Archivo de enero 2013

31
Ene
13

Moto-Taxi en París

La última vez que estuve en París era de paso, yo había estado en Lille y tenía que regresar a Barcelona, tenía un vuelo desde Orly a media tarde. Era un mes de marzo y un día lluvioso, para variar. Tomé un TGV a mediodía que me dejaba en la Gare Du Nord unos 90 minutos antes de la salida del dichoso vuelo. Se podía decir que iba muy justo.

¿Qué hacer? De Gare Du Nord al aeropuerto de París-Orly hay, según Google Maps, media hora. Pero claro, se trataba de una franja horaria complicada, con un pico de tráfico por la gente saliendo de los trabajos. Así que me recomendaron que pasara de un taxi convencional y cogiera un moto-taxi.

Como suena, un moto-taxi es ir de paquete en una motocicleta que, a modo de taxi, te llevan, aprovechando las características de la moto, sorteando coches, carriles y tapones de tráfico. Yo lo había visto en Asia, pero no en Europa.

La idea, a priori, no me resultaba muy atractiva, porque no había ido casi nunca (en alguna ocasión, siendo un chavalín) de paquete en una moto. Pero tampoco quería perder mi vuelo y llegar a las tantas, así que no parecía haber mucha mayor opción. Así que fui a una zona de la salida de la estación donde estaban las moto-taxis. Se trataba de una especie de maxi-Scooter potente. El conductor me indicó que me sentara, y le diera mi bolsa, que amarró a la moto. Me proporcionó un casco y unos guantes, y después de ocupar mi sitio, me dio una suerte de mantita que me tapaba las piernas y protegía del invierno parisino. De acuerdo, era agradable no pasar frío, pero qué queréis que os diga… ir de paquete en esa moto y con una matita es demasiado abuelismo para mí, y reconozco que me pareció un poquito humillante.

... pues sería un fulano de estos...

… pues sería un fulano de estos…

Me dejé hacer, sin embargo, al final no estaba para tonterías, y había que llegar. De modo que entre mi poco francés y el poco español que chapurreaba el tipo que conducía, un chico que no tenía que tener más que mi edad, nos entendimos. Y bueno, no se trata del viaje más cómodo y seguro que he hecho nunca. Se dedicó a callejear, evitando las grandes avenidas y las rondas y autovías, que sin duda estaban repletas. Sí, un bucólico paseo por el París de los barrios céntricos, pasando incluso por Louvre y por St. Germain. Pero hubo momentos que temí por mi integridad. No así el conductor, que parecía disfrutar de sortear los coches al límite.

Y al final, llegué a tiempo, sí. La broma me costó cara, casi el doble de lo que costaría un taxi común, pero cuando hago esta clase de viajes, en los que obviamente paga la empresa, suelo perder la concepción de lo que es caro o barato, y algo que jamás pagaría en un viaje personal, siendo por trabajo, lo abono sin pestañear. Es el gran engaño de los viajes laborales, es la vida irreal que conllevan. Así que al final, lo veo como una experiencia más. Por lo menos una que contar en el blog.

Canciones:

The Black Crowes: “Nebakanezer”

The Screaming Trees: “End Of The Universe”

The Isley Brothers: “Footsteps In The Dark”

 

27
Ene
13

Man Or Astroman?

El otro día alguien me recordó a los Man Or Astroman? … hacía mucho, mucho tiempo que no había escuchado nada de ellos, y se habían desvanecido de mi memoria. No me voy a erigir ahora en el fan número uno de la banda. De hecho, no tengo ningún disco suyo, nunca lo he tenido. Pero sí estuve una vez en uno de sus conciertos. Fue hace mucho, el mismo tiempo, casi, que no escucho su música. El mismo tiempo, casi, que nadie me los mencionaba.

Recapitulando, se trata de una banda americana de mediados o finales de los noventa, y ya me disculparéis, porque tiro de memoria, que practicaban un surf rock, pasado por el túrmix de la década, bebiendo a partes iguales del indie estadounidense o del punk, que de los popes del surf. En un alto porcentaje, y como corresponde al género, hablamos de música instrumental. Además, llevaban un rollo teatral-cachondo, a base de considerarse personajes extraterrestres, vistiendo monos de astronauta, y trufando sus canciones de referencias a la ciencia ficción de serie B más clásica. Lo dicho, eran unos cachondos.

De su música, no puedo decir mucho más, porque los descubrí leyendo Popular 1, y una vez tuve algunas canciones suyas grabadas, que apenas recuerdo y que perdí hace demasiado. Pero sí guardo en la memoria un concierto suyo, al que acudí. Por aquél entonces iba a muchos conciertos, tenía un amigo al que le gustaba también la misma música que a mí, y nos dedicábamos a ir a ver a bandas, aún sin saber mucho cómo sonaban, sólo para echar una ojeada, y tomarnos unas cervezas. A veces nos tragábamos rollos infumables, aviso. Un día debería hablar de conciertos sarnosos a los que he acudido.

