Archive for the 'Punk' Category

25
Feb
16

De premios Oscar, películas antiguas, cuadernos garabateados y Leonardo Di Caprio

Ahora que todo el mundo espera que Leonardo Di Caprio gane su ansiado Oscar y medio mundo suspire un por fin quizás demasiado forzado, tal vez el tema que nos ocupa venga un poco más a cuenta. Hubo un tiempo, finales de los 90s y primeros de los 00s (década que me resulta francamente difícil de nombrar), en que había un sector que odiaba a DiCaprio. Eran los auténticos, esos que repartían lecciones de integridad y que la tomaron con el actor por su participación en la horrorosa “Titanic” y su automática conversión en poster para adolescentes (¿alguien dijo Popular 1?). Y todavía quedan bastantes de esos. Pues no, señores. Igual soy poco auténtico, igual soy demasiado mainstream, pero considero que Leonardo DiCaprio no es sólo un gran actor sino que además ha tenido la capacidad de escoger muy bien sus proyectos, dando pocos, muy pocos pasos en falso desde que se hundió en aquél barco. Cosa que no se puede decir de, por ejemplo, Johnny Depp, y créanme que lo digo con pena: el que suscribe era fan de Depp y ha ido viendo como su estrella se iba apagando, a base de encadenar mierda tras mierda y rodar sus películas con el piloto automático puesto, muy lejos de lo que había llegado a ser.

Pero antes de ser el eterno oscarizable, incluso antes de ser la víctima del naufragio más largo del celuloide, Leonardo Di Caprio protagonizó una película que tiene un gran significado para mí. Ya hablé de ella por aquí, pero fue hace muchos años, y no me importa volver a hacerlo, incluso no me importa repetirme. Me refiero a “Diario De Un Rebelde”, película de 1996 basada en la novela autobiográfica del poeta Jim Carrol, y auspiciada por él mismo, quien llega incluso a realizar un cameo.

Comenzando por el título, ya vamos mal. El original en inglés es “The Basketball Diaries”, lo cual tiene mucho más sentido, si nos atenemos al argumento. Y para continuar, puedo decir que es una basura de película, que pasea a trompicones por demasiados lugares comunes y tiene algunos buenos momentos, qué duda cabe, pero en general, muy mal resuelta. Afortunadamente dura apenas 90 minutos, lo que es de agradecer, y no me refiero exclusivamente a esta película. Ignoro qué lleva a los cineastas actuales a requerir de dos horas y cuarto para contar cualquier idiotez de historia. Lo he dicho en otras ocasiones, pero como la frase es mía y me gusta, no puedo evitar repetirla: si una película necesita más de 120 minutos, o es una obra de arte o está mal rodada (o montada, o guionizada).

tunel

Mi vida era así hasta que comencé a exponer mis miserias en Internet (by @carloskarmolina)

La historia es más o menos tópica, ambientada en la Nueva York de los 70s, Jim es un muchacho de barrio humilde amante del baloncesto y que suele, constantemente, garabatear cuadernos. Poco a poco, y como suele ocurrir en estos casos, comienza a darle al alpiste y cuando se da cuenta, es ya un yonqui de cuidado, que si la peli estuviera rodada en mi barrio, llevaría un chándal y pediría 20 duros para el autobús. Al final, claro, se acaba rehabilitando, Musiquita final, plano de un texto explicando qué fue del bueno de Jimmy y the end. La banda sonora está bastante bien, muy rockera, qué menos viniendo de un poeta (y músico) que formó parte del movimiento punk de Nueva York, coetáneo de Patty Smith, Johnny Thunders o The Ramones. Y como curiosidad, aparecen en pantalla 3 futuros Los Soprano: Lorraine Bracco (Dra. Melphi), Michael Imperioli (Chris Montisalti) y Vincent Pastore (Pussy Bonpensiero). Ah, y las Gemelas de Sweet Valley, los que hayan sido adolescentes en los 90s lo recordarán. La nota negativa es tener que soportar a ese desastre de actor que es Mark Walhberg durante casi todo el metraje.

