Para todos aquellos agoreros que durante los años 90 se les llenaba la boca hablando de la robustez del formato CD frente a la fragilidad del disco de vinilo. “Un CD dura toda la vida oyéndose siempre bien”, decían. Pamplinas. Esta semana descubrí con lástima que mi copia del CD de Duff McKagan “Beautiful Disease” ha muerto. Fallecido. Ni una pista se reconoce, oiga. Una pérdida, porque este era un disco con historia. Duff McKagan (por si hay algún despistado, bajista de Guns n’ Roses, entre otras encarnaciones) grabó ese disco en 1999, como el primer trabajo que registraba tras su salida de Guns n’Roses y tras su fallo pancreático que le dejó saludando a la parca. Pero, y ahí reside la gracia de la historia, ese disco jamás llegó a ver la luz. Por lo menos no de un modo oficial. Por lo visto, se grabó con la discográfica Polygram poco antes de que Universal la absorbiera y decidiese que, oh, cielos, no era un disco rentable para publicar, con los gastos de publicación, distribución y promoción que conlleva, y acabó en un cajón. ¿Cómo llegó, pues, a mis manos, se preguntará el lector? O tal vez no lo haga, hoy en día, buscando por internet, se puede encontrar hasta una grabación de Bob Dylan en la ducha cantando los éxitos de Falete. No importa, el caso es que me grabó una copia un tipo que trataba por aquél entonces, que escribía para la revista Popular 1, quienes en su momento entrevistaron a Duff y fue el mismo bajista quien entregó una copia de ese disco fantasma que, total, no le iba a rentar ni un dólar. Sospecho que a partir de ahí, copias de ese CD fueron pasando de mano en mano por toda Barcelona con la redacción de Popular 1 como epicentro, y de ahí, a vaya usted a saber. Esa era mi copia, con su historia, y le tenía cariño.
Tampoco es que sea un drama del siglo XXI, si uno escribe la cadena de palabras duff+mckagan+beautiful+disease en Google, no es difícil dar con algunas descargas. También se pueden encontrar copias de promo a la venta en ese sitio infernal para cualquier adicto a la compra de discos que es Discogs. No se encuentra, sin embargo, y como podría ser lógico, en Spotify. Y hace poco sentí la necesidad de escuchar uno de esos temas. Da igual que la época de la universidad haya quedado atrás hace lustros, pero la juventud es lo que tiene; igual te sorprende con una vieja canción que te pone en la piel de los veinte años.

Los archivos centrales de Spotify (by @carloskarmolina)
En una época admiré mucho a Duff. Hoy, sin embargo, su pose me parece algo cargante. La historia es relativamente común, un joven rockero descarriado y muy desfasado, una situación que se convierte en vórtice (en este caso, su colapso pancreático y su marcha de Guns n’ Roses) del que sale hecho un hombre nuevo, virtuoso, amante de su familia, deportista, intelectual y, desde luego, limpio de adicciones. Demasiado perfecto. Tanto como para no creérselo. El mismo Duff llegó incluso a tener una columna acerca de política y economía en un semanario. Se nos ha convertido en una amalgama de dignidades.
Qué quieren que les diga, estos rockeros tan perfectos me aburren. Todas las familias dichosas se parecen pero las infelices lo son, cada una a su manera. En este tema, me viene siempre a la mente Eddie Vedder. ¿Hay algún ser en la tierra más perfecto que Eddie Vedder? Tiene una banda maravillosa, canta estupendamente, ha sido la imagen de los 90. Por si fuera poco, es políticamente comprometido con las causas más nobles, siempre cercano a la izquierda, no ha protagonizado escándalos, mantiene a su grupo desde hace ya 25 años. ¿Más? Es un surfero, guapo y al parecer, bastante cercano. Se le puede perdonar la frivolidad de haberse casado por segunda vez con una modelo, tras un primer matrimonio con una bajista de Seattle bastante feúcha. Vedder es también padre de dos hijos. Y ahora se va paseando por los escenarios con un ukelele… con un maldito ukelele con el que se dedica a grabar discos. Y aunque esto último sí que es imperdonable, pues un ukelele sólo puede ser utilizado si eres hawaiano o Marilyn Monroe, sigue siendo Eddie Vedder.
Yo estoy más con el rockero decandente, el que se gasta dinerales en estupideces o el que sigue dándole al alpiste. Me cae mejor. Hace unos meses pillé, por casualidad, una película por televisión, algo que habitualmente no hago. Y la vi, casi toda, menos el final, que me dormí, así que no se preocupen por los spoilers. Se trata de la película “Nunca Es Tarde” (2015), con Al Pacino como protagonista. En la cinta, Pacino interpreta a un rockero que en su senectud, sigue viviendo gastando a espuertas, esnifando cocaína y girando sin parar interpretando aquellos temas que le dieron fama en los 60 y que le sirven para ingresar más dinero constantemente. En la película, su productor le regala una carta que le envió John Lennon en los 60, alabando alguna de sus canciones, y conminándole a seguir con esa carrera. Todo ello provoca una crisis en nuestro protagonista, quien se pregunta si cantar una y otra vez aquellos hits de los 60 que sólo quieren escuchar gente de su edad, sin volver a escribir ni una sola nota, es lo que esperaba de su carrera musical. El resto de la película se mueve en unos términos más sensibleros y sinceramente, no creo que nadie se esté perdiendo nada del otro jueves si no han visto “Nunca Es Tarde”. Se deja ver, y entretiene, sin más. Yo disfruté, pese a todo, con la composición del personaje del viejo rockero Danny Collins que dibuja Al Pacino. Y en esa imperfección, en ese derroche, en esa torpeza para moverse en un mundo real, en esa querencia a las sustancias, yo puedo ver personajes a los que tener más simpatía que a los pluscuamperfectos Eddie Vedder y Duff McKagan.
CANCIONES:
Southern Culture On The Skids: “Shotgun”
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