El jueves pasado murió Willy DeVille, y menuda racha llevamos. En la sección obituarios de NDK no puedo sino dedicar unas líneas al pirata Willy, merecidísimas, por supuesto. No me voy a declarar fan absoluto del artista, mentiría. Pero precísamente andaba en pleno proceso de conocer su música, y lo cierto es que me estaba llevando agradables sorpresas. Con 55 años, un cáncer de páncreas se lo ha llevado. Lo que se dice, una putada.
Willy DeVille se convirtió en un personaje popular durante los 90’s, probablemente por circunstancias algo extrañas, lo cuál demuestra la paradoja del mundo de la música. Tras estarse desde mediados de los 70’s labrándose una carrera que nació en el punk neoyorkino, lo suyo era una mezcolanza de rock, de blues, de soul, de la música francesa de principios de siglo XX, de sonoridades latinas, del embrujo de Nueva Orleans… un tipo peculiar, sin duda. Y como decía, se hizo popular por unas canciones que grabó acompañados por unos mariachis, especialmente su revisión del clásico
«Hey Joe», así como de esa especie de
«salsa-rock» que era su hit
«Demasiado Corazón», por el que se hizo bastante popular en estos lares. Un single tan incontestable como
«Demasiado Corazón», cantado por un tipo que en aquellos momentos lucía un aspecto de capitán Garfio, delgado como la muerte, bigote fino, casaca decimonónica y rosas rojas decorando el pie de micro, convertían a Willy DeVille en una figura irremediablemente popular.
Adios amigo
Aunque siempre tuvo una cierta influencia hispana (desde sus primeros éxitos, como aquél «Spanish Stroll»), aquello no era más que una anécdota en la carrera de un músico bastante underground que adoraba el R&B, y que era reverenciado por gente tan dispar como Mark Knopfler (quien le produjo un disco y colocó una de sus canciones en la banda sonora de «La Princesa Prometida», de la que era autor) o Johnny Thunders (buen amigo de DeVille). Willy DeVille siempre fue carne de calles, de pueblos, de tugurios. Era capaz de soltar máximas como estas: «Soy Willy DeVille, vengo de las calles, conozco cosas de las que nunca habeis oido hablar, ¡iros a tomar por culo!» Y claro, también amigo de ciertos vicios por todos conocidos y que se llevaron a más de un amigo. En ese sentido, él se podía considerar un superviviente.
A mí siempre me pareció un tipo entrañable y ya os digo, estaba en plena exploración en su carrera (sobretodo la inical, con su banda, Mink DeVille). Y realmente me ha sabido mal su muerte. Otro que se ha ido demasiado pronto. Así que anoche, tomarme una copa a su salud mientras el DJ del Màgic pinchaba «Spanish Stroll» me pareció un bonito homenaje. Y para todos, una recomendación, escuchad «Just To Walk That Little Girl Home», una de las canciones más bonitas que jamás he escuchado. Que descanse en paz.