Lo reconozco, casi un año sin escribir, y con el pobre bagaje de tan solo una entrada (¡una!) en los últimos dos años, estoy un poco oxidado. Sin embargo, y con un propósito de enmienda, aquí estoy, y todo gracias a los amigos del blog de FF Vinilo, que me sugirieron volver al teclado para hablar de música. Ni que decir tiene, ese blog debería ser visitado inmediatamente (tan sólo, querido lector, debe usted hacer clic aquí). En fin, sea como fuere, me gusta retomar esto del blog, lo que es un anacronismo hoy en día, casi al altura de dibujar bisontes en las paredes de una cueva. Hubo una época en la que los blogs eran lo más. Luego fue Facebook, y poco después Twitter, y finalmente Instagram, Youtube, TikTok y hasta los podcasts lo que fueron matando a los blogs, de manera que ahora mismo me siento como si fuera unos de esos monjes que copiaban códices a mano mientras Guillermo de Baskerville investiga qué carajo estaba pasando en la abadía. Así que nada, no me sean remolones y descubran, haciendo clic aquí qué es lo que tengo que decir sobre Al Green y sus grandes éxitos.
Archive for the 'soul' Category
Canciones y años
Ah, el tempus fugit y todas esas mandangas que han inspirado al ser humano desde tiempos inmemoriales. El vértigo que provoca darte cuenta de que no eres el amo de tu vida. Es sólo eso. Esos versos de Gil de Biedma, tan repetidos, tanto que casi desdibujan su verdadero significado, quizás también porque expresan algo tan difícil de advertir e imposible de corregir: “que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde”. Cuando eres más joven, no te importa una mierda nada, la mayor parte del tiempo, y son los años quienes acaban dándole la vuelta a eso: es el tiempo a quien no le importas una mierda.
Los años son una impostura, un invento del papa Gregorio XIII, una cifra que nos ayuda a recordar, pues los recuerdos son lo que somos. Los recuerdos que yo tengo de mi romance con aquella joven Kate Moss, allá por 1999, son tan vagos y borrosos que ya me entra la duda de si me lo habré inventado yo. ¿O sería 1989? Esas cuatro cifras fatales que quieren decir algo. Lo que sea. Algo querrán decir. Ni que sea para inspirar a peludos que se suben a un escenario.
1916
Para Lemmy, de Mötörhead, ese 1916 estaba marcado por la I Guerra Mundial, y como tal quiso plasmarlo en esa canción que a su vez daba título al disco con el que traspasaban la década de los noventa. Un tema distinto, fuera del estándar del trío, de velocidad y fiereza. Lemmy era un gran amante de la historia bélica. Yo nunca he sido un gran amante de Mötörhead, por más que ahora, y muerto el hombre, parece que salen fans de debajo de las piedras. Me temo que a Lemmy le ha pasado un poco (a menor escala, eso sí) lo que le ocurrió a Bob Marley, o a James Dean o al Che Guevara: se han convertido en un póster, en un estampado de camiseta o (horreur!) una frase de muro de Facebook.
1939
Algo parecido le pasó a Brian May, de Queen, cuando compuso el tema “’39” inscrito en el celebérrimo “A Night At The Opera”, también conocido como el-disco-de-boemianrapsodi. En este caso, May no es un experto en historia bélica, sino en astronomía y astrofísica. La historia relata un experimento en el que unos exploradores son enviados al espacio y a su retorno han pasado cien años, según la teoría de la dilatación del tiempo en la teoría de la relatividad de Einstein. Hubo quien quiso ver algún tipo de alegato belicista, sin embargo May siempre lo negó y su trayectoria científica da más peso a la primera versión. Al final, esa “’39” es una canción que cantó el propio Brian May y suena más cercana a los dos primeros discos de La Reina que al LP en el que se incluyó.
1969
Saltamos treinta años para meternos en terreno grasiento, sucio, que huele a alcohol y a violencia gratuita. ¡Son The Stooges, hombre! Todo en esta canción está bien colocado, todo tiene sentido en el marco en el que se circunscribe, comenzando con esa intro de guitarra que raspa como papel de lija, y con Iggy declarando, “all right”, antes de comenzar con un ritmo casi tribal y de acabar como acaba, a voces. Fijémonos en la letra:
It’s another year for me and you
Another year with nothing to do
Last year I was twenty one I didn’t have a lot of fun
And now I’m gonna be twenty two I say oh my and a boo-hoo
Seguramente Gil de Biedma lo dijo de una manera más bonita, no obstante, en el fondo, acaba siendo lo mismo.