Por si fuera poco, hay una secuencia que marca un hito en la cultura popular más reciente. Se trata de la escena onírica en la que Jim irrumpe, vestido de negro con un abrigo de cuero y con una recortada en mano, en el aula del su instituto. Sin mediar palabra, comienza a disparar contra los compañeros cabrones de clase y se dirige también al profesor. Dura menos de dos minutos, pero seguro que os suena… ¿aún no? ¿Y si os digo la palabra Columbine? Efectivamente, esos tarados de Columbine parece ser que se tomaron aquella secuencia demasiado en serio. Podemos echarle la culpa a la película, a Marilyn Manson o al boogie. Eso es lo fácil. Pero no.

Dicho todo esto, ¿queréis saber por qué es importante para mí “Diario de un Rebelde”? Pues porque es la responsable de que estéis leyendo estas líneas. Vi esta película con 16 años, y me encantó. Mis criterios eran cuanto menos particulares, pero estaremos de acuerdo en que para un chavalín podía ser relativamente fácil identificarse. Porque a mí también me gustaba escribir. Así que decidí hacerlo más en serio, y comencé a garabatear, yo también, cuadernos, tal y como hacía el personaje de Di Caprio en la película. Y lo hice durante años, de modo que no puedo sino estar agradecido al resorte que significó para mí. De ahí a exponer mis miserias en este blog de ciber exhibicionismo sólo hubo un paso, el puramente tecnológico. Los cuadernos siguen guardados, claro.

 

Canciones:

Alex Cooper: «El Asiento de Atrás»

David Bowie: “And I say to myself”

The Dahlmanns: “Girl Band”

29
Oct
13

CONCIERTO DE THE FLAMING SIDEBURNS

Hace unos días hablaba del disco “Hallellujah Rock’n’Rollah” de los finlandeses Flaming Sideburns. Y hoy me he encontrado con esto:

Estas entradas sí que valía la pena coleccionarlas...

Estas entradas sí que valía la pena coleccionarlas…

Como podéis ver, pertenece a esa época en la que las entradas de los conciertos se imprimían en papeles satinados para dificultar su falsificación, y se vendían en las tiendas de discos. Entonces sí que valía la pena guardarlas. Ahora ya no tiene muchos sentido. Era el 24 de marzo de 2002, domingo de ramos, concretamente, ergo, el lunes siguiente era fiesta, y por entonces ya estaba enganchado al disco de los Flaming Sideburns, de modo que esperaba su actuación en Barcelona con ganas.

Tocaban en la mítica sala Mephisto, un antro de mucho cuidado, con unos lavabos muy poco recomendables, si me permitís que me ponga en plan tiquis-miquis. Por lo menos hace unos años, si bien apenas recuerdo la última vez que estuve por allí. Ojo al detalle, 12€ anticipada, cuando hoy en día cualquier mindundi te pide el doble por una entrada de concierto. Así que mejor que abandone esta pose abuelística de cualquiertiempopasadofuemejor, porque no lo fue. Aunque, carajo, las entradas eran más bonitas y los conciertos más baratos, las cosas como son.

De los teloneros poco puedo decir, no los vi. Pero los muchachos de Eduardo Martínez salieron a matar. El argentino, hiperrevolucionado, hizo una exhibición de desgaste y de saber llevar a un público de sala pequeña, y acabó encaramándose de las tuberías del techo. La banda, competente, desgranó su repertorio basándose en el disco que presentaban, y repescando temas de su antecesor que no desentonaron. La sala no estaba llena, probablemente el estar en medio de un puente de viernes a lunes, ambos incluidos, no favoreció. Pero los Flaming Sideburns dieron una lección de cómo dar un concierto de rock sin mayores pretensiones que las de ofrecer una noche divertida. Que de eso, sabían un rato.

Canciones:

Whiskeytown: “Strangers Almanac”

Stereophonics: “Maybe Tomorrow”

Hanoi Rocks: “Lost In The City”

19
Oct
13

“Hallelujah Rock’n’rollah” – The Flaming Sideburns (2001)

Ya comenté en mi anterior aparición por #FFVinilo que no suelo comprar mucho vinilo nuevo, sino que suelo tirar de la 2ª mano. A ello debería sumarle el hecho de que no acostumbro a comprar en formato vinilo discos que se hubieran grabado posteriormente a, más o menos, 1991. La razón está en que a partir de esa época, insisto, aproximadamente, las grabaciones se hacían pensando en el formato digital. Principalmente. El caso es que, como en todo, hay excepciones, y la excepción de hoy, amigos, es de las que vale la pena. 
 
