Archive for the 'elvis' Category

03
Abr
17

Canciones y años

Ah, el tempus fugit y todas esas mandangas que han inspirado al ser humano desde tiempos inmemoriales. El vértigo que provoca darte cuenta de que no eres el amo de tu vida. Es sólo eso. Esos versos de Gil de Biedma, tan repetidos, tanto que casi desdibujan su verdadero significado, quizás también porque expresan algo tan difícil de advertir e imposible de corregir: “que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde”. Cuando eres más joven, no te importa una mierda nada, la mayor parte del tiempo, y son los años quienes acaban dándole la vuelta a eso: es el tiempo a quien no le importas una mierda.

Los años son una impostura, un invento del papa Gregorio XIII, una cifra que nos ayuda a recordar, pues los recuerdos son lo que somos. Los recuerdos que yo tengo de mi romance con aquella joven Kate Moss, allá por 1999, son tan vagos  y borrosos que ya me entra la duda de si me lo habré inventado yo. ¿O sería 1989? Esas cuatro cifras fatales que quieren decir algo. Lo que sea. Algo querrán decir. Ni que sea para inspirar a peludos que se suben a un escenario.

1916

Para Lemmy, de Mötörhead, ese 1916 estaba marcado por la I Guerra Mundial, y como tal quiso plasmarlo en esa canción que a su vez daba título al disco con el que traspasaban la década de los noventa. Un tema distinto, fuera del estándar del trío, de velocidad y fiereza. Lemmy era un gran amante de la historia bélica. Yo nunca he sido un gran amante de Mötörhead, por más que ahora, y muerto el hombre, parece que salen fans de debajo de las piedras. Me temo que a Lemmy le ha pasado un poco (a menor escala, eso sí) lo que le ocurrió a Bob Marley, o a James Dean o al Che Guevara: se han convertido en un póster, en un estampado de camiseta o (horreur!) una frase de muro de Facebook.

1939

Algo parecido le pasó a Brian May, de Queen, cuando compuso el tema “’39” inscrito en el celebérrimo “A Night At The Opera”, también conocido como el-disco-de-boemianrapsodi. En este caso, May no es un experto en historia bélica, sino en astronomía y astrofísica. La historia relata un experimento en el que unos exploradores son enviados al espacio y a su retorno han pasado cien años, según la teoría de la dilatación del tiempo en la teoría de la relatividad de Einstein. Hubo quien quiso ver algún tipo de alegato belicista, sin embargo May siempre lo negó y su trayectoria científica da más peso a la primera versión. Al final, esa “’39” es una canción que cantó el propio Brian May y suena más cercana a los dos primeros discos de La Reina que al LP en el que se incluyó.

1969

Saltamos treinta años para meternos en terreno grasiento, sucio, que huele a alcohol y a violencia gratuita. ¡Son The Stooges, hombre! Todo en esta canción está bien colocado, todo tiene sentido en el marco en el que se circunscribe, comenzando con esa intro de guitarra que raspa como papel de lija, y con Iggy declarando, “all right”, antes de comenzar con un ritmo casi tribal y de acabar como acaba, a voces.  Fijémonos en la letra:

It’s another year for me and you
Another year with nothing to do
Last year I was twenty one I didn’t have a lot of fun
And now I’m gonna be twenty two I say oh my and a boo-hoo

Seguramente Gil de Biedma lo dijo de una manera más bonita, no obstante, en el fondo, acaba siendo lo mismo.

1970

Y el reverso aún más oscuro y más depravado nos lo proporcionaban los mismos The Stooges, un año más tarde, en el siguiente LP del grupo. Un Iggy Pop más chulesco todavía declarando “I feel alright”. Si alguien me preguntara cuál es la mejor canción de The Stooges, probablemente diría que esta “1970”. Y si alguien me preguntara acerca del mejor solo de saxo en el rock n’ roll, seguramente mencionaría el que cierra el minutaje del tema, sonando tan sucio y descarnado como la guitarra más distorsionada.

1976

Más que una canción, una declaración de intenciones, esta “1976” de Redd Kross. Una visión edulcorada de una década en la que los miembros del grupo vivieron su primeriza adolescencia y niñez. ¿Cómo sonaría una canción si yo escribiera un tema llamado “1993”? La pregunta es una estupidez, yo apenas soy capaz de tocar tres acordes seguidos en una guitarra sin meter la pata. Pero seguramente, a nivel espiritual, sería parecido, porque el tiempo constituye un prisma cabrón que deforma los recuerdos, en especial los de esa época de pre-adolescencia, y una vez más, Gil de Biedma, otro cabrón que tenía razón. Como nota curiosa, en dos ocasiones, antes del estribillo, canta alguien que suena igual a Paul Stanley de Kiss, y tratándose de una banda tan fanática de Kiss como los Redd Kross, pudiera ser. Pero no lo es, en aquellos tiempos Redd Kross eran muy minoritarios y no tendrían el dinero suficiente para que el tío Stanley moviera su culo. En realidad se trata de su guitarrista de entonces, quien, hay que decir,  lo clava.