1970
Y el reverso aún más oscuro y más depravado nos lo proporcionaban los mismos The Stooges, un año más tarde, en el siguiente LP del grupo. Un Iggy Pop más chulesco todavía declarando “I feel alright”. Si alguien me preguntara cuál es la mejor canción de The Stooges, probablemente diría que esta “1970”. Y si alguien me preguntara acerca del mejor solo de saxo en el rock n’ roll, seguramente mencionaría el que cierra el minutaje del tema, sonando tan sucio y descarnado como la guitarra más distorsionada.
1976
Más que una canción, una declaración de intenciones, esta “1976” de Redd Kross. Una visión edulcorada de una década en la que los miembros del grupo vivieron su primeriza adolescencia y niñez. ¿Cómo sonaría una canción si yo escribiera un tema llamado “1993”? La pregunta es una estupidez, yo apenas soy capaz de tocar tres acordes seguidos en una guitarra sin meter la pata. Pero seguramente, a nivel espiritual, sería parecido, porque el tiempo constituye un prisma cabrón que deforma los recuerdos, en especial los de esa época de pre-adolescencia, y una vez más, Gil de Biedma, otro cabrón que tenía razón. Como nota curiosa, en dos ocasiones, antes del estribillo, canta alguien que suena igual a Paul Stanley de Kiss, y tratándose de una banda tan fanática de Kiss como los Redd Kross, pudiera ser. Pero no lo es, en aquellos tiempos Redd Kross eran muy minoritarios y no tendrían el dinero suficiente para que el tío Stanley moviera su culo. En realidad se trata de su guitarrista de entonces, quien, hay que decir, lo clava.
1979
“1979” de Smashing Pumpkins, podría ser el reverso a la canción de los Redd Kross, pero con ese aura más intensito que gastaba Billy Corgan. Menos sutil y menos divertido que Jeff McDonald, de Redd Kross, compone sin embargo una buena canción, aunque no puedo dejar de preguntarme si el tema hubiera sido tan apreciado por los fans de la banda de no ser por ese videoclip que lo acompañaba.
1984
Aunque podría referirme a ese corte instrumental que abría el disco de Van Halen. Pero no, en esta ocasión me refiero a la canción de David Bowie de su disco “Diamond Dogs”. Una empanada inspirada por la clásica novela de George Orwell, quien quiso ver un futuro en ese año (Orwell, no Bowie) que tardaría unas décadas más en producirse. Aunque el disco lo grabó aún sin el guitarrista Carlos Alomar, aquél LP ya rezumaba lo que iba a ser la encarnación de Bowie para el siguiente lustro, el del enamorado de la música negra, y con Alomar de mano derecha (quien se incorporó para la gira de “Diamond Dogs”). ¿La canción? Un trepidante estallido de soul funk elegante.
1999
Y si hablamos de temas futuristas, puedo mencionar la que es mi canción favorita de Prince, “1999”. Del disco que la contenía, titulado también “1999” la gente suele recordad “Little Red Corvette”. No se me ocurre un mejor inicio para un álbum, no obstante, que esta “1999” -la canción- que contenía un rollo proto-futurista con vistas a ese temible año 2000 que acechaba y que, ya ves, pasó, y ni un triste avión cayó del cielo en aquella nochevieja de 1999. Un timo, vaya.
El Peor Videoclip de la historia
Llevo unas semanas enganchado a las últimas temporadas de “Padre De Familia”, y lo puedo decir sin rubor, “Padre De Familia” me gusta más que cualquier otra serie de animación. Que nadie me entienda mal, adoro “Los Simpson”, es una serie que llevo viendo, casi ininterrumpidamente desde que tenía once años y se estrenó en horario nocturno en aquél programa de modernas de la dichosa movida en el que se incluía un episodio, en la 2 (por aquél entonces, TVE2). Menuda cara puso mi padre cuando le dije que quería ver una serie de dibujos a las once de la noche. ¿Alguien más en la sala que viera la serie por vez primera entonces? Sin embargo, la realidad es que han pasado 22 años y la sobreexposición ha sido brutal. Y sobretodo, no nos engañemos, las últimas temporadas de “Los Simpson” resultan tremendamente aburridas. Sigo siendo capaz de descojonarme de risa con el episodio de (por escoger uno al azar) Gabbo, pero veo uno de estos episodios que Antena 3 anuncia a bombo y platillo como nuevos, y me deja frío. De hecho, puede que sea una macabra casualidad, puede que no, pero desde que el actor que doblaba a Homer falleció, los episodios, en general, comenzaron a decaer. También puede ser que Carlos Ysbert tomara las riendas del malogrado Carlos Revilla (quien doblaba a Homer Simpson y a … KITT, el coche fantástico!!) en la temporada 12, y claro, una docena, son muchas temporadas.
