Hoy es lunes 25, son las 22:07 y esto es una habitación pequeña y cutre de un hotel de Praga, que se asemeja más a una residencia de estudiantes que a un hotel convencional, con la diferencia que en lugar de toparme con universitarias desbocadas, veo a familias y a más críos de lo que yo considero normal. Así que doy con mis huesos en una cama individual y me parece como si estuviera de vuelta a mi vieja habitación de casa de mis padres. El televisor de doce pulgadas (de tubo, por supuesto) y el radiocassette que incluyen en un estante hacen que sólo necesite un póster en la pared para hacer una regresión absoluta a mis 16 años.
Esta es mi segunda vez en Praga, y aunque habitualmente no tengo mucho tiempo para paseítos turísticos, durante mi primera visita, de la que ya di buena cuenta por aquí, pude visitar los cuatro o cinco lugares básicos para todo turista. En esta ocasión, sin embargo, la historia es diferente. Apenas tengo un par de tardes para mí, tal vez sólo una, ya que seguramente mañana tendré una cena de trabajo que arruinará cualquier plan de escaparme a callejear.
Porque queridos míos, es por todos conocido que los lugares se conocen caminando o tomando el transporte público, y tratando de no pasar necesariamente por aquellos espacios puramente turísticos. Está claro que cada ciudad tiene rincones que no te puedes perder, seas un turista o un purista. Si uno viaja a Roma, no se puede perder la Fontana Di Trevi, por más turístico que sea. Pero tampoco debería dejar escapar la basílica de San Pietro In Vincoli, que no es de las más visitadas. Por poner un ejemplo rápido.
Una manera que he encontrado de “salirme” del circuito turístico es buscar tiendas de discos. Ya lo he hecho en dos o tres lugares, busco por internet direcciones de tiendas de discos a las que poder acceder, caminando, preferentemente (y no tengo mayores inconvenientes en caminar 30 o 40 minutos), y las localizo en un plano. El resto está claro, salir a buscarlas. Eso te lleva a pasear por calles que pueden estar apartadas de los caminos habituales, y a tomar un pulso más real de la ciudad. Una excusa como otra cualquiera, porque luego, está por ver si el material que puedan tener esas tiendas, vale la pena como para gastarse los cuartos.
Eso en el caso de que las encuentres, porque esta tarde, tenía dos objetivos. No muy alejados, el sol se ponía y el ambiente se iba enfriando más y más, que junto al viento gélido, hacía el paseo más bien poco apacible. Y al final, fracaso: una de las tiendas, cerrada. Desvanecida. Desaparecida del mapa, sin rastro, si es que alguna vez existió e Internet no me ha jugado (una vez más) una mala pasada. Es el destino de las tiendas de discos, desaparecer o convertirse en frías, aunque cómodas y baratas, páginas web de venta online. La segunda tienda, directamente, no la he encontrado. Me he perdido, cosa que no es que me preocupara demasiado. Pero cuando sacar la mano del bolsillo para coger el plano y buscar dónde diablos estaba ha comenzado a conllevar riesgo de congelación de mis dedos, he decidido cesar mi búsqueda y volver al hotel. Que ya tenía suficiente exploración por hoy.
Canciones:
Hank Williams: “I’ll never get out of this world alive”
Mastodon: “Curl Of The Burl”
David Bowie: “Where are we now?”
Este es un buen sistema
un sistema, al menos 😉
gracias por los comentarios
uy de res majo !