
Esta marca de cigarrillos se creó en el Reino Unido a principios de los 90’s, y desde el principio se apostó por una imagen aparentemente dura, repleta de humor negro frente a los peligros que el tabaco podía conllevar a la salud. Por si fuera poco, además del atrayente nombre y del empaquetado, que haría las delicias de los Cramps, se jactaban de destinar parte de sus beneficios a la investigación médica de todas esas enfermedades derivadas del consumo de tabaco, en un acto entre altruísta y provocador. La ironía no faltaba nunca en sus paquetes, en donde se podía leer una leyenda como esta:
La broma, sin embargo, no duró mucho. Si es que los fumadores no tienen sentido del humor. El caso es que a mediados de los 90’s ya era difícil encontrar los cigarrillos Death, a no ser que se pidieran por correo. Por otra parte, el fabricante decidió establecerse en Luxemburgo y distribuir desde allí, para ahorrarse los impuestos especiales británicos, cosa que no agradó nada al gobierno. Finalmente, fueron obligados al pago de las tasas sobre el tabaco, se fabricaran o no en el Reino Unido.
Con el fin de la década del grunge llegó también el final de esa tabaquera, sin que necesariamente tenga que haber una relación causa-efecto. Para el recuerdo queda el tabaco ideal para fumar mientras se está escuchando un buen disco de rock, ya sabeis, la música del diablo.