En otras ocasiones, acertábamos. Y la noche de Man Or Astroman? acertamos. Fue un bolo, en la mítica sala Màgic, de la que ya hablé en alguna ocasión por aquí (y tamnbién aquí). Ambos teníamos exámenes esa semana, y seguramente no serían los días más adecuados para irse de concierto, por lo que, cosas de la memoria, recuerdo perfectamente cierta sensación de culpabilidad por irme de concierto en lugar de quedarme estudiando. En definitiva, allí estábamos, al pie del minúsculo escenario de la Màgic, con esos chalados en sus monos naranja, desgranando su surf-indie-punk como si les fuera la vida en ello. Incluso con el truco escénico de encender fuego en un casco de “astronauta” que uno de ellos se puso, chorrada de lo más celebrada por una sala con ganas de pasarlo bien.

Y al final, aunque no me acordara de su música, sí me acuerdo de que fue una noche inesperadamente divertida. Y por cosas así es por las que yo puedo guardar cariño a un grupo. Pero cuidado, también por experiencias negativas que puedo asociar a un disco, me pueden quitar las ganas de escucharlo para siempre. Pero de eso se trata, ¿no?.

Hoy he estado recuperando uno de sus discos vía Spotify, aplicación que no uso casi nunca, pero fíjate, hoy me ha dado por ejecutarlo de nuevo. Y sin ser la salvación del rock, ni falta que hace, no están nada mal. Por si fuera poco, se curran una versión del “Manta Ray” de los Pixies que, para mi gusto, supera al original, tan solo subiendo el tempo. Con ella os dejo:

Canciones:

Man Or Astroman?: “Manta Ray”

Ozzy Osbourne: “Mr. Crowley”

Patty Smith: “Summer Canibals”

26
Ene
13

El Universo Mad Men (featuring Norma Jean Magazine)

A continuación, otro articulillo que me publicaron en Norma Jean Magazine hace unos días. Como nota al margen, dejadme decir que cuando lo escribí, hace unas semanas, todavía no se sabían detalles de que la 6ª temporada de Mad Men está ya en el horno (bien!!). Ahí os lo dejo:

El otro día terminé de ver la 5ª temporada de Mad Men, y la sensación fue de vacío. Al menos un poco. Porque la 6ª temporada no sólo no se ha rodado todavía, sino que ni siquiera está negociada. Con lo que la cosa puede ir para largo, lo que, con un final tan abierto como han dejado, es una faena. Y aunque este artículo no va de eso, no puedo dejar de expresar mi desconcierto ante los palos que ha recibido esta quinta entrega. Personalmente, no he visto un bajón significativo de la calidad, y quizás lo único a reprochar es la pérdida del factor sorpresa, cosa razonable si se considera que cinco temporadas resulta una cifra respetable.

A menudo, cuando menciono mi fanatismo por Mad Men ante profanos, topo con el mismo problema. La pregunta. Es un clásico: “¿de qué va esa serie?”… de qué va… veamos, va de unos ejecutivos de una empresa de publicidad en la Nueva York de primeros de los 60s… Ok, dicho así, no parece, a priori, algo extremadamente atractivo. Lo puedo ver en las caras de mis interlocutores, quienes, automáticamente, seguro que teclean “Prison Break” o “Homeland” en Series Yonkis.

LEER MÁS

 

Canciones:

Portishead: «All Mine»

Rod Stewart: «In A Broken Dream»

Dinosaur Jr. : «Freak Scene»

 

23
Ene
13

libro del mes (enero): “Eres el Mejor, Cienfuegos”, Kiko Amat

Se lo debía. Después de haber disfrutado de sus 4 novelas y de su libro de memorias/vivencias/anécdotas musicales, y después de haberle sableado alguna que otra idea de su página web, como esta misma sección del “Libro Del Mes” (que tampoco es que sea el paradigma de la originalidad), obviamente, Kiko Amat tenía que aparecer en estas líneas.

Su última novela, “Eres el mejor, Cienfuegos” se publicó a finales de 2012, de modo que para variar, un poco de actualidad literaria. Y tras haber seguido la carrera novelística de Kiko Amat, leyendo este libro he tenido la sensación de que se nos ha hecho mayor. No es que suponga un problema, porque, sabéis qué? Yo también. Pero sssshhhh, no se lo digáis a nadie. El caso es que se trata de la primera novela que Amat no centra en un personaje juvenil, adolescente o pre-adolescente. En este caso, el protagonista, Cienfuegos, es un tipo que bordea peligrosamente la cuarentena, y las visicitudes que vive son las propias de su edad y de las circunstancias que ese ente tan triste y gris que llamamos “realidad” nos proporciona.

A su vez, se trata de la novela más claramente politizada del autor, que se posiciona fervientemente a favor del movimiento 15M. Y por si fuera poco, ese poso de amargura que sus anteriores libros podían, más o menos, reflejar, aunque sin perder nunca el sentido del humor tan característico de Amat, en “… Cienfuegos” se torna agridulce, o incluso, con un cierto vitalismo y casi, oh, cielos, optimismo.