El caso es que el otro día, viendo “Padre De Familia”, en una escena Peter está aleccionando a sus hijos Chris y Meg, y menciona lo que califica como “el peor videoclip de la historia”. Ahí saltaron las alertas. El documento que seguía a continuación era espeluznante. Peter Griffin estaba en lo cierto. Es el peor videoclip de la historia. Es el clip de “Dancing In The Street” de Mick Jagger y David Bowie.
Pero antes, pongamos unos antecedentes. Se trata de un dueto que Jagger y Bowie grabaron en 1985. Si repasamos las carreras de ambos en aquella época, podemos concluir que no estaban en su mejor momento artístico. Bowie tenía 38 años por entonces, y estaba en una de sus etapas más flojas, acababa de grabar “Tonight” (1984), que seguía la estela de la fama que le proyectó aquella decepcionante mutación que sufrió su personaje con “Let’s Dance” (1983), si bien conquistó un público y un mercado más masivo. Jagger tenía 42 años, y a los Stones en barbecho, en una de sus crisis de los 80s. De hecho, acababa de grabar su primer LP en solitario, “She’s The Boss” (1985), poniendo sus esperanzas en poder triunfar a lo grande sin necesidad de tener que aguantar a Keith Richards y a su pasado en los 60s y 70s. Algo que no ocurriría jamás.
Total, ambos eran unos cuarentones (Bowie, casi), reliquias de un sonido pretérito que la chavalería veía como algo alejado. Nada que no le pasara a la mayoría de los popes del rock de los 60s y 70s, que iban dejando de ser jovencitos, y perdiendo el respaldo mayoritario de la Juventud (dicho así, en mayúsculas), lo que los llevaba, a menudo, a realizar movimientos absurdos. Una crisis de los cuarenta en plena regla. Échenle la culpa a Pete Townshed y a sus versos lapidarios como “I hope I die before I get old”.
Como mínimo hay que valorar que se trataba de un proyecto de carácter benéfico, enmarcado en los fastos del celebérrimo “Live Aid” de Bob Geldof. La idea que tenían los dos prendas, Bowie y Jagger, era cantar en directo un dueto, estando Sir Mick en el JFK Stadium de Nueva York y Bowie en Wembley. Parece ser que al final lo vieron demasiado complicado, y decidieron tomar un atajo más sencillo. De modo que se lanzaron a la grabación de este clásico del soul, “Dancing In The Street”, que popularizaron Martha & The Vandellas en 1964, y que co-escribió nada más y nada menos que Marvin Gaye. Una gran canción, sin duda. ¿Por qué esa versión y no otra? Podría ser malvado y decir que Bowie estaba dispuesto a grabar cualquier cosa que conjugara el verbo “dance” en su título. Pero en realidad no tengo ni idea del por qué.
Lo que sí que está claro es que en 1985 la MTV era lo más de la modernidad, y la grabación de videoclips resultaba ser algo obligatorio para tener cierta presencia en el mundo de la música. Obviamente, Bowie y Jagger no se iban a conformar con la publicación de un EP de 7”, expresión, dicho sea de paso, que suena tan antigua como el pleistoceno superior.
Y allí es donde la cagan. Porque la verdad es que la versión del tema en cuestión no está nada mal, si bien no aporta gran cosa más que la producción ochentera. Pero bien, en general. No obstante, veamos el vídeo y luego continuamos:
Decorado de mierda, un muro ruinoso y un exterior en lo que parece una mezcla entre hangares y polígono industrial. De noche. Y unos aspectos que asustan. Jagger, no lo olvidemos, ya en la cuarentena, luciendo una de esas camisas de corte anchísimo que se gastaban en la época, pantalones de pinzas vaporosos y unas bambas blancas. Nunca ha sido el paradigma de la elegancia en escena, de acuerdo. ¿Y Bowie? Lo de David Bowie no tiene perdón de dios. Una suerte de mono de una pieza, o pantalón y camisa del mismo tejido, no acabo de apreciarlo, en unos tonos negros y estampado de camuflaje militar. Diríase que ha sido confeccionado a base de bolsas de basura. Y una gabardina digna del detective Colombo.