Si nos situamos en el año 2001, el rock estaba ya lejos de esa efervescencia popular que trufó casi toda la década de los 90s. Es más, la cosa venía de antes, y puedo decir que entre 1987 y 1997 se grabaron muchísimos discos históricos. Luego, inevitablemente, vino un bajón. Y entre finales de los 90s y principios del nuevo siglo, parece mentira, pero fueron un puñado de bandas venidas del frío norte europeo las que insuflaron vida al rock n’ roll. Todos podríamos citar a las de siempre, a saber, Hellacopters, Gluecifer y Backyard Babies. Habían, sin embargo, otros grupos que pese a no gozar nunca de la popularidad y del alcance mediático (dentro de lo que es el rock) de las mencionadas, bien valían la pena. Hablo de formaciones como Turbonegro, Diamond Dogs, The Soundtrack Of Our Lives, Spiritual Beggars o nuestros protagonistas de hoy, The Flaming Sideburns. 
 
16
Oct
13

Libro del mes (octubre): «Ella Es punk Rock», Pablo Poveda

Pablo Poveda es un cabronazo. Lo es, porque su novela “Ella Es Punk Rock” resulta la clase de libro que yo quisiera haber escrito. Pero no lo he hecho. Cosas de la envidia. Y no envidia sana, por favor, no hacen falta paños calientes. La envidia sana no existe. La envidia de verdad es la que nos hace rabiar. Lo demás son meros sustitutivos, sacarinas de la vida. Porque esta novela es, al igual que “ella”, punk rock. Lo que quiera que eso signifique.

Una historia adolescente vital y directa a la mandíbula, no podría ser de otra manera. Quizás me recuerda a la frescura del siempre reivindicable Kiko Amat, si bien la prosa de Pablo Poveda va más al grano. Como los Ramones en “It’s Alive” y sus veintiocho canciones en cincuenta y tres minutos. Igual de adictiva.

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26
Sep
13

jitazos fugaces. hoy… the presidents of the united states of america

A veces me pregunto si mi querencia por los tonti-hits saltarines de principios y mediados de los noventa no son sino resultado de un substrato sentimental que se me fue inoculado en una época y del que ya no me puedo librar. Igual sí, igual eran una basura inmunda como me parece que son muchos de esos éxitos que han ido trufando listas de éxitos en los últimos quince años. O igual no, y realmente el auge de ciertas sonoridades rockeras que se hicieron populares es la causa de todo ello y que, cuando el rock desapareció de las listas de ventas y de las radios en general, sencillamente, me dejaron de interesar esas martingalas.

Sea como fuere, me sorprende que en toda la historia de los jitazos fugaces, y llevo ya unos cuantos, todavía no hubieran aparecido este trío de cachondos mentales de Seattle, The Presidents Of The United States Of America (PUSA), quienes firman uno de los mejores Jitazos Fugaces que han pasado por esta sección: “Lump”

La fórmula es de manual, y sin embargo, irresistible. Un temita de punk rock con una melodía muy pop. No lo llamo punk melódico porque esa etiqueta me retrotrae a las épocas en las que la chavalería escuchaba a bandas de la escudería Epitaph que nunca me acabaron de gustar, a pesar de que a mis amigos del instituto les encantaban. Volviendo a PUSA y su “Lump”, lo publicaron en 1995 en su disco de debut, homónimo. De hecho, el LP que contenía “Lump” fue publicado un año antes por una discográfica pequeña, y al fichar por Columbia Records, éstos reeditaron el trabajo, que con la promoción adecuada, acabó haciendo sonar “Lump” como su primer single en todas las radios y bares del mundo occidental.

Eran otros tiempos, y las discográficas multinacionales andaban como locas fichando a pequeñas bandas de punk rock en busca de los nuevos Nirvana o los nuevos Green Day con los que poder llenarse los bolsillos a expensas de los zagales de las camisas de cuadros. Como suele ocurrir, hubieron más errores que aciertos, claro.