1979

“1979” de Smashing Pumpkins, podría ser el reverso a la canción de los Redd Kross, pero con ese aura más intensito que gastaba Billy Corgan. Menos sutil y menos divertido que Jeff McDonald, de Redd Kross, compone sin embargo una buena canción, aunque no puedo dejar de preguntarme si el tema hubiera sido tan apreciado por los fans de la banda de no ser por ese videoclip que lo acompañaba.

1984

Aunque podría referirme a ese corte instrumental que abría el disco de Van Halen. Pero no, en esta ocasión me refiero a la canción de David Bowie de su disco “Diamond Dogs”. Una empanada inspirada por la clásica novela de George Orwell, quien quiso ver un futuro en ese año (Orwell, no Bowie) que tardaría unas décadas más en producirse. Aunque el disco lo grabó aún sin el guitarrista Carlos Alomar, aquél LP ya rezumaba lo que iba a ser la encarnación de Bowie para el siguiente lustro, el del enamorado de la música negra, y con Alomar de mano derecha (quien se incorporó para la gira de “Diamond Dogs”). ¿La canción? Un trepidante estallido de soul funk elegante.

1999

Y si hablamos de temas futuristas, puedo mencionar la que es mi canción favorita de Prince, “1999”. Del disco que la contenía, titulado también “1999” la gente suele recordad “Little Red Corvette”. No se me ocurre un mejor inicio para un álbum, no obstante, que esta “1999” -la canción-  que contenía un rollo proto-futurista con vistas a ese temible año 2000 que acechaba y que, ya ves, pasó, y ni un triste avión cayó del cielo en aquella nochevieja de 1999. Un timo, vaya.

14
Ene
13

Michael Jackson y las leyendas ochenteras (1)

Para los que fuimos niños en la década de los ochenta, nos resulta inevitable olvidar a Michael Jackson, porque independientemente de sus aptitudes musicales, la realidad es que fue la gran superestrella de la década, con una popularidad que hacía difícil el mantenerse desconectado de aquello que hacía o dejaba de hacer. O por lo menos de lo que nos llegaba a nosotros. Porque amigos, aquello eran los ochenta, y en España. Y nosotros unos criajos. Esta ecuación daba como resultado un estado de desinformación con su consiguiente generación de mitos y leyendas que veo hoy en día con una mezcla de ternura y vergüenza.

En esa época había sólo tres canales de televisión, los dos generalistas españoles, más la TV3. Tampoco había, por supuesto, Internet. Como he dicho, éramos unos niños, y no leíamos, claro, la prensa. La información que no se daba en la tele, la captábamos como podíamos de conversaciones entre adultos (el clásico “mi padre dijo…” o “mi hermana me ha contado que…”) o de furtivos visionados de revistas, por casa, en el dentista o en la peluquería. Las revistas tenían fotos y eran más sencillas de leer por un chavalín, que los periódicos, ya sabéis. Si la anécdota en cuestión era amable, iba al ¡Hola! o al Lecturas de mi abuela, o incluso a la Súper Pop de mi hermana. Si había situaciones escabrosas o podía contener algún carácter delictivo, la podías leer en Interviu, Época o Cambio 16. Si se trataba de verdadera carroña con poca credibilidad, se podía leer en el Pronto. Esas eran, claro, las informaciones más divertidas.

Uno adquiría esos datos y automáticamente tenía el deber moral de compartirlo o comentarlo con los compañeros de clase. Tal vez alguien más podía aportar algún otro apunte. Por entonces, la cosa iba generalmente de comportamientos extraños, de muertes o de supuestas historias de miedo. Recordemos que en esa época el sexo seguía siendo tabú, por lo menos para niños de ocho años, quienes si pillábamos en la tele un pase de una película española, entrábamos en shock. Por supuesto, temas como la homosexualidad eran inexistentes en la vida “normal”, ya no hablemos de ningún tipo de parafilias. De modo que no, no comentábamos si no sé quién resultaba ser marica o a no sé quién otro le habían pillado vestido con la ropa interior de su pareja. Y sin embargo, leyendas urbanas como la de la muerte de la cría que interpretaba el papel de Carol Ann en “Polstergeist”, por supuesto, porque se había practicado espiritismo para su rodaje y unos fantasmas cabrones se habían puteado, causando tan cruel venganza, estaban a la orden del día.

Una de las fuentes de comentarios y chascarrillos de mi niñez ochentera era, sin duda, Michael Jackson. Está claro que en esa época, Jackson era una estrella pop que todo el mundo conocía. Y cuando digo todo el mundo, me refiero a todo el mundo. Pero además, en esa época se dedicó a cultivar una fama de freak, cuando ninguno de la chavalada podía imaginar, siquiera, qué quería decir eso de “freak”. Permítanme subrayar el hecho de que desde el propio equipo de Jackson, cultivaban esa imagen de tipo rarito y extravagante. Está claro que Michael Jackson era raro y extravagante, y eso resultó sólo el principio de la espiral en la que se estaba metiendo y de la que ya no saldría, ni siquiera post-mortem. Y sin embargo, durante los 80’s, Jackson y su camarilla practicaban el viejo proverbio de “que hablen de mí, aunque sea mal”.