El clip al completo se compone de los dos divos, solos, bailando la cancioncilla. Bailando. Parémonos en este punto. ¿Vosotros recordáis cuando José Mota (lo siento, me hace gracia este tipo) se pone el disfraz de Blasa y se pone a bailar? Pues algo así. Como si la coca y el alcohol hubiera corrido a mansalva durante las seis horas previas a la grabación, y ambos estuvieran en pleno subidón eufórico. Como cuando te tajas tanto que te desinhibes y acabas en una discoteca a las cinco de la mañana bailando los hits ochenteros de revival como si te fuera la vida en ello, rodeado de tus amigotes que presentan un estado igual de lamentable que el tuyo y os tomáis el bailar “Take On Me” de A-Ha como un trabajo de equipo. Por favor, reconoced que vosotros también os habéis visto en esa tesitura.
Me avergüenza un poco el comentario, por tener un cierto tufillo homófobo, pero es de lo más gay que les he visto hacer a estos dos pollos, Bowie y Jagger. Quiero decir, parecen una imitación del mariquita bailongo hecha por Arévalo. Un chiste de sarasas en una discoteca. Y puedo reconocer que como amante de los hits más ochenteros, me gusta mucho esta “Dancing In The Street”, y que probablemente hacer el monguer de esa manera es la mejor manera de mover el buyate a su ritmo. Pero, y ya me perdonaréis mi mitomanía y mi seriedad, no me gusta ver a dos colosos como David Bowie y Mick Jagger dejando para la posteridad un documento gráfico más digno del de mis primos en la boda de nuestra prima segunda. Por favor, repasad momentazos como el minuto 2:35 , 2:05 o 1:55.
Y ya está. Y ese es el videoclip. Ni un cuerpo de baile. Ni un decorado de más. Todo grabado en una noche, como si fueran esos furtivos que no tienen permiso de rodaje. Hay que reconocerles, no obstante, su sentido del humor, o de la oportunidad, mírese como se quiera, para grabar un vídeo meneando sus culos juntos, haciéndose esas carantoñas, después de los ríos de tinta que corrieron en su época sobre una supuesta relación erótico-festiva entre ambos cantantes en los 70s. Verdad o mentira, la ladina Angie Bowie, ex-esposa de David, se encargó de propagar que los había pillado en la cama. Otros van más allá y hablan de una relación amorosa, no sólo sexual. Lo cual pudiera ser cierto, claro, y me parecería muy bien. Solo que no me lo acabo de creer.
Al final, la canción en cuestión resultó más exitosa que la propia carrera en solitario de Jagger. Y desde luego mejor que los discos de mediados de los 80s de Bowie. Pero para la posteridad nos legaron este terrorífico documento gráfico. El peor videoclip de la historia. Como les dice Peter Griffin, muy serio, a sus hijos Meg y Chris: “Y nosotros… lo permitimos…”.
Canciones:
Hanoi Rocks: «Tragedy»
Morcheeba: «The Sea»
Toot & The Maytals: «Never Grow Old»
UNA HISTORIA DEL BRONX
“No hay nada más triste que el talento malgastado”. Eso le dice el conductor de autobuses Lorenzo a su hijo Calogero cuando éste era un crío. Luego las cosas se complicaron más, y sin embargo, al final, Lorenzo tenía razón. De adolescentes acostumbramos a creernos que los adultos nos han ido engañando siempre. Y no, no fue siempre. La cuestión es dilucidar cuándo.
Hace unos días os hablaba de la proliferación de múltiples canales de TV en esa francachela que ha dado en llamarse TDT. A destacar, y con muchísimos cuerpos por delante, La Sexta3 y su posterior “imitadora”, Paramount Channel. De acuerdo que emitir las mismas películas una docena de veces cada mes, mes tras mes, es demasiado. Y sin embargo, qué puedo decir… cada vez que pillo alguna de las tres partes de El Padrino, por lo menos un trozo sí que veo.
“Una Historia Del Bronx” es otra de esas frecuentes. También era de las habituales, no obstante, en la parrilla televisiva antes de aparecer la dichosa TDT. Y como “Forrest Gump” o “Cadena Perpetua”, si la cojo, por casualidad, por la tele, al menos un rato, me quedo viéndola.
