop Art (por ejemplo, la clásica imagen de la sopa Campbell de Andy Warhol).


Esta zona se llama Quiet Lane… un cachondo, el que le puso nombre

Tras unas horas en el museo, toca disfrutar del sol del mediodía en esa enorme extensión verde, sorprendente en medio de la ciudad, que es el Central Park. Los neoyorquinos toman el sol en el césped, pasean sus perros o sus niños, juegan, hacen picnic. Y lo cierto es que ese lugar invita a tomar tu espacio en el cesped y relajarse. Comemos por ahí tirados y doy buena cuenta de una siesta al sol, a la sobra de los árboles y con los edificios al fondo.

Con las fuerzas recargadas, el plan es pasarse por la zona homenaje a John Lennon, antes de marchar. Se llama, claro, Strawberry Fields, y está en el lado del parque más cercano al edificio Dakota donde vivía. La zona resulta ser algo decepcionante, está llena a rebosar de gente, de unos fulanos tocando canciones de los beatles con las acústicas, en plan kumbayá y con ese horroroso mosaico en el suelo donde se lee IMAGINE y donde la gente deposita flores. En fin, todo muy tópico. No soy un fan a muerte de Lennon, de hecho siempre preferí a McCartney, pero lo que me carga a más no poder es esa imagen del Lennon como una suerte de bonachón pacifista bobo y hippioso que todo el mundo recuerda, aunque es una realidad deformada. E Imagine es una de esas canciones que para poder volver a disfrutarla debería dejar de escucharla en una década, por lo menos. A la salida te topas con el dichoso edificio Dakota, que no deja de tener un punto inquietante, aunque al parecer, nada de eso parece importarle mucho a Yoko Ono, quien mantiene su apartamento allí.

Little Italy (o lo que queda de ella)

El siguiente objetivo es un paseo por la zona sur. Tomo metro hasta Tribeca, zona famosa por la implicación que Robert deNiro tiene en el festival de cine de Tribeca, y por comenzar a ser una zona de implicaciones arty. Sin embargo, por la tarde es una zona algo degradada y sin mucho interés. Caminando llegamos al Soho (o más bien la zona Soho-Noho-Nolita), y eso es otra cosa. Cafeterías, bares, tiendas de diseño bohemio-pijo se van sucediendo en unas callejuelas pequeñas y estrechas para ser NY, pero resulta ser un paseo agradable.

San Antonio protegge a noi

Tengo interés en ver Little Italy. O lo que queda de ella. Hace ya años que los italianos no se establecen en gueto, y además, sus vecinos de barrio resultan ser un gigante voraz. Little Italy está al lado de Chinatown, y en las últimas décadas, Chinatown ha ido absorbiendo al viejo barrio italiano. Mulberry St es la única calle que mantiene el sabor del viejo barrio, y alberga algunos bares que frecuentaban Lucky Luciano, Frank Sinatra o el último gran capo, John Gotti, que murió en prisión donde estaba desde 1990, como el Mare Chiaro. Cuando llego, resulta que hay una suerte de fiesta mayor del barrio, lo cuál se me asemeja quizás demasiado a las Festes de Sants, con la calle cortada, las paradas de salchichas italianas, las tómbolas o los puestecitos de feria. El aspecto de la calle te lleva directamente a las películas de Scorsese, y una cutrísima imagen de San Antonio corona la calle. Y uno, entre el gentío, no deja de buscar a Silvio Dante, a Paulie o a Tony Soprano. O por lo menos a sus homólogos de la vida real.

Canciones:

Reverend Horton Heat: «Party in your head»
D-Generation: «She stands here»
Afghan Whigs: «My enemy»

08
Jun
08

Viaje a NYC. Día 3: Greenwich Village, East Village y Lower East Side

Hoy es sábado y definitivamente el ambiente de la ciudad ha cambiado por completo. Nada de agobios, nada de cláxons, nada de gentíos por las aceras. Algunos establecimientos de la zona, de esos que venden café y bollos, incluso se permiten el lujo de cerrar esta mañana. Vuelvo a desayunar en el Starbucks de la esquina, en un proceso de creación de rutinas adaptadas al espacio, y salimos a la ciudad. Lo bueno del Hotel Deauville es que está en una zona muy céntrica de todo. Hoy tengo previsto visitar el Village (Greenwich y East) y echando un paseíto puedo llegar a Union Square, donde comienzan esos distritos.
Llegados a Union Square, vemos que hay instalado una suerte de mercadillo de productos «naturales», los grangeros de las zonas montan unos puestecillos donde venden lana, carne de ovino, quesos artesanos, pan, hortalizas, y donde no faltan, claro, puestecillos de alaborios hippiosos. La gente pasea encantada y consume lechugas que extrañanamente para ellos no están cortadas y envasadas en bolsas de plástico, sino que están tal cual. Bajando de Union Square el aspecto de la ciudad ya cambia. En la zona más al norte, hay más oficinas. En esta zona hay gente viviendo, todo son bloques de apartamentos con la clásica entrada con unas escaleritas y las inevitables escaleras de emergencia en las fachadas. Las calles se estrechan y hay árboles, lo que le da un aire más amable.