Reconoceré que el final no me ha acabado de convencer. A pesar de ello, he disfrutado de ese retrato con naturalidad y sin aspavientos de lo crítico que es dejar de tener ventitantos, cambiar de prefijo, comenzar a cargar la mochila de neuras propias y también ajenas, que ese ente que llamamos “sociedad” y que siempre nos sirve de chivo expiatorio nos proporciona, y al final estás bordeando esa terrible cifra de los 40 y eso que tanto acojona y que llaman madurez. Por lo menos a mí, que todavía me queda más de un lustro para ello, me acojona.

La carrera novelística de Kiko Amat la recomiendo fervientemente, y aprovecharé estas líneas para hacer un Top4:

1.- Rompepistas

2.- Cosas que hacen BUM

3.- Eres el mejor, Cienfuegos

4.- El día que me vaya, no se lo diré a nadie

En todas ellas se hacen referencias al pop y también a lo que se llamaría cultura pop, de cine y novela contemporánea. En “… Cienfuegos” están ciertamente bien insertadas, como guiño a la afición pero lo suficientemente sutil y tangencial como para no echar atrás a los no iniciados.

En definitiva, una buena novela, libro entretenidísimo pero ojo, con más fondo del que pudiera parecer en un principio. Si no habéis leído nada de Kiko Amat antes, lanzáos a por los #1 y #2 de la lista, pero si ya lo habéis hecho, no dejéis escapar este “Eres el mejor, Cienfuegos”. El cabrón de Kiko Amat lo ha vuelto a conseguir.

Canciones:

Portishead: «Cowboys»

The Jam: «Away from the numbers»

The Cure: «In Between Days»

20
Ene
13

Cosmética masculina (featuring Norma Jean Magazine)

A continuación, un texto que me publicaron en Norma Jean Magazine hace unos días:

No hace mucho se hacía en esta página una defensa del maquillaje. El artículo generó expectación, y en uno de los comentarios se hacía mención al tema de la cosmética masculina. Sí, amigas y amigos, la cosmética masculina sigue siendo algo poco utilizado y a veces, mal visto, tanto que no es de extrañar que, aún hoy en día, todavía aparezca el temido calificativo: ¡maricón!

Antes de empezar, dejemos claro que una cosa es estar en un escenario, o ante una cámara, y otra diferente es hacer lo que llamaríamos “vida normal”, que dicho así, suena de un gris y de un triste que echa para atrás. Sea como fuere, parece bastante obvio que el look de Brett Michaels en los 80s no se contempla en este texto. Por bien que luciera en la carpeta del LP de debut de Poison. Para mí, que pasé la adolescencia en esos benditos 90s en los que se renegaba de la artificiosidad de la década anterior, ya sabéis, maquillajes extremos, peinados construidos a base de laca, y toda esa parafernalia, los tratamientos estéticos masculinos eran, sencillamente, impensables. ¡Éramos grunges, por dios! El chico grunge no se afeitaba, se peinaba más bien poco y no se cortaba mucho el pelo. Y las chicas, nos gustaban naturales, sin maquillar. Por supuesto, vivíamos engañados, ellas SÍ se maquillaban, sólo que de un modo discreto (que no significa mejor), como bien pudimos leer en el anterior artículo sobre maquillaje.

LEER MÁS

17
Ene
13

michael jackson y las leyendas ochenteras (y 2)

Segunda y última parte esta serie de entradas dedicadas a aquellas leyendas urbanas ochenteras que iban de boca en boca por el patio de mi colegio, entre mis primos y primas y por los descampados donde nos reuníamos la chavalería en los años 80s, que tenían a Michael Jackson como protagonista.

Habíamos dejado a Jacko con una extravagante tendencia de airear falsos rumores que le pintaban como un tipo rarito. Seguro que pronto se arrepentiría de ello. En cualquier caso, para Michael suponía, además de publicidad gratuita, una pequeña venganza hacía la prensa, que solía inventar historias sobre él. Ahora resultaba que era Michael quien les colaba una falsa historia. Sí, definitivamente suena a una idea muy ingenua.

Y es que la siguiente leyenda ochentera sobre Jackson, que no salió promovida por su entorno, le hizo mucho daño. Hablamos del supuesto proceso de blanqueamiento de la piel que Michael habría estado llevando a cabo. Recuerdo muy claramente cuando esto salió a la luz, si bien no era algo que surgiera de la noche a la mañana (no hay más que ir viendo fotos entre 1982 y 1988), sí puedo acordarme de familiares míos leyendo esa noticia en La Vanguardia, y escandalizarse.

A grandes rasgos, la cosa se había vendido como que Michael Jackson se estaba blanqueando la piel. Entonces se hacían elucubraciones ridículas, como que quería dejar de parecer negro. Como que se avergonzaba de ser negro. Y trufaban el artículo con declaraciones de músicos negros criticándole por ello.