Calificar “Una Historia Del Bronx” de entrañable me parece injusto, porque parece querer decir que es una mierdecilla pero que me gusta. Nada más lejos de la realidad. Es una película sencilla, sí, pero, en general, muy bien hecha. Y sí, me gusta. Me gusta mucho. Me toca un poco la fibra, he de reconocer. Ay, qué sensiblón ha sonado eso. No me hagáis mucho caso, estoy en esos días…
La cinta se estrenó en 1993, y fue el debut a la dirección de un Robert DeNiro que todavía tenía esa estela de los más grandes. Nos quedarían pocos años de grandeza para DeNiro, y pocos trabajos memorables… Diría yo “Casino” (1995), “Heat” (1995) y tal vez, más por la cinta que por su papel, “Jackie Brown” (1997). ¿Cuándo cayó (solito, y voluntariamente) en desgracia? Yo creo que a partir de 1998 ya no volvió a protagonizar, ni siquiera a actuar como secundario, en ninguna película que realmente fuera memorable. Una lástima.
Pero ei, volvamos a aquél maravilloso 1993 cuando DeNiro aún era un semidios. Para su primer largometraje como director decidió comprar un guión de Chazz Palminteri, y contar con el actor como el intérprete del carismático gangster Sonny. Palminteri, otro que prometía grandes momentos y realmente, no sé qué pasó con él.
La historia es sencilla, en el barrio del Bronx, a finales de los 50s, vive un niño italoamericano, Calogero, hijo de un hombre honrado, sencillo y temeroso, el conductor de autobuses Lorenzo (DeNiro). De casualidad, Calogero presencia un asesinato por parte de Sonny, el capo del barrio. Cuando la policía le interroga, Calogero encubre a Sonny. Gracias a ello, el chaval acaba cayendo en gracia a la mafia local, que le tiene fascinado. A Lorenzo no le gusta nada que se relacione con ellos, pero esa vida, la de los “chicos listos” que decían en “Uno De Los Nuestros”, fascina a Calogero, tan alejada de la miseria y el trabajo agotador de su padre. Con el tiempo, Sonny le va tomando cariño a Calogero, quien ve en él otro tipo de figura paterna, especialmente en su adolescencia, lo cual, claro, generará conflictos entre el gangster Sonny y el conductor de autobuses Lorenzo.
Los conflictos entre la atractiva vida del gangster y la moral, el amor familiar, la amistad y los conflictos raciales (representados con los enfrentamientos entre italoamericanos y negros) se entremezclan en una historia en apariencia sencilla, pero muy bien explicada. DeNiro demuestra haber mamado cine y los recuerdos a Scorsese son inevitables. Por si fuera poco, la banda sonora está compuesta por pequeñas maravillas que se van sucediendo, de cariz blanco o negro en función de la época narrada en la historia (finales de los 50s o mediados de los 60s) y de la narración.
Recurrir a buenas canciones como banda sonora de una película es un recurso fácil. Lo complicado es que la canción acabe formando parte natural de la historia, y que esas imágenes parezcan creadas para acompañar a esa canción. Por ejemplo, eso pasa cuando suena el clasicazo “I Only Have Eyes For You” de los Flamingos. Cada vez que la escucho, recuerdo las imágenes de Calogero y su chica.
No creáis que, aunque se trate de un homenaje a los valores de la amistad y de la familia, “Una Historia Del Bronx” contiene moralina de baratija. En realidad, Calogero protege a un asesino, sin ir más lejos, y sus admirados amigos Sonny y pandilla son, en realidad, unos mafiosos. Algo así como Goodfellas vs. La Famiglia.
No puedo dejar de contar una curiosidad que me parece muy cachonda. El personaje del Calogero adolescente está interpretado por un actor llamado Lillo Brancato, cuya carrera pasa muy desapercibida para mí, hasta que le veo tener un papelito en Los Soprano. Efectivamente, en LA SERIE, Brancato interpreta a Matt Bevilaqua, un gangstercillo de poca monta que hace unos trabajitos para Chris Montisalti. Harto de que Chris le trate como lo que es, un triste peón en la organización, acaba por tratar de asesinarle, por encargo de Ritchie Aprile. Falla en su cometido, y acaba muriendo a manos de Tony y Pussy de un manera muy chunga. De hecho, ¿no tenéis la sensación que todos los actores que habían tenido algún papel en películas de la mafia acabaron, de una u otra manera, apareciendo en Los Soprano? La realidad es, sin embargo, más cruda que la ficción, y resulta que Lillo Brancato acabó metido en un robo que finalizó con un tiroteo y muerte de un policía, en 2005. Aunque absuelto de los cargos de asesinato (por lo visto, el que disparó fue su compinche), Brancato fue condenado a diez años de prisión. Puede parecer frívolo, pero qué puedo decir: esta clase de historias con ficción, casualidades y realidad, me parece lo más cinematográfico que hizo Lillo Brancato desde aquel lejano 1993.