Terracita al sol

El distrito del East Village es la zona más bohemia: el punk, los filósofos, la clase obrera y los «posers» circulan por esta zona, que tiene su epicentro en la calle St. Mark’s Place. Supongo que por ser sábado, en la 3ª Avenida hay montado otro mercadillo, éste más «al uso», con sus puestecillos inevitables de comida (libanesa, colombiana, china/oriental,…), de ropa, de imitaciones de gafas y cinturones, y muchos puestos de camisetas, algunas de ellas muy molonas, porque será un mercadillo, sí, pero estamos en la «zona alternativa». Un chico tiene un puestecillo donde vende camisetas que diseña él mismo, con motivos rockeros, y lo cierto es que tiene algunos modelos muy guapos.

Fachada de la portada del Physical Graffiti… el viejo de atrás no estaba allí!! y se parece sospechosamente a Aleister Crowley!!

Como decía, St. Mark’s Place es La Calle. Es una calle agrable con ese diseño de edificios tan típicamente neoyorkino, y donde se apiñan tiendas y locales entre lo alternativo y lo «trendy», algunos de ellos con terraza al exterior, por lo que veo, algo poco común por esta ciudad. Al principio de la calle se encuentra la tienda de ropa Trash & Vaudeville, el mejor sitio para poder comprarse unos pantalones de vinilo, pero extrañamente está cerrada. No sé si por ser sábado (??) o para siempre. Hay unos bares y unas tiendas de discos, y muchas tiendas de camisetas, muñequeras, gorras, colgantes y demás memorabilias. Lo de las camisetas comienza a ser preocupante, hay modelos muy interesantes!! Son las doce y el cuerpo nos pide descanso, de modo que aprovechamos para un alto en el camino en la terraza de un bar de comida marroquí, de lo más moderniqui y «cool». Pero un refresco fresquito y unos aperitivos morancos en esa terraza bajo un sol espectacular, y uno piensa que la felicidad, si existe, está en esos pequeños momentos. Cuando giro la cabeza veo en la acera de enfrente una fachada que me resulta familiar… se trata, ni más, ni menos, que la fachada que ilustra la portada del Physical Graffiti de Led Zeppelin!! Por supuesto, me emociono y no puedo evitar tomarme una foto en ese lugar, con la sensación de que a la que me descuido, me pierdo un detalle de ese lugar en el que se respira un ambiente muy rockero.

La foto no es mía, es de un tal threepunchstuff

Siguiendo la calle, acabas llegando al Tompkins Sq. Park, y a la esquina, un graffitti muy bonito de homenaje a Joe Strummer (suma y sigue) y bajando hacia Lowe East Side vemos como el ambiente comienza a degradarse un poquito, si bien, por lo visto, durante la noche los bares de la zona son más que recomendables. Seguimos de camino a Bleecker st. donde por lo que me han dicho, hay una tienda de discos interesante. Muy cerquita me encuentro con una suerte de tienda/galería fotográfica llamada Morrison Hotel, con un toldo con la misma tipografía de letra del disco original, que exhibe para su venta bonitas fotos enmarcadas de Sid Vicious o de Led Zeppelin. Y a su lado, una curiosa tienda, lo siento, no recuerdo el nombre. Las paredes llenas de iconografía rockera (fotos, carteles de conciertos), y unas cubetas con vinilos de segunda mano a precios realmente indecentes, aunque el material es potente. Pero lo curioso es la sección de ropa y complementos. Venden ropa vintage, tejanos, botas, cinturones, chaquetas de cuero, camisetas. Y si los vinilos estaban a precios indecentes, lo de la ropa es algo insultante. Eso sí, está puesto todo con muy buen gusto, como si más que vender quisieran exponer el género en una suerte de exposición rockera. Tengo la osadía de pararme en la parte de las camisetas, y veo una muy sencillita, blanca, con una estampación de la portada del «Talk Is Cheap» de Keith Richards… a unos 150$!!! Es decir, cien euracos por una camiseta mierdosa que tiene 20 años y que cualquiera se puede hacer escaneando la portadita de marras e imprimiéndola en cualquier copistería sobre una camiseta guarruna… me doy cuenta de que he entrado en la tienda de los niños bien de la ciudad, donde los pijitos que ahora siguen la moda rockera compran sus trapitos. Ok, muy bonito, pero no es para mí. Un paseíto por la tienda Other Music, que en efecto tiene muy buen material, me muestra la cara más dura del rock en la ciudad: como ahora está de moda, se paga.