Bien, para la chavalería de mi entorno, habían tres temáticas acerca de Michael Jackson que daban para una larga tertulia:

1.- La Cámara Hiperbárica en la que dormía. Por supuesto, para nosotros el término “cámara hiperbárica” era demasiado científico. Sería algo así como “una cama especial, como frigorífica, en la que duerme para no envejecer”.

2.- Su proceso de blanqueamiento de la piel.

3.- Los espíritus, que le perseguían y puteaban, enfadados como estaban por su videoclip de “Thriller”. Sí, los espíritus y su mala leche eran un tema común entre los críos, como podéis observar.

¿Importaban acaso “Beat It” o “Man In The Mirror”? ¿Los millones de copias despachadas de “Thriller”? ¿La genialidad del moonwalk? ¡No! Importaban esas tres historias escabrosas, y el hecho de que se llevaba la mano a la entrepierna cada dos pases de baile, cosa, obviamente, de lo más escandalosa. Con el tiempo, he podido conseguir echar un poco de luz a esos tres asuntos que nos tenían en vilo. Así que vayamos a ello.

Aquí Jacko, echando una siestecita...

Aquí Jacko, echando una siestecita…

La historia de la cámara hiperbárica es de lo más ridícula, y una clara muestra de la locura en la que se movía Michael Jackson y su entorno a mediados de los ochenta. Parece ser que el origen de todo está en 1984, cuando Jackson se recuperaba de su accidente tras el spot de Pepsi, en el Brotman Memorial Hospital. Allí había una cámara hiperbárica que se usaba para ayudar a la curación de víctimas de quemaduras muy graves (mucho más que las que Jackson sufrió). Uno de los médicos de ese centro, el Dr. Hoefflin, su cirujano plástico, tenía la particular teoría de que dormir en esa cámara podía prolongar la vida, teoría con una base endeble, pero que fascinó, como no podía ser de otro modo, a Michael, quien en seguida quiso comprar ese artefacto. Su representante de esa época, Frank Dileo, le persuadió de gastarse el dinero en aquel trasto, aunque desde luego, podía pagarla. Y Michael, por capricho, quiso, al menos, fotografiarse dentro.

La fotografía en cuestión, y la historia, fue filtrada al National Enquirer, y desde el propio entorno de Jackson (y el propio Michael), decidieron darle cancha a esa historia, afirmando que realmente sí había comprado la dichosa cámara hiperbárica, de ahora en adelante, una cámara especial para dormir que le alargaría la vida hasta los 150 años. Consideraron que era una promoción gratis para su gira. Era entonces 1986 y el Bad Tour comenzaba.

Por supuesto, ésa fue la historia que me llegó de crío. Por alguna razón, Michael Jackson creía que una historia que le pintaba irremediablemente como un freak, le iba bien, publicitariamente hablando. Probablemente no calculó la proyección que todo aquello iba a tener, y las consecuencias que a la larga le repararía el ser “el rarito del pop”. Las superestrellas de la música han hecho muchas excentricidades, comenzando por Elvis, por ejemplo. La diferencia es que no las filtraban a la prensa, como Michael. Aquello fue un error táctico se mire por donde se mire.

CONTINUARÁ

Canciones:

Nick Cave & The Bad Seeds: «Running Scared»
R.E.M. : «Tongue»
REdd Kross: «Uglier»

09
Ene
12

Lo mejor de la semana. Semana 12

Para quien se haya incorporado hace poco a la lectura de NDK, seguro que no recordará esta subsección que llevé durante una temporada y que, en un alarde de mi poca constancia, dejé, hace ya demasiado. Para que os hagáis una idea, esta es la semana 12… cuando la semana 11 fue la correspondiente al domingo 20 de septiembre… de 2009!!! 

Bueno, la mecánica no tiene gran misterio, así que no me centraré en explicarla. Y tampoco vale la pena extenderme en tópicos y más tópicos sobre cómo pasa el tiempo y los 20 meses que separan la Semana 11 de esta Semana 12. Así que vayamos a lo mejor de esta semana que se acaba, que para esto estamos aquí:

3.- Fin de las Navidades: Sí, queridos y queridas, el período conocido como «Navidades 2011» se ha finiquitado. No hace tanto que me gustaban las navidades. De un tiempo a esta parte, sin embargo, me dan bastante pereza, tanta celebración, tanta tradición y tanta hostia. Y aunque ahora comienza el que sin duda es el período más sombrío del año, los meses de enero y febrero, alegro que se hayan acabado las dichosas fiestas. Por cierto, no me negaréis que estos dos meses, por lo que tienen de retomar el trabajo si se ha tenido vacaciones como yo he tenido (sufrid, mortales!), por el frío (los meses más fríos en Barcelona, por lo menos enero), por la dichosa cuesta (que levante la mano el que no se haya gastado demasiada pasta estos días), porque no hay ni un maldito día festivo…

2.- Amy Winehouse, «Lioness: Hidden Treasures»: Aunque irregular y morboso, el disco publicado con los retales más decentes de la cantante fallecida sigue ofreciendo algunos destellos de calidad. Ni la mitad de interesante que «Back To Black», no deja de ser un placer reencontrarse con la Winehouse, después de que pasaran tantos meses haciendo de ella un personaje público que casi, casi había desplazado a la cantante. Gracias, Santa Claus.

