En fin, se llamara como se llamara, esta mujer tenía un conocido que trabajaba en las concesionarias de espacios como el Palau St.Jordi o la Plaza de Toros cuando había espectáculos. El trabajo era sencillo, debía llamar a un tal Pepe Montiel (siempre me hizo gracia ese nombre) y esperar instrucciones. El tal Montiel me comentó que me reuniera con el grupo unas cuatro horas antes del inicio del chou, que fuera elegante, que llevara una camisa y un pantalón de pinzas. Yo, entonces, no sabía ni lo que era un pantalón de pinzas. Era un grunge, hombre. Así que fuí lo más elegante que sabía entonces, unos tejanos, zapatos, y una camisa, eso sí, por dentro. El tal Montiel me echó una mirada de odio, pero la cosa ya estaba hecha. Las instrucciones eran sencillas… yo estaría en una de las vallas que hay a los lados del escenario, y mi misión era que nadie pasara por allí, a no ser que tuviera un “all access pass”. De puto segurata, pensé yo. Como si tuviera físico de segurata. Por lo menos no eran Slayer quienes tocarían, el público sería más calmadito… craso error. JAMÁS vi tal multitud de señoronas perdiendo los papeles, ni de jovencitas segregando litros de flujo vaginal por un tipo que podía ser su padre. Ni, por supuesto, tanta joya, camisa con cuello blanco, laca a raudales y una mezcolanza de perfumes casi nauseabunda. El público estaba todo sentado, en la pista se dispusieron unas cutre sillas plegables de madera (toma glamour) e hicieron un amago de platea. Era de ver. Qué emoción desplegaba el público. Qué efusividad. Lo cierto es que la tarea fue fácil, tan sólo alguna pareja despistada intentaba pasar, buscando los lavabos.
Y pude ver el concierto, lo cual no estuvo nada mal. Una gran banda de músicos más que competentes, un trío de coristas buenorras y Julio Iglesias, enfundado en smoking, derrochando glamour ante un respetable que, eso sí, tenía ganado de antemano. A destacar las interpretaciones que hizo de “Crazy” y de “Me va”. Ese concierto me hizo interesarme por Julio en serio, aunque ya tenía sus canciones en el substrato, pese a no ser consciente, gracias a cientos de escuchas que mi madre me proporcionaba, desde el radiocassette que tenía. Y no hay que olvidar que Iglesias ha colaborado con Sinatra (quien le respetaba), con Diana Ross (affaire sexual incluido) o con Willie Nelson (¿?).
Lo cachondo vino al acabar el concierto. Las señoronas y las jovencitas tratando de pasar, en busca de un fetiche de Coolio, ni que fuese una toalla sudada. Pidiéndome que les trajera algo del escenario (lo dicho, una toalla, un papel con el set list, o una muestra de sudor del divo). Incluso recuerdo con claridad momentos de tensión ante gente indignada que quería entrar al backstage, y se decía invitada por la organización, o por el mismo Julio Iglesias. Recuerdo especialmente a una pareja madurita y al indignado señor, quien decía que el mismísimo Dr. Iglesias Puga le había invitado a pasar, y me instaba a que le fuera a buscar. Pipiolo que es uno, se limitó a contener a las hordas. Si me pasara hoy, o lo dudaría ni un segundo en tratar de colarme yo mismo en el backstage. Supongo que la coca, el alcohol y las mujeres rondaría por ahí como si de los mismísimos Guns n’ Roses se tratara. Poco después recibiría un sobrecito en el buzón de mi casa, con el dinero correspondiente (viva la legalidad laboral). Aquella noche me dijeron que en breve, actuarían Los Suaves. Pero me temo que los fans de los gallegos no fuesen tan pintorescos aunque descafeinados fans de Julio Iglesias. De modo que esa fue mi primera y última experiencia en la organización de un concierto. Mi primera y última experiencia en el show-bussiness.
Canciones:
New York Dolls: “Can’t get away from Tommy”
Red Hot Chili Peppers: “Aeroplane”
Chris Isaak: “Solitary Man”