Canciones:
Noir Desir: «Tostaki»
Daft Punk: «Lose yourself to dance»
R.E.M.: «Stand!»
31 Songs – Kar: My Girl (3)
Be my baby
Vanessa Paradis había sido una estrella preadolescente en Francia, una suerte de Melody gavacha, pero sin gorilas. Claro que viendo su éxito estrella “Joe Le Taxi”, casi me quedo con la rumbera y su baile simiesco (uh, uh, uh). En fin, todo el mundo sabe que los franceses son idiotas. Aunque esa es otra historia. El caso es que a los 19 años decidió hacer carrera en USA, y allí se lió con un Lenny Kravitz que por aquél entonces todavía tenía cosas que decir en la música. Un día de estos tengo que hablar de Lenny Kravitz. Así, Kravitz le compuso un disco a su nueva flamante novia, del que se extrajo este “Be My Baby” como single, y que a la postre, le abrió las puertas de la fama allende Francia. Y no tengo rubor alguno en reconocer que me gusta esta canción. Aunque sea un plagio descarado y segundón del soul más almibarado de los 60’s. Y sobretodo me gusta, lo dicho, esa combinación de la canción con ese videoclip sugerente y cantado por esa extraña chica francesa que nadie conocía por aquí.
Hay que reconocerle a Kravitz su buen gusto con las mujeres, porque antes de liarse con Vanessa Paradis, había estado casado con la (por aquél entonces, a finales de los 80’s) guapísima Lisa Bonet. Y posteriormente se le ha relacionado -me encanta esta expresión de prensa amarilla- con Nicole Kidman, que no me dice gran cosa pero hace unos años, antes de parecer una estatua de cera, tenía su aquél, Penélope Cruz, que si cierra la boca es una chica bonita y hasta Kate Moss (arf, arf, arf…). Hasta aquí el momento Salsa Rocksa.
Y volviendo a Vanessa Paradis, su carrera como nueva soulwoman le duró lo que duraron esos 3 minutos de clip en la MTV. Así que retornó a Francia e hizo sus cositas en cine y música, que no me pueden importar menos. Si algún lector o lectora considera que me estoy perdiendo a una artista que realmente vale la pena, que no se lo calle, que rectificar es de sabios y todo eso. Pero mientras tanto, permitidme que me ponga una vez más este “Be My Baby”.
Canciones:
Slash: «Ghost»
Lenny Kravitz: «Fields of Joy»
The Drifters: «Sugar Pie Honey»
Eli "Paperboy" Reed en concierto
No creo que nadie se sorprenda si menciono la apabullante máquina de R&B que resultan ser los True Lovers sobre el escenario (7 pedazo de músicos), ni la fuerza de Eli Reed como intérprete, eso sí, bebiendo descaradamente de las negritudes de los 50’s y los 60’s. Pero si de algo me di cuenta, es de que una grabación de estudio, aunque sea uno de los discos del año 2008, como «Roll With You», no le hace justicia. El poderío vocal de Eli Reed y la versatilidad de la banda hacían de un espectaculo con temas alargados al máximo una fiesta de puro soul. Y eso que el concierto tampoco es que fuera muy largo, pero muy intenso, eso desde luego.
La «excusa» era la presentación de un nuevo disco que saldrá a la venta el 5 de abril de este 2009, «Come and get it», del cuál sonaron varios temas. Lo bueno, y supongo que en parte también, lo malo, es que su música transita por terrenos comunes y ya conocidos, por lo que temas nuevos o temas ya conocidos sonaban compactos. Por ejemplo, la canción que dará nombre a su próximo disco es una pequeña maravilla, y sin embargo, pudiera claramente estar en discos anteriores.
En fin, supongo que si uno vive en Memphis, y puede ver a grupos locales de negros anónimos practicando R&B incendiario cada semana, no le prestará tantas atenciones a Eli «Paperboy» Reed and The True Lovers. Pero como quiera que (imagino) para la mayoría de personas que estáis leyendo estas líneas, ése no es el caso, si Eli Reed pasa por vuestra ciudad, no dejéis de acudir.