De vuelta a St. Mark’s Place, me compro dos camisetas muy molonas en el puestecillo del mercadillo que os comentaba antes, y me doy cuenta de que el dinero comienza a escasear y me quedan tres días en la ciudad. Hay que comenzar a prescindir de lo prescindible. ¿Y qué es lo prescindible? Pues está claro… comer!! A partir de hoy, mi dieta será de McDonald’s, donde por 15$ comemos dos. No es lo más sano del mundo, pero me permite pasearme por una tienda con un montón de CD’s de segunda mano a precios ridículos, regentada por un chaval con un aspecto de punk clásico, y claro, unos cuantos CD’s sí que caen.

Tengo una conocida que tiene una peluquería, y siempre le interesan el tema de las tendencias, y todas esas cosas. Pues bien, a su pregunta de qué tendencias se ven como «de moda» en NY, la respuesta es muy clara: que se alquile el vídeo de «Buscando a Susan desesperadamente». La moda de primeros/mediados 80’s es la que más se ve en la ciudad, esa y el after-punk, todo muy ochentero en general.

El mítico Fillmore East

Por la noche había un plan de ver a Detroit Cobras y a X en el Fillmore, local que, por cierto, y como suele pasarme con estos sitios míticos, me pareció pequeño, y casi diría que cutre. Pero claro, mi reajuste económico me lleva a plantearme que tal vez pagar esos tickets para ver un show de teloneros de los Cobras y un concierto de X que no me interesa demasiado, no resulta buena idea. De modo que prefiero reinvertirlos en los bares del Lower East Side. Se trata de la una de las zonas más genuínamente punk de la ciudad actual, y los bares se amontonan. No todo es punk, en alguno tocan un rollo folkie, y en otros, simplemente rock. Acabo en el bar Pianos. Se trata de una antigua tienda de pianos a la que consideraron no era necesario cambiar el cartel. Está muy bien, tienes opción de tomar unas copas y disfrutar del DJ que pincha rock, desde Pixies hasta Rolling Stones, o pasar a un reservado donde toca una banda local. El ambiente por la zona es muy majo, y también de subida, por St. Mark’s Place, donde las tiendas siguen abiertas. Definitivamente, un gran día!!!

Canciones:

Placebo: «This Picture»
Tom Petty & The Heartbreakers: «The Waiting»
Rumble Strips: «Girls and boys in love»

03
Jun
08

Viaje a NYC. Día 2: Woodbury Commons y el Empire State Building

El despertar en un día laborable en NYC te aporta una visión del ritmo frenético, no por mítico, menos real, de la ciudad y de sus gentes. Sales por la mañana, adormecido, en busca de un triste Starbucks donde poder tomar uno de esos cafés de tamaño industrial y te topas con unas aceras repletas de gente con prisa, arriba y abajo. Pararse en medio de la calle y llevarse una bronca de un ciudadano yendo con prisa hacia su trabajo, todo es uno. Por supuesto, los neoyorkinos no se sientan a desayunar: compran cualquier cosilla y un café en vaso de papel (si es que a eso se le puede llamar café) y lo engullen por el camino. Algunos puestecillos de café y bollos sustituyen a los de perritos y falafel, que les tomarán el relevo en un par de horas. Los taxis vuelan, el tráfico es complicado, aunque no menos que en Barcelona o en Madrid. Eso sí, en esta ciudad se conduce francamente mal. Cualquier coche, taxista o no, se cruza con total impunidad, se cambia de carril sin intermitente que valga, hace un cambio de sentido prohibido o se para a aparcar sin aviso previo. Y por supuesto, el cláxon constituye un elemento del coche tan importante como lo pudieran ser los retrovisores. En este sentido, el tráfico de Barcelona, aunque más chungo a veces, es mucho más civilizado. Lo cuál no deja de ser extraño, la existencia de esa conducción en un país en el que por menos de nada te pleitean.

