En realidad, yo podía haber estudiado lo que hubiera querido. Si bien en COU mis notas comenzaron a no ser tan esplendorosas, me pasé el bachillerato como un estudiante notable que nunca supo lo que era suspender una evaluación. Estaba, en fin, la carrera escogida, y había que apechugar, que de eso sí que sé mucho. De apechugar y tirar adelante. Como sea. Con más cabezonería que cabeza. Y desde luego, tirando de estómago, no de sentimientos.
Los mitos sobre la universidad fueron los que me hicieron más daño. Uno llega a la universidad esperando que sea un ágora de cultura. No, de Cultura. Con mayúscula. De jóvenes que leen alta literatura y no van al cine a ver blockbusters. De amantes de la música alternativa y de la crítica al sistema. Ni que decir tiene que no fue eso lo que me encontré. O por lo menos no como norma general. En realidad, seguramente sí que lo habría, pero por una cuestión puramente estadística, de la cantidad de gente allí congregada.
Lo que yo me encontré en primero fueron dos grupos, el de tarde y el de mañana, de muchachos acongojados ante lo que se les venía encima, fuera de la mano protectora que era esa cotidianidad del instituto, donde todo era conocido y controlado. Reconozco que me llamó la atención lo normales que parecían todos. Digo normales, cuando podía decir vulgares. Todos eran tan normales y tan vulgares como yo era. No como yo quería ser. Un matiz importante, esto del verbo. Insisto en mi concepción de la universidad como ese espacio donde los chicos y chicas listos y con inquietudes acababan, tarde o temprano. Un momento… ¿he dicho chicas? Ah, no eso brillaba por su ausencia. Era una ingeniería, y por más que se promulgue la igualdad, ésta todavía no estaba subyacente en la población escolar que elegía carreras. Así, las escuelas de enfermería estaban llenas de chicas, por poner un ejemplo verídico, y la clase de ingeniería estaba compuesta por varones en una proporción noventa-diez. Luego descubrí que de las ramas de ingeniería, no todas eran pasto casi exclusivo de masculinidad, sino que había dos de las ramas que todavía podían mostrar con cierto orgullo igualitario la presencia de un contingente femenino significativo. Una vez más, no había elegido correctamente. Mi rama de la ingeniería, mi carrera, mi clase, era desesperantemente parecida al seminario.
Las personas, especialmente durante la adolescencia, nos regimos por unos códigos estéticos que nos identifican de una u otra manera. Resulta frívolo, claro, aunque no por ello menos útil, para empezar relaciones. Recordemos que a la universidad llegamos, en muchas ocasiones, solos y alejados de esa pequeña manada que resulta ser la pandilla de amiguetes del instituto. Así, recuerdo haberme puesto a buscar signos estéticos que destacaran como algo que me pudiera parecer interesante, a saber, camisetas de grupos musicales, pelos largos, piercings, cierta forma de vestir… eran los años noventa… Y no, no encontré mucho de lo que buscaba. Y al final, el día a día te lleva a la persona que por casualidad se sienta a tu lado. A la que coincide contigo en los grupos de prácticas porque el horario le es tan favorable como a ti. O al mero azar de tener un apellido que comienza por la misma letra. Viva el orden alfabético y las posibilidades que proporciona para dividir grupos. No deja de ser un pequeño baño de realidad. Uno más de los muchos con los que el primer cuatrimestre universitario te obsequia. Al final, te enseña una lección valiosa: nadie es mejor persona por tener unos gustos éticos o estéticos similares a los tuyos.
Canciones:
Nirvana: «Negative Creep»
Primal Scream: «Velocity Girl»
Page & Plant: «Kashmir»
Las expectativas y negative creep es una buena relación de ideas xD
Y es verdad, las migas al final se hacen con quien menos te esperas. La muerte de la expectativa es una cosa normal, si uno por cualquier cosa no se encuentra bien en la Universidad, no lo estará en ninguno de sus ámbitos.
O se cede en algo. Y ahí cada uno decide, o ha sido evolucón o abominación !!
sí desde luego «las migas al final se hacen con quien menos te esperas». Y las expectativas suelen ser malas compañeras.
Pues yo estudié lo que quise (empecé empresariales y lo dejé por nauseas), luego seguí por informática y la dejé por la mitad, luego hice Magisterio musical/+Musicología, y luego retomé informática y la acabé. Y a punto estuve de embolicarme en Derecho. Y si no fueron los mejores años de mi vida, poco le faltaron. Conocí chicos y chicas cojonudos, teniamos nuestros círculos undergrounds, nuestros bares y lugares, unas fiestas de puta madre donde invariablemente se terminaba haciendo música, viajé un montón con la Orquesta de la Universidad, desde Boston a San Petersburgo, buff, yo que sé. Por el camino se quedó el pobre Carrascosa, que se nos fue por un traspiés en una escapa a los Montes de Europa, sirva de pequeño homenaje este comentario que dejo por aquí.
Vamos, que tenemos aquí a otro estereotipo de la vida universitaria. No me entiendas mal, no es despectivo, sino dicho desde la envidia del que piensa «ojalá yo hubiera vivido lo mismo».
Un saludo!
Coincido «las migas al final se hacen con quien menos te esperas».
He sufrido una confusión que me ha llevado a varios click hasta descubrir que tu blog y el de Toi no son el mismo. Gráficamente son casi idénticos!
el logo, sí…
ayyyy
Es que lo son… cosas de las plantillas gratuitas de WordPress… quisiera cambiar la imagen pero no tengo tiempo de jugar con ello, y las plantillas son menos configurables que las de Blogger (punto negativo para WordPress). Igual me pongo un día de estos. Y el logo… sin prisas. ya tú sabes.