1.- «Drive»: El año comienza fuerte! Menudo peliculón! Lo que más destacaría es esa aureola diferente que muestra. Ok, como definición, no es gran cosa, pero no se me ocurre algo mucho mejor. Desde ese inicio con los planos nocturnos de LA y los títulos de crédito simulando neón rosa, esa extraña elección de música deudora del synth pop ochentera, ese protagonista que desde ya lo podemos situar en la galería de personajes del cine para recordar… una sorprendente cinta. Desde luego no es perfecta, pero mirad, la vi hace dos días y todavía ando dándole vueltas. Y eso, para mí, es mucho. Totalmente recomendable.

Ah, y feliz cumpleaños a Elvis y a Bowie!

Canciones:

Amy Winehouse: «Best Friends, Right?»
College Ft. Electric Youth: «A Real Hero»
The Shazam: «Getting Higher»

03
Dic
11

Doc Pomus – Save the last dance for me

Ok, seguro que el nombre de Doc Pomus no dice mucho a casi nadie, y me permito poner el “casi” por aquello de la presunción de inocencia. En fin, tampoco me sonaba a mí, hasta hace bien poco. Doc Pomus fue un compositor profesional que entre los 50’s y los 60’s escribió una serie de hits de esos que a todos nos suenan y que han grabado docenas de bandas y solistas. Trabajó con Leiber & Stoller, con Mort Shuman o con Phil Spector, y sus canciones fueron interpretadas por Elvis, por The Drifters, por The Coasters, por Willy DeVille o por BBKing. Si ponemos títulos a estas canciones, la incógnita queda, ya, despejada: “Sweets for my Sweet”, “Save The Last Dance For Me” o “Viva Las Vegas” … por poner algunos de los ejemplos más celebérrimos.
El caso de “Save The Last Dance For Me” me resulta especialmente particular. Originalmente grabada por Ben E. King & The Drifters, la han cantado también Willy DeVille, Dolly Parton, Ike & Tina Turner o Michael Bublé, quien grabó la última versión exitosa de este single, hasta el momento. Prefiero, no obstante, poner la de The Drifters:
Si le echamos una ojeada a la letra, fijémonos en lo que dice:

You can dance-every dance with the guy
Who gives you the eye,let him hold you tight
You can smile-every smile for the man
Who held your hand neath the candle light
But don’t forget who’s takin’ you home
And in whose arms you’re gonna be
So darlin’ save the last dance for me
Ok, las interpretaciones pueden ser varias. Un novio que se dirige a una novia zorrón que se pasa la noche tonteando con otros. Un amigo pagafantas que se dirige a su amiga deseada, con quien ha salido, que no le hace ni puto caso pero aún así la llevará en coche a casa. La realidad nos la proporciona Lou Reed en el número de Rolling Stone de Noviembre de 2011, hablando de esta canción. Resulta que Doc Pomus contrajo la polio en su infancia y acabó postrado en una silla de ruedas. Una noche estaba de fiesta con su prometida, y varios amigos. Ella estaba bailando con sus amigos. Él miraba desde la mesa, como ella bailaba y se divertía con los chicos. Entonces, en esa misma mesa, escribió la canción. No sé a vosotros, pero a mí no se me queda el cuerpo igual que antes de conocer esta historia. Ahora es cuando la letra, susceptible a diferentes interpretaciones antes, toma todo su sentido. Ahora que sabéis la realidad tras esta canción, ¿no os ocurre que la escucháis de un modo diferente? ¿No os ocurre que parece otro tema?

Canciones:

Elvis Presley: «An American Trilogy»
Guns n’ Roses: «Better»
My Morning Jacket: «Wordless Chorus»
10
Sep
09

El Elvis del Born

La otra noche estaba en el Màgic, local que hay que reivindicar una vez más. Y léase esta primera línea como reivindicación, pues ya hice lo propio hace unos meses, y uno no reivindica las cosas insistentemente a no ser que haya transacciones pecuniarias de por medio. En el tránsito de personas y personajes que pululaban por el lugar, entró uno peculiar. Edad indefinida, pero más cercano a los 40 que a los 30. Su aspecto resultaba de lo más parecido a Ford Farlaine (el de “Las Aventuras de Ford Farlaine”, la película de Andrew Dice Clay), aunque me da que el tipo buscaba un aspecto más parecido a Elvis. Ok, pudiéramos aceptarlo como imitador del Rey, más que nada porque lucía unas gafas de esas que Elvis popularizó en los 70’s, y para qué engañarnos, me encantan, y lo bien que me lo pasé llevándolas puestas toda la noche en Las Vegas. Complementaban una camiseta a rayas con un cierto aire a “King Creole”, la película de Presley, unos tejanos negros apretados, con barriga pugnando por respirar entre camiseta y tejanos, y unos zapatos blancos y negros imitación de los clásicos de gamuza de los 50’s. Pudiera pasar por un pintas… definitivamente, la discreción no era su mayor virtud.