La explicación oficial por parte del entorno de Jackson era que sufría de vitíligo, además de lupus discoide, que es una enfermedad autoinmune. Ambas producen despigmentación en varias zonas de la piel, generalmente, en extremidades, manos y nalgas. A partir de ahí, la amalgama de teorías médicas, y de tratamientos comienza a marear. Al parecer, entre otras, le diagnosticaron una serie de cremas que además, aclaran la piel.

No es menos cierto, sin embargo, que desde principios de los 80s, tanto Michael como Janet Jackson utilizaron una crema llamada Benoquin, que aún hoy se puede encontrar, y que aclara la piel. Algunos médicos sostienen que el vitíligo pudo haberse desarrollado por el abuso de esas cremas blanqueadoras de piel (no el lupus, que es autoinmune).

Si a ello le sumamos esos cambios en el pelo, y sobretodo su nariz y labios, que había esculpido a golpe de bisturí para alejarla de su nariz y labios originales, desde luego los rasgos característicos de su raza quedaban muy atrás. Por si fuera poco, Michael iba siempre extremadamente maquillado.

De modo que no, no es que quisiera dejar de ser negro. O de parecer un negro. Seguramente fue un tratamiento estético que se le fue de las manos, pero no renegó de su raza, aunque puedo entender ciertos argumentos que surgieron entre la comunidad negra, como lo son el hecho de que, por ejemplo, nunca dejó que hombres negros llevaran su carrera, sino que sus abogados y mánagers solían ser siempre blancos.

Sea como fuere, para el caso que nos ocupa, entre la chavalería de mi barrio, Michael Jackson pasó a ser un negro que quería ser blanco. Vamos, lo que los negros llamarían “un Oreo”, pero al revés.

Así que teníamos a un negro blanquecino que dormía en cámaras de oxígeno para alargar su vida… no me negaréis que para un niño de 8 años este tío era una mina…

Imagen del accidente de Jakcson...

Imagen del accidente de Jakcson…

Pero si algo molaba cuando era un crío, eso era el tema de la supuesta persecución de fantasmas y espíritus que habría padecido Michael. Ah, el espiritismo y el ocultismo en general, que daban cague pero a su vez, generaban historias con un magnetismo más irresistible que un bollycao.

Por todos es conocido que, en 1984, Michael sufrió un accidente mientras rodaba, con sus hermanos, un anuncio para Pepsi. Una bomba de magnesio de las utilizadas para la pirotecnia que se usaba en el rodaje, simulando los efectos de un concierto, explotó y algunas llamas alcanzaron al divo en el pelo, que acabó sufriendo quemaduras del cuero cabelludo. Lo normal sería pensar en las prisas del rodaje, en un fallo en la coordinación de los elementos, o incluso en la mala suerte. Pero obviamente eso no era suficiente para la chavalería, que conocíamos LA verdad.

Y la verdad no era otra que una venganza de los espíritus (dicho así, como un colectivo, como quien cita a las Nuevas Generaciones) porque durante el rodaje del mítico videoclip de Thriller (1983) se habría mofado de fantasmas, muertos y hectoplasmas variados. Los más osados incluso aseveraban que Jackson había recurrido al espiritismo (cómo no, la práctica ocultista más cool para un niño de los 80s) durante el rodaje. Y nos lo creíamos. Y nos quedábamos tan anchos, oiga. Igual serían los mismos que se cargaron a la niña Carol Ann de Poltergeist… en definitiva, un gremio, este de los espíritus, con mucha mala leche, la verdad.

Para acabarlo de rematar, y de paso enlazarlo con otra corriente que por su popularidad en esa década en la Celtiberia y por su carácter hermético, nos llamaba la atención a los niños, había quien metía a los testigos de Jehová en el pack. Así, en uno de esos contubernios conspiradores que tanto agradaban antaño, espiritismo y testigos de Jehová era como mezclar Bayley’s y Coca-Cola, y tenía esas consecuencias.
En fin, lo único real en todo esto es que, efectivamente, Michael Jackson tuvo su polémica con los testigos de Jehová debido, entre otras, al dichoso videoclip. Resulta que Katherine, la adorada madre de Michael, era una testigo de Jehová fanática, y su retoño, más por agradar a mami que por convicción, se había apuntado a la fiesta. Sin embargo, a los jefazos de esa organización no les gustó nada lo que consideraban como una apología del ocultismo, y amenazaron con su expulsión de la congregación. Y aunque esas amenazas no les gustaron nada a un Jackson que ya se veía en cierto modo todopoderoso, acabo transigiendo y añadiendo una nota en el metraje del clip en el que decía que el vídeo “no manifiesta creencia alguna en lo oculto”. Lo cual era una sandez. Y al final, testigos de Jehová y Jacko acabaron mal. Claro.