Canciones:
Eli «Paperboy» Reed: «Come and get it»
Georgia Satellites: «Every Picture Tells a Story»
Diamond Dog: «Sad to Say I’m Sorry»
Bernadette
«(…) Era Bernadette de los Four Tops, una de mis canciones favoritas. Cuando estaba con Eleonor, y creía que ella era mi Mujer Escarlata, siempre le cantaba esa estrofa. Bernadette, la gente busca el amor que nosotros ya tenemos. También canté Bernadette las dos ocasiones que Eleonor me dejó: la historia de un hombre enamorado que nota la envidia, la falsa amistad de los que le rodean. (…) Lo cierto es que Bernadette no tiene un toque tan apocalíptico como el que le daba yo. En la letra original, nada hace pensar que Bernadette vaya a hacer las maletas cuando termine la canción. Bernadette no tiene la culpa de toda esa angustia. (…) Hay una pausa hacia el final de Bernadette que hiela las venas. Todos los instrumentos dejan de sonar y parece que termina la canción. Pero no. De la nada aparece una voz, la del cantante Levi Stubbs, y de algún modo sabes que esa voz lleva lágrimas, cargadas como mochilas en sus omoplatos. Cuando Stubbs rompe el silencio casi puedes ver sus ojos empantanados y rojizos, con embalses en los lados. (…)
Little Steven
En 1984 hizo algo que muy poca gente se hubiera atrevido a hacer: abandonó la E-Street Band de Bruce Springsteen, banda de la que fue miembro desde 1975. Había sido colega de Springsteen desde mucho antes. Eso lo hizo tras grabar el superventas “Born in the USA”, cosa que a bruss no le sentó muy bien. No sólo era su amigo y un gran guitarrista, sino que era una pieza fundamental en la creación de arreglos para las canciones. Hasta entonces, era clásica su imagen, pañuelo (como siempre) y guitarra, y haciendo coros en el mismo micro que Springsteen, robando un poco de protagonismo al divo.
Pero es que Little Steven era un culo de mal asiento. Ya en 1982 había dado inicio a su carrera en solitario, creando la banda Little Steven and The Disciples Of Soul. Nuestro protagonista era un amante del soul, amén de tener conocimientos enciclopédicos al respecto. Y quiso lanzarse a la palestra. En ese año 1982 publicó el que sería su disco de debut, “Men Without Women”. Había juntado a un conjunto de músicos muy heterogéneo, aunque más un grupo de amigos que una banda “real”. Los Disciples Of Soul eran hasta 9 músicos, entre ellos, nombres conocidos, de la E-Street Band, como el fenecido Danny Federici o su viejo colega Jean Beauboir , el punky negro. Little Steven se hacía cargo de guitarras y voz, y aunque como vocalista, no es que fuese un derroche cualitativo, es capaz de sacar adelante sus canciones. El caso es que este “Men Without Women” resulta ser un disco de soul rock fantástico, con algunos auténticos temazos, como “Lyin’ in a bed of fire” o “Forever”, y los elogios estaban completamente justificados.
Con ello, inició oficialmente su carrera en solitario, tras abandonar a Springsteen. Su siguiente movimiento fue más inesperado. En 1984 se sacó de la manga un disco totalmente explícito en contra de la política de Ronald Reagan y el partido republicano. Se convirtió en el trobador del desencanto americano con el disco “Voice Of America”. Estilísticamente también había cambiado, y su música se movía por derroteros más eclécticos. Desde el punk de la inicial “Voice of América” hasta el reggae de “Solidarity”, pasando por momentos más cercanos a la E-Street Band. En conjunto, un buen trabajo, pero menos inspirado que su debut.
En ese punto de su carrera era cuando su faceta activista estaba más en boga. Además, Little Steven era un músico muy respetado por diferentes colegas suyos unos más punkies, otros más cercanos a la música negra, al rock o a la salsa. Así, en 1985, en plena empanada activista, creó la asociación Artists United Against Apartheid. La cosa fue que Van Zandt siempre tuvo mucho interés en la situación del pueblo indio americano. Leyó que el Apartheid de Sudáfrica estaba inspirado en la situación de reservas indias que el gobierno americano había creado. Tras un viaje a Sudáfrica, se convenció de que se trataba de una causa por la que luchar. No es que tuviera una gran repercusión, pero aún así logró involucrar a un importante grupo de artistas de lo más dispar para la grabación de un documental al respecto, titulado “Sun City”. Y, por supuesto, un disco titulado del mismo modo, en donde participaban gente del rock, del rap, del jazz, del punk y de la salsa. Logró involucrar a nombres como Stiv Bators, Miles Davis, Hervie Hancock, Ron Wood, Bono, Rubén Blades, Afrika Bambaataa, Ray Barretto o Bruce Springsteen. En fin, como suele pasar con estas cosas, todo muy bien, muy revolucionario políticamente hablando, peroooo… el sigle “Sun City”, escrito por Van Zandt, es una cosa casi más horrorosa que aquél infame “We are the world”.