Le ha robado los anillos a su abuela.

De repente, el DJ pincha “Burning Love”, de Elvis, y por supuesto, nuestro Elvis-Ford Farlaine particular no tiene por más que subirse a la tarima y marcarse unos pasos, a medio camino entre baile y playback, probablemente menos lamentable de lo que pudiera parecer así, explicado en unas líneas. Pero amigos, toda la sala se volvió hacia él y le coreaba, y por unos minutos fue la estrella de la noche.

Y pudiera pensar que se trataba de un tipo patético. Un chalado. De un rarito, de un “lúser”, de un tontolpueblo. Pero no. Lo que puedo pensar se resume en la castiza frase “Ahí tus huevos”. Sí, sobre esa tarima estaba un tipo que hacía lo que quería, lo que le apetecía y le gustaba, con la toda pasión que le podía poner, y sin importarle qué pudiéramos pensar el resto de la audiencia, sin importarle que estaba gordo y que era el más viejo del local. En una palabra, ahí estaba, rockeando. Y por supuesto, se llevó la merecida ovación de los que en un principio, nos reíamos de él, pero luego nos acabamos riendo con él. Y pronto volvería a ser lunes, y pronto todos probablemente volveríamos a nuestras rutinas, y tal vez nuestro Elvis particular aparcaría las gafas doradas para enfrentarse a sus quehaceres diarios de la manera más digna posible, pero sabiéndose que en su interior, hay un rocker.

Canciones:

Elvis Presley: «Burning Love»
Counting Crowes: «A Long December»
Imelda May: «Love Tattoo»

14
Nov
07

USA Kar Tour 2007. Día 7: Aloha from Hawaii

Es demasiado temprano como para ni siquiera mirar el reloj, cuando nos dirijimos al aeropuerto, hacia el último destino de mi periplo americano, ni más ni menos que Hawaii!!! (sufrid, mortales). Pues sí, damas y caballeros, y es que tras el palizón de kilómetros y el aluvión de nuevas experiencias, unos días de descanso en un paraiso tan idílico como repleto de mitología como Hawaii está más que merecido.

Hawaii, the Aloha State

La llegada al aeropuerto de Honolulu tiene el plus de recibimiento con collarcito de flores, de lo más asquerosamente tópico. Yo hubiera preferido recibir el presente de manos de una bailarina de hula en lugar de las de un canario al que avatares de la vida llevaron al archipiélago hawayano y hoy nos acerca al hotel. Haciendo una lección de geografía rapidita, hay que decir que Hawaii es el estado 50º de los EEUU, y aunque está formado por varias islas, el 80% de la población se encuentra en la isla de Oahu, donde está la capital, Honolulu, mientras que en el resto de islas, la población es testimonial, inexistente o formada únicamente por científicos vulcanólogos. Honolulu es, pues, un lugar de contrastes. Por un lado está el hecho de tratarse de una ciudad plenamente asiática, más cercana a Manila o a Bankok que a cualquier capital de estado americano. Lo cuál le da un encanto especial, por lo menos para un europeo. Sin embargo, tiene un downtown de altos edificios de oficinas, como mandan los cánones de las ciudades americanas. Y finalmente está la parte de Waikiki, que es la que concentra los hoteles, las playas y el 99% del turismo.

La mejor playa de Waikiki

Y hay que decir que a nivel de complejo hotelero playero no difiere mucho de lo que puede ser cualquier otro situado en cualquier otra parte del mundo, a saber, un paseo en la playa, bordeada por los hoteles de mayor lujo, y por las calles adyacentes, hoteles de menor lujo. Mi hotel es de los primeros, y en seguida me doy cuenta del error. Desde luego que para bajar a la playa tan sólo debo cruzar la calle, sin embargo, por las calles de detrás hay otros que tienen una pinta parecida, para acceder a la playa tan sólo hay que caminar 5 minutos y a buen seguro que son bastante más baratos. En fin, para la próxima vez… si la hay.

De lo primero que llama la atención de Waikiki en particular, y de Hawaii en general, es el hecho de que el 70% del turismo es japonés, y el resto lo componen una mayoría americana, chinos y algunos europeos. Pero vamos,que japoneses, a punta pala. De hecho, muchos de los carteles están en inglés y japonés, idioma que también hablan muchos locales. Por otra parte, la población Hawaiana autóctona (vamos, polinesia) es escasa, y se mezclan con blancos americanos y mucho oriental (descendientes de inmigrantes chinos, japoneses y coreanos que llegaron para trabajar los cultivos a finales del siglo XIX y primeros del XX).