El disco de debut de los PUSA estaba bastante bien, y contenía un par de singles majetes, además de la citada “Lump”. Como curiosidad, decir que tanto el cantante y bajista, como el guitarrista de la banda, tocaban unos engendros extraños llamados, respectivamente, basitar y guitbass, que son unas guitarras modificadas de modo que la primera usa dos cuerdas de bajo (sólo dos) afinadas de un modo particular mientras que la segunda usa sólo tres cuerdas de guitarra. No sabría deciros la razón que les llevó a esos dos freaks a usar (y bautizar de ese modo) esos instrumentos. Pero ei, ¡esto es punk rock!

Lo que pasó después resulta lo de siempre. De hecho, podría hacer un copiar-pegar de anteriores capítulos de los Jitazos Fugaces. A saber, sacan un segundo disco, en 1996, pero quizás ya era tarde, quizás el público ya no estaba por la labor, quizás habían sido fagocitados por el tremendo éxito de su debut en general y de “Lump” en particular. Total, unos resultados artísticos y, sobretodo, comerciales, lejos, muy lejos de su cénit. A pesar de ello, todavía se las apañaron para grabar, en 1998, una versión del clasicazo de los Buggles “Video Killed The Radio Star” que me parece muy logrado. Era su canto de cisne, y aunque hubieron reuniones posteriores (en 2000 y en 2004, aunque esta última sin su cantante original), me temo que ya a nadie le importa.

27
Jul
13

SOUTHERN CALIFORNIA SUMMER’13 – DAY 4

(Casi) todo el mundo sabe que Eddie Vedder es de San Diego. Bueno, en realidad, no lo es, pero sí se mudó con su familia cuando era tan solo un crío. Quizás es el hecho de que Vedder sea un fanático del surf, deporte muy extendido y practicado en la zona, lo que inconscientemente hace que identifiquemos a Vedder con San Diego. Luego Jack Irons le puso en contacto con unos muchachos de Seattle, ciudad a la que se acabó mudando Vedder, y el resto es historia.

Aunque más allá de todo ello, San Diego es ciudad de nacimiento de muchas bandas famosas, por ejemplo, los Stone Temple Pilots. Es curioso lo mal que el tiempo ha tratado a los STP, dejándolos enterrados en la historia, como si hiciera eones de su eclosión a nivel mundial, cuando ciertos grupos más antiguos parecen mantener cierta aureola.

Claro que siempre puedes irte, y luego volver, como hicieron los Rocket From The Crypt, también de San Diego, quienes estuvieron un tiempo hibernando en una caverna desde 2005 hasta su reunión, en 2013. En mitad de ese período, a John Reis, también conocido como Speedo, le dio tiempo a formar los Hot Snakes, pero yo siempre preferiré ese característico sonido de punk rock de corte clásico con sección de viento de los RFTC.

La escena punk de San Diego tiene en su haber otros clásicos, los punkos hispanos The Zeros, que a su vez tenían en sus filas a Robert Lopez, El Vez. Y una rareza: Ratt. Sí los Ratt eran de San Diego, pero claro, en su época, y con el tipo de música que los muchachos de Ratt tocaban, era inevitable que condujeran las casi tres horas que separan San Diego de Los Angeles y establecieran, para siempre, su base de operaciones allí.

Aunque si de clásicos hablamos, San Diego es ciudad natal de unos verdaderos clásicos: Iron Butterfly. A pesar de que el hit “In-A-Gadda-Da-Vida” fagocitara el resto de su carrera, hay que ser justos de dejar claro que Iron Butterfly, junto con otros como Blue Cheer, Vanilla Fudge o Steppenwolf, sentaron, a finales de los 60’s, lo que acabaría convirtiéndose en el hard rock.

Y como guinda, si algo le debemos a San Diego es ser la patria chica de unos grandes… Big Mountain!!!