Y con esto acaba el trío de las leyendas ochenteras más molonas de las protagonizadas por Michael Jackson. Había muchas más, por supuesto, podría dedicar un par de entradas más, pero lo dejaremos aquí. Y sin embargo, me lo he pasado francamente bien rememorándolas.

Canciones:

Bob Dylan: «Po’ Boy»

MSP: «(It’s not war) Just the end of love»

Chet Baker: «How high the moon»

14
Ene
13

Michael Jackson y las leyendas ochenteras (1)

Para los que fuimos niños en la década de los ochenta, nos resulta inevitable olvidar a Michael Jackson, porque independientemente de sus aptitudes musicales, la realidad es que fue la gran superestrella de la década, con una popularidad que hacía difícil el mantenerse desconectado de aquello que hacía o dejaba de hacer. O por lo menos de lo que nos llegaba a nosotros. Porque amigos, aquello eran los ochenta, y en España. Y nosotros unos criajos. Esta ecuación daba como resultado un estado de desinformación con su consiguiente generación de mitos y leyendas que veo hoy en día con una mezcla de ternura y vergüenza.

En esa época había sólo tres canales de televisión, los dos generalistas españoles, más la TV3. Tampoco había, por supuesto, Internet. Como he dicho, éramos unos niños, y no leíamos, claro, la prensa. La información que no se daba en la tele, la captábamos como podíamos de conversaciones entre adultos (el clásico “mi padre dijo…” o “mi hermana me ha contado que…”) o de furtivos visionados de revistas, por casa, en el dentista o en la peluquería. Las revistas tenían fotos y eran más sencillas de leer por un chavalín, que los periódicos, ya sabéis. Si la anécdota en cuestión era amable, iba al ¡Hola! o al Lecturas de mi abuela, o incluso a la Súper Pop de mi hermana. Si había situaciones escabrosas o podía contener algún carácter delictivo, la podías leer en Interviu, Época o Cambio 16. Si se trataba de verdadera carroña con poca credibilidad, se podía leer en el Pronto. Esas eran, claro, las informaciones más divertidas.

Uno adquiría esos datos y automáticamente tenía el deber moral de compartirlo o comentarlo con los compañeros de clase. Tal vez alguien más podía aportar algún otro apunte. Por entonces, la cosa iba generalmente de comportamientos extraños, de muertes o de supuestas historias de miedo. Recordemos que en esa época el sexo seguía siendo tabú, por lo menos para niños de ocho años, quienes si pillábamos en la tele un pase de una película española, entrábamos en shock. Por supuesto, temas como la homosexualidad eran inexistentes en la vida “normal”, ya no hablemos de ningún tipo de parafilias. De modo que no, no comentábamos si no sé quién resultaba ser marica o a no sé quién otro le habían pillado vestido con la ropa interior de su pareja. Y sin embargo, leyendas urbanas como la de la muerte de la cría que interpretaba el papel de Carol Ann en “Polstergeist”, por supuesto, porque se había practicado espiritismo para su rodaje y unos fantasmas cabrones se habían puteado, causando tan cruel venganza, estaban a la orden del día.

Una de las fuentes de comentarios y chascarrillos de mi niñez ochentera era, sin duda, Michael Jackson. Está claro que en esa época, Jackson era una estrella pop que todo el mundo conocía. Y cuando digo todo el mundo, me refiero a todo el mundo. Pero además, en esa época se dedicó a cultivar una fama de freak, cuando ninguno de la chavalada podía imaginar, siquiera, qué quería decir eso de “freak”. Permítanme subrayar el hecho de que desde el propio equipo de Jackson, cultivaban esa imagen de tipo rarito y extravagante. Está claro que Michael Jackson era raro y extravagante, y eso resultó sólo el principio de la espiral en la que se estaba metiendo y de la que ya no saldría, ni siquiera post-mortem. Y sin embargo, durante los 80’s, Jackson y su camarilla practicaban el viejo proverbio de “que hablen de mí, aunque sea mal”.

Bien, para la chavalería de mi entorno, habían tres temáticas acerca de Michael Jackson que daban para una larga tertulia:

1.- La Cámara Hiperbárica en la que dormía. Por supuesto, para nosotros el término “cámara hiperbárica” era demasiado científico. Sería algo así como “una cama especial, como frigorífica, en la que duerme para no envejecer”.

2.- Su proceso de blanqueamiento de la piel.

3.- Los espíritus, que le perseguían y puteaban, enfadados como estaban por su videoclip de “Thriller”. Sí, los espíritus y su mala leche eran un tema común entre los críos, como podéis observar.

¿Importaban acaso “Beat It” o “Man In The Mirror”? ¿Los millones de copias despachadas de “Thriller”? ¿La genialidad del moonwalk? ¡No! Importaban esas tres historias escabrosas, y el hecho de que se llevaba la mano a la entrepierna cada dos pases de baile, cosa, obviamente, de lo más escandalosa. Con el tiempo, he podido conseguir echar un poco de luz a esos tres asuntos que nos tenían en vilo. Así que vayamos a ello.

