19
Oct
12

Gafas…

Leía con estupor no hace mucho una chorrada en forma de noticia, en la que se hablaba de que los mánagers de ciertos jugadores de la NBA recomendaban a sus representados que lucieran gafas, aunque fueran no graduadas, fuera de las canchas. Preferentemente de pasta negra. Esto último no lo venía en la noticia, me lo saco de la manga. Como fuere, la finalidad de tal consejo estético estaba en proyectar una imagen de inteligencia y erudición, lo cuál, en unos tipos enormes que pesan más de cien kilos, lo que en la edad media se hubiera llamado sin ningún género de dudas “gigante”, parece ser necesario. Cosas de los cuentos infantiles y de la Disney como gran perversora de mentes y perpetuadora de estereotipos y mentalidades. Un gigantón era un ser burdo, tontuelo, con mala leche pero sin la capacidad mental como para ser malvado. Un enano podía ser listo y taimado, pero ¿un gigante? No, ellos eran bobos. ¿Y qué hay mejor que unas buenas gafas para poder paliar esa imagen de tonto? Todo el mundo sabe que los tipos que llevan gafas son listos. Pueden ser torpes, bobalicones, obsesivo-compulsivos, desequilibrados emocionales… pero amigo, llevan gafas… seguro que son capaces de resolver integrales diferenciales mientras plantan un pino en el lavabo.

A que parece un tío listo?

Así que allí está Kevin Durant con sus gafas, así como LeBron James o Dwayne Wade. Nada nuevo, no obstante. Eso ya lo puso en práctica, por ejemplo, Sylvester Stallone, cuando en plena fiebre de las películas de hipermusculado violento, se planteó ponerse en plan exquisito, en plan dandy sensible, inteligente y refinado para interpretar al policía Ray Tango, en “Tango Y Cash” (1989). Un traje de corte clásico, un peinado con raya impecable y unas delicadas gafas de montura metálica para tratar de parecer que leía algo más que las etiquetas del champú. 23 años más adelante y no hemos evolucionado mucho.

Por no hablar de los modernos… aaaah, los modernos, qué raza tan despreciable. No os creáis, en el fondo, todos llevamos un moderno dentro, lo que pasa es que lo domamos para que no haga lo que desea. Pero los modernos, los de verdad, los liberados… ¿no os darían ganas de ahostiarlos con la mano abierta? A mí sí. Particularmente a esos que les da por lucir gafas, habitualmente de pasta negra estilo Ray Ban Wayfarer con cristales sin graduación. Dicho de otro modo, llevar gafas que no necesitan. Sólo porque sí. Porque mola. Pues como ex-miope y ex-portador forzado de gafas, esa clase de gente me repugna.

Hola, soy Stallone. A veces leo cosas…

Porque amigos, necesitar gafas es una putada. Por supuesto, ya que las necesitamos, hagamos de ello algo con estilo, un trazo característico, minimicemos la cuestión. Todo eso está muy bien, pero a todos nos hubiera gustado nacer con una vista de lince.

El tema de las gafas es particularmente molesto para un niño. Y me perdonen mis lectoras, muy probablemente se deba a la ignorancia, o tal vez sean los estereotipos que por escondidos que se hallen en mi substrato personal, a veces, los jodidos, salen a la luz. Pero se entiende que un niño (masculino) juega a revolcarse con sus semejantes, se pelea, juega al fútbol, en definitiva, hace todas esas actividades susceptibles de acabar en la tan temida rotura de gafas.

Buddy Holly. La música murió con él.

Tendría yo unos siete años cuando un médico cabrón convenció a mis padres de que era miope perdido y necesitaba gafas. Lo peor de todo es que tenía razón. Miope. No me negaréis que suena mal, la palabra. En fin, allí estaba yo con mis gafas recién estrenadas. Unas gafas de pasta marrón clarito, típicamente ochenteras, con cristales en forma de televisor. Tremendo. No tardaría en entender la fragilidad de tal artefacto, fragilidad que mis padres no se olvidaban de repetirme, cual mantra, constantemente, temiendo otro descalabro en la economía familiar, en forma de cristal roto. Así, resultaban ser un jodido engorro. Si juegas en el patio, guarda las gafas. Si sales de excursión, te las guardas al jugar, pero no te las dejes olvidadas por ahí. Automáticamente, parecía que todos los balones iban dirigidos a tu cara, todos los juegos que implicaban algún contacto físico o forcejeo acababan con las gafas saltando, y sobretodo, cualquier matón de colegio te soltaba la que parecía ser la peor de las amenazas: “a que te rompo las gafas”. O más humillante todavía, “no le pegues, que lleva gafas”. Claro que esto no creo que le ocurra a Kevin Durant.