La playa de Waikiki es la típica playa de arena fina y palmeras, pese a tratarse de una playa «urbana». El mar es traicionero en esta zona, de modo que en algunos tramos han construido un pequeño muro que recoge un poco el agua y protege a las familias japonesas de los envites de olas y de corrientes con mala leche, convirtiéndola en una especie de piscina de agua salada. Afortunadamente, no toda la playa es así, y definitivamente es mejor la parte «no protegida».En seguida uno nota la total dedicación al turista que tiene este pueblo. Todo está previsto para que el turista pueda disfrutar de comodidades y gaste su dinero. La zona de Waikiki está llena de tiendas de chorraditas, pero también de tiendas de ropa y complementos, de medio nivel hasta de lujo, así como también de bares y restaurantes. Y la amabilidad hawaiana bordea la repelencia.

El muro de protección de la playa de Waikiki

Aloha es la palabra que se escucha constantemente. Aloha significa «hola», «adios» y «amor». La lengua originaria hawaiana casi ha desaparecido, sin embargo algunas palabras se mantienen. Aloha es una de ellas. De hecho, cada estado de USA tiene una denominación, por ejemplo, California es el «Golden State», denominación que se plasma en las placas de las matrículas de los coches. En los de Hawaii, hasta hace muy poco, era «Hawaii, rainbow state», con un arco iris dibujado. No hace mucho, lo cambiaron por «Hawaii, Aloha State», por aquello de evitar la relación Rainbow-homosexuales. En fin, que aloha por todas partes.Y japoneses, también por todas partes, logrando lo que no lograron en el 1941, invadir la isla. Me encantan los japoneses, son totalmente extremados al vestir, tanto ellos como ellas, especialmente los más jóvenes, llevando todas las modas al límite, y sin embargo, con una actitud tan recatada. A pesar de lo extremadamente turístico que es, sin embargo, Hawaii mantiene su encanto asiático y su mito, reforzado por las películas de los 50’s y 60’s,por Elvis, por Magnum y por los surfers. Lo dificil es encontrar la esencia hawaiana más polinesia. Y es que parece que la esencia hawaina que permanece es la de las pelis de Elvis y Magnum.
Canciones:
Iggy Pop: «Nightclubbing»
Christina y los Subterráneos: «Dile a papá»
Pixies: «Where is my mind?»
22
Oct
07

USA Kar Tour 2007. Día 4: Viva Las Vegas!!

Esta mañana el reloj ha sonado a las 5h: tocaba traslado al aeropuerto con destino Las Vegas!! Al salir de la habitación me encuentro, en el suelo un ejemplar del USA Today y un sobre con la factura del hotel. Qué gran país. Extremadamente amables con el cliente, siempre en busca de la propina más alta. Yo, como buen catalán, intento escaquearme y rara vez dejo el 15% estipulado, soy así de cabrón. Pero me gusta este estilo americano de agasajar al cliente, de esta amabilidad, aunque sea sólo fachada, aunque sea falsa. Hoy, sin ir más lejos, he probado las dos caras de la moneda referente a comportamiento estadounidense. En el aeropuerto SFO, nada más llegar, veo una cola indecente frente al mostrador de facturación. Otro mostrador, sin embargo, está vacío, de modo que me voy a preguntar. Una señora de mediana edad me comunica que está así porque la cola es para billete electrónico, y ella está para billete físico. Practico mi cara de niño desvalido y la señora se ablanda. Con un guiño, me dice que si soy capaz de salir discretamente de la cola y no revolucionarle al personal, me factura ella mismo, aunque mi billete sea electrónico también. Total, en dos minutos ya tengo mi tarjeta de embarque y me dirijo al control de seguridad. Allí, al ver mi pasaporte, me hacen pasar por otro lado. Me comienzo a acojonar, lo reconozco. La policía me hace pasar por una especie de cabina que parece ser (o eso pude deducir) que analiza la posible presencia de agentes químicos. Con mi bolsa de mano, bambas y chaqueta hacen lo mismo. Es decir, no comienzan a rebuscar dobles fondos, ni objetos prohibidos, como es habitual. Los tíos pasaban una especie de papelito por todos los enseres, que luego una máquina analizaba. Por 5 minutos he visto como toda la cola me miraba como a un terrorista. Eso sí, tras comprobar que no íbamos a envenenar a la población con anthrax, nos han deseado muy amablemente que lo pasáramos muy bien en Las Vegas.

El plan en la ciudad del vicio es pasar una noche de juerga para tomar, al día siguiente, un vuelo con destino a LA. Así que la cosa promete. Y cuando nada más tomar tierra y salir del avión, uno ve, en la propia terminal, una hilera de máquinas tragaperras, comienza a tomar verdadera noción de dónde está. Se supone que por Las Vegas sólo se debe ir de noche, que por el día pierde la magia. Por lo menos eso solía decir siempre Frank Sinatra. En fin, si es bueno para Frank, es bueno para mí. Así que como cuando llego es casi la hora de comer (vamos, las 12, aproximadamente), decido que eso es exactamente lo que voy a hacer.