Aquí Jacko, echando una siestecita...

Aquí Jacko, echando una siestecita…

La historia de la cámara hiperbárica es de lo más ridícula, y una clara muestra de la locura en la que se movía Michael Jackson y su entorno a mediados de los ochenta. Parece ser que el origen de todo está en 1984, cuando Jackson se recuperaba de su accidente tras el spot de Pepsi, en el Brotman Memorial Hospital. Allí había una cámara hiperbárica que se usaba para ayudar a la curación de víctimas de quemaduras muy graves (mucho más que las que Jackson sufrió). Uno de los médicos de ese centro, el Dr. Hoefflin, su cirujano plástico, tenía la particular teoría de que dormir en esa cámara podía prolongar la vida, teoría con una base endeble, pero que fascinó, como no podía ser de otro modo, a Michael, quien en seguida quiso comprar ese artefacto. Su representante de esa época, Frank Dileo, le persuadió de gastarse el dinero en aquel trasto, aunque desde luego, podía pagarla. Y Michael, por capricho, quiso, al menos, fotografiarse dentro.

La fotografía en cuestión, y la historia, fue filtrada al National Enquirer, y desde el propio entorno de Jackson (y el propio Michael), decidieron darle cancha a esa historia, afirmando que realmente sí había comprado la dichosa cámara hiperbárica, de ahora en adelante, una cámara especial para dormir que le alargaría la vida hasta los 150 años. Consideraron que era una promoción gratis para su gira. Era entonces 1986 y el Bad Tour comenzaba.

Por supuesto, ésa fue la historia que me llegó de crío. Por alguna razón, Michael Jackson creía que una historia que le pintaba irremediablemente como un freak, le iba bien, publicitariamente hablando. Probablemente no calculó la proyección que todo aquello iba a tener, y las consecuencias que a la larga le repararía el ser “el rarito del pop”. Las superestrellas de la música han hecho muchas excentricidades, comenzando por Elvis, por ejemplo. La diferencia es que no las filtraban a la prensa, como Michael. Aquello fue un error táctico se mire por donde se mire.

CONTINUARÁ

Canciones:

Nick Cave & The Bad Seeds: «Running Scared»
R.E.M. : «Tongue»
REdd Kross: «Uglier»

10
Ene
13

DISCOS QUE OLVIDÉ QUE TENÍA Hoy: “New Earth Mud”, Chris Robinson (2002)

Cuando uno comienza a acumular discos, al cabo de unos años nota el peso de un cierto complejo de Diógenes. No me entiendan mal, no haré la aberración de apartar mis discos para pasarme a consumir mp3, sin embargo, puedo comprender los problemas de espacio. Los discos son objetos físicos que nos acompañan, a veces, durante una temporada, y luego, por diferentes razones, quedan arrinconados, hasta que, sin nadie realmente pretenderlo, vuelven a salir a la luz. En esta nueva sección repasaré discos que tenía cogiendo polvo en una estantería, pero que si en alguna ocasión compré, fue por algo. Vete a saber el qué. Discos que hacía mucho que no escuchaba, tanto, que los había olvidado. Con todo el riesgo que ello conlleva, amigos, porque sabemos que la música va asociada a vivencias y recuerdos, y a veces, el subconsciente es sabio, y si nos lleva a enterrar algunos discos, por algo será. De modo que un respeto, que el artista se juega la vida.

Como soy un tipo poco original, pero de buen fondo, diré que esta idea de los discos arrinconados que saco a rescate no es mía, sino que se la estoy copiando a Kiko Amat, de su blog. Como quiera que no creo que lea estas líneas y con la autoridad moral de haber comprado y leído todas sus novelas (que recomiendo), me permito tomarme esta libertad.

Este año que se ha hablado tanto de los discos en solitario de Chris Robinson, con su nueva banda, Chris Robinson Brotherhood, me permito recordarles que el cuervo (lo siento, para mí será SIEMPRE el cantante de los Black Crowes) ya publicó un LP él solito, hace una década. Y allí estaba vuestro buen amigo Kar, dispuesto a rendir pleitesía, y a gastarse los cuartos en este trabajo en cuestión. No en vano, era 2002, los Black Crowes habían publicado esa maravilla que fue “Lions”, para mi gusto, el último gran disco de los de Atlanta, el año anterior… ¿cómo no iba a comprar ese trabajo en solitario del vocalista?

Portada del disco

Portada del disco

Y por lo que veo, invertí mis buenos cuartos, copia en CD, estuche de cartón, en una edición cuidada que incluye un DVD con algunas tomas en directo. Aunque reconoceré una cosa: nunca he visto ese DVD…. Por dos razones, primero, que no suelo hacer mucho caso de estos extras, y sobretodo, que en su momento, el disco me decepcionó un poco. Como dije, lo compré a los pocos meses de su lanzamiento, por lo que me gastaría unos dinerillos, nada de series medias u ofertas. Si la memoria no me falla, lo compré en Discos Revolver, la verde, de la calle Tallers de Barcelona. Al día siguiente tenía un viaje de trabajo que me apetecía más bien poco, y me decidí a darme ese capricho.