Canciones:

The Rolling Stones: “Memo From Turner”

Jam & Spoon: “Right In The Night”

Redd Kross: “Debbie & Kim”

26
Dic
12

LIBRO DEL MES (DICIEMBRE): “La Magnitud Del Desastre”, Oriol Llopis

Alguien me podrá decir que cuando ya no es el músico, sino el crítico o el periodista musical, el que publica sus memorias, es que todo se nos ha ido de las manos. Y probablemente no le falte razón. Aunque las mías para hacerme con este libro eran dos. O tal vez tres. La primera, es que me siento más cerca del periodista musical que del músico. Egoísmo. Ya que soy consciente que ser estrella del rock me queda muy lejos, me puedo conformar con escribir sobre rock. Porque el periodista musical es, al final, un fan, ¿no?. La segunda, que Oriol Llopis es todo un personaje, bregado en mil batallas de toda índole, y un tipo con cosas que contar de cómo era estar trabajando con el rock n’ roll en nuestro país. Y la tercera, que es razón pero no lo es tanto, porque leí comentarios buenos sobre este libro.

Oriol Llopis es un crítico musical que lleva metido en el mundillo desde mediados de los 70’s, con revistas tan cruciales para la escena en el país como Vibraciones, Disco Express, Star o finalmente, Ruta 66. De un modo intermitente. Tan intermitente como su estilo de vida lo permitía. Sí, Oriol Llopis fue un vividor, tan amante del rock n’ roll como de hacer lo que le viniera en gana, incluyendo darle al alpiste mucho más de la cuenta, y tener que costearlo de muchos y muy variopintos modos, pero también dejándolo todo para escaparse al Paraguay en plena dictadura, o tener que vivir altibajos que le llevaban a deber empezar de nuevo, con trabajos como una empresa de repuestos automovilísticos o un safari park en Alicante.

No es un libro sobre rock, aunque por supuesto, se habla de rock. Quizás más de rock como actitud, aunque éste último término esté más denostado, que como música. De hecho, sí, se habla de música, pero de un modo tangencial. Tampoco podría decirse que es una biografía al uso, porque está estructurado caóticamente, sin una cronología, con saltos temporales y espaciales definitivamente necesarios.

No deja de quedarme la sensación de que el autor, Llopis, calla (definitivamente mucho) más de lo que cuenta. Y sin embargo, es suficiente. Sin llegar al estilo pedante de Sabino Méndez, ni a su meticulosidad, dentro del desorden, que muestra en sus libros “Corre, Rocker” y “Hotel Tierra” (recomendables, pardiez!), sí que guarda ciertos puntos en común. Especialmente por narrar cómo era estar relacionado con el rock n’ roll hace 30 y 40 años en España. Incluso podría emparentarse de algún modo con determinados parajes del libro “Memorias De Un Gángster De Barcelona”, de Lluc Oliveras, donde se narraba la vida de Dani El Rojo.

La promoción del libro habla de periodismo gonzo o de kamikaze. No hay para tanto, pienso yo, por lo menos, no por lo que cuenta. Y sin embargo, da buena muestra de un defecto de la crítica musical, que él ha evitado, y es esa tendencia a querer nadar y guardar la ropa, o incluso a ver los toros desde la barrera. Llopis no es que viviera como una rockstar, más que nada porque económicamente no podía. Pero siempre que pudo lo intentó, como mínimo, hacerlo de un modo libertino y libre. Mientras el dinero llegaba para los vicios, fuesen estos los que fuesen.

Tenía un look de lo más molón, en los 70s

Tenía un look de lo más molón, en los 70s

 

Aunque el estilo es ágil y muy fluido, haciendo que el libro se lea de un tirón, me irrita especialmente esa manera de escribir de Oriol Llopis, lleno de giros supuestamente coloquiales, de onomatopeyas, de expresiones pretendidamente callejeras. Se puede pretender escribir tal y como se habla, como se habla en la calle, y sería algo muy lícito. Pero sabéis cuándo veis una peli de Fernando Colomo, de esas que rodó a mediados de los ochenta, y los personajes hablan con eso que se dio en llamar “cheli”, el argot callejero de la década de los calentadores y las hombreras… pues el libro parece algo así. Y amigos, desde que Ramoncín publicó un libro a modo de “diccionario” cheli (“El Tocho Cheli”), ya no puedo con eso. Sinceramente, no recuerdo si en el Ruta 66 también escribe así, pero al lado de esa prosa extremadamente recargada y complicada de Jaime Gonzalo e Ignacio Julià que siempre fue santo y seña del Ruta, parece que lo haya escrito un niño de trece años.

