Ahora mismo estoy en el aeropuerto de Praga y camino a París. Me gusta decir que soy un mercenario, aunque en realidad soy más bien una puta. O escort, que queda más fino. Un grupito de adolescentes americanos están a mi lado, en lo que parece ser el clásico tour europeo que tanto vemos en las películas, y su entusiasmo y su manera de hablar, como disparando varias palabras por segundo, como si de una UZI del inglés se tratara, me rodean. No me hagáis caso. Habla la envidia. Y más vale que la haga callar, por no ponerme en un plan intransigente demasiado odioso incluso para mí.
Os voy a confesar una cosa. Los que llevéis tiempo leyendo estas líneas ya sabréis que soy un urbanita. Los que no, no, pero da lo mismo, ya os lo he dicho. En fin, que tengo mi centro de operaciones en lo que consideraríamos área urbana de Barcelona y cercanías. Y que no tengo un “pueblo” al que acudir en vacaciones. Es por eso que el concepto de la nieve es algo que me sigue resultando relativamente exótico. Yo soy de esos que el único puto día del año que nieva en Barcelona, baja a la calle a tocar la nieve. Y de los que piensan que sí, que la nieve es muy bonita, hasta que te das cuenta que moja, que es fría, que resbala y que, en general, da por saco.
De modo que hoy, cuando he salido esta mañana del hotel, ya en la puerta me he quedado mirando cómo los coches tenían una fina capa blanca espolvoreada, como si fuera el azúcar glass de los bizcochos. Y al no ver, a priori, nada cayendo del cielo, he dudado acerca de qué era. Luego he salido a la calle, y me he dado cuenta de que sí, que estaba nevando. El caso es que no caían copos gruesos de nieve, sino finísimas motitas que flotaban en el aire y que apenas notaba su humedad cuando me caían encima. No sabía que podía haber nieve así, supongo que sí. Esto me recuerda a la escena de “Forrest Gump” cuando comienza a explicar todos los tipos de lluvia que vivía en el Vietnam.
Debry den. Lo único que he aprendido en checo. Una especie de “buenos días” que puedes utilizar hasta que es negra noche. Qué bonito es esto de aprender idiomas. Qué tipo de mundo me siento. En fin, adiós Praga, adiós a su goulash y a su cerveza, a sus muchachas con esas caras eslavas tan bonitas y a sus estudiantes de conservatorio. Esta noche, próxima parada en París, y se acabó la función por esta semana.
Canciones:
Steve Earle: “Trascendental Blues”
Cream: “Crossroads”
The Shazam: “On The Airwaves”