Qué llevaría este DVD?

Qué llevaría este DVD?

Cuando leí lo que se decía de este trabajo de Robinson en Popular 1, revista que por aquél entonces seguía siendo un referente claro para mí, lo cierto es que me asustó un poco. Luego escuché el disco, y  lo entendí: poquito Rock tiene este “New Earth Mud”. Y mucho menos, aires de Black Crowes. Ni psicodelia, ni rock sureño, ni The Faces…

Sin embargo, considero que el tiempo se ha comportado con él… lo escucho ahora y me está gustando más que entonces, a pesar de que tampoco lanzaría cohetes. Corría, recordemos, el año 2002, y Chris Robinson era entonces un tipo enamorado de su joven y flamante mujer, la guapita de cara Kate Hudson, y este disco rezuma amor (titula una canción “Katie Dear”, ojo) y un cierto espíritu, digamos, adulto. Lejos del rollo festivo de “By Your Side” o de la psicodelia de “Lions”, quizás sí que recupera un poquito de soul. Pero poco, mucha guitarra acústica, teclados, medios tiempos… un cierto sonido de rock suavecito de FM tipo M80. Los primeros nombres que me vienen a la cabeza son un Billy Joel sin tanto pianazo, o de un Stevie Wonder de finales de los 70s o primeros de los 80s. O incluso de un Joe Cocker ochentero. Para que se vayan haciendo una idea. Normal que entonces me causara decepción, y acabara cogiendo polvo en la estantería.

El artwork es bonito, eso sí...

El artwork es bonito, eso sí…

No  lo destacaría especialmente, ni recomendaría fervientemente su escucha, especialmente si uno es fan de los cuervos. Entiendo que en su momento tenía que comprarlo. Y sin embargo, ahora veo algunas melodías bonitas, algunos arreglos majos, algunas canciones que valen la pena. Especialmente aquellas en las que se acerca al soul y otras negritudes, en su vertiente más elegante. Un no está mal en toda regla.

Canciones:

Chris Robinson: «Untangle My Mind»

Chris Robinson: «Better Than The Sun»

Chris Robinson: «Silver Car»

07
Ene
13

Salvage

Cinco hombres jóvenes pasean la noche de un martes por Downtown Los Angeles. Son extranjeros. Sólo buscan un lugar donde tomarse la última copa. Las calles de downtown cambian mucho de día y de noche. Lo que por el día es una actividad incesante de personas que caminan, nunca más de tres manzana (esto es Los Angeles) entran y salen de los altísimos edificios, se meten en los restaurantes y se miran con desdén, por la noche es una maraña de bloques acristalados y calles perpendiculares. Circulan muy pocos coches, y la mayoría de las personas que pululan por las maltratadas aceras son vagabundos y paseantes nocturnos freaks.

No importa, hay que tomarse la última. Cerca del hotel, no vayamos a liarnos. Aunque poco hay para liarse, esto es Los Angeles y nada permanece abierto más allá de las dos y media. O casi nada. Bajando por la Séptima, cruzando Flowers y poco antes de la esquina con Hope, damos con el bar adecuado: Salvage … le perdonaremos la grafía, está claro que por aquí nunca pasó Juan Ramón Jiménez ni su puto burro Platero. Pero que me aspen si no son lo que estos tipos andan buscando.

El bar es francamente oscuro, y nada más entrar, a mano izquierda, está la barra. La camarera es bonita, su compañero es, para variar en esta ciudad, hispano. Piden combinados, ron y ginebra. Vaso ancho y esa desastrosa costumbre que tienen en el país de cubrirlo todo con pedacitos pequeños de hielo que más que enfriar la bebida, la suavizan. Dejan la pertinente propina, ya están educados al respecto, y apoyan los codos en la barra. El espectáculo está a punto de comenzar.

En el centro del bar, una pasarela. No es un escenario, sino que parece una pequeña pasarela de donde pudieran salir modelos a mostrar las últimas creaciones. Difícilmente podrían caminar más de cinco pasos, no obstante. Al otro lado de la pasarela hay más gente, y al fondo, una zona con sofás. Los cinco individuos prefieren quedarse en la barra, que está más cerca de la puerta. Nunca se sabe. Por el espacio pulula un tipo enorme, en sí. Casi dos metros, gordo como la madre que lo parió, embutido en una camisa roja. Lleva el pelo largo, recogido en una trenza, y se mueve con la autosuficiencia de un reyezuelo de Taifas, chocando sus manos anilladas con alguno de los parroquianos. No hay que prejuzgar, se dicen los recién llegados, pero no parece trigo limpio.