Y no se amilanó con toda esta historia. Su siguiente trabajo seguía una línea política similar, y el título ya es bastante explícito, “Freedom – No Compromise” (1987). Lo cierto es que se nota un bajón considerable respecto a sus dos primeras entregas. Hay algún single interesante, como el dueto que hace con Rubén Blades (¿?), “Bitter Fruit”, pero los resultados no son los esperados. Su popularidad, especialmente en USA, decae. Y con el final de la década, todo su movimiento de activista público comienza a diluirse. ¿Demasiado tiempo batallando? Tal vez. El caso es que en 1989 publica nuevo disco, “Revolution”, en donde flirtea demasiado con los sintetizadores, y al final resulta ser el más flojo de todos sus discos, en una carrera que había ido claramente de más a menos.
En 1993 participó, no sólo como productor, sino también activamente (aunque no como miembro) en la nueva banda que había formado el ex-Hanoi Rocks Michael Monroe, Demolition 23. Grabaron un disco de debut homónimo que resultó ser un pelotazo del mejor punk rock, que probablemente mereció mejor suerte. La muerte del guitarrista Jay Hening supuso un mazazo y la cosa acabó demasiado prematuramente. Cuando en 1995 Springsteen reúne puntualmente a la E-Street Band, Little Steven acepta un puesto que le pertenecía por derecho.
1999 fue uno de los años más importantes en la carrera de Little Steven. Por un lado, y tras una década de silencio, publica un nuevo disco. Titulado “Born Again Savage”, es el disco de un power-trio al estilo de finales de los 60’s, que monta con Adam Clayton, de U2 y Jason Boham, el hijo del malogrado John. Y en ese trabajo, Little Steven se vuelve a reinventar. Ni soul, ni punk, ni inventos raros. Esta vez, se trataba de buscar unas sonoridades cercanas a Cream, a Hendrix, a Steppenwolf… al hard rock psicodélico de los 60’s. Fue el disco con el que descubrí a Little Steven, y el mejor de su carrera, justo por debajo de su debut. En 1999 también, Bruce Springsteen reúne definitivamente a la E-Street Band, y ahí está también Little Steven, quien se tomaría su puesto en la banda como prioridad. Y en 1999 inicia una nueva faceta en su carrera, inédita, pero por la que se ha ganado muchas simpatías. En ese 1999 es elegido por David Chase para dar vida al gran Silvio Dante en la serie Los Soprano.
Qué puedo decir, se trata de mi personaje favorito de mi serie favorita del momento. Chase le eligió, sin casting alguno, pese a que Little Steven no contaba con experiencia alguna en la interpretación, simplemente porque su imagen “daba el perfil”. Y ya lo creo. Por primera vez vemos a Steven Van Zandt sin pañuelo (aunque con peluca), dando vida a un personaje hosco, duro, pero siempre elegante, que según avanza la serie, adopta mayor protagonismo. Un gran acierto.
Y tras la serie, y sin abandonar a Springsteen, con la llegada del nuevo siglo, el culo inquieto de Little Steven se mete en un nuevo proyecto: la radio. Dentro de la moda de las radios vía satélite, crea y conduce el programa “Little Steven’s Underground Garage”, en donde pincha temas oscuros de los 50’s y 60’s, y también da la alternativa a bandas actuales más o menos afines al garaje, como los grandes (aunque ya desaparecidos) The Shazam. El programa tiene pinta de ser una gozada, y genera también discos recopilatorios e incluso festivales. Eso, claro, a los pobres europeos del sur nos queda muy lejos. Ya me gustaría.
En definitiva, Little Steven, un entrañable hiperactivo, un amante del rock y de la música, y sobretodo, mucho más que el guitarrista que está a la izquierda de Bruce Springsteen.
Canciones:
Little Steven: “Born again savage”
Little Steven: “Lying in a bed of fire”
Little Steven: “Bitter Fruit”