Mi hotel en Las Vegas tenía que ser un buen hotel, y no me engañaron. Se trata del Planet Hollywood. Efectivamente, esa cadena de restaurantes temáticos patrocinada por Stallone, Bruce Willis y Arnie Gobernator, que se hundió en casi todos los países donde se estableció, y de la que actualmente quedan sólo una docena por todo el mundo. Pero vamos, que el Planet Hollywood Hotel Casino Resort es un hotelazo espectacular. De hecho, pronto me daré cuenta de que ese adjetivo, espectacular, se le puede aplicar a muchos aspectos de la ciudad. Y allí estoy, sintiéndome un Paco Martínez Soria en la capital, sorprendiéndome a cada poco. En fin, Las Vegas es la ciudad que nunca duerme, de hecho, en los últimos años sólo se cerró la actividad el día que mataron a Kennedy. Mi habitación está situada en la planta 27 y esta vez sí, la cama es King Size. Vamos, que se podría organizar un combate de wrestling en ella. Como cuadro decorativo, hay una urna con el arma que usó Swarzenegger en su cutre peli “Eraser” (no recuerdo cómo se tituló en castellano). Puro romanticismo.

Por el momento, decido que comeremos algo y dormiremos un rato, y luego ya veremos. Al bajar por el ascensor veo que hay una cámara de seguridad, y desde ese momento me fijo y constato que no doy cinco pasos sin encontrarme con otra camarita. Me siento en un enorme Gran Hermano. Para llegar al restaurante, hay que pasar por el casino, y eso supone un primer shock. Ok, tal vez soy algo paleto, pero en Las Vegas, insisto, iba de sorpresa en sorpresa. A ver, un casino es un casino, pero claro, cuando ves tantas veces los casinos de Las Vegas por la tele y te metes en uno real por vez primera, si no sientes sorpresa y emoción es que no tienes sangre. O no eres tan mitómano como yo. Por cierto, que en todo el hotel, el hilo musical está compuesto por hits rockeros clásicos, como Van Halen, pero también modernos, como Weezer. Moooola. El restaurante cuesta unos 12 $ y es el buffet libre más grande que nunca he visto. Lo tienen dividido por áreas temáticas (pescado y marisco, cocina italiana, japonesa, mexicana, de asia menor, americana, postres, …) y se ocupan de que tu vaso no se vacíe nunca. A mí estos sitios me pierden, y reconozco que me pongo como un auténtico cerdo.

En Las Vegas hay que pasar por el casino incluso para ir a comer…

Me hago con una revista para ver qué hay esa noche en la ciudad. De entrada, en mi hotel actúa una suerte de mago tipo David Copperfield acompañado por Pamela Anderson, que le hace de florero. Pam Anderson!!! Me parece que en mi vida dormiré tan cerca de Pamela Anderson como esa noche. Sin embargo, un cutre show de magia no me convence. De shows estándar hay muchos, en mi hotel también hay Stomp, el Cirque Du Soleil tiene 4 espectáculos en activo en Las Vegas (incluyendo el Love con música Beatle), la pesada de Celine Dion lleva todo un año, en fin, esas cosas. Respecto a conciertos, Perry Farrell, quien parece hacer la misma ruta que yo pero unos días más tarde, actúa pasado mañana. The Cult lo hacen la semana que viene. Y poquita cosa más. Me planteo 2 opciones, un impersonator de Elvis o un show que le dicen homenaje al Rat Pack. El primero me da miedo, y respecto al segundo, en fin, un show similar actúa en Barcelona en noviembre. De modo que al final paso. Por cierto, hay también un show de los que César Martin (AKA The Man) disfrutaría: una serie de imitadores enanos de varios artistas.

En el propio hotel hay un pequeño museo de memorabilia rock, y me doy una vuelta. No está mal, aunque más que los objetos expuestos, son mejores las fotos, grandes y enmarcadas que exponen, de Guns n’ Roses, Nirvana, Stones, Aero, Kiss, The Police, y también de Al Pacino caracterizado como Tony Montana, sin duda, un icono para todos los raperos.

Una recomendación que me hizo mi amigo Karioshi fue que visitara algún outlet americano. Como quiera que todavía no había anochecido y que había un outlet fuera de la ciudad, para no estar en la ciudad de día, era una buena ocasión para ir de compras. Así que tomamos un taxi. El taxista que nos recogió era una especie de armenio, kurdo, irakí o vete a saber qué. El caso es que no nos entendíamos mucho. Y me sorprendió que me abriera la puerta de copiloto para que me sentara allí. En caso es que le indico y el tipo comienza a tirar. Salimos de la ciudad por detrás del Strip (la calle principal de Las Vegas) y tras 10 minutos de coche en dirección al desierto, me comienzo a preocupar, los edificios se van acabando y yo no paro de recordar las secuencias de “Casino” en las que esos viajes a las afueras acaban siempre a tiros. Ahora suena a broma, pero en aquél momento me preocupé de verdad, me sentí totalmente indefenso, pensaba que el tipo en cualquier momento pisaría a fondo, me llevaría al desierto, me dejaría pelado y tal vez con un par de balas en la cabeza. Al final no fue así, obviamente, y me dejó en un enorme centro comercial que era ese outlet. Y Karioshi no se equivocó. Marcas como Levi’s, Calvin Klein, Vans, Timberland o Fossil están realmente tiradas de precio. Así que nos dedicamos a saquear las tiendas, haciendo tiempo para que se acabara de poner el sol y volver a la ciudad, esta vez sí, de noche y con la iluminación de los miles de neones.