Qué más da. La euforia del alcohol y la camaradería inhiben de cualquier idea preconcebida. No son amigos. Ni siquiera se conocen mucho. Simplemente las circunstancias los juntaron en tierra extraña y esa noche ha creado lazos irrompibles, aunque de corta vida.

un lunes por la noche el aspecto es mucho más decadente

un martes por la noche el aspecto es mucho más decadente

El espectáculo parece que va a comenzar. En una esquina, junto a un lamentable equipo de audio, se sienta un chaval con una guitarra española. Tiene un jocoso parecido con Ozzy Ousborne de joven, gafas oscuras redondas incluídas, también podría pasar por un hippie trasnochado. Cruza la pierna, se ajusta la guitarra, y comienza a tocar algo que quiere ser “Entre Dos Aguas” de Paco de Lucía, a lo que se le suma una base rítmica pregrabada.

En ese momento sale una bailarina. Va vestida como si se tratara de danza del vientre, es muy joven y bastante guapa, y comienza una serie de movimientos entre orientales y flamencos. Un desastre. Realiza su performance durante unos minutos, luego se baja. Le toma el relevo otra bailarina, ni tan joven ni tan guapa. Tetas operadas enormes, cara retocada también, lleva un uniforme de faena parecido al de su compañera. La cuadrilla de extranjeros de la barra comienza a dudar de si en 2005 esa bailarina no se llamaría Peter. Poco le importa la dudosa sexualidad de la plantilla a los individuos que están al otro lado de la pasarela-escenario. Destacan, entre ellos, un tipo que lleva un traje claro, con hombreras, digno de “Corrupción En Miami”, que se parece mucho a John Malkovich, solo que más joven, y habiendo consumido (mucha) más cocaína. Completa su look con el pelo recogido en una cola y un ridículo sombrerito de ala estrecha. John se lo está pasando estupendamente, da palmas como si le fuera la vida en ello, y de paso, molesta a un grupo que a su lado, se toma una copa, ajenos al espectáculo. Si se presentaran como un grupo de mafiosos rusos de poca monta, nadie se sorprendería.

Los tipos de la barra pasan de la sorpresa a la hilaridad, al no tener esos aires aflamencados como algo exótico. Esta es la imagen de su país, piensan, en pleno siglo XXI. Mientras se divierten tanto mirando a la tercera bailarina (más de lo mismo) como a mini-John Malkovich, apuran sus bebidas. El despropósito continúa con un cuarto bailarín, en este caso sí, hombre, reconocido y reconocible. El tipo se arranca con unos pasos a medio camino entre el claqué y la danza céltica. El tema musical sigue y sigue, en un bucle, y las mismas bailarinas vuelven a salir otra vez. La cosa no se sostiene por ningún sitio, el alcohol ya no la hace tan divertida. El cansancio hace mella y mañana (qué temprano arrancan estos yanquis) habrá otra jornada laboral. De modo que llega el momento de irse.

El paseo hacia el hotel es corto, pero en realidad, no hay mucho que decirse. Nadie quiere hablar de trabajo. Nadie sabe de qué otra cosa hablar, ahora mismo. Quizás, más que Salvage, el local se podría haber llamado Bizarre. Encajaría mejor.

PD: reconoced que al principio os habéis escandalizado pensando que era una falta de ortografía de esas de suspenso inmediato!

Canciones:

Curtis Mayfield: “Pusherman”

The Monarchs: “Yer Movin On”

Two Gallants: “Song Of Songs”

04
Ene
13

Minoxidil times

Hace unos días os hablaba ya de Norma Jean Magazine, ¿verdad?. Bueno, éste es el primer texto que me publicaron. En aquél momento mi blog no tenía todavía esta, su nueva casa, y funcionaba con el antiguo sitio de Blogspot. Ahora que todo está en su sitio, podéis, para quien no lo haya hecho todavía desde el propio Norma Jean Magazine, ese artículo:

«Cuando comencé a leer NJ Magazine, al saber que las cabezas pensantes del proyecto estaban interesadas en recibir colaboraciones, me animé. ¿Por qué no? Luego leí un tuit en el que se rezaba algo así como “las colaboradoras de NJ Magazine lucen pelazo”. Ojo. Esa frase, aparentemente inocua, activó mis alarmas como un resorte. Pelazo. Amigas mías, soy un hombre de treinta y dos años, y expresiones como esta pueden causar temor. Porque queridas, sí, tengo pelazo. ESO QUE CONSTE. Pero, ¿por cuánto tiempo? ¿Cuánto más me perdonará la madre naturaleza, que en estas cuestiones es más bien la malvada madrastra de Cenicienta?

El mayor temor estético que un hombre puede sufrir es la calvicie. Supongo que en cierto sentido, los hombres, como colectivo, podemos sentirnos más afortunados que las mujeres, también como colectivo. Las presiones estéticas son menos. Y sin embargo, joder, qué putada es quedarse calvo.»

LEER MÁS




enero 2013
L M X J V S D
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
28293031  

Sígueme en Twitter

Categorías