Kevin y Paul. No es Marilyn Manson, por si acaso alguien se creyó esa historia…

Luego vino la pre-adolescencia, esa maravillosa etapa en la que eres un crío y por lo tanto, capaz de jugar con muñecos o de divertirte subiéndote por una tubería, y a la vez, tratar de escrutar los incipientes pechos de las muchachas de tu clase. O todo a la vez. Y entonces te das cuenta de que las gafas no molan. Los niños que les gustan a las chavalitas no llevan gafas. Los niños con gafas no son los protagonistas, sino que son, como mucho, los amigos y escuderos. Cine, televisión y literatura dan fe de ello. Bart y Millhouse. Rusty James y Steve. Kevin Arnold y Paul Pfeiffer. Los personajes con gafas no son sino perdedores, como el pitufo filósofo o Steve Urkel. Las gafas son para los empollones. Y claro, si realmente lo eras, acababa siendo una putada. Yo lo era. Esas cosas, a ciertas edades, marcan.

A quién me recuerda el de la izquierda de la imagen?

Durante un tiempo llevé las gafas prácticamente sólo en clase y en casa. Cuando salía a la calle, no las llevaba, la excusa de que jugábamos a pelota ya valía para mi madre. Imaginad al que escribe estas líneas saliendo de su casa, hacia los patios donde me encontraba con los amigos. Mi miopía hacía que las formas se vieran borrosas, de modo que a partir de los cinco o seis metros de distancia, las caras estaban difuminadas. Así, había veces que bajaba y me pasaba varios minutos paseando por los patios y plazas buscando alguna forma humana (ya no cara) que me resultara familiar y reconociera como parte de mi grupo de amigos… que estaban sentados en el banco a 15 metros de mí…

Cuando cumplí los diecisiete, me puse lentillas. Entonces casi se acababan de inventar las lentes de contacto blandas desechables, más económicas y menos invasivas para el ojo. Sin ser la solución definitiva, gané en calidad de vida, y, por lo menos así lo pensaba, también en imagen. Como mínimo me pude deshacer de desagradables comparaciones con Steve Urkel. Mi solución final vino con la popularización de las intervenciones láser para la miopía. Aún tuve que esperar, pues se supone que el período de crecimiento en un hombre no acaba hasta los veintiún años, aproximadamente. Pero esperé y lo hice. Y queridos míos, no podría calificar aquello sino como una liberación, y como el dinero mejor invertido de mi vida. Tras quince años dependiendo de gafas o lentillas, levantarme por la mañana sin hacer el característico gesto de buscar las gafas en la mesita de noche, o salir del agua en la playa y poder divisar perfectamente dónde tienes tu toalla, bien valió la pena ese láser.

Rusty James sólo confiaba, realmente, en Steve. Me sorprende la foto en color…

Por eso, por mis quince años de miopía, que no se olvidan, me revientan actitudes como las de llevar gafas sin necesitarlas. Para mí es como llevar una muleta cuando uno puede andar perfectamente, o una mano ortopédica porque resulta “cool”. Por supuesto que existen muchas personas que han lucido gafas con más estilo del que yo jamás podré tener. Por supuesto que el mundo de las gafas ha evolucionado mucho de los modelos Rappel o Luís Aragonés de los ochenta. Por supuestísimo que muchas mujeres resultan extremadamente sexys con gafas, y sin ellas, perderían ese sex-appeal. Pero qué queréis que os diga. Mis traumas son míos y los gestiono como quiero. O como puedo.

 

Canciones:

The Rolling Stones: «We Love You»

Neko Case: «People Got A Lotta Nerve»

Fun (Feat. Janelle Monae): «We Are Young»

 


4 Respuestas to “Gafas…”


  1. 1 Wen
    19/10/2012 a las 18:24

    Yo tengo gafas, pero la verdad es que no las uso. Y eso que me gustan y me quedan muy bien ( Modesto baja! ), pero es que es un coñazo.
    Eso sí, yo no soy miope, soy hiperpétrope, de lejos veo mejor que la media por lo visto:D
    Debe ser tremendo no ver, ver borroso…no puedo ni imaginarlo la verdad, qué angustia.
    Bien por el láser 🙂
    Por cierto, me encanta cómo te ha quedado. Millones de veces mejor que el otro 🙂

    • 23/10/2012 a las 09:11

      Hipermétrope suena mucho mejor que miope, dónde vas a parar 😀

      Gracias por el comentario, todavía estoy revisando la apariencia, igual la cambio un poco…

  2. 3 Moebius
    20/10/2012 a las 18:05

    Como ex-gafoso no me extraña que odies a los que lleven gafas por moda. La verdad es que vaya ocurriencias tiene la gente. De todas formas, como las de James Worthy nada.
    Lectura recomendada para hoy, «Clotario tiene gafas»

    • 23/10/2012 a las 09:15

      James Worthy… yo es que por aquél entonces, jugador de NBA + gafas era igual a Kareem Abdul Jabbar!!! «Clotario Tiene Gafas»… es cómic, veo… la verdad es que nunca leo cómic, básicamente porque no sé por dónde comenzar, es un mundo que me atrae pero nunca me he puesto con ello…


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