Bueno, definitivamente, eso ya era Las Vegas. De modo que mi plan para esta noche se trata de zascandilear por el Strip, meterme en los casinos a husmear y acabar la noche tomándome una copa en el House Of Blues. Hay animación, aunque sin duda el glamour de Las vegas, si alguna vez existió, definitivamente ha desaparecido por completo. Mi ilusión hubiera sido disfrutar de esa noche con un traje, zapatos, camisa y corbata. Le recuerdo al lector despistado lo de mi mitomanía. Pero no lo hice, cosas de la necesidad de ir ligero de equipaje. Aún así, me arreglé en la medida de lo posible, no sin arrepentirme de no haberme llevado el traje. En cualquiera de los casos, insisto, hubiera dado el cante, la noche en esa ciudad tiene de todo menos elegancia, y no me extraña que Sinatra y el resto del Rat Pack rajaran a gusto de lo que acabó siendo Las Vegas hacia mediados o finales de los 70’s y en adelante. La escena final de “Casino” también lo define muy bien. De todas formas, lo divertido es mezclarse con la gente, ir de casino en casino, tomar una copa y fijarse bien en la fauna urbana que los pueblan. Así mismo, paseo por los casinos más emblemáticos, tomándome una foto en cada uno de ellos, como el Paris y su reproducción de la Torre Eiffel o el Caesar’s Palace, que te transporta inmediatamente a la época de Evander Hollyfield o Mike Tyson. Claro que mi primera parada es el Flamingos, hotel casino decano de la ciudad, fundado por el gánster que creó todo, Bugsy Siegel. Por supuesto, me tomo una foto ante el clásico rótulo. Allí tengo dos sorpresas agradables. La primera es que los margaritas están a 99c. No es que sea un coctel de calidad, pero a ese precio, tampoco se puede pedir mucho más. La segunda es que allí compro un fetiche que me hacía mucha ilusión, una reproducción de las clásicas gafas de Elvis. Ok, es una reproducción que se vende en plan souvenir barato, y como gafas, no son gran cosa. Pero amigo, son las gafas de Elvis, y no me deshago de ellas en lo que queda de noche, luciéndolas a ratos en mi periplo por Las Vegas.

Referente al juego, bueno, me apetecería jugar, pero hay un pequeño problema: no tengo ni idea de cómo se hace. Me acerco a alguna mesa, y no tardo en recibir miradas de cabreo de los que están jugándose los cuartos, los observadores no son recibidos. El hotel imparte clases de juego los miércoles por la mañana, me temo que es demasiado tarde para mí. Ruleta, Black Jack, dados, Baccarra… todos están, pero no tengo ni idea. Sólo me siento ante una máquina y pruebo suerte. Nada. Pruebo de nuevo. Nada otra vez. Esto me resulta un coñazo, así que se acabó el juego para mí.

Hey baby! Are you havin’ fun?

El Luxor y su iconografía egipcia, con pirámide y esfinge incluida, el MGM, el más grande de todos, el New York y su mini barrio de Brooklyn, el Excalibur y su castillo medieval que parece el de Playmobil en gigante. Por todos ellos paso, y el final de mi camino es el Mandalay Bay, que además de ser una de las casas de Sinatra en su época de Las Vegas (además del desaparecido Sands), es el hotel que aloja el House Of Blues. Cuando quiero entrar, pequeña decepción, hay un concierto cutre en marcha y no se puede entrar hasta que no se acabe. Al lado hay una entrada a una sala alternativa, donde parece haber una suerte de anti-karaoke. El portero me informa que también hay, en el ático, un House Of Blues Night Club. Para allí que me dirijo, pero al llegar algo no cuadra. La entrada es la típica de una discoteca para gente guapa. El portero me informa que la entrada son 30$ y hay un par de DJ’s, y no sé qué más. Tiene toda la pinta de ser un club techno o house. No tengo nada en contra del techno o del house, es más, he pasado noches muy divertidas en clubes así. Lo que ocurre es que esa no es mi idea de House Of Blues. Supongo que a Dan Akroyd (uno de los dueños de la cadena House Of Blues) ya no le importa que bajo su nombre se cree un club dance. De modo que acabo en la sala con karaoke, donde una banda interpreta la música, con un repertorio majo, eso sí. Finalmente acabo mi noche en Las Vegas de nuevo en el casino de mi hotel, el Planet Hollywood, con una conclusión: Las Vegas es un lugar muy divertido, flipante, pero no para pasar más de dos noches.

Canciones:

Héroes del Silencio: «Héroe de Leyenda»
Otis Redding: «I can’t turn you loose»
Elton John: «Saturday night’s allright for fighting»




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