Los obreros de NYC no pueden beber ni darle a la necia droja

Está claro que para el europeíto del sur, uno de los alicientes de viajar a USA es el poder sentirse, por una vez ni que sea, como un ciudadano de lujo con una moneda fuerte. Partiendo de la base que NYC, y el país en general no es caro (tampoco lo eran LA o San Francisco), de un estilo a Barcelona, y mucho más barato que Londres, París y ya no digamos Copenhague u Oslo, es posible vivir dignamente en la ciudad (comer, tomar una cerveza o un café) sin arruinarte. Y uno de los alicientes importantes son las compras. La devaluación del dólar (forzada por la banca americana para incrementar las exportaciones) permite una comparación favorable. Y marcas americanas (de ropa, de tecnología, de calzado,…) resultan sorprendentemente más baratas. Hablo de marcas como Converse, como Levi’s, como Apple, etc. Y mi recomendación para todo turista que vaya a USA es acudir a realizar sus compras a un centro comercial outlet. Y el de NYC se llama Woodbury Commons.

El Empire State Building, con los motivos de la bandera…

Cada 20 minutos sale de la estación de Port Authority un autobús que se llena de turistas hacia este centro inmenso, a una distancia considerable de la ciudad. De camino me permite observar cómo no sólo se conduce mal en Manhattan: juro que ví un camión saltarse la mediana de una autovía para ahorrarse la caravana que había frente a él. En fin, Woodbury Commons es una delicia para cualquier consumista, a la devaluación del dólar y a los precios más baratos de marcas americanas, hay que sumarle rebajas de entre 20% y 40%. Total, que puedes comprar a precios que para cualquier europeo nos pueden resultar casi increíbles. Ojo, que es fácil perder el control, y recordad que el señor VISA no entiende de excusas!! De modo que allí estaba vuestro amigo Kar, en un arrebato de capitalismo aplicado, rodeado de turistas japoneses, de españolitos que te los encontrabas por doquier, de familias judías ortodoxas, de negras que podrían competir en un campeonato de sumo… el resultado lo vería el día de la vuelta, con esa puerta de embarque del NYC-BCN llena de compatriotas con bambas nike nuevecitas, con portátiles mac, con gafas de sol Ray-Ban… si es que es realmente fácil perder la conciencia de clase, los ideales izquierdistas y hasta la decencia!

El precioso Chrysler Building destaca en la noche de Manhattan desde allí arriba

Por la noche la cosa iba de subir al Empire State Building, que estaba realmente al lado de mi hotel. Lo alto del rascacielos estaba iluminado con las luces en los colores rojo, blanco y azul de la bandera americana, señal de que algo había. Generalmente se ilumina en algún tipo de fiesta (como el 4 de julio), o se ilumina de verde el día de St. Patrick. No acertaba a saber qué se celebraba. El caso es que para ese edificio no hay que reservar tickets de antemano, aunque la cola es bastante antológica. Y qué quereis que os diga, el pasarte tanto tiempo de cola por las interioridades de un edificio, le resta algo de romanticismo. Las vistas son, claro que sí, espectaculares. Y, fetichista que es uno, no puedo dejar de pensar en King Kong agarrado a la cúspide. De noche pierde el factor mirador pero gana en encanto. Arriba hace frío y un viento atroz. Normal, supongo. Es viernes noche, la ciudad se prepara para el golferío, a un lado David Lee Roth celebra su fiesta post-concierto, en otra punta tal vez Huey Morgan de Fun Lovin’ Criminals está con una bella dama y hacia el sur los punkies beben en el Lower East Side, mientras que Lou Reed debe estar en una lectura de poesía y los espíritus de Johnny Ramone, de Andy Warhol y de Truman Capote rondan por ahí.

Canciones:

Keith Richards: «You don’t Move Me»
The Strokes: «NYC Cops»
The Sonics: «The Witch»

31
May
08

Viaje a NYC. Día 1: Llegada

Cuando uno viaja a Nueva York siempre piensa que se encontrará con famosos. Que un buen día se tropezará con Tom Wolfe, que desayunará en el mismo Starbucks que David Letterman o que verá pasear al perro a HueyMorgan. Yo en su lugar me topé con lo más granado del star system de la tele catalana, ni más ni menos que Joel Joan, quien viajaba detrás mío. Decepción. Pero bueno, el vuelo fue plácido y los trámites aeroportuarios, no por poco problemáticos, fueron menos pesados. El caso es que hacia las dos, hora local, llegaba al que iba a ser mi cuartel general en esta aventura neoyorkina, el Hotel Deauville. Entra dentro de la catalogación de «hoteles con encanto», un eufemismo como otro cualquiera para calificar un hotel muy viejo, y fijáos que digo viejo, no antiguo, y cuyo único encanto era su precio y su situación, eso sí, de lujo: 29th con Park Avenue. De eso se trataba, no obstante. En la mayoría de viajes los hoteles no son más que un agujero donde caes rendido para dormir, de modo que con que estén limpios y medio decentes, yo me doy por satisfecho. Y el Deauville cumplía espectativas.

