La ocasión del concierto de los Pixies resultaba perfecta para pasar un par de días en Madrid. ¿Os he contado en alguna ocasión que me encanta Madrid? Yo soy de Barcelona, de hecho actualmente vivo en una población del extrarradio de la capital catalana, pero sigo considerando que soy de Barcelona. Madrid ha sido siempre para mí una ciudad de ocio y durante una temporada, también de trabajo. Pero sobretodo de ocio. Incluso cuando iba por trabajo.
Llevan unos días de huelga de basuras en la ciudad, y la mierda se acumula tendiendo hacia lo insalubre, en pleno centro. No quiero ni saber cómo estarán los barrios. Los negros de la calle arenal venden camisetas de fútbol fake. La camiseta del barça cuatribarrada está debidamente disimulada entre la maraña de zamarras. Pasamos por delante de un restaurante. Como gancho, una señora nos ofrece una copa a la entrada. “¿Quieren una copita de cava aragonés?”, nos dice, recalcando su procedencia. Los tiempos que corren, supongo.
Nunca había estado en la sala Riviera. Por lo menos se está cómodo, aunque el sonido es atroz y la barra esa en medio de todo es francamente molesta. Pero esto es Madrid, y podemos cenar a las 23:30 sin mayores problemas. Me llevan a un bar restaurante de Chueca al que jamás hubiera entrado, por miedo a poner un pie en su mugriento suelo y quedarme allí enganchado. Pero ya se sabe, esos sitios, a los que se accede mediante el boca a boca, son los mejores. Especialidad en setas. Poca broma. Y mientras esperamos mesa y bebemos algo en la barra, un poco que queso, cortesía de la casa. Antes del concierto, en otro bar, un poco de tortilla y unas patatas fritas, gentileza del dueño. Cuando en algún bar celtibérico me regalan una tapa pienso que algo se perdió en el camino en los bares de Catalunya.
Las calles están llenas. Hay vida en ellas. Es viernes por la noche, la chavalada, y no sé si incluirme en ella, ay, está de fiesta. Desde que en Barcelona comenzamos a mear colonia y a creernos los más hipsters del cotarro, pero también los más educados y los más finos, todo se volvió más aburrido. De acuerdo, en este punto pienso lo que en catalán diría “entre poc i massa”. Y sin embargo, no puedo evitar pensar que Barcelona se ha vuelto muy aburrida en los últimos años. Eso sí, molamos mucho. Somos como cuando Moe decidió cambiar su bar de toda la vida por un local para modernos.
Madrid tiene otro ritmo. Su gente es diferente. Tienen esa, y me perdonaréis la generalización, sociabilización, ese compadreo, un poco falso, si quieres, del vamos a tomar unas cañas o del vente a mi casa, algo que será por entorno, será por carácter, me queda lejos. El hecho de tener a tanta gente de paso (estudiantes, trabajadores viajantes, inmigrantes, …) lo sustenta. Y lo sé de buena tinta, porque durante años fui a Madrid por trabajo casi cada mes. Y claro, uno intenta buscar pasar también buenos ratos en esos días fuera de casa.
No sé si me gustaría vivir en Madrid. Está muy bien para irse un fin de semana y pasarlo en grande, comer muy bien, visitar esos lugares con tanto encanto (incluidos esos museos tremendos)… pero también tiene muchas cosas que me agobian, como ese tráfico atroz o ese trajín de gente. Pero seguro que una temporada, me quedaba a gusto.
Canciones:
Pixies: “Ana”
Mark Lanegan & Isobel Campbell: “Time Of The Season”
Paul McCartney: “Queenie Eye”