Pecata minuta, pues cuando leemos una autobiografía (y por favor, dejadme subrayar el prefijo) de una persona que realmente tiene cosas que contar, se agradece. Echo en falta, sin embargo, ser más incisivo, un poco más ordenado, y por dios, hablar un poco más de música. O de los músicos. Un tío que ha estado con Johnny Thunders, con Iggy, con Burning o con Dogo y Los Mercenarios, forzosamente, tiene que bastante más que explicar que lo narrado en esas páginas. Podría decir que tal vez para el siguiente volumen, pero me temo que no habrá siguiente volumen.

Canciones:

LCD Soundsystem: «New York I Love You»

Nancy Sinatra: «You’ve Only Live Twice»

The Monarch: «’69 Monaro»

09
May
12

London Calling

Esto de los juicios de valor hechos desde el desconocimiento, es lo que tiene… Cuando empecé a escuchar rock n’ roll oí hablar de una banda llamada The Clash. Se hablaba de ellos como uno de los grupos seminales del punk británico. Se suponía que tenía que ser la hostia. Duro y directo como un puñetazo. Como un escupitajo en la cara. Se hablaba, principalmente, del disco “London Calling”, que tenía esa portada con ese destrozo de guitarra. Bueno, para un ignorante en cosas del punk, si algo tenía que significar el concepto “punk”, tenía que ser, forzosamente, aquello. Y cuando escuché por vez primera el disco… bueno, digamos que me sorprendió. Aquello no sonaba tan duro ni tan rápido ni tan directo como yo tenía en mente. Supongo que son cosas de haber escuchado música de los 90’s (pongamos nombres desde Guns n’ Roses hasta el mundo grunchi)… ¿y aquello era punk? Quiero decir, no es que no me gustara, no era eso. Pero no era un puñetazo ni un escupitajo ni una botella rota contra la pared… aquello era una amalgama de rock n’ roll, cositas de pop y algo de ritmos caribeños. De algún modo, me pareció “blando”. Supongo que “London Calling” puede descolocar fácilmente, desde luego, no es «Nevermind The Bollocks”… he oído decir sandeces como que “London Calling” y The Clash eran más punk por la actitud que por su música en sí. Como si eso tuviera la menor importancia.

En cualquiera de los casos, significara lo que significara, “London Calling” resulta ser un disco de los que requieren de atención y escuchas, pero que a su vez, proporcionan momentos y matices que a veces pasan inadvertidos de entrada.


Por alguna razón que no acierto a comprender, me he levantado con “London Calling”, en esta ocasión me refiero a la canción, en la cabeza. Y automáticamente me ha llevado a un momento y a un lugar. Sala Màgic, en Barcelona. Años ha. Hora: las perritantas de la madrugada. Cerca de la hora de cierre. Íbamos 3 individuos, en un estado etílico deplorable. Uno del trío llevaba un estado etílico aún más deplorable que los demás. En un momento, los otros dos me abandonan, uno iba a acompañar al tercero al lavabo, a ver si se espabilaba. La nebulosa puebla mi mente. De modo inesperado, tengo una de esas experiencias místicas, como si me desdoblara, y una parte de mí sale del cuerpo, hacia el exterior, y me veo a mí mismo, desde fuera, subido en el (mini) escenario de Màgic, solo, cantando y bailando “London Calling” como si me fuera la vida en ello, como si tuviera que ser el elegido para sustituir al malogrado Joe Strummer. Nunca una canción me pareció tan cojonuda.