Esto era lo más bonito del hotel

Un rápido chequeo a un periódico gratuito me permite informarme que sólo hay dos conciertos interesantes estos días. Uno, ya lo sabía, Van Halen mañana en el Madison Square Garden. Dudo que haya entradas, éstas son, además, algo caras, y Van Halen no son de mi máximo interés. Por supuesto que me gustaría ver su concierto en el Madison, pero el dinero hay que administrarlo, la ciudad ofrece demasiadas tentaciones como para acogerse a la primera. Descartados los hermanos Van Halen, leo que el sábado tocan en el Fillmore East los Detroit Cobras, como teloneros de X. Hombre, eso es otra cosa. El hecho de ser teloneros me da palo, ya que los X no son una banda que me mate de placer. Pero pinta bien. Hechos los trámites, puedo aprovechar la genial situación del hotel y echar un paseo por los distritos del Midtown y acercarme a Times Square.

Para no perderte, puedes tomar el Empire State Building como referencia

La primera sensación al llegar a la ciudad supongo que es común, y se trata de la sorpresa y la emoción al ver materializados en realidad todo aquello que hasta el momento pertenecía a las películas de Scorsese, de Woody Allen, a cientos de miles de imágenes que la tele ha grabado a fuego. Cosas tan estúpidas como los semáforos, el vapor de agua brotando de las alcantarillas, los edificios con escaleras de emergencia, los taxis amarillos o esas aceras repletas de gente para arriba y para abajo. Me sorprenden dos cosas, la multitud de taxis que hay constantemente circulando, algo exagerado, y la multitud de puestecillos de comida que pueblan las aceras. Cada 300 metros hay un puesto de perritos calientes, de falafel, de fruta cortada, de almendras garrapiñadas… el humo de una plancha calentando pinchitos morunos, el olor a comida oriental ultra especiada, y todo eso sumado a la multitud de locales McDonald’s, Kentucky Fried Chicken, pizzerías varias y demás hace que no me extraña ver tal cantidad de gordos.

Tópicos de NYC en imágenes

En un paseíllo subo Broadway y llego a Times Square, y sí, probablemente sea el máximo significado de la sociedad consumista y blablabla… pero me quedo boquiabierto con esa explosión de gentío, de luces y esa sensación de ser una suerte de zoco postmoderno. Me intereso por la oferta de musicales, hay dos que me llaman la atención, Young Frankenstein, efectivamente, la obra de Mel Brooks y Jersey Boys, una obra basada en la historia de Frankie Valli And The Four Seasons, que tiene buena pinta. No en vano, Valli y sus chicos son los autores o los que popularizaron canciones míticas como «Can’t get my eyes off of you» o «Stay (just a little bit longer)». Tomo nota de horarios y precios (algo abusivos), tal vez vaya a alguno, aunque el teatro musical no es una de mis prioridades.

El zoco cibernético de Times Square

Caminando un poquito más es sencillo llegar a la zona del Rockefeller Center, que me impresiona menos de lo que pensaba, y localizo el Radio City Music Hall, para cumplir con una rutina fetichista de lugares que se irá sucediendo a lo largo del viaje. En seguida es fácil de ver como la zona de Times Square y aledaños es una especie de parque temático turístico, atractivo, pero algo forzado. Y compro mi primer capricho neoyorkino, una gorra clásica de los Yankees, la clásica con la N y la Y en blanco sobre la gorra azul. Desde siempre me ha gustado esa gorra, y bueno, este era un buen momento para comprarla, ¿no?. De bajada al hotel, de repente paso por una calle llena de rótulos orientales, restaurantes coreanos, casas de masajes y de chinos/japoneses/coreanos/lo que sea… de repente, resulta que he entrado en la 32nd entre la 5ª avenida y Broadway, vamos, que he entrado en Little Korea. Me voy con la sensación de que hay que estar atento, porque de repente se encuentras cientos de pequeñas cosas que llaman la atención.

Canciones:

Mark Knopfler: «The Long Road»
Kiss: «Goin’ Blind»
Pixies: «Debaser»




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