Canciones:

The Clash: “London Calling”
Counting Crows: “Rain King”
Little Caesar: “Every Picture Tells A Story / Happy”
04
May
12

Kar & the CBGB’s

Anoche estaba viendo un reportaje sobre ese bellezón que era Debbie Harry. Tengo que decir que lo primero que me llamó la atención fue saber que en su etapa dorada con Blondie ya tenía 30 años, y 33 cuando publicaron aquél “Parallel Lines”. No me entiendan mal las miles de lectoras de este blog: las mujeres están estupendas en su treintena… afortunadamente! Pero no me negaréis que, por lo menos en un mundo como el del showbusiness, dominado por zorrubias que apenas pasan de los 20, de usar y tirar, ese dato resulta desconcertante. El caso es que hablar de Blondie y hablar de CBGB’s, todo es uno. Ah, el CBGB’s, local punk por excelencia de Nueva York, donde por lo visto, según dicen, el ambiente era tan chungo y nauseabundo como lo grandes que eran las bandas que tocaban allí. Vamos, que por lo visto, los labavos del Mephisto de Barcelona resultan ser el palacio de Buckingham a su lado. No sé por qué me he acordado de los lavabos de un local que hace años que no piso.

Nunca es un mal momento para poner una foto de Debbie Harry…

Sea como fuere, el CBGB’s cerró definitivamente en 2006, y con él, un trocito de la historia del rock n’ roll, si es que eso importa realmente. Todo esto me lleva a un momento que viví la vez que hice un viaje a Nueva York, hará 4 años. Escribí esto al respecto:

Siguiendo la calle, acabas llegando al Tompkins Sq. Park, y a la esquina, un graffitti muy bonito de homenaje a Joe Strummer (suma y sigue) y bajando hacia Lowe East Side vemos como el ambiente comienza a degradarse un poquito, si bien, por lo visto, durante la noche los bares de la zona son más que recomendables. Seguimos de camino a Bleecker st. donde por lo que me han dicho, hay una tienda de discos interesante. Muy cerquita me encuentro con una suerte de tienda/galería fotográfica llamada Morrison Hotel, con un toldo con la misma tipografía de letra del disco original, que exhibe para su venta bonitas fotos enmarcadas de Sid Vicious o de Led Zeppelin. Y a su lado, una curiosa tienda, lo siento, no recuerdo el nombre. Las paredes llenas de iconografía rockera (fotos, carteles de conciertos), y unas cubetas con vinilos de segunda mano a precios realmente indecentes, aunque el material es potente. Pero lo curioso es la sección de ropa y complementos. Venden ropa vintage, tejanos, botas, cinturones, chaquetas de cuero, camisetas. Y si los vinilos estaban a precios indecentes, lo de la ropa es algo insultante. Eso sí, está puesto todo con muy buen gusto, como si más que vender quisieran exponer el género en una suerte de exposición rockera. Tengo la osadía de pararme en la parte de las camisetas, y veo una muy sencillita, blanca, con una estampación de la portada del «Talk Is Cheap» de Keith Richards… a unos 150$!!! Es decir, cien euracos por una camiseta mierdosa que tiene 20 años y que cualquiera se puede hacer escaneando la portadita de marras e imprimiéndola en cualquier copistería sobre una camiseta guarruna… me doy cuenta de que he entrado en la tienda de los niños bien de la ciudad, donde los pijitos que ahora siguen la moda rockera compran sus trapitos.

… O dos…

Pues bien, queridos míos, esa dichosa tienda para rockeros de casa bien, ERA el dichoso CBGB’s… o por lo menos, lo que quedaba de ello. Después de que cerrara sus puertas en 2006 alguien colocó esa tienda en su lugar. Y todo cuadra, las paredes graffiteadas (en algunos puntos habían mantenido la pared original), los posters, el tamaño, el (micro) escenario. Verlo ayer me produjo un pequeño shock. O sea, que había estado allí sin saberlo. Cuando estuve en NYC paseé por algunos lugares míticos de la iconografía rockera de la ciudad, y sin embargo, sabiendo que CBGB’s estaba cerrado, ni siquiera consideré el buscarlo. Andaba por el barrio simplemente para ver el Lower East Side y en busca de una tienda de discos que me habían recomendado. Toda una sorpresa la que me llevé.

Canciones:

Paul Weller: “Heavy Soul”

Dogs D’Amour: “Trail Of Tears”

Pixies: “Gigantic”

30
Nov
11

32

Hoy es mi cumpleaños. Sí, amigos y amigas, 32 castañas que me caen. En realidad esto lo hago para recibir un puñado de felicitaciones online, porque el otro día oculté la fecha de nacimiento de mi perfil de Facebook, jodiendo así la vida de mis amigos desmemoriados. O de los que dicen serlo. Desmemoriados, no amigos. Cosas de ser 30 de noviembre. Sagitario. Un signo de fuego, me han dicho hoy. Huy, sí, un fuego de la hostia. Eso sí, cuando era un chavalín, molaba ser del mismo signo que Seiya, el de los Caballeros del Zodíaco. 
Tipos en armadura con personalidades basadas en signos del Zodíaco que se hostian… y luego se preguntarán por qué hay matanzas adolescentes en los institutos…
El término resulta interesante. Si buscamos en el diccionario el significado de “cumplir”, hay varias acepciones que encajan:

cumplir
1. tr. Ejecutar, llevar a efecto algo.
2. Dicho de la edad, llegar a tener aquella que se indica o un número cabal de años o meses. 
3. intr. Quedar bien
4. Acabar el tiempo señalado para algo.

Veamos, la número 2 parecería la más adecuada para este caso. Me encanta eso de “un número cabal”… nada de gilipolleces, un número como Dios manda. Y sin embargo, si miramos la número 1, bueno, estoy ejecutando o llevando a efecto un período de tiempo más en mi vida. Lo cuál nos lleva fácilmente a la número 3, quedar bien… ok, si no cumpliera más años, no veas el disgusto que se llevaría mi madre. No obstante, probablemente sea la acepción número 4 la más realista.

 La realidad, o la estadística, que a menudo pueden ser lo mismo, te indican que cumplir un año más, es acercarse un poco más a la muerte. Si te llamabas Johnny Thunders y es 1986, cumplir un año más resulta, simplemente, un milagro. No es el caso. La muerte, menuda jodienda. Aquellos que no temen a la muerte, o son unos pusilánimes, o, simplemente, mienten. La muerte… qué harían las religiones sin la muerte. La muerte resulta algo tan difícil de asumir por el ser humano que necesita inventarse de deidades que justifiquen, o incluso intenten dulcificar este asunto.

Entrada de concierto de Johnny Thunders en la desaparecida Studio 54 de Barcelona, 1986. Mil pesetazas de entonces era un dinerillo.
Por si acaso, yo ya tengo pensado qué canción quiero que suene en mi funeral. No os la voy a revelar, no seáis morbosos. Está bien que ahora en los funerales se haya normalizado esto de poner una canción que recuerde el finado, o que él mismo hubiera predispuesto. Preferentemente en vida. No como esa moda horrorosa de aplaudir en un funeral, al paso del féretro, como si fuera Jesulín de Ubrique.  Volviendo a las canciones, Internet está llena de listas Top Ten Funeral. Algunas de gusto dudoso, otras, curiosas, no más.

Si obviamos las piezas de clásica o ciertas arias operísticas, el mundo de la música “ligera” (me encanta este término) nos ofrece un amplio abanico. Un básico es “My Way” del grandísimo Frank Sinatra. Algo sobado, pero funciona. Canciones de corte religioso también triunfan, como “Hallellujah” de Leonard Cohen. Luego nos ponemos en plan baboso, con “Tears In Heaven”, “Candle in the Wind” o “Memory” de Barbra Streisand. Estas listas suelen ser de webs yanquis o británicas, estas modas, en la piel de toro, están menos extendidas. Y mejor, cualquier día alguien querría hacer sonar “Marinero de Luces” y todo perdería su sentido.

No parece que ninguna de estas opciones me convenzan demasiado.  Pero estoy con Nick Hornby y su “Alta Fidelidad”, donde en lo alto de su top 3 para un funeral situaba a Jimmy Cliff y su “Many Rivers To Cross”. Bonita sin ser babosa. Incluso con un punto relajante como para una situación que se supone debe ser poco agradable. Para los espectadores, no para el protagonista. Yo estoy también con los que deciden hacer sonar “Highway To Hell”. Al final, polvo somos y en polvo nos convertiremos. Espero que alguien pase el aspirador después.

Canciones:

The La’s: “There She Goes”
Buenas Noches Rose: “Buenas Noches Rose”
The Replacements: “